En su primer discurso
dirigido a los españoles en Nochebuena tras su proclamación como rey, Felipe VI de España ha entroncado, como
en sus discursos anteriores más importantes del año --el día de su proclamación,
19 de junio, o en su discurso ya como rey, en la entrega de los últimos Premios
Príncipes de Asturias 2014, el 24 de octubre pasado-- con los graves problemas
que atenazan a los españoles y a los retos de futuro que, aunque "no
fáciles, tenemos coraje y capacidad de sobra" para superarlos, con
"el deseo, la voluntad y la confianza en nosotros mismos".
Quienes esperaban del rey alusiones a problemas que afectan
a instituciones y personas, alguna de las cuales les son cercanas, o una puesta
en escena distinta y distante de anteriores discursos navideños, se han visto
defraudados en sus expectativas, pero pueden interpretar sus respuestas entre
líneas, sin alusión alguna a nadie; pero quienes le seguimos y le vamos
conociendo, sabíamos de antemano que no pasaría por alto ningún tema que
preocupa a todos ni tampoco ningún reto de los que la sociedad española tiene
planteados hoy, con la sintonía de un hombre de su tiempo y un monarca que
desea ser "el primer servidor de los españoles".
Uno de los asuntos que más preocupa a la sociedad
española, la corrupción, ha sido uno de los primeros abordados por el monarca
con énfasis, firmeza y decisión, con la rotunda afirmación de que "debemos
cortarla de raíz y sin contemplaciones". Para el monarca, en la necesidad
de "regeneración de nuestra vida colectiva, la lucha contra la corrupción
es un objetivo irrenunciable" y "aunque es cierto que los
responsables de esas conductas irregulares están respondiendo de ellas, como
prueba del funcionamiento de nuestro Estado de Derecho", ha advertido que "los ciudadanos deben
estar seguros de que desempeñar un cargo público no sea un medio para
aprovecharse o enriquecerse", lo que algunos han interpretado como velada
alusión a los problemas judiciales por los que atraviesa la infanta y su
marido. Ya no podría decir, como su padre, el rey emérito Juan Carlos I, que "la justicia es igual para todos". Lo
es, y nadie debe coartar ni cercenar su camino en la búsqueda de la verdad para
impartir Justicia. "La corrupción, en fin, debemos cortarla de raíz y sin
contemplaciones."
Sobre la crisis y el paro, el rey ha dado un tirón de
orejas a quienes ya predican su fin o a quienes quieren ver la luz al final del
túnel. "La situación económica continúa siendo un motivo de grave
preocupación para todos; los índices de desempleo son todavía inaceptables y
frustran las expectativas de nuestros jóvenes y de muchos más hombres y mujeres
que llevan tiempo en el paro". El rey ha puesto de relieve que "la
lucha contra el paro debe continuar siendo nuestra gran prioridad, porque la
economía debe estar siempre al servicio de las personas" y porque
"debemos seguir garantizando nuestro Estado de Bienestar".
Sobre Cataluña y su desafío soberanista al Estado, ha
sido claro y rotundo: "Formamos parte de un tronco común del que somos
complementarios los unos y los otros, pero imprescindibles para el progreso de
cada uno en particular y de todos en su conjunto... Nadie en la España de hoy
es adversario de nadie... y la fuerza de esa unidad es la que nos permitirá
llegar más lejos y mejor en un mundo que
no acepta la debilidad ni la división de las sociedades". Ha subrayado, además, que "millones de
españoles llevamos a Cataluña en el corazón, como también para millones de
catalanes los demás españoles forman parte de su propio ser. Por eso me duele y
me preocupa que puedan producirse fracturas emocionales, desafectos o rechazos
entre familias, amigos y ciudadanos". El monarca ha invitado a
"seguir construyendo todos juntos un modelo que respete nuestra pluralidad
y genere ilusión y confianza en el futuro".
Y, finalmente, el rey ha subrayado que "somos una
democracia consolidada, disfrutamos de una estabilidad política como nunca
antes en nuestra historia; nuestro marco constitucional nos ha permitido la
alternancia política basada en unas elecciones libres y democráticas", y
ahora nuestra esperanza son nuestros retos de mañana y futuro: regenerar la
vida política, recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones,
garantizar nuestro Estado del Bienestar y preservar nuestra unidad desde la
pluralidad.
Todo dicho, aunque algunos habrá que echen de menos otros
asuntos; pero el rey reina, no gobierna; coincide con partidos, sindicatos y
asociaciones ciudadanas en los grandes temas del país, que ellos, y no él,
deben sacar adelante con diálogo y altura de miras; y se despide de todos con un "feliz
Navidad" en las cuatro lenguas del Estado.
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