A la espera del
discurso del Rey en su mensaje de Nochebuena de esta noche, nos ha sorprendido
gratamente la felicitación del ex presidente de la Junta y presidente del Grupo
Parlamentario Socialista en la Asamblea de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Había escrito el martes un post en su
blog titulado "¿Navidad o navidad?", dedicado a todos los que son
navidad y no lo saben, en la que da la vuelta a los símbolos de la Navidad para
centrarlos en las personas. "Tú eres --decía-- la mejor noche de Navidad
si crees que la justicia, la paz y la solidaridad son razones suficientes para
dedicarles una gran parte de nuestra vida", y les deseaba "feliz
Navidad sobre todo a los que se parezcan a esta navidad", una exclusión
que sobra en un mensaje lleno de humanidad, que parece corregir al coro de
ángeles que proclamó: "Paz en la tierra a los hombres de buena
voluntad." Como sobraba aquel aviso en otro post, en el que afirmaba que,
cuando dejara la política, enviaría correos de despedida con los insultos
recibidos por parte de políticos, y hasta de algún que otro periodista, como
para recordarles una presunta felonía, al decirles adiós, que expresa, de otro
lado, el mejor deseo del mundo: vaya usted con Dios, que Dios le acompañe
siempre. No sea usted rencoroso ni mire al pasado con nostalgia, como afirma en
su felicitación navideña a los extremeños, espléndida en la realización y
montaje, que nos ofreció ayer. Ni desee parecerse a otros en la noche de paz,
predicando, de un lado, la transparencia y la luz en las personas, para después
quitárselas, como si esa luz no iluminare su camino. Deje que los gallos canten
para recordarles sus traiciones al pueblo a quienes así obran, pero no emule su
conducta.
Ha bajado el político a la arena, como pocos lo hacen; ha
ido al encuentro de la gente, que descansa en el parque, junto al Guadiana, en
la capital de Extremadura, donde reside por voluntad y vocación; se ha sentado
a su lado; ha hablado con ellos de lo que hablaban; les ha insuflado esperanza;
les ha dicho, en fin, que las luces de Navidad no están en las calles ni en los
árboles, sino en nuestras vidas. Les ha hablado de una tierra en la que el
mejor capital es su gente: los jubilados por su experiencia; los niños, por su
futuro.
Sabe, por experiencia, que ya no hay otro mejor mitin que escuchar.
Los ciudadanos ven a los políticos lejanos, alejados de sus preocupaciones y
problemas; y, por primera vez, hemos visto a un político que va a su encuentro,
que dialoga con ellos, que acaricia la mano de una niña; que concluye su
conversación con un paseo, todos juntos, arrimados a un árbol de la vida, a
veinte árboles de luces de Navidad.
Les dice que comparte sus prioridades, pero recuerda los problemas
que no será fácil resolver en poco tiempo. "No miremos al pasado con
nostalgia, que no va a volver... Mejoremos el presente con humildad y
sabiduría, y vayamos al encuentro del futuro con tranquilidad. No está en juego
que ganemos o perdamos: está en juego que nuestros padres y nuestros hijos
sientan que no les hemos fallado. No le tengo ningún miedo al futuro de nuestra
tierra si somos capaces de entender que el mejor valor es su gente..." No
se puede decir más con menos palabras. No son las luces de Navidad que están en
las calles, sino las que deben iluminar nuestras vidas, la luz en nosotros
mismos, no la codicia que a otros ciega.
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