Finales de noviembre,
vísperas ya de su martirio, aflora el Guadiana desde Mérida hasta Cáceres las
nieblas de santa Eulalia, las nieblas de la Mártir. Sin que apenas las farolas
sean una luz brillante como una estrella, al amanecer, hasta que el sol levante
el día y la niebla se difumine. Hasta después de Reyes --quizá más tarde aún--,
entre Guadiana y el Salor, y entre Tajo y Guadiana, las mañanas se desperezan
sin apenas luz en el horizonte, todo bruma, condensación de la humedad del aire
reductora de la visibilidad horizontal; disminuye la visibilidad en superficie.
Desde Nueva Ciudad, apenas oteamos el puente romano, la antigua Augusta
Emerita, menos aún. Por la vieja Ruta de la Plata, paralela a la N-630, la
conducción se hace peligrosa, nula la visibilidad, la niebla pegada a la
carretera, los ojos cansados, fatigada la mirada..., cómo ver a Eulalia desnuda en su martirio, con las
nieblas de la Mártir, las nieblas de santa Eulalia.
Alcaldesa perpetua de la capital regional, Eulalia de
Mérida (292-304 d. d. C), martirizada a los 13 años en Augusta Emerita, celebra
entre nieblas su festividad el 10 de diciembre. Es patrona de la Archidiócesis
de Oviedo, en cuya catedral reposan sus restos. Patrona principal de Mérida, de
Totana, de Santa Olalla del Cala (Olalla, versión gallega de su nombre), fue
patrona de Asturias hasta que se declaró como tal a la Virgen de Covadonga.
Pleitearon Oviedo y Mérida por sus cenizas, según recoge Antón de Marirreguera en el primer poema asturiano de autor
conocido, con letras del XVII.
Nieblas de la Mártir, nieblas de Santa Eulalia..., según
la leyenda cristiana, fue condenada a morir en un horno de cal viva; pero,
antes, paseada desnuda por las calles de Augusta Emerita; pero su Dios, del que
nunca renegare, tendió una extensa capa de niebla para que nadie la pudiere
ver, aunque terminare en el horno. Desde entonces, desde hoy, hasta Reyes, el
Guadiana evapora su masa de agua dulce y provoca, tierra adentro, la niebla,
las nieblas de santa Eulalia, las
nieblas de la Mártir.
Hija de familia cristiana, al cumplir 12 años, el
emperador Diocleciano prohíbe a los
cristianos dar culto a su Dios. Se rebela
Eulalia ante una ley tan injusta, que la obliga a adorar a los ídolos
paganos del Imperio. Viendo el peligro, sus padres se la llevan al campo,
orillas del Albarregas. Decidida, regresa a la ciudad; se presenta al
gobernador Daciano y le expresa su
protesta. Todos los requiebros fueron en vano. Sufre Eulalia trece martirios: azotes con correas de plomo; aceite
hirviendo sobre sus pechos; fue rociada con cal viva y agua como abrasivo, sin
sufrir daño; llevaron a su presencia una olla llena de plomo líquido y, tras
mirar al cielo, el plomo se heló y sus esbirros se quemaron las manos. Sufre
después azotes con varas puntiagudas; queman su cuerpo con hachas encendidas;
la pasean desnuda por las calles de la ciudad; la llevan hasta la plaza de las
ejecuciones, donde hoy está el Hornito; le arrancan las uñas de manos y pies y
la ponen sobre una cruz, que levantan y dejan caer al suelo. Hachas encendidas
abrasan sus costados. La niña virgen y mártir traga el fuego por su boca y de
ella sale una paloma blanca hacia el cielo.
El poeta Prudencio
(siglo VI) narra sus martirios y escribe su himno, incluido en el Peristephanon, la más tardía de sus
obras. También, en el siglo VI, Idacio narra en su Chronica el martirio, como Gregorio
de Tours en su Historia Francorum. Del mismo siglo es el códice de la Passio Eulaliae. En los siglos VII y
VIII hay Glosas al himno de Prudencio. A Eulalia la canta el poema más antiguo en francés: Cantinèle de sainte Eulalie. La Crónica de Sampiro, según el obispo Pelayo de Oviedo, alude al traslado de
sus restos a la ciudad. Eulalia de
Mérida fue enterrada junto al Hornito, donde hoy se levanta su basílica; pero
en tiempos de la dominación musulmana, sus restos fueron trasladados a Oviedo
para preservarlos, y descansan en una arqueta situada en la Cámara Santa de la
catedral.
Prudencio la
define en su himno:
"Eulalia noble por su linaje,
más noble su valor ante la muerte,
sagrada doncella, tú con tus huesos
das fama a Mérida, con cuyo abrigo
creciste y con tu amor ella se
orna."
En "Martirio de santa
Eulalia", García Lorca canta:
"La rueda afila cuchillos
y garfios de aguda comba.
Brama el toro de los yunques,
y Mérida se corona
de nardos casi despiertos
y tallos de zarzamora."
Toda Mérida es Eulalia: la basílica, el Hornito, la Rambla, la calle más
principal que une la plaza con su monumento..., sus nieblas ya presentes, para
más memoria de su martirio y de la luz que diere a su ciudad.
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