¿Puede ser político un
intelectual? El político, por el hecho mismo de serlo, ¿es intelectual? Define
la Academia por intelectual a aquel individuo dedicado preferentemente al
cultivo de las ciencias y las letras. No parece, por la nómina existente, que
todos los políticos sean intelectuales ni todos los intelectuales sean
políticos. Sin embargo, no es antagónico ser político e intelectual, aunque
estos huyan de la política como si de un demonio se tratare. Cree el intelectual
que la política se opone al rigor e independencia intelectual que les son
propios; considera el político que el intelectual debe dar a la sociedad parte
de lo que ella le ha dado. Ennoblecería su condición de intelectual, aunque la
política, por ser arte de una parte, condicionara su propio rigor e
independencia intelectual. El político matrimonia con una ideología por
devoción y obligación; no se casa con nadie el intelectual. Asume este como
axioma el dictum de Actum, la célebre frase acuñada por
lord Acton en 1887: el poder
corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, frase que se suele
utilizar para zanjar comentarios provocados por los casos de corrupción que se
dan en instituciones políticas, o de otro ámbito, o para subrayar que el
control del poder no existe o se encuentra maniatado por el miedo o el interés.
Es político el intelectual en tanto en cuanto se dedica al
estudio y reflexiona críticamente sobre la actualidad; es político al denunciar
injusticias y defender valores. Frente al axioma de Actum, de finales del XIX, se contrapone el de Terencio: Homo sum: humani
nihil a me alienum puto (Soy hombre: nada humano me es ajeno), escrita en
su comedia Heauton Timoroumenos (El
enemigo de sí mismo), en el 165 a. d. C., como justificación del comportamiento
ajeno, que Unamuno extrapola al
hombre: nullum hominem a me alienum puto
(soy hombre: a ningún otro hombre estimo extraño), el hombre como destino de
toda política.
Más aún: se considera intelectual al pensador por su grado
de compromiso con la realidad vital de su época. Otras cuestiones distintas son
los intereses y opciones ideológicas diversas, que lleva a Jean Paul Sartre a decir: "Intelectual es el que se mete donde
no le importa."
¿Podríamos decir lo mismo de intelectuales que, en uso de
su libertad y derechos humano y constitucional, arriban a la política? En modo
alguno: el actor catalán Juanjo
Puigcorbé irá de número
2
en las municipales de Barcelona por ERC. Abandona la escena para entrar en
política:. "La gente --ha dicho-- debe poder ejercer la cultura y tenerla
a su alcance." Ángeles Caso (1959),
periodista, presentadora en otro tiempo de un Telediario en TVE, que le dio una
fama de la que renegó, es candidata
a entrar en la lista de Podemos de Oviedo, y se justifica: "Rechazo el cinismo de una sociedad que solo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros. "
Tony Cantó (1965) es otro ejemplo de
famoso que se ha echado a la arena política. Con amplia carrera teatral y
cinematográfica, fue candidato a la Generalitat Valenciana, y es diputado
al Congreso desde 2008 por UPyD. Eva
Pedraza (1970), miss España 1988, fue concejala en las listas del PP en Córdoba,
donde lleva la Delegación de la Mujer e Igualdad.
Entronca este cambio de roles con el ocurrido durante la
guerra civil española, en el que la intelectualidad se dividió en apoyo de uno
de los dos bandos: el ejemplo de los hermanos Machado (Antonio y Manuel) ejemplifica el propio que la
contienda causó entre los compatriotas de uno u otro signo, fueran o no
intelectuales. A la Alianza de
Intelectuales Antifascistas (Neruda,
Malraux, Vallejo, Octavio Paz, Hemingway...), le siguió la Agrupación al Servicio de la República
(con los tres fundadores, Ortega y
Gasset, Marañón y Pérez de Ayala), integrada tras la
guerra entre la intelectualidad desencantada de los dos bandos.
El intelectual
ha sido considerado, desde el periodo de entreguerras, como sinónimo de progresista
o de izquierdas. Por eso, los ideólogos de la derecha tratan hoy de remarcar el
"crepúsculo de las ideologías" (título de una obra de Gonzalo
Fernández de la Mora, diplomático y ex ministro franquista, publicada en 1965)
que, para Sartre, es fruto de un
"pensador creador", capaz de generar un modo de ver la realidad.
Remarca la derecha el fin de las ideologías, frente a la izquierda, que subraya
que, mientras exista la desigualdad humana, existirán las ideologías, porque en
ellas subyace el ser mismo de la persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.