Estatua de Francisca de Oviedo
en el convento de Serradilla
Recibió el bautismo en la iglesia parroquial de san Pedro de su ciudad natal. Fallecidos sus padres, fue trasladada a Trujillo y, a los 20 años, llegó a Serradilla, donde tenía unos parientes, localidad en la que permaneció el resto de su vida hasta su muerte.
En esta villa promovió la construcción de un hospital dedicado a los pobres. Uno de sus biógrafos cuenta el porqué surgió este centro asistencial, recogida por el P. Eugenio Cantera:
“Cierto día ocurría una cosa que produjo penosa impresión en su alma. Avisaron a Francisca que estaba muriendo una buena mujer llamada Catalina Alonso. Voló allá la Sierva de Dios en alas de su celo y ayudó a la enferma a morir; mas, al amortajarla, presentóse a sus ojos un espectáculo que le traspasó el corazón. Yacía el cadáver sobre una pobre estera, único lecho que había utilizado la enferma, y tenía esta tan pegada la espalda a ella, que no fue posible desprenderla de la estera sin que se desgarrara la piel, apareciendo entonces el cuerpo completamente llagado y lleno de gusanos. Transida de pena, Francisca, ante aquel cuadro desgarrador, dispuesta a que no se repitiera de nuevo, concibió la idea de fundar un hospital donde pudiesen los enfermos ser atendidos y cuidados.” [1] Para acopiar fondos para la obra, se marchó a Madrid en 1630.
La Beata, como fuere conocida por haber vestido el hábito de san Francisco, aunque no hay reconocimiento oficial por parte de la Iglesia Católica, impulsó también la concepción de la imagen del Santísimo Cristo de la Victoria, obra del escultor Domingo de Rioja, realizada en 1635, que fue venerada en la iglesia de san Ginés de Madrid, en la capilla del Palacio Real y en Plasencia, hasta llegar a Serradilla en 1641.
“La historia comenzó en Madrid en 1631, cuando Francisca de Oviedo viaja a Madrid para recabar limosnas con las que construir un hospital en Serradilla (Cáceres). Logra que Domingo de Rioja, conocido artista de la corte, esculpa, siguiendo sus directrices, una original imagen de Cristo. La impresionante escultura, de tamaño natural, representa al Señor resucitado, triunfador de la muerte, hollando la serpiente principal y la calavera, mostrando dramáticamente todas sus llagas, abrazando con su brazo izquierdo amorosamente la cruz y acercando su diestra mano a su corazón.
Muchas dificultades tuvo que sufrir la fervorosa mujer, dada la devoción con que cortesanos y pueblo, honraban a la santa imagen hasta que pudo llevarla a Plasencia y definitivamente a Serradilla en 1648 [2], donde fue acomodada en la parroquia y posteriormente en la pequeña iglesia que se erigió. La imagen era ya muy conocida y atraía a sus devotos de toda clase social que acuden en piadosa peregrinación. Y es en 1655 cuando se decide transformar el pequeño hospital en convento de agustinas recoletas, para lo que se tramitan durante cinco años los larguísimos trámites necesarios”, se afirma en la web de los agustinos recoletos [3], en la crónica del 350 aniversario de su fundación del 12 al 15 de mayo de 2010.
El citado biógrafo cuenta el periplo de la estatua hasta su llegada a Serradilla:
“La imagen del Cristo de la Victoria fue expuesta en la iglesia de san Ginés de Madrid, cundiendo tanto la devoción que llegó a conocimiento del rey Felipe IV, que quiso también admirarla, por lo que fue llevada a la capilla real. El monarca colocó en exvoto, la corona real que tiene la cruz.”
La imagen fue trasladada por la Beata a Plasencia, en tránsito para Serradilla, con licencia del obispo de la diócesis, que, la sazón, era don Plácido Pacheco. Plasencia se opuso al traslado. Francisca marchó a Madrid para dar cuenta al Consejo Supremo, sin resultado positivo alguno. En un segundo viaje a Madrid para lograr el traslado de la imagen, sucedió algo que el P. Cantera considera intercesión divina. Era entonces oídor del Consejo Real de Castilla don Diego de Arce y Reinoso, a quien se presentó la Beata Francisca para que le devolvieran su imagen: “¡Váyase de aquí! ¿Cómo quiere que yo haga esto, ni qué poder tengo para hacerle volver al Santísimo Cristo? Ella le respondió: Pues deme Su Señoría palabra de que si Nuestro Señor le hiciera Obispo de Plasencia, me la mandará volver.” Don Diego le respondió: ¿No digo yo que es loca? Miren qué traza tengo yo de obispo de Plasencia” Ella replicó: Yo no le digo a Su Señoría otra cosa, loca o no loca, sino esta palabra.” Diósela don Diego y ella regresó muy contenta a la ciudad del Jerte. Fue un hecho cierto que el año 1640 era promovido don Diego de Arce a obispo de la diócesis de Plasencia [4], a quien se le recordó su promesa por la beata, cumpliéndola en 1641, al tomar posesión de la silla episcopal.” [5]
En Serradilla, hay una estatua suya en bronce delante de la fachada del convento de las Agustinas Recoletas que ella fundare, así como una calle en su honor.
[1] Vid.: Gutiérrez
Macías, Valeriano: Mujeres extremeñas
I. Vidas de perfección, mujeres de recio temple y damas de América,
Gráficas Cervantes, Salamanca, 1971, págs. 54-55.
[2] Nótese que unos autores señalan que la talla llegó a Serradilla en 1641 y otros en 1648.
[3] Vid.: Monasterio del Santísimo Cristo de la Victoria: una historia de 350 años.
[4] Nota: Diego de Arce y Reinoso fue obispo de Tuy (1638-1640) y de Plasencia (1640-1642), inquisidor general en 1643 y consejero de Estado en 1664.
[5] Vid. Ob. cit. de Gutiérrez Macías, págs. 56-57.
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