Todo normal y previsto. Lo que no es normal y tampoco
está previsto es que cada día más ignoremos lo previsto en la lengua
castellana, que tendemos a ignorar tanto como otros desean que la ignoremos por
completo. Y así nos va. Leemos los periódicos de la mañana y observamos, no sin
rubor, que en un periódico se afirma que “no han faltado las sorpresas en la
clasificación de los grupos. Quizá las más llamativas sean la no presencia en los bombos de este lunes
de dos equipos históricos como el Manchester United y el Inter de Milán”.
Refiriéndose a los bombos, da cuenta que en el primero estarán los cabezas de
serie, que son los ocho primeros conjuntos que han quedado primeros y otro con
lo no cabezas de serie, que son los
otros ocho que se clasificaron como segundos. Y remata: “De esta forma, lo que
estén un mismo bombo no podrán enfrentarse entre sí.”
¿Qué es eso de la
no presencia y del bombo de los no
cabezas de serie”? Con lo fácil que sería decir la ausencia, la
inasistencia, la incomparecencia…, antónimos todos de la presencia. Soñamos
tanto con la presencia de nuestro equipo en la finalísima de Estambul que nos
alegramos que campeones de otros tiempos, como los discípulos de sir Alex Ferguson, Mouriño y hoy, Solskajaer,
o de Antonio Conte, no estén en el
primer bombo. De la misma forma que los
no cabeza de series estarán en el segundo. Evidentemente, en el segundo
están los que no son cabezas de serie. Una perogrullada a la que nos conduce el
escaso conocimiento de nuestra lengua, al que desean conducirnos con más
hincapié de lo deseado nuestros próceres gobernantes.
Escribía el otro día sobre el lío en que nos había metido
el ministro de Sanidad, Salvador Illa,
al proclamar urbi et orbi, tras la
Conferencia Sectorial de los consejeros de Sanidad, que el Plan de Navidad, que
hoy comienza, “contempla que solo familiares y allegados podrán saltarse el
confinamiento perimetral de las comunidades para reunirse”. Hasta cuatro comunidades
le avisaron en la última reunión de que la definición, tal y como la expresó,
podría dar lugar a equívocos y, quizás, a la tercera ola; pero nada, él erre que erre... ¡A un catalán le van a
venir con el castellano, ahora que por sus divinos votos se lo quitan de
encima…!” Y precisó: “Todos entendemos quién es un allegado” y se preguntaba:
¿Alguien está en contra en que personas que mantienen una relación afectiva,
que no cae en una definición clásica de familia, pueda reunirse en Navidad o en
Nochevieja? Creo que todo el mundo lo ha entendido.” No, si entender se
entiende perfectamente; pero ya veremos las consecuencias. Y no dio su brazo a
torcer a pesar de las llamadas a la precisión y limitación no solo de la
lengua, sino del lenguaje médico conceptual y social. Traducción: “Hay que
aplicar el sentido común y no moverse más de la cuenta.” Es decir, la familia y
ni uno más. Para más ejemplo, el de ayer en Cáceres: diez sanitarios salen a
comer tras el trabajo… y todos contagiados. Claro, eran más de seis. La
vicepresidenta Calvo ironizaba: “La
personas que están en tu vida.” Las redes, por boca de otra mujer, le
respondían: “Mi único allegado es el que tengo en mi barriga.” Este sí que es
allegado, porque ha llegado a mí…, delante
mía… No, no: delante de mí, pronombre, no adjetivo… ¡Hasta ahí podríamos
llegar!, con su no presencia, en su
ausencia…
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