sábado, 9 de diciembre de 2017

SOBRE EL LENGUAJE INCLUSIVO


            La reciente prohibición del "lenguaje inclusivo" en los textos oficiales por parte del Gobierno francés ha vuelto a poner de relieve esta vieja praxis, auspiciada por los círculos feministas, para quienes el lenguaje masculino no es neutro e implica una "invisibilización" de las mujeres. En marzo pasado, un manual escolar propugnaba este tipo de escritura considerada "no sexista". La Academia Francesa de la Lengua se posicionó en contra a finales de octubre. Sus 40 inmortales" alertaron de que "ante esta aberración inclusiva, la lengua francesa se encuentra en peligro mortal y nuestra nación es, desde hoy, responsable ante las generaciones futuras".  El primer ministro, al hacer pública la circular, invitaba a rechazar este tipo de escritura, que incorpora un sufijo femenino en un sustantivo masculino, en favor de una mejor compresión del contenido, y argüía que "más allá del respeto del formalismo propio de las actas de naturaleza jurídica, las administraciones dependientes del Estado deben adecuarse a las reglas gramaticales y sintácticas, principalmente por razones de inteligibilidad y de claridad". (Véase eldiario.es, de 23/11/2017).
            Entendemos por "lenguaje inclusivo" los desdoblamientos artificiosos e innecesarios. Para la Real Academia Española (RAE), "el uso genérico del masculino sirve para designar a todos los individuos de la especie sin distinción de géneros" y pone el siguiente ejemplo: "Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto." Para la RAE, la mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto: "El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad", y reitera que la actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas, y sentencia que es incorrecto emplear el femenino para aludir a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, expresa, que los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones. (Véase http://www.rae.es/consultas).
            Nadie como el maestro Ricardo Senabre (Alcoy, 1937; Alicante, 2015) --exdecano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uex-- supo salir al paso de los desdoblamientos lingüísticos al relatar en un artículo publicado en ABC el 02/04/1997, titulado "Compañeros y compañeras", lo que oyó en una plaza de la capital argentina: "No hace mucho tiempo callejeaba yo por Buenos Aires cuando vi que había muchas personas que iban concentrándose en el extremo de una plaza y alrededor de un tingladillo al que acababa de encaramarse un individuo provisto de megáfono. Me acerqué con curiosidad y tuve la suerte de no perder ni una sílaba del discurso, cuyo brioso arranque, que me apresuré a copiar en un papel, era así: Compañeros y compañeras: nuestros delegados y delegadas han hablado ya con los encargados y encargadas de todos los servicios para pedir que la media hora de pausa de los trabajadores y las trabajadoras coincida con la hora de ocio de nuestros hijos y nuestras hijas en el jardín de infancia de la empresa." Senabre se sintió consternado y se le encogió el corazón... "¿Cómo explicar a este redentor iluminado que el sexismo no está en las palabras, sino en los comportamientos, en los actos de menosprecio, en las crudas desigualdades salariales? ¿Por qué no lucha el valeroso reformador del idioma contra estas situaciones en lugar de propinar inútiles mandobles a los usos lingüísticos? Acabarán --concluía-- por reclamar denominaciones como soprana y contralta para luchar contra el sexismo; pero lo cierto es que esta contienda --necesaria, sin duda-- no debe librarse en el terreno del lenguaje, sino en el jurídico y, sobre todo, en el de la realidad cotidiana, donde la presencia de la mujer en muchas actividades de las que antes se encontraba excluida no garantiza en absoluto la ausencia de comportamientos intolerables que burlan la letra y el espíritu de las leyes."
            El caso más sonado de lenguaje inclusivo lo instituyó la ministra de Igualdad del Gobierno de Zapatero, Bibiana Aído, en el Congreso, al utilizar el término "miembras" para referirse a las mujeres. Para quien fuere vicedirector de la RAE, Gregorio Salvador, "la ministra no cometió un error, sino que utilizó el término conscientemente, porque es defensora de todas esas mandangas, de esa confusión de sexo y género" a la que pretenden llevarnos quienes confunden también los desdoblamientos lingüísticos con los de las carreteras, quizá, de Valverde, en Badajoz, o la de la entrada a Plasencia por Montehermoso que, como siempre, realiza la Junta de Extremadura, sin que sepamos por qué, cuando son enlaces con autovías y carreteras nacionales. Cuanto más pobres, más generosos, aunque seamos los últimos de Europa. Y así nos luce el pelo, también con el ferrocarril, compañeros: paupérrimos en todo, hasta en el lenguaje inclusivo, que nos desune más que nos une, como los desdoblamientos de las carreteras o las rotondas que nos acercan más a nuestro destino.
            

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