martes, 19 de octubre de 2021

EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO DE TRUJILLO


Iglesia de San Francisco de Trujillo

    En la plazuela de san Francisco de Trujillo se alza el convento de los frailes franciscanos de la Orden Tercera, del que aún quedan restos como el claustro, la iglesia y algunas dependencias. El conjunto monacal corresponde al siglo XVI. Con anterioridad, los frailes habían vivido en un ermitorio en los arrabales de la ciudad. La presencia de la Orden de San Francisco en Extremadura comenzó en el siglo XIII. El convento de la Orden de Nuestra Señora de los Ángeles, en Robledillo de Gata (fundado en 1214), y el convento de San Miguel de Plasencia (año 1233) son las fundaciones franciscanas más antiguas de la región.

    El cronista oficial de Trujillo y doctor en Historia del Arte, José Antonio Ramos Rubio, ha sacado a la luz una nueva obra sobre el pasado de la ciudad: “El convento de san Francisco de Trujillo. La espiritualidad franciscana”, en el que aborda la situación urbana en los albores del siglo XVI, la fundación del convento y su historia y el patrimonio artístico del convento y la iglesia. [1]

    En el siglo XIII surgieron discrepancias entre las distintas provincias franciscanas. En el citado siglo habían surgido las órdenes mendicantes, por un lado; los frailes predicadores de santo Domingo de Guzmán aprobaron su regla en 1220 y los menores, que seguían a san Francisco de Asís, desde 1209. Las reformas llevadas a cabo entre 1230 y 1250 por el ministro general Juan Parenti y las directivas del papa Gregorio IX,  acabaron por institucionalizar las fundaciones. De este modo, los franciscanos llevan a cabo una rápida expansión, fundando conventos dentro de las ciudades y trasladando a ellas los cenobios que ya existían, como ocurrió en Trujillo, cuando los franciscanos Observantes se trasladaron desde el cenobio de Nuestra Señora de la Luz, situado en el berrocal, hasta el recién creado convento de san Francisco. En los últimos años del siglo XV, estos frailes se habían trasladado a unos habitáculos anexos a la protogótica ermita de Nuestra Señora de la Luz. En 1498, los frailes solicitaron licencia al obispo de Plasencia, don Gutierre de Toledo, para trasladarse a la propia ciudad para poder predicar, confesar, enterrar a los difuntos y recibir limosnas. El obispo les permitió trasladarse al hospital del Espíritu Santo --que, aunque estaba en los arrabales,-- se hallaba más cercano a los habitantes de la ciudad y de esta forma poder atender a los enfermos del propio hospital. Por otro lado, fray Pedro Melgar, perteneciente a los capuchos o reformados de fray Juan de Guadalupe, que había salido de la Custodia de los Ángeles, y que se estaban extendiendo por Extremadura, al enterarse del abandono del ermitorio de Nuestra Señora de la Luz por parte de los Observantes, se asentó en dicho cenobio con algunos frailes, sin contar con la licencia del obispo placentino, que no veía con buenos ojos la decisión de instalarse en el berrocal trujillano a fray Pedro Melgar sin notificárselo a él. Ante esta situación, los Observantes llamaron a su vicario provincial de Santiago y le comunicaron los problemas que estaban creando los franciscanos del capucho, quien les dio orden de abandonar la ciudad para evitar escándalos; pero como habían sido los primeros en establecerse en Trujillo, la propia ciudad envió legados a Roma para conseguir del papa Alejandro VI la bula de fundación.

    No obstante, en la época de los Reyes Católicos debemos destacar la gran labor llevada a cabo por fray Juan de la Puebla y fray Juan de Guadalupe, quienes fueron los eslabones principales de la propagación del cristianismo en tierras extremeñas, y a fray Pedro Melgar y Bobadilla, principal seguidor de los anteriores, fundador de varios conventos franciscanos por toda la región.

    Fray Pedro Melgar y los frailes del capucho habían contado con la ayuda de algunos nobles, tales como don Gómez Fernández de Solís, don Juan de Chaves y don Álvaro de Hinojosa, caballeros que se dirigieron en febrero de 1498 al Romano Pontífice suplicando facultad para edificar un convento franciscano en las proximidades de la ciudad de Trujillo (ya había recibido el título de ciudad en 1432), donde solamente había unos habitáculos junto a la ermita de Nuestra Señora de la Luz para que se instalasen allí los franciscanos del capucho. Consiguieron la licencia de Roma y, reutilizando los paredones y la ermita de los Observantes, construyeron el edificio conventual en las proximidades de la ciudad en virtud de la bula pontificia Super familiam domus, de Alejandro VI (25 de julio de 1499). Del eremitorio se hicieron cargo fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe el día 24 de marzo de 1500 (festividad de la Anunciación), dándole el nombre de Nuestra Señora de la Luz.

    De este cenobio trujillano tan solo se conservan sus muros maestros y, por supuesto, la imagen protogótica de la Virgen con el Niño, que fue trasladada a la iglesia conventual de san Francisco, en la ciudad de Trujillo, debido a que el mismo Alejandro VI, mediante otra bula, fechada el 11 de septiembre de 1502, al Vicariato Provincial de Santiago, suprimió el convento de Nuestra Señora de la Luz de los frailes del Capucho por el éxito de algunos frailes Observantes (fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe), que ya desde un principio querían casa de oración en la misma ciudad, sembrando discordias entre los franciscanos, desplazando a los principales pilares de la reforma en Extremadura. La reconocida labor del primer fraile franciscano del convento de Trujillo, antes citado, fue confirmada con la bula Sub Suave Religionis, de 17 de marzo de 1508, confirmando todos los privilegios del Capucho a las órdenes de este fraile. Con las letras apostólicas In apostolicae dignitatis specula, dada por Alejandro VI en el año 1497, y, principalmente con Pro parte classimorum, dada también por el mismo pontífice, en el año 1503, se pretendía que los frailes del Capucho volvieran a sus conventos de la Observancia de donde habían salido. Muchos frailes se refugiaron en cenobios antes de volver a los conventos de la Observancia. De tal manera que fray Pedro de Melgar y los frailes del Capucho tuvieron que abandonar el eremitorio de Nuestra Señora de la Luz en el año 1503, regresando algunos frailes Observantes al mismo, mientras se realizaban las obras del nuevo convento. Para conocer mejor la fundación del nuevo convento de san Francisco en Trujillo, es fundamental la obra del padre fray José de Santa Cruz, con el título Crónica de la Santa Provincia de San Miguel de la Orden de N. Seráfico Padre San Francisco, escrita en el año 1671. Es importante la Bula papal fechada en 31 de octubre de 1500 sobre el permiso para levantar en Trujillo el que sería convento de san Francisco.

    Las obras del convento de san Francisco se sucedieron a lo largo del siglo XVI, aunque las obras de la iglesia finalizaron en noviembre de 1599, inaugurándose el templo el 26 de mayo de 1600.

    El templo conventual, convertido hoy día en parroquia, es una magnífica construcción de planta cruciforme, realizada en mampostería y sillería. En su fachada occidental presenta estilizados flameros que jalonan la cornisa, además de los escudos de Carlos V y del concejo de Trujillo. El templo posee obras de gran interés artístico, como la imagen de la Virgen de la Luz en madera policromada, obra de finales del XIII; un crucifijo de la segunda mitad del siglo XIV; una talla de la Inmaculada en un retablo de 1720, del taller salmantino de Antonio de Paz de 1647, y otras obras escultóricas, pictóricas y de platería, así como la escultura orante de Hernando Pizarro.

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[1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio: El convento de san Francisco de Trujillo. La espiritualidad franciscana, Fundación Obra Pía de los Pizarro, TAU Editores, Cáceres, 2021, 166 págs. 


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