No podrán quejarse los socialistas extremeños del reconocimiento que el 37 Congreso Federal del PSOE, clausurado hoy en Madrid, ha tenido con Extremadura: Vara, presidente del Congreso, un honor que nunca le cupo a Extremadura y que se le otorgó por sus magníficos resultados en las pasadas elecciones generales de 2007; Ibarra, presidente del Comité Federal por su contribución tan intensa como generosa durante casi cinco lustros como Presidente de Extremadura; la que fuera su portavoz
durante nueve años, Marisol Pérez Domínguez, secretaria de Bienestar Social, Empleo e Inmigración de la Ejecutiva Federal; y la alcaldesa de Plasencia, Elia María Blanco, la número 34 de un Comité Federal compuesto por 46 hombres y mujeres.
Antes de abrir el congreso como presidente electo del mismo, Guillermo Fernández Vara tuvo un reconocimiento especial, en forma de saludo, a su mentor, Rodríguez Ibarra, un detalle que no puede pasar inadvertido para quien hace de las formas una parte consustancial de su filosofía política. Y en su breve intervención, un reconocimiento a la pluralidad lingüística de España, con saludos en las tres lenguas cooficiales de la nación y sus ideas de concordia: “Lo importante son los proyectos, las ideas y las convicciones; luego vendrán los compañeros que las hagan realidad... Las grandes transformaciones sociales han llegado con los socialistas... Somos el único partido que se puede entender en España, porque pretendemos una sociedad de ciudadanos libres e iguales... Somos socialistas para llevar nuestras ideas a todas partes...” Y, finalmente, el recuerdo obligado a los dos que faltaban: a Isaías y a Alfonso Perales. No se puede decir más en menos palabras, por parte de quien gusta más de los hechos que de las palabras.
A Rodríguez Ibarra le separa de su sucesor quizás un matiz: prefiere antes las palabras a los hechos. Por ello, antes del comienzo del congreso dijo: “Adaptar el PSOE a la nueva sociedad está muy bien”, pero opinaba, porque así se lo requieren siempre los medios que buscan los titulares que no tienen y que él sabe dar mejor que nadie, ”que no es cuestión de edad de los miembros de su Ejecutiva”, para advertir después que no se puede dejar la dirección a “un bebé de tres meses y medio”. Ibarra quería decir con ello que, aunque la fuerza está en la juventud, el empuje y la experiencia de mil mítines a la espalda no pueden soslayarse en un partido que ha de conjugar la experiencia del saber con la nueva sabia del conocimiento.
Están de más, por tanto, las palabras con que le respondiera la diputada murciana Rosa Peñalver, quien afirmó sobre la cuestión: “Ibarra tiene que decir algo en cada congreso porque si no, no sale en los papeles”, en alusión a su crítica de que los barones socialistas no estuvieran en la ejecutiva. Ibarra dice lo que piensa y piensa lo que dice y no habla por hablar ni dice por decir, sino porque se lo piden quienes, como fedatarios del congreso, escriben hoy solo por su juventud, que no por otra cosa, que Leire Pajín, es la primera secretaria de Organización del PSOE. No habían nacido ni ellos, ni ella, cuando Carmen García Bloise ostentó hace años, con Felipe González, ese mismo cargo. Quizá fuera a éstos, y no a Leire, a los que se refería Ibarra, porque de Pajín ha reconocido que “ha sido la mujer que más ha madurado políticamente en estos últimos cuatro años”.
Aparte de esta anécdota, que ejemplifica un camino equivocado de la sociedad española, capaz de reconocer prejubilaciones a los 52 años y solicitar, de otra parte, que sigamos trabajando hasta los 70, porque el sistema se agota, como ha señalado ya el ministro de Trabajo; y de cubrir los cupos antes con jóvenes que con maduros de 45 hacia arriba, obviando su experiencia, saber y trabajos, para enviarlos al paro definitivamente, asistimos contemplativos a un cambio de mentalidades sobre el que ya advirtiera el gran historiador inglés Arnold J. Toynbee en su Estudio de las civilizaciones, al recordar que un indicador de la decadencia es cuando los élites que las han dirigido en su ascenso no se renuevan; pero, advertía: renovar las élites no es la simple sustitución de algunos de sus miembros por otros más jóvenes que asumen como propios las mismas ideas y axiomas básicos que han regido hasta entonces. Es decir, no se trata de una sociedad medieval “mitad monjes, mitad soldados”, sino “mitad mujeres, mitad hombres”, como lo que hoy somos, pero no como si el sexo fuere definitorio de una actitud política, que debe regirse por la igualdad efectiva, y no solo normativizada por la ley, ya aprobada, o por una aspiración igualitaria que está aún por llegar.
La presencia de Marisol Pérez Domínguez en la Ejecutiva Federal y de Elia María Blanco en el Comité Federal, constituyen dos ejemplos de mujeres de nuestro tiempo que llegan por méritos propios y no por una condición de género sobrevenida. No son éstas las “bebés” a las que se refería Ibarra, sino a esa transmutación que también le ha invitado a decir recientemente algo así como que la juventud no es la panacea de todas las soluciones. Puede ser el motor del cambio, pero necesitado del aceite añejo de los padres y abuelos, que son también el sostén de la sociedad, como reconoce el Presidente Vara; pero para qué los queremos sino para cuidar de los nietos, ahondando el abismo de rentas entre unos y otros; sostén de unos para supervivencia de los otros..., y cincelando la quiebra de un sistema social entre activos y pasivos.
Confiemos ahora en que la “fuerza del cambio” rectifique este rumbo en beneficio de todos los españoles, porque hay mimbres de uno y otro signo para afrontarlo; capacidad, ilusión y trabajo.
durante nueve años, Marisol Pérez Domínguez, secretaria de Bienestar Social, Empleo e Inmigración de la Ejecutiva Federal; y la alcaldesa de Plasencia, Elia María Blanco, la número 34 de un Comité Federal compuesto por 46 hombres y mujeres.
Antes de abrir el congreso como presidente electo del mismo, Guillermo Fernández Vara tuvo un reconocimiento especial, en forma de saludo, a su mentor, Rodríguez Ibarra, un detalle que no puede pasar inadvertido para quien hace de las formas una parte consustancial de su filosofía política. Y en su breve intervención, un reconocimiento a la pluralidad lingüística de España, con saludos en las tres lenguas cooficiales de la nación y sus ideas de concordia: “Lo importante son los proyectos, las ideas y las convicciones; luego vendrán los compañeros que las hagan realidad... Las grandes transformaciones sociales han llegado con los socialistas... Somos el único partido que se puede entender en España, porque pretendemos una sociedad de ciudadanos libres e iguales... Somos socialistas para llevar nuestras ideas a todas partes...” Y, finalmente, el recuerdo obligado a los dos que faltaban: a Isaías y a Alfonso Perales. No se puede decir más en menos palabras, por parte de quien gusta más de los hechos que de las palabras.
A Rodríguez Ibarra le separa de su sucesor quizás un matiz: prefiere antes las palabras a los hechos. Por ello, antes del comienzo del congreso dijo: “Adaptar el PSOE a la nueva sociedad está muy bien”, pero opinaba, porque así se lo requieren siempre los medios que buscan los titulares que no tienen y que él sabe dar mejor que nadie, ”que no es cuestión de edad de los miembros de su Ejecutiva”, para advertir después que no se puede dejar la dirección a “un bebé de tres meses y medio”. Ibarra quería decir con ello que, aunque la fuerza está en la juventud, el empuje y la experiencia de mil mítines a la espalda no pueden soslayarse en un partido que ha de conjugar la experiencia del saber con la nueva sabia del conocimiento.
Están de más, por tanto, las palabras con que le respondiera la diputada murciana Rosa Peñalver, quien afirmó sobre la cuestión: “Ibarra tiene que decir algo en cada congreso porque si no, no sale en los papeles”, en alusión a su crítica de que los barones socialistas no estuvieran en la ejecutiva. Ibarra dice lo que piensa y piensa lo que dice y no habla por hablar ni dice por decir, sino porque se lo piden quienes, como fedatarios del congreso, escriben hoy solo por su juventud, que no por otra cosa, que Leire Pajín, es la primera secretaria de Organización del PSOE. No habían nacido ni ellos, ni ella, cuando Carmen García Bloise ostentó hace años, con Felipe González, ese mismo cargo. Quizá fuera a éstos, y no a Leire, a los que se refería Ibarra, porque de Pajín ha reconocido que “ha sido la mujer que más ha madurado políticamente en estos últimos cuatro años”.
Aparte de esta anécdota, que ejemplifica un camino equivocado de la sociedad española, capaz de reconocer prejubilaciones a los 52 años y solicitar, de otra parte, que sigamos trabajando hasta los 70, porque el sistema se agota, como ha señalado ya el ministro de Trabajo; y de cubrir los cupos antes con jóvenes que con maduros de 45 hacia arriba, obviando su experiencia, saber y trabajos, para enviarlos al paro definitivamente, asistimos contemplativos a un cambio de mentalidades sobre el que ya advirtiera el gran historiador inglés Arnold J. Toynbee en su Estudio de las civilizaciones, al recordar que un indicador de la decadencia es cuando los élites que las han dirigido en su ascenso no se renuevan; pero, advertía: renovar las élites no es la simple sustitución de algunos de sus miembros por otros más jóvenes que asumen como propios las mismas ideas y axiomas básicos que han regido hasta entonces. Es decir, no se trata de una sociedad medieval “mitad monjes, mitad soldados”, sino “mitad mujeres, mitad hombres”, como lo que hoy somos, pero no como si el sexo fuere definitorio de una actitud política, que debe regirse por la igualdad efectiva, y no solo normativizada por la ley, ya aprobada, o por una aspiración igualitaria que está aún por llegar.
La presencia de Marisol Pérez Domínguez en la Ejecutiva Federal y de Elia María Blanco en el Comité Federal, constituyen dos ejemplos de mujeres de nuestro tiempo que llegan por méritos propios y no por una condición de género sobrevenida. No son éstas las “bebés” a las que se refería Ibarra, sino a esa transmutación que también le ha invitado a decir recientemente algo así como que la juventud no es la panacea de todas las soluciones. Puede ser el motor del cambio, pero necesitado del aceite añejo de los padres y abuelos, que son también el sostén de la sociedad, como reconoce el Presidente Vara; pero para qué los queremos sino para cuidar de los nietos, ahondando el abismo de rentas entre unos y otros; sostén de unos para supervivencia de los otros..., y cincelando la quiebra de un sistema social entre activos y pasivos.
Confiemos ahora en que la “fuerza del cambio” rectifique este rumbo en beneficio de todos los españoles, porque hay mimbres de uno y otro signo para afrontarlo; capacidad, ilusión y trabajo.
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