viernes, 28 de junio de 2024

EL LUTO, EN VIDA


Imagen: Unsplash. Europeana

    Hay lutos post mortem y lutos en vida. El primero ha desaparecido de nuestras vidas. Vivimos, y sufrimos, mucho más hoy el luto en vida que tras la muerte. ¡Quién no conociere a alguien más pendiente de una vida que se apaga que de la suya propia…! Todos tenemos algún pariente con cáncer, alzhéimer, artritis, asma, fibrosis quística, diabetes, enfermedades que llegan sin avisar, a veces con las que vivimos sin advertirlas… Convivimos con personas discapacitadas cuya vida es un sinvivir en vida. A veces, personas con vida han de demostrar que viven con una fe de vida para acceder a algún bien de vida. ¡Ay, vida, de los sin vida; vida de quienes viven la vida de luto, sin que la muerte les visitare…! ¡Vidas que tiñeren de luto las vidas de quienes hubieren vida bastante!

    Nadie como santa Teresa de Jesús cinceló en sus versos el ansia de vida, el deseo de la muerte, para acabar con una vida sin vida.

            “Mira que el amor es fuerte;

            Vida, no me seas molesta,

            Mira que solo me resta,

            Para ganarte, perderte.

            Venga ya la dulce muerte,

            El morir venga ligero

            Que muero porque no muero.”

La muerte fue primero la costumbre, el culto a la muerte, pública y publicada. Hoy han concluido los ritos. La pena, el dolor, se viven; no se expresan. Roma adopta el luto en el siglo II hasta el XV, de negro al blanco. Los Reyes Católicos marcan el regreso al negro en 1497, tras la muerte del príncipe Juan. La Pragmática de Luto y Cera, o el color negro para la vestimenta. Adiós a las plañideras, mujeres contratadas para ir a llorar a los funerales y exaltar las virtudes del difunto. En 1729, Felipe V reduce las normas: la reclusión de la mujer se reduce a seis meses por luto; el negro, solo para la casa. El funeral de Carlos VIII de Francia propicia la vuelta al negro. Su esposa, Ana de Bretaña, viste radicalmente de negro. Llega el siglo XX y el negro se torna en color de la elegancia, no solo de respeto. Había normas no escritas, como cerrar puertas y ventanas, nada de fiestas y bares; solo silencios y rezos. La ropa, toda teñida de negro, incluso la interior. El luto, de tres grados: riguroso, alivio de luto y final; prohibidas las macetas de colores. Los hombres, triángulo negro en la solapa o brazalete negro en el miembro derecho. El 7 de agosto de 1993, la reina Fabiola de Bélgica rompe con la tradición en la catedral de Bruselas al vestir de blanco en el funeral por su esposo, el rey Balduino, retomando la tradición de las reinas católicas…

Hoy, arrostramos más el luto en vida que tras la muerte. Las personas con discapacidad con quienes convivimos son un alivio y esperanza, pero a la vez un luto en vida, porque su vida no fuere plena y tampoco la nuestra. ¡Qué esperanza de vida cuando la ciencia te pone un tope a la propia vida! ¡Cómo vivir esa vida con la fecha de la muerte ya escrita! García Lorca tiñe su obra con los colores de la muerte: “¡Ay qué camino tan largo!/ Ay mi jaca valerosa,/ ¡Ay que la muerte me espera,/Antes de llegar a Córdoba!”


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