jueves, 31 de diciembre de 2015

DESEOS ANTE EL NUEVO AÑO DEL PRESIDENTE VARA

 
           El presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, ha despedido el año y felicitado el nuevo que comienza a medianoche de hoy con un breve discurso pronunciado desde la Escuela Municipal de Música de Campanario (Badajoz), con una apelación a la igualdad de oportunidades y un llamamiento a la concordia, la solidaridad, la unidad y a la cultura como "palanca que transforma a los pueblos".
            Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Si, además, la felicitación viene precedida por un gesto de generosidad, como el habido por el presidente como mediador ante el grupo municipal de su partido en Cáceres para la aprobación de los presupuestos locales  --lo que aún no ha sido posible en Extremadura-- es algo que le honra en estos días del laberinto español, en el que se hace más necesaria que nunca la suma de buenas voluntades más que la resta divisoria de egoísmos partidistas que a nada bueno pueden conducirnos.
            Vara desea seguir compartiendo con la gente sus prioridades vitales: el derecho a un empleo digno, la lucha contra la precariedad laboral, el derecho a una vivienda para poder desarrollar el proyecto de vida, la lucha contra cualquier forma de pobreza, unos servicios públicos al servicio de los ciudadanos; una escuela que propicie la conciencia crítica y el desarrollo de los valores que nos hacen mejores; una sanidad pública que bate este año un nuevo record de trasplantes; unos servicios, en fin, que consigan la igualdad de oportunidades. Estos deseos son derechos constitucionales que huelga reiterar, especialmente cuando su decurso ante el nuevo año no se han plasmado aún en unas cuentas que puedan ir haciéndolos posibles, en un panorama todavía tan incierto como difuso como con el que iniciamos 2016.
            Apela el presidente a "la concordia entre generaciones" para seguir haciendo posible que se paguen las pensiones a aquellos que se lo merecen, "porque tanto lucharon por su país y por su tierra". Una apelación no baladí a la solidaridad y a la unidad, porque "la caridad está muy bien, pero los derechos tienen que depender de los presupuestos públicos". No podemos sembrar Extremadura de caridad, ni de enunciados de buenas intenciones, si no hacemos efectivos los derechos constitucionales que hagan efectiva la igualdad de oportunidades que se pregona. Y, por ahora, la labor de su gobierno desde julio ha sido tan solo eso: una reiteración de buenos propósitos por cumplir, pero aún sin el respaldo que los haga posibles en el nuevo año.
            Llama el presidente a la unidad de todos los extremeños, por el interés general de la región, en un momento en que ha discutirse la financiación autonómica. Está de más esa apelación, porque el acuerdo en esa materia es algo que está en las manos de sus representantes políticos, que antes tienen otras obligaciones más importantes que cumplir: un acuerdo de gobernabilidad para España, para lo que se necesita ese espíritu de unidad ante lo más necesario y urgente para el país, porque el resto vendrá por añadidura.
            La historia la escriben cada día los extremeños que cantan villancicos en una Escuela Municipal de Música de un pueblo extremeño; los dirigentes políticos, quienes escriben y los que nada dicen, porque tan solo hablan con su trabajo --los que lo tuvieren--, pero no con enunciados por todos conocidos que, en la amanecida de un nuevo año, ignoran todavía si saldrá de nuevo el sol, que otros se quieren apropiar para sí y hacernos volver al pasado de un brasero de picón...
            El nuevo año amanece con buenas intenciones y deseos; pero estos, como la igualdad, no residen tanto en redoblar el género gramatical que no la propicia (extremeños y extremeñas, ciudadanos y ciudadanas, chicos y chicas...), porque basta con el masculino plural para englobarlos a todos, como en trabajar todos los días para que la igualdad sea efectiva, la caridad sea una excepción a la regla, y una mal entendida discriminación positiva mengue los derechos de otros. En la Extremadura rural, todos son iguales; no hay fines de semana ni vacaciones, porque la tierra espera sus cuidados si quieren comer; y sus ganados no conocen Navidades ni Año Nuevo, porque sus necesidades han de ser satisfechas todos los días del año. La Extremadura rural simboliza la igualdad real, en la que hombres y mujeres conviven dándose la mano de la unidad, sin privilegios de unos sobre otros, ni esperas políticas que tan solo se limitan a reiterar los deseos de siempre. Esa, especialmente, es la que espera la respuesta de los políticos que la gobiernan, tanto como que los buenos deseos de todos que hoy compartimos se hagan realidad en el nuevo año.
 
 

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