martes, 21 de junio de 2016

PALABRA Y DESEO



            El deseo se muestra de palabra y por escrito. En ambos prima el objeto del deseo, el movimiento afectivo hacia algo que se apetece. De palabra expresamos un anhelo con vehemencia, ardiendo en deseo de algo; por escrito, la acción que deseamos. La palabra expresa un deseo quizás inalcanzable, rechazable. Escrito, el deseo permanece incólume, intacto. La palabra escrita no lesiona el deseo expresado, aunque lo apetecido no se corresponda en el resultado final con el anhelo.
 
            El voto aúna palabra y deseo escritos; es la expresión pública, o secreta, ante una opción; en elecciones, es la papeleta con que se expresa una preferencia ante una opción. Hay tantas clases de votos como palabras y deseos expresamos. En terminología electoral, hablamos de voto activo, o la facultad de votar asumida por los individuos de una corporación; de voto de reata, el que se da sin conocimiento ni reflexión, por seguir el dictamen de otro; de voto útil, el que se emite a favor de una opción que, aun no siendo la deseada, tiene mayores posibilidades de derrotar a otra cuyo triunfo no se desea. Votamos todos los días, aun sin saberlo; al realizar un juramento o promesa, o una ofrenda dedicada a Dios o un santo por un beneficio recibido, o por deseo expresado. Otros hubieren que profesaren votos de pobreza, castidad y obediencia, como los religiosos; hacemos votos al expresar un deseo favorable a una opción o persona; regulamos los votos al confrontarlos unos con otros; somos poseedores del voto para votar en alguna junta. Palabra y deseo se fusionan en el voto que la Constitución otorga a los ciudadanos para participar en los asuntos públicos..., mediante representantes libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal.
 
            La palabra escrita, expresada en el voto, no es equívoca en su interpretación; ni puede ser considerada como descaminada, imprecisa o errónea. Quienes deforman la voluntad popular, el deseo escrito expresado en las urnas, son sus destinatarios, que no entienden el mensaje de aquellas. El voto fomenta la soberanía popular; no es un exvoto que se ofrenda a una divinidad. Decía Rousseau que "el derecho de voto es un derecho que nada ni nadie puede quitar a los ciudadanos". No hay deseo sin palabra, aunque esta, ni hablada ni escrita, pueda hacer realidad el anhelo y, como dijere un día Adolfo Suárez, "el futuro no está escrito, porque solo el pueblo puede escribirlo". No hay deseos sin palabras, ni habladas ni escritas; pero sí anhelos que pueden expresarse libremente, de palabra y por escrito, y en ellos quizá nos vaya el futuro.


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