No basta con nacer para
vivir. Hay que pagar desde que se nace hasta que se muere: pagar para poder
vivir y bien morir, desde el orto hasta el ocaso. La crisis despierta la
voracidad recaudatoria de los gobiernos y pone en solfa determinadas creencias
sobre el origen de la vida y su fin, la muerte. No hablamos, no, sobre cuándo
el nasciturus es vida, con derecho a
ser protegida, ni sobre cuándo la vida se extingue, --el rigor mortis-- que para eso está la
ciencia. Da origen hoy la vida y la muerte a estos dos debates inconclusos: el
aborto y la eutanasia, como negación de aquellos para unos y como derechos para
otros. Entre medias navegan principios del Derecho, la fe, la ética, la
Justicia..., y, también, la recaudación. Los unos intentan sobreponerse a los
otros. A viejos principios antiguos, en los que ya casi nadie cree, se
superponen otros que cada día cobran más fuerza entre las actoras laicas que
conciben el nacimiento de la vida como un derecho exclusivo, en el que nada
tuvieren que ver argumentos de índole de fe, jurídicos o bioéticos.
Hay otras "primaveras árabes" que memoran las
de países que se rebelaban contra dictaduras por reclamos democráticos y
mejoras de las condiciones de vida. La Justicia española continúa en el ojo de
la polémica: a la Ley de Tasas y la reforma de la Ley del Aborto, se une ahora
la reforma del Registro Civil, que cierra el carácter gratuito de servicios por
los que antes no había que pagar (inscripción de nacimientos, matrimonios y
defunciones, o la solicitud de certificados de los mismos), que, a partir de
ahora, si el proyecto sigue adelante, podrían suponer 100 euros por cada
trámite. Antes el tasazo (justicia solo para ricos); hoy, una política
regresiva sobre el aborto, criticada por los países de
nuestro entorno; mañana, el
Registro Civil de pago... Hasta para morir debemos pagar,
no antes, sino aun después de muertos: las inhumaciones por un nicho para
treinta años en el Cementerio Municipal de Cáceres han subido cuatro veces más,
de 647 euros a 2.660,78. Las aseguradoras te ofrecen dos alternativas: o seguir
con la póliza del nicho a 30 años, con el correspondiente aumento de las primas
por abonar, o cambiar la modalidad a cinco años manteniendo los actuales
precios y, en ambos casos, la incineración. La ganancia para ellos es más que
segura, aunque a los muertos ya les dé lo mismo; pero los vivos ni protestan...
Cómo extrañarse, pues, ante las protestas de determinados
grupos de mujeres que se manifestaban recientemente bajo el lema "Ni
sumisas ni devotas. Nosotras parimos, nosotras decidimos";
o del reciente paripé llevado a cabo en la Asamblea de Extremadura, donde el
presidente Monago, al hilo de su
discurso de fin de año, solicitaba paralizar
la reforma del ministro Gallardón, mientras que el PSOE propuso
su retirada definitiva, ambas aprobadas, aunque no sea competencia legislativa
de la Cámara, sino del Congreso de los Diputados; o más aún, quizá la más
comentada por su falta de estilo y seriedad: la de la diputada de Amaiur, Oninztza Enbeita, que proclamó muy
solemne en la tribuna del Congreso: "Señorías,
en mi coño y en mi moño mando yo, y nadie más que yo."
Mientras, países más avanzados que el nuestro, como
Bélgica, aprueban la eutanasia
infantil, sin que los cimientos de la UE se resquebrajen,
cientos de mujeres españolas acudían a primeros de mes a registrar sus cuerpos
en el Registro Mercantil para solicitar
la titularidad sobre un bien: su propio cuerpo,
petición denegada por un "no procede"; pero sí procede que la Iglesia
inscriba a su nombre catedrales por 30 euros, sin pagar IBI y cobrando entrada;
sí procede que el
Registro Civil pase a los Registradores de la propiedad,
y que actos antes gratuitos sean de pago o que 3.500 funcionarios puedan irse a
la calle, aunque la Unión Progresista de Secretarios Judiciales proponga una
serie de preguntas,
aún sin respuesta...
Nuestro cuerpo es lo único que tenemos --me decía en
cierta ocasión un médico-y por eso hemos de cuidarlo; pero no inscribirlo en el
registro, como si fuere nuestra casa. Como el nasciturus, como nuestra propia vida, cuya existencia hemos de
demostrar con una fe de vida, como hasta ahora, gratuita en el registro, y,
mañana, por 100 euros. A qué escandalizarse cuando oímos por la tele: "Yo
por mi hija mato" o cuando leemos que "200.000
niños fueron robados en los hospitales españoles", según la fiscalía, por no hablar de los muertos aún desaparecidos de la guerra incivil..., con 114.000 todavía por hallar, 75 años después. Y seguimos hablando del orígen de la vida y de su fin mientras vivamos... Este es otro estado de la nación, unido a la crisis y al desempleo, mientras nuestros representantes se divierten hablando en las cámaras de lo que no les incumbe; pero, ¿a cuento de qué viene que en la Asamblea de Extremadura se hable del aborto? ¿Será un problema de Monago, a la búsqueda de otro titular...?
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