Todas las mañanas del
día de Navidad se suceden las reacciones al discurso del Rey. Este año
aumentaba por la expectación sobrevenida: cuatro días después de celebradas las
elecciones, a tres días vista de poder despejarse la incógnita catalana...,
aquella de la que tampoco hablaron en el debate Rajoy y Sánchez. La
incertidumbre se alzaba sobre el discurso del Monarca por la propia de un país
con gobierno en funciones, pero con muchos nubarrones en el horizonte, con
ecuaciones de cuatro incógnitas por despejar, sin que ninguna de ellas parezca
la adecuada para el futuro del país. El Soberano no deja indiferente a nadie: a
unos por defecto; a otros por exceso; a algunos porque nada dijo del paro o de
la corrupción, o de la igualdad; a más, porque no se comprometió con lo que
debiere y muchos esperaren.
El Rey reina, pero no gobierna. El Título II de la
Constitución especifica claramente sus funciones. "El Rey es el Jefe del
Estado, símbolo de su unidad y permanencia; arbitra y modera el funcionamiento
regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español
en las relaciones internacionales, especialmente en las naciones de su
comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la
Constitución y las leyes." (Artículo 56.1).
El Mensaje de Navidad pretende transmitir algunas de las
preocupaciones del momento; no es, ni pretende serlo, un compendio de los
problemas todos del país. Eso le corresponde a las Cortes Generales emanadas de
la voluntad del pueblo español, depositario de la soberanía nacional. Quizá,
sí, hace un llamamiento a los gobernantes, a los dirigentes de partidos e
instituciones para poner en valor lo mucho que nos une en lugar de lo que nos
separa; sentirse parte de una comunidad política y social y de una misma
realidad histórica, actual y de futuro, como la que representa nuestra nación;
el legítimo orgullo de ser y sentirse español, querer, admirar y respetar a
España, lo mismo que a nuestra familia, y España es nuestra gran familia, de la
que todos formamos parte; una llamada al diálogo, la concertación y el
compromiso, en base a la pluralidad política expresada en las urnas, que aporta
sensibilidades, visiones y perspectivas diferentes; la advertencia de que la
ruptura de la ley o la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre
otros sobre la voluntad de los demás españoles, solo nos ha conducido en
nuestra historia a la decadencia, al empobrecimiento y al aislamiento; los
refugiados, un gran problema de hoy del que Europa ha hablado, pero poco ha
hecho... Nadie espera a quienes solo miran hacia atrás. Hace décadas en que el
pueblo español decidió, de una vez por todas y para siempre, darse la mano y no la espalda... Pues, qué
más: paro, igualdad, corrupción..., más propio de los políticos que de un Mensaje
navideño de doce minutos y diez segundos; las cosas de las que no habló el Rey
y la forma, un palacio símbolo de la soberanía nacional, testigo de nuestra
historia, "que nos ayuda a entender nuestro presente y orientar nuestro
futuro".
El PP, por boca de su secretaria general, María Dolores de Cospedal, lo calificó
de "histórico y esencial", y añadió que el Rey conoce perfectamente
los anhelos y retos de los españoles, porque "conoce su país". Para
el portavoz del PSOE en el Congreso, Antonio
Hernando, el discurso real fue "adecuado y oportuno" y sintonizó
con él en que la recuperación económica "sea para todos, con empleos
dignos y salarios justos". El líder
de Podemos, Pablo Iglesias,
compartió con el Monarca la "España diversa y plural", aunque echara
en falta la alusión al paro, la igualdad y la corrupción, no así el color de la
corbata, que asocia colores con el logo de su partido, uno y múltiple... El
presidente de Ciudadanos, Albert Rivera,
comparte con el Rey la necesidad de diálogo, reformas democráticas, unión y
responsabilidad en esta nueva etapa democrática y así lo ha reafirmado al
ofrecer su apoyo a las dos principales fuerzas políticas.
Para Alberto
Garzón, candidato de IU, "mucha fantasía y nada de hablar de
corrupción" (eso es para usted en el Congreso, y para Hacienda, los fiscales y los jueces). A qué hablar de
los nacionalismos excluyentes y sus descalificaciones impropias. Cuarenta años
atrás no podrían decir eso ni lo que hoy afirman, unos porque no habían nacido;
y otros, porque no había libertades públicas. Dejar fuera del Mensaje la
reforma constitucional y la violencia machista es algo que le corresponde a las
Cortes, no a él; pero sí se refirió a la corrupción, cuando pidió a las
instituciones el "rigor, rectitud e integridad" que exigen a los
ciudadanos. Si hablar de España y los españoles, de entendimiento y convivencia,
diálogo, concertación y compromiso;
pueblo, voluntad, historia, futuro... no
es propio de un rey que conoce a su pueblo, qué podríamos esperar de quienes se
ríen de los símbolos de la patria, de quienes no le reconocen y le ignoran como
Jefe del Estado; de quienes le injurian sin ser castigados; aquellos que se
olvidan también de los cientos de muertos en la carretera, de las miles de
hectáreas calcinadas por la mano del hombre, y de tantas soledades, a las que a
él, como hombre de su generación, nada le resultare ajeno...; pero a quien
solamente le corresponde compartir con todos los españoles sus preocupaciones
fundamentales, que son las de todos. El resto queda en manos de nuestros
diputados y senadores.
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