lunes, 29 de junio de 2020

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN, PROFESOR, ESCRITOR Y CRÍTICO LITERARIO


José Luis García Martín (Aldeanueva del Camino, Cáceres, 17/06/1950), profesor de la Universidad de Oviedo, escritor, poeta y crítico literario, director de la revista Clarín, Revista de nueva literatura, acaba de cumplir 70 años y, aunque le propusieron continuar como profesor emérito en la Universidad, no lo aceptó. Él mismo lo contaba en su blog en una entrada fechada el pasado 30 de mayo: “Los profesores universitarios, cuando les llega la jubilación, pueden solicitar la condición de eméritos, que permite seguir vinculado a la institución dos años más. Muchos lo consideran como un último entorchado en su carrera, así que suele ser un honor perseguido y disputado… No es mi caso ni me interesa seguir “disfrutando” del despacho y de las fotocopias gratis ni cumplo los requisitos formales para ello, ya que he ido por libre en los trabajos de investigación… Pero mi admirado cervantista Emilio Martínez Mata, en el último consejo del Departamento, pidió que se solicitara esa condición para mí. Nadie se manifestó en contra y la directora le dijo que, para iniciar los trámites, debería hacer llegar mi petición. Por no desairar a Martín Mata, pensé en formalizar la solicitud… Luego lo pensé mejor y le escribí a la directora que preferiría seguir con mi intención inicial. Y ella me respondió escuetamente: “De acuerdo”…  Y yo me sentí un poco herido en mi vanidad. Debería al menos haber fingido que pensaba que era un honor que yo, etc. Pero fue una herida muy superficial, un mínimo rasguño.” [1]
            García Martín residió en Avilés desde pequeño hasta principios de los 80, cuando se trasladó a Oviedo, en cuya Universidad obtuvo el título de doctor en Filosofía y Letras con una tesis titulada “La segunda generación poética de posguerra” (1980). [2] Obtuvo la plaza de profesor titular en 2017, adscrito al departamento de Filología Española, en el área de conocimiento de Literatura Española. [3] Además de su dedicación a la poesía y a la crítica literaria, hay que subrayar su labor como animador literario en tertulias ovetenses y como director de la revista Clarín, de la que es director y que cumplió su número 100 en septiembre de 2012. [4] También es jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
   Ha publicado más de medio centenar de obras entre libros de poesía, narrativa y teatro, traducciones y ediciones críticas. Sus libros de poemas fueron recopilados en el volumen Poesía reunida (1972-1990), después en Material perecedero (Poesía 1972-1998) y, finalmente, en Mudanza (Poesía 1972-2003). Las versiones y recreaciones de diversos poetas que ha llevado a cabo han sido reunidas en “La biblioteca de Alejandría” (1990) y “Jardines de bolsillo” (2006). Ha destacado, asimismo, como crítico literario, con más de una quincena de obras publicadas desde 1982. Entre sus títulos más notables hay que consignar títulos como “La segunda generación poética de posguerra” (1986) y “Cómo tratar y maltratar a los poetas” (1996). En narrativa, “Gente conocida” (1991) y “Las noches de verano” (2011). En poesía, “Marineros perdidos en los puertos” (1972) y “Al doblar la esquina” (2001); y en teatro, “Pretérito perfecto y otras piezas breves” (1996). Como aforista publicó “Todo lo que se prodiga cansa (2017), en el que, entre otros, destacamos: “El verso libre está siempre en libertad vigilada”. [5] Y como traductor se especializó en autores como Fernando Pessoa, Eugenio de Andrade y Jorge de Sena. Entre sus antologías y estudios más influyentes sobre la poesía española contemporánea hay que destacar “Las voces y los ecos” (1980), “Selección nacional. Última poesía española” (1995; 2ª ed. 1998), “Treinta años de poesía española” (1996), “La generación del 99” (1999), “Palabres clares, Un cuartu de sieglu de poesía asturiana (1980-2005)” (2005) y “Por partida doble” (2009). [6]
            En la presentación de su poemario “Solo ida” (2018), García Martín expresó algunas de sus ideas sobre la poesía y los poetas: “Al mundo le puede faltar poesía, pero le sobran versos”. La poesía es, para el autor, “lo más alto y lo más bajo de la literatura. San Juan es lo más alto y el blablabá de los jóvenes que escriben poesía es lo más bajo”. Más tarde añadió que “hay juglares y otro tipo de poetas que susurran: mi poesía es de esa”. Explicó que, entre toda su obra literaria, “la poesía es el género que escribe pensando en la posteridad y en permanecer en la memoria de los lectores”. [7]
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[1] Vid.: García Martín, José Luis: Blog Café Arcadia: Otra herida en mi vanidad, de 30/06/2020.
 
[2] Vid.: Lamillar, Juan: José Luis García Martín, en su blog Café Arcadia.
 
[3] Vid.: José Luis García Martín, nuevo profesor titular de Universidad, en La Nueva España, de 28/08/2917.
 
[4] Vid.: 100 números de Clarín, en Biblioasturias.com, de 27/09/2012.
 
[5] Vid.: El aforista. Ameno salón consagrado al género más breve. García Martín, sobre poemas y poetas.
 
[6] Vid.: Blog valeycentrocultural.org. José Luis García Martín.
 
[7] Vid.: García Martín: “Al mundo le puede faltar poesía, pero le sobran versos”, en La Nueva España, de 07/03/2018.
 

sábado, 27 de junio de 2020

SUNNA, EL OBISPO ARRIANO DE MÉRIDA DESTERRADO A MAURITANIA




Sunna (fl. 580-600) [1] fue un obispo arriano de Mérida, de origen godo. Tras la conversión del rey Recaredo al catolicismo en el año 587, Sunna y los nobles godos Segga y Vagrila proyectaron asesinar al obispo local católico Masona y al dux (magistrado supremo) de Lusitania, Claudio,  y alzar a toda la provincia para proclamar rey a Segga. Algunos godos que deseaban volver al catolicismo, recuperaron su antigua fe y muchos ciudadanos romanos (supuestamente católicos) se les unieron. Tras fracasar el intento de asesinato de Masona, uno de los conjurados, el futuro rey Witerico, reveló los detalles de la conjura, cuyo intento sofocó Claudio. A Segga le cortaron las manos, se le confiscaron sus propiedades y fue desterrado a Galicia. Vagrila se refugió en una iglesia de la ciudad y el rey ordenó confiscar sus propiedades y entregarlas a la citada iglesia, pero el obispo Masona le perdonó y se las devolvió. Sunna recibió la oferta de recibir otro obispado si se convertía al catolicismo (el obispado arriano debió suprimirse y el católico estaba cubierto y, en cualquier caso, no sería metropolitano). Sunna se negó y fue desterrado, marchando a Mauritania, donde propagó el arrianismo [2] hasta su muerte violenta, alrededor del 600.

“Sunna, obispo arriano de Mérida, tuvo que restituir aquella iglesia al obispo Masona, que había sido desterrado por Leovigildo. Proyectó Sunna quitar la vida a Masona y a Claudio, gobernador de la provincia; pero, descubierta la conjuración, quedó luego sofocada. La reina Gosvinda, madrastra de Recaredo, se fingió católica y armó otra conjuración contra la vida del rey con Udila, obispo arriano. La descubrió a tiempo el piadoso Recaredo, y no hizo más que desterrar al obispo y dexar el castigo de la madrastra á la justicia Divina.” [3]
            En versión de Enrique Flórez, “llegó en fin el día último de Leovigildo, después de estar Masona restituido a su sede, donde tuvo el gozo de que Recaredo, sucesor en el Reino, abjurando la herejía arriana, y abrazando la fe católica en Toledo, donde le dio Dios gracia para reducir al gremio de la Iglesia la gente de los godos en el año 586,  o principios del siguiente. Aquella maravillosa conversión fue de la mayor y más florida parte de los godos, que luego arrastró a los demás, aunque de pronto no a todos: porque en Mérida se mantenía por entonces el infeliz obispo arriano Sunna, puesto por Leovigildo como Ángel de Satanás, que afligiese a Masona. Ya dijimos que desde luego usurpó algunas iglesias de Mérida, protegido por la fuerza del rey, pero no pudo introducirse en la de Santa Eulalia, y en lo más principal de la ciudad, porque esto quedó en propiedad del prelado católico, hasta que desterrado envió el rey a Nepopis: en cuyo tiempo ocupó este lo que era de Masona, quedando Sunna en posesión de lo usurpado: de suerte que el rey bárbaro tenía dividida en dos de su falsa secta de la Iglesia, que no era esposa de ninguno, siendo ambos adúlteros por vivir el legítimo pastor. Pero esto causaba poco escrúpulo en los que no miraban más que al patrimonio de las rentas: en cuya prueba se añade lo que ahora es asunto, la ya citada, de que Nepopis [4] era a un mismo tiempo obispo de otra Iglesia, donde volvió, cuando llegó el regreso de Masona.[5]
           
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[1] Vid.: Floruit  (abreviado fl. o flor) es una voz proveniente del latín, traducida como “floreció”, “prosperó”. Se emplea para hacer referencia a un período de tiempo durante el cual una persona, una escuela o un movimiento, se encontraba en una etapa floreciente de su vida y se emplea cuando no se conoce en realidad la fecha de su inicio (nacimiento, formación, creación) y la fecha de finalización (muerte, ruptura, destrucción).
 
[2] Vid.: Blog: significados.com.  Arrianismo. Se conoce como tal al conjunto de doctrinas fundada por Arrio (256-336) que se caracterizan por negar la misma condición divina entre Jesús y Dios. Según la RAE, doctrina de Arrio que negaba la consustancialidad del Verbo y, por tanto, la divinidad de Cristo.
 
 [3] Vid.: Amat de Palau y Pont, Félix:  Tratado de la iglesia de Jesucristo ó Historia Eclesiástica. Vol. VII. Imprenta de Benito García y Compañía, 1806. Digitalizado en 2008. Universidad Complutense de Madrid., pág. 434. Véase también: Castillo Lozano, José Ángel: Categorías de poder en el reino visigodo de Toledo, monografías históricas sobre la Antigüedad Tardía, XXXIII-XXXIV, Revista de Antigüedad y Cristianismo, núms. 33-34, años 2016-2017.
 
[4] Vid.: Bueno Rocha, José: La cuestión del obispo Nepopis de Mérida, en Asociación Cultural de Coloquios Históricos de Extremadura, 1972.
 
[5] Vid. Flórez, Enrique: España sagrada. Theatro geográfico- histórico de la iglesia de España, T. XIII, De la Lusitania antigua en común y de su metrópoli Mérida en particular. Madrid, año MDCCLVI, págs. 191-195.
 

 

martes, 23 de junio de 2020

“MIRABEL, EL SEÑORÍO Y EL MARQUESADO DE LOS ZÚÑIGA”


           La obra conjuga antigüedad y modernidad, pasado y presente”, afirma en el prólogo el alcalde de Mirabel, Fernando Javier Grande Cano, sobre la última obra del doctor en Historia del Arte y cronista de Trujillo, José Antonio Ramos Rubio, y Óscar de San Macario, cronista oficial de Casas de Don Antonio, que, en su Introducción, afirman que, “a mediados del siglo XV, Mirabel pasó a la familia placentina de los Estúñigas, obteniendo sus descendientes el título de Marqueses de Mirabel”, localidad de la que destacan su iglesia parroquial, de finales del XV y principios del XVI; y el castillo, “un importante monumento defensivo de empaque señorial”. [1]

            Mirabel es un municipio enclavado en la sierra de los Canchos, en la Alta Extremadura, a unos 12 kilómetros del cauce del río Tajo por el este y del Alagón por el oeste. Situado a 488 metros de altitud, el término municipal está atravesado por las alineaciones del Arco de Cañaveral, prolongación de las estribaciones del Parque Nacional de Monfragüe. Su nombre, “Mirabel-Miravel”, significa lugar en el que se goza de buena vista sobre una extensión de terreno. El nombre se mantiene con las dos grafías hasta bien entrado el siglo XX. Su término abarca una extensión de 4.957 hectáreas.

            La localidad conserva aún edificios cuya nobleza y escudos nos hablan de la condición señorial de sus promotores, los Zúñiga y Sotomayor. Es importante destacar el edificio municipal, situado en la plaza mayor, recientemente remodelado. En el transcurso de los años, el paisaje rural ha experimentado grandes cambios, pero aún se conserva un número considerable de construcciones, tanto de viviendas como de actividades agrícolas que forman parte de la arquitectura tradicional, popular o vernácula.

Palacio de los administradores
de los marqueses de Mirabel

El Señorío y Marquesado de los Zúñiga.-La familia de los Zúñiga, apellido que evolucionó desde Íñiga o Eneca, Estuneca, Stúñiga, Estúñiga y finalmente Zúñiga, desciende de un linaje navarro oriundo del valle del mismo nombre, emplazado en la merindad de Estella. Se considera patriarca de la dinastía a Íñigo Íñiguez, conocido como Íñigo Arista, primer rey de Pamplona. El cabeza de linaje de los Zúñiga sería Diego López de Estúñiga (1350-1457). Su primogénito, Pedro (1383-1453) acompañó a su padre en sus empresas. Conde de Ledesma y de Plasencia, se casó en 1407 con Isabel Elvira de Guzmán y Ayala, segunda Señora de Gibraleón, hija de Alvar Pérez de Guzmán, ricohombre de Castilla, creando una nueva alianza con el apellido Guzmán. El hijo de Pedro, Álvaro de Zúñiga Guzmán (1410-1488), primer duque de Béjar y Plasencia, estuvo al servicio de Juan II, quien le confirmó como alguacil mayor de Castilla y posteriormente de Enrique IV, que le nombró primer caballero del Reino, títulos que, a partir de este momento, ostentarían sus herederos, junto al de justicia mayor de Castilla. Al quedar viudo de doña Leonor Manrique de Lara, con la que se había casado en 1429, contrajo matrimonio con su sobrina, doña Leonor de Pimentel, con la que tuvo nueve hijos. En 1485 recibió el título de Duque de Béjar; falleció en 1488, dejando en su testamento como heredero a su nieto Álvaro II de Zúñiga y Guzmán cuando habían comenzado los enfrentamientos entre los hijos de don Álvaro de Zúñiga para repartirse la herencia. Juan de Zúñiga, hijo de doña Leonor de Pimentel, impuso una serie de condiciones para reconocer el testamento paterno: quería quedarse con los derechos sobre Mirabel, a lo que se opuso su hermano Francisco. El 22 de julio de 1488, Francisco ordenó a Juan de Rivera que tomase posesión del castillo de Mirabel, instalándose la horca en el Cerro Gordo, como símbolo de dominio. Los Reyes Católicos concedieron a don Francisco de Zúñiga en 1488 la jurisdicción civil de Mirabel. Se había casado con María Manuel de Sotomayor, de quien tuvo dos hijos: Fadrique, el mayor. Fallece don Francisco de Zúñiga un año después de obtener el privilegio y hereda el señorío su hijo don Fadrique. El título de Marqués de Mirabel es uno de los más antiguos títulos nobiliarios de Extremadura, concedido en el siglo XVI por Carlos I a don Fadrique de Zúñiga y Sotomayor. Con ello se consolidaba el esplendor de una notable familia, destinada además a desempeñar un activo protagonismo en la región a lo largo de varias centurias.

 Hasta el año 1535 Mirabel había sido un lugar de señorío en manos de don Fadrique de Zúñiga. El 8 de marzo de 1535 fundó un mayorazgo a favor de su primogénita, pero habría que esperar al 24 de mayo de 1535, fecha en la que Carlos V expidió el certificado mediante el cual concedía el título de marqués de Mirabel a don Fadrique de Zúñiga, señor de las villas de Mirabel, Berantevilla, Toriso y Ereña por los servicios prestados a la Corona. Se casó en 1849 con su tía, doña María de Zúñiga y Pimentel, no tuvo hijos legítimos, por lo que a su muerte, en 1534, dejó la sucesión en manos de su sobrina Teresa de Zúñiga, hija de su hermano Francisco.  Esta se casó con Alonso Francisco de Sotomayor y Portugal, tuvieron un hijo, don Álvaro Manrique de Zúñiga. En 1571 falleció don Fadrique de Zúñiga.

El 1 de febrero de dicho año, el rey Felipe II confirmó el marquesado a favor de doña María de Zúñiga y Manuel, hija de don Fadrique y su compañera Ana de Castro, convirtiéndose en segunda marquesa de Mirabel, compartido con su esposo, don Luis Dávila y Zúñiga, gentilhombre de cámara del emperador don Carlos, embajador, general de los Ejércitos Imperiales y de la Caballería Española, comendador mayor de Alcántara, siendo también consejero de Guerra y de Estado de Felipe II. Falleció en Plasencia en 1573 y reposa con su mujer en el mencionado enterramiento familiar que ella mandó hacer en la iglesia del convento de San Vicente o de Santo Domingo. El patrimonio rústico de esta familia en Extremadura alcanzó su máximo esplendor con don Pedro Alcántara Fernández de Córdoba y Álvarez de las Asturias (1819-1883), X Marqués de Mirabel, que fue uno de los cuatro terratenientes mayores de su época en la región, con notable presencia en la vida política provincial y nacional. El importante caudal territorial conoció en tiempos de la II República un acelerado y peculiar proceso de dispersión. Las tierras de Mirabel fueron entregadas poco después de aprobada la Ley de Bases de la Reforma Agraria de 1932 a la comunidad de agricultores de Mirabel, formada por 327 campesinos; pero el marqués no fue expropiado, por lo que recibía una renta anual evaluada en 400.000 pesetas.

            Entre las manifestaciones artísticas de Mirabel, destaca la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, una construcción de finales del siglo XV con numerosas modificaciones realizadas en los siglos XVI y XVII; el castillo, situado en la carretera N-630 que conduce a Plasencia, en un escarpado cerro, conocido como “Peña del Acero”, que formó parte en el Medievo de la línea defensiva fronteriza, no en vano se divisa desde el mismo al oeste el de Portezuelo, el este el de Monfragüe y al noroeste, Galisteo. Fue una fortaleza musulmana y reconquistada y reedificada por las tropas del rey Fernando III, quedando desde aquella época como aldea de la jurisdicción de Plasencia.  En 1442 tomó posesión de él don Pedro de Estúñiga. Su nieto, don Francisco de Estúñiga, heredó el señorío de Mirabel. Los restos conservados del castillo corresponden a este momento. Fueron los Zúñiga los que realizaron importantes reformas durante la segunda mitad del siglo XV y principios del XVI.  En el último tercio del siglo XVI se fundó un hospital en este municipio, que estuvo funcionando hasta finales del siglo XVIII., pasando a ser cuartel de la Guardia Civil hasta la década de los 60 del siglo XX. Se encuentra en la calle Alamillo y está siendo rehabilitado por el ayuntamiento como centro de ocio y espacio escénico. El palacio fue la vivienda de los administradores de los Marqueses de Mirabel, pues estos también tenían su palacio en Plasencia. En su fachada pueden verse tres escudos esculpidos en piedra granítica, pertenecientes a los Zúñiga y Sotomayor. El rollo jurisdiccional es el símbolo de la villa para administrar justicia. Fue construido en la segunda mitad del XVI. Actualmente se encuentra situado en un lateral de la plaza. Es insignia de dominio señorial; es decir, población con jurisdicción privada; y además se utilizó como patíbulo para ajusticiar a los condenados por ahorcamiento o decapitación.

Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción

Las ermitas.-Los autores conocen la existencia de varias ermitas que tuvo el municipio, la mayoría desaparecidas, por el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1791, que cita las de San Juan Bautista y San Antonio Abad. De las ermitas que existieron en el municipio solamente se conserva la ermita de Nuestra Señora de la Jarrera y la dedicada a San Isidro, más moderna.

El convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Moheda.-Está situado en un magnífico paraje en plena Vía de la Plata, entre los términos de Grimaldo y Mirabel, a 467 metros de altitud, en las inmediaciones de un ramal de la calzada romana que discurría desde el vado de Alcónetar, continuaba por Cañaveral hasta Casas de Millán. Hay que destacar la proximidad del cercano castillo de Grimaldo, que perteneció a la familia Grimaldi. El convento fue franciscano y abandonado desde la desamortización y actualmente se encuentra en estado ruinoso.

Tradiciones populares.-El 2 de febrero, o el domingo más cercano a dicha fecha, se celebran las Candelas, festividad en honor a la Virgen de tal advocación. Durante Semana Santa tienen lugar las procesiones en los días más señalados. Las fiestas en honor de la Virgen de la Jarrera, patrona de Mirabel, tienen lugar el siguiente fin de semana después del Domingo de Resurrección. Durante la procesión de la patrona hay que destacar las danzas que se ejecutan ante la imagen. En la localidad se celebró el conocido como “Toro de Mirabel”, organizado por la Cofradía de San Marcos, según un manuscrito del siglo XVII. La romería en honor del patrón, San Isidro, se celebra en torno al 15 de mayo o el sábado más cercano, en la ermita cercana al pantano. La Asociación de Mujeres de Mirabel ha recuperado la tradición de las “coplas de Ánimas”.
 
El libro concluye con un cuento de Florentino Escribano Ruiz, "El pasadizo de los trece panes", inspirado en la leyenda de los panes de Mirabel.

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[1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio y De San Macario Sánchez, Óscar: Mirabel, el señorío y marquesado de los Zúñiga,  Diputación Provincial de Cáceres, marzo de 2020.239 págs.


lunes, 15 de junio de 2020

LOS ABRAZOS PERDIDOS


          Hemos perdido la pasión del abrazo. Ni vivos, ni menos a los muertos. El covid-19 ha frenado en seco esta inclinación del cariño. El roce hace el cariño; el cariño provoca el roce. Sin roce, se diluye el cariño; sin abrazos, no tiene sentido aquel. Los niños salieron de paseo y dos pequeños colegas de colegio se encontraron frente a frente. Dos meses sin verse ni jugar. Corrieron al unísono para darse un abrazo. El abrazo es la espontaneidad no prohibida del cariño, como los besos que nos ha hurtado la pandemia. Todo prohibido –el abrazo, el beso, el roce...--, cómo manifestar la necesidad de comunicar el humano amor que sintiéramos por familiares y amigos.

            Muchos han muerto sin ver por última vez a los suyos. Estos, a su vez, ni pudieren verlos ni despedirse de ellos. Iban los tres de rigor tras el féretro y preguntaban a los sepultureros: ¿De verdad es este nuestro padre o nuestra madre? Sin saberlo a ciencia cierta porque no hubieren podido verlos… ¿A quién despedimos, a quién van a inhumar…? No hubiere despedida más triste que decir adiós a un pariente próximo sin darle el último abrazo, sin decirle adiós cuando aún viviere; inhumándolo sin haberle reconocido; llevarle flores sin estar seguros de que fueren él o ella.

            Los abrazos prohibidos se han unido a los abrazos perdidos.  Ni siquiera al salir del hospital, los enfermos curados pudieren abrazar a sus salvadores. Solo aplausos en la distancia para ellos. Cariño, abrazos y besos prohibidos, pero no la mirada de gratitud, el aplauso debido que pretendiere suplir aquellos. La comunicación no verbal ha suplido los referentes del cariño. Vuelan los besos, abrazos de signos y aplausos para expresar lo que deseáramos. La banda musical alternativa española Vetusta Morla ha creado una canción para los sanitarios, defensores ante el mal. “Por los ángeles de alas verdes de los quirófanos/ Por los ángeles de alas blancas del hospital/ Por los que hacen del verbo cuidar su bandera y tu casa/ Y luchan porque nadie muera en soledad/ Cada noche aplaudimos en los balcones/ La muerte huye con sus dragones /Callamos al silencio un día más…, sus beneficios todos para la investigación de la que otros se olvidaren, como los derechos de “Resistiré”.

            El confinamiento es una cárcel en vida. Fuimos presos no solo del virus, sino de los abrazos prohibidos y perdidos, de los besos y del roce, en nuestra propia casa. Y sin ellos se diluye la expresividad del amor. Aun la custodia compartida ha impedido a padres no ver a sus hijos hasta pasados dos meses y medio. ¡Cuánto tiempo sin abrazarles, sin expresarles su cariño…! La convivencia a la fuerza, sin roce, ha devenido también en la ruptura del cariño que se le supusiere a la pareja. Como la distancia que nos separa y lo disolviere como un azucarillo. Como el virus que nos cambiare para siempre.