viernes, 28 de diciembre de 2012

LOS OTROS INOCENTES

           Hay una inocencia de la infancia, como la falta de culpa de los niños sacrificados por Herodes; otra inocencia como ausencia de culpabilidad, demostrada por el abogado; una inocencia traducible como la simplicidad o falta de malicia, astucia o doblez al actuar, o la pervivencia de la inocencia del niño. Inocencia es la sencillez, la falta de malicia, la ausencia de culpa en un delito o mala acción, la falta de malas intenciones. Inocencia es la candidez, el candor, la pureza, la virginidad, la sencillez, la simplicidad. Sus antónimos los encarnan la maldad, la picardía, la malicia, la culpa.

              La inocencia de la infancia es santa por pura; pero la inocencia no tiene edad. Hay una inocencia obligada por la edad y otra que deviene de un estado del alma. La inocencia ni se halla en la sabiduría ni se encuentra en la madurez. Herodes buscó culpables y halló inocentes. Los Herodes de hoy son también el asesino de la niña de Almería, hallada muerta en una balsa, a manos de quien, buscando vida con su madre, dio muerte a la vida creciente, inocente; los que, buscando culpables, solo hallan inocentes en lugar de los malvados. Los inocentes pasan por ser culpables; los culpables perviven como inocentes. “Son inocentes, aun en su malicia”, decía Nietzsche de estos. La maldad humana convierte en culpables a los inocentes. “¿Cuál es nuestra inocencia? ¿Cuál es nuestra culpa? Todos estamos desnudos, nadie está a salvo”, afirmaba Marianne Moore.
              La inocencia es la desnudez del alma; la culpabilidad desviste el cuerpo y el alma carentes de inocencia. No son inocentes quienes pecaron de inocencia por su ignorancia. Más culpables son quienes asesinan la inocencia de los justos, y conducen a los inocentes a clamar en las calles por su inocencia, no perdida, ni hallada aún por la Justicia: la inocencia engañada por la maldad humana. Más inteligentes muchas veces que el hombre, “los animales son la encarnación de la inocencia”, apuntaba Henri Barbussel, como los niños. Encarna la inocencia la figura de una joven, coronada de flores, que se lava las manos en una jofaina, teniendo a su lado a un cordero blanco. Pilatos se lavó también las manos y condenó a un inocente sin juicio justo.

              No es inocente el que no sabe, porque carece de maldad, mientras el que más sabe, hace el mal, porque “la inocencia no tiene nada que temer”, recuerda Jean Baptiste Racine.  Otros muchos inocentes creyeron en palabras que se llevó el viento y se vieron en la indigencia; a otros, su candidez les llevó a perder los ahorros de su trabajo. Y los culpables, que no hallare la Justicia, se van de rositas, mientras los inocentes sufren su malicia, como si fueren locos en su inocencia, porque “la locura es una especie de inocencia”, según Graham Greene, cuando los malvados pasan por ser inocentes y los inocentes terminan siendo inculpados. ¡Bendita inocencia la de aquellos que, aun siéndolos, son incriminados como culpables….!
 

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