"El
pueblo de Aldeacentenera acumula tanta información histórica que quien nunca
haya buceado en su pasado no puede imaginarse la inmensa riqueza que atesora,
tanto en el propio municipio como en los parajes que le circundan..., como
Centenera, lugar que fue anexo, o el poblado vettón de La Coraja", afirma
en su Introduccción el autor, José Antonio Ramos Rubio, en esta nueva
obra [1]. Prologada
por la alcaldesa del municipio, Sofía
Gutiérrez Rodríguez, este nuevo libro del cronista oficial de Trujillo, aborda
el medio natural, la historia, las manifestaciones artísticas, las tradiciones
populares y culmina con el cuento "El enigma del jinete Vettón", de Florentino Escribano Ruiz, a quien está
dedicado el libro.
El medio natural.-Aldeacentenera
se halla situada en la penillanura cacereña, cercana al verdor de las montañas
de las Villuercas, rodeada de dehesas, olivares y encinares. Pertenece a la
comarca funcional de Trujillo y su casco urbano está situado a 565 metros de
altitud. La extensión del municipio es de 110,56 kilómetros cuadrados,
asentándose sobre los terrenos dominados por materiales pizarrosos y rodeado de
numerosos cursos de aguas, entre los que sobresale el río Almonte. El clima es
mediterráneo subtropical, con inviernos suaves y veranos muy calurosos. La
vegetación característica es el encinar y la herbácea muy habitual en todo el
término, destacando en el ribero el acehuche entre las arbóreas y el cantueso
entre las de matorral. También son abundantes las jaras, tomillos y retamas en
los riberos del río. A lo largo de la historia, la conjunción del hombre con el
paisaje ha dado como resultado la dehesa para introducir el ganado en el bosque
ante las dificultades para el aprovechamiento del suelo. A la dehesa y los
espacios naturales, las vías pecuarias, asociadas a la Cañada Real, con los
cordeles que pasan por los principales puentes del territorio. El municipio
siempre estuvo bien abastecido de agua potable por los numerosos manantiales de
agua dulce que conserva en el subsuelo. En la arquitectura tradicional o
vernácula, sus bondades con la naturaleza van más allá del clima, caracterizada
por el uso de materiales del entorno. En el transcurso de los años, el paisaje
ha experimentado grandes cambios, pero aún se conserva un número considerable tanto
de viviendas como de viviendas agrícolas que forman parte de la historia de la
arquitectura popular. Uno de los elementos que se hallan salpicados por el
término municipal es el chozo o bujío,
en el que se ha utilizado la técnica de la piedra seca, en la que no se
empleaba cemento o mortero. A finales del XVIII, los principales productos que
se obtenían de la tierra eran las semillas de trigo, cebada, centeno y avena.
Entre los años 50 y 60 del pasado siglo, el municipio sufrió el proceso
migratorio de la clase trabajadora, llegando a perder el 40 por ciento de la
población. La localidad tuvo un antiguo pósito hasta hace algunos años. En
cuanto a la actividad minera se refiere, hay que citar las minas de San Roque,
explotadas por la galena argentífera, galena pirita, cuarzo y la esfalerita.
La historia.-Esta
zona lindante al Parque Natural de Monfragüe es rica en yacimientos y hallazgos
prehistóricos, como lo demuestran las estelas de Torrejón el Rubio, las
pinturas rupestres y el Tesoro de Serradilla, de oro labrado e influencias
fenicias. Los Ejidos de Centenera y
el Ansadero, cada uno de 70 hectáreas, aparecen mencionados en el siglo XIV durante
el reinado de don Pedro de Castilla,
el rey que prohíbe que se roturen y que sean invadidos por las ganaderías
trashumantes. El núcleo poblacional actual ha tenido varias denominaciones,
desde el Ejido de Centenera y,
finalmente, Aldeacentenera, que
pertenecía a la comunidad de Trujillo y tenía su lugar en medio de los dos
ejidos que conservan el nombre de Centenera.
El primer varón nacido en el municipio fue Vicente
Risel Carrasco, bautizado en 1733, mariscal de Campo de los Reales
Ejércitos y comandante en jefe del Real Cuerpo de Artillería. Se marchó a La
Habana, donde se casó con la hija del corregidor y alcalde de la ciudad en
1767. El traslado de los dos Ejidos (Aldeanueva
y Centenera) hasta el asentamiento
actual se llevó a cabo en la primera década del siglo XVII. En la Protohistoria
sobresale el Castro de La Coraja,
situado entre las poblaciones de Torrecillas de la Tiesa y Aldeacentenera.
Asimismo, se han hallado restos arqueológicos de las edades del Cobre y del
Bronce en las fincas La Hoya, Toledillo y en el conocido Cancho Gordo. Próxima a uno de los
chozos de El Ejido hay una peña con cazoletas y más abundante
aún en Toledillo. Los restos
arqueológicos más interesantes localizados en el territorio corresponden al
castro celta amurallado en la finca La
Coraja, del siglo IV a. de C. Los vettones fueron los pobladores
prerromanos de cultura celta, que habitaron los asentamientos, entre otros, de Villasviejas del Tamuja y La Coraja, donde se han localizado
numerosos restos arqueológicos del siglo IV a. de C. De la presencia romana
quedan bastantes vestigios, así como algunos tramos de la calzada en la dehesa
de Toledillo, al sur de la localidad.
A lo largo de la Baja Edad Media, Trujillo fue concentrando bajo su poder
numerosos lugares de su tierra y algunos se convirtieron en arrabales, como Centenera. En el siglo XV, la Tierra de
Trujillo abarca una extensión de diez leguas de ancho por dieciséis de largo,
desde el río Almonte hasta el Guadiana de norte a sur y desde el Ibor y Ruecas
hasta el Tamuja de Oriente a Occidente, en la que había villas, aldeas y
arrabales, entre otros Aldeacentenera. Durante el descubrimiento y conquista de
América, participaron activamente algunos hijos de la villa: Pero Alonso (1494) y el capitán Alonso Álvarez de Pineda (1494-1520). La
localidad perteneció a Trujillo hasta convertirse en ayuntamiento independiente
tras la Constitución de 1812 y, desde el año 1834, quedó integrada en el
partido judicial de Trujillo. Como hijos ilustres de la localidad cabe citar a Leandro Ángel Herrero (Madrid, 1837;
Aldeacentenera, 1904), novelista y dramaturgo. Enterrado en el cementerio
municipal, tiene dedicada una calle. Otro personaje destacado es Juan Bayal Tovar (Aldeacentenera, 1898;
Navalmoral de la Mata, 1998), violinista y saxofonista, que formó agrupaciones
musicales para amenizar las fiestas de los pueblos y autor del Himno de la
Exposición Universal de Sevilla de 1928. En 1992 fueron aprobados el escudo y
la bandera municipal por la Junta de Extremadura.
Manifestaciones
artísticas.-Entre las manifestaciones artísticas más notables, sobresalen
la iglesia parroquial de San Bartolomé, obra de los siglos XVI-XVII: la ermita
de Nuestra Señora de los Santos, patrona de la localidad, que recibe culto en
una ermita situada al norte del municipio, construida a principios del XIX y el
puente del Conde, alzado sobre el río Almonte, en el término municipal, que
unía las Tierras de Trujillo con la villa de Cabañas del Castillo, majestuosa
obra medieval con cinco arcos ojivales, mandado construir en el siglo XV por el
último Señor de Oropesa. Entre las cruces de término se conserva una en el
antiguo camino de Trujillo, a la salida de Aldeacentenera, la Cruz de Caramanchón, del siglo XVI.
Tradiciones
populares.-Las dos fiestas principales del municipio son la Cruz de Mayo y
la de San Bartolomé.
Cierra el libro el cuento didáctico El enigma del jinete vettón, inspirado en las excavaciones de Aldeacentenera, de Florentino Escribano Ruiz.
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[1]
Vid.: Ramos Rubio, José Antonio: Aldeacentenera. Tras las huellas del jinete.
Ed.: Diputación Provincial de Cáceres, Cáceres, diciembre de 2018.