Imagen: Unsplash. Europeana |
Hay lutos post mortem y lutos en vida. El primero
ha desaparecido de nuestras vidas. Vivimos, y sufrimos, mucho más hoy el luto
en vida que tras la muerte. ¡Quién no conociere a alguien más pendiente de una
vida que se apaga que de la suya propia…! Todos tenemos algún pariente con
cáncer, alzhéimer, artritis, asma, fibrosis quística, diabetes, enfermedades
que llegan sin avisar, a veces con las que vivimos sin advertirlas… Convivimos
con personas discapacitadas cuya vida es un sinvivir en vida. A veces, personas
con vida han de demostrar que viven con una fe
de vida para acceder a algún bien de vida. ¡Ay, vida, de los sin vida; vida
de quienes viven la vida de luto, sin que la muerte les visitare…! ¡Vidas que
tiñeren de luto las vidas de quienes hubieren vida bastante!
Nadie como santa Teresa de Jesús cinceló en sus versos el
ansia de vida, el deseo de la muerte, para acabar con una vida sin vida.
“Mira que el amor es fuerte;
Vida, no me seas molesta,
Mira que solo me resta,
Para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
El morir venga ligero
Que muero porque no muero.”
La
muerte fue primero la costumbre, el culto a la muerte, pública y publicada. Hoy
han concluido los ritos. La pena, el dolor, se viven; no se expresan. Roma
adopta el luto en el siglo II hasta el XV, de negro al blanco. Los Reyes
Católicos marcan el regreso al negro en 1497, tras la muerte del príncipe Juan.
La Pragmática de Luto y Cera, o el
color negro para la vestimenta. Adiós a las plañideras, mujeres contratadas
para ir a llorar a los funerales y exaltar las virtudes del difunto. En 1729,
Felipe V reduce las normas: la reclusión de la mujer se reduce a seis meses por
luto; el negro, solo para la casa. El funeral de Carlos VIII de Francia propicia
la vuelta al negro. Su esposa, Ana de Bretaña, viste radicalmente de negro.
Llega el siglo XX y el negro se torna en color de la elegancia, no solo de
respeto. Había normas no escritas, como cerrar puertas y ventanas, nada de
fiestas y bares; solo silencios y rezos. La ropa, toda teñida de negro, incluso
la interior. El luto, de tres grados: riguroso, alivio de luto y final;
prohibidas las macetas de colores. Los hombres, triángulo negro en la solapa o
brazalete negro en el miembro derecho. El 7 de agosto de 1993, la reina Fabiola
de Bélgica rompe con la tradición en la catedral de Bruselas al vestir de
blanco en el funeral por su esposo, el rey Balduino, retomando la tradición de
las reinas católicas…
Hoy,
arrostramos más el luto en vida que tras la muerte. Las personas con
discapacidad con quienes convivimos son un alivio y esperanza, pero a la vez un
luto en vida, porque su vida no fuere plena y tampoco la nuestra. ¡Qué
esperanza de vida cuando la ciencia te pone un tope a la propia vida! ¡Cómo
vivir esa vida con la fecha de la muerte ya escrita! García Lorca tiñe su obra
con los colores de la muerte: “¡Ay qué camino tan largo!/ Ay mi jaca valerosa,/
¡Ay que la muerte me espera,/Antes de llegar a Córdoba!”
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