El gesto que la ministra de Defensa del Gobierno de España, Carme Chacón, ha tenido con el jefe de la oposición y presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, no debe centrarse por su excepcionalidad, ni por ser la primera vez que ocurre, en los buenos hábitos de cortesía y colaboración en asuntos de Estado que los dos principales partidos de la nación han de mantener.
Chacón, al presentar por primera vez en la historia al líder de la oposición a la nueva cúpula militar elegida el pasado mes de julio, no solo se ha ahorrado un montón de preguntas en el Congreso, que la oposición tiene derecho a saber, sino que ha ido más allá de lo que el gesto pueda suponer.
La defensa nacional es un asunto de Estado. Y que el líder de la oposición les conozca en persona y puede escuchar de su boca los planes y la actividad que desarrollan, además de hacerles las preguntas que ha estimado pertinentes sobre la actualidad, como la unificación de escalas que recoge la Ley de la Carrera Militar, las misiones en el exterior, la protección a los atuneros españoles en la costa somalí, la atención especial a Ceuta y Melilla en el nuevo mapa de despliegue de tropas, además de constituir un gesto sin precedentes que dignifica a la ministra de Defensa supone, a la vez, en un contexto democrático, la responsabilidad del líder de la oposición de aceptar la invitación, que es tanto como compartir, por encima de las diferencias que nos puedan separar, las preocupaciones que nos unen en el presente y en el futuro de España como nación.
El Jemad y los jefes de los tres Ejércitos han escenificado, además, con la cordialidad con que ha sido atendido Rajoy y las explicaciones que les han dado, otro hecho inusual en la historia de España: la ratificación constitucional de que las Fuerzas Armadas están al servicio de la nación, como se afirma en el artículo 8 del Título Preliminar, que afirma que “las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.
La ministra Chacón ha dado ya pruebas de su categoría con gestos que la honran como política y como mujer. Su reciente recepción a las primeras mujeres incorporadas a las Fuerzas Armadas, con ocasión de cumplirse su veinticinco aniversario; sus viajes, embarazada, a las misiones españolas en el exterior; su rápida incorporación, tras la maternidad, a sus tareas de gobierno, y la recepción a Rajoy en su casa y en la de todos, nos ilustran, en tiempos como los actuales, de la necesaria colaboración que unos y otros han de mantener por el bien que todos desean, que es otro que el de España.
Rajoy no solo se ha limitado a escuchar al Jemad y a los jefes de los tres Ejércitos, sino que en la sesión informativa especial a la que ha acudido a Defensa, que se mantendrá en el futuro, como han acordado, les ha transmitido las preocupaciones ciudadanas que están en la mente de los españoles: Ceuta y Melilla, la unificación de escalas, la protección de nuestros pescaderos ante los ataques de los piratas, las misiones en el exterior…, y les ha pedido acabar con el límite establecido que fija en 3.000 el número máximo de soldados desplegados en el exterior, tras las procesos de autorización y seguimiento que debe hacer el Parlamento, una iniciativa, como ésta, por cierto del Gobierno socialista.
Los militares han dado su talla, la que les corresponde dar y vienen dando, excepciones hechas de locos sin cuartel, en los últimos lustros de la historia de España. La ministra ha cumplido con su deber de hacer partícipe al jefe de la oposición de un asunto de Estado que, por serlo, compete a todos; y Rajoy, al aceptar la invitación, ha subrayado la virtud de la colaboración política frente a la intrascendencia de la “guerra dialéctica” que puedan mantener dos partidos llamados a gobernar España.
La ministra de Defensa y la cúpula militar requieren, por ello, el reconocimiento de todos los españoles.
Chacón, al presentar por primera vez en la historia al líder de la oposición a la nueva cúpula militar elegida el pasado mes de julio, no solo se ha ahorrado un montón de preguntas en el Congreso, que la oposición tiene derecho a saber, sino que ha ido más allá de lo que el gesto pueda suponer.
La defensa nacional es un asunto de Estado. Y que el líder de la oposición les conozca en persona y puede escuchar de su boca los planes y la actividad que desarrollan, además de hacerles las preguntas que ha estimado pertinentes sobre la actualidad, como la unificación de escalas que recoge la Ley de la Carrera Militar, las misiones en el exterior, la protección a los atuneros españoles en la costa somalí, la atención especial a Ceuta y Melilla en el nuevo mapa de despliegue de tropas, además de constituir un gesto sin precedentes que dignifica a la ministra de Defensa supone, a la vez, en un contexto democrático, la responsabilidad del líder de la oposición de aceptar la invitación, que es tanto como compartir, por encima de las diferencias que nos puedan separar, las preocupaciones que nos unen en el presente y en el futuro de España como nación.
El Jemad y los jefes de los tres Ejércitos han escenificado, además, con la cordialidad con que ha sido atendido Rajoy y las explicaciones que les han dado, otro hecho inusual en la historia de España: la ratificación constitucional de que las Fuerzas Armadas están al servicio de la nación, como se afirma en el artículo 8 del Título Preliminar, que afirma que “las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.
La ministra Chacón ha dado ya pruebas de su categoría con gestos que la honran como política y como mujer. Su reciente recepción a las primeras mujeres incorporadas a las Fuerzas Armadas, con ocasión de cumplirse su veinticinco aniversario; sus viajes, embarazada, a las misiones españolas en el exterior; su rápida incorporación, tras la maternidad, a sus tareas de gobierno, y la recepción a Rajoy en su casa y en la de todos, nos ilustran, en tiempos como los actuales, de la necesaria colaboración que unos y otros han de mantener por el bien que todos desean, que es otro que el de España.
Rajoy no solo se ha limitado a escuchar al Jemad y a los jefes de los tres Ejércitos, sino que en la sesión informativa especial a la que ha acudido a Defensa, que se mantendrá en el futuro, como han acordado, les ha transmitido las preocupaciones ciudadanas que están en la mente de los españoles: Ceuta y Melilla, la unificación de escalas, la protección de nuestros pescaderos ante los ataques de los piratas, las misiones en el exterior…, y les ha pedido acabar con el límite establecido que fija en 3.000 el número máximo de soldados desplegados en el exterior, tras las procesos de autorización y seguimiento que debe hacer el Parlamento, una iniciativa, como ésta, por cierto del Gobierno socialista.
Los militares han dado su talla, la que les corresponde dar y vienen dando, excepciones hechas de locos sin cuartel, en los últimos lustros de la historia de España. La ministra ha cumplido con su deber de hacer partícipe al jefe de la oposición de un asunto de Estado que, por serlo, compete a todos; y Rajoy, al aceptar la invitación, ha subrayado la virtud de la colaboración política frente a la intrascendencia de la “guerra dialéctica” que puedan mantener dos partidos llamados a gobernar España.
La ministra de Defensa y la cúpula militar requieren, por ello, el reconocimiento de todos los españoles.
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