miércoles, 4 de marzo de 2015

DE LA CREDIBILIDAD E INVEROSIMILITUD

 
           Vamos perdiendo la credibilidad, la cualidad de creíble, la característica de lo que es creíble o aceptable. Del credo religioso --la fe del carbonero de otros tiempos: creer por creer sin más razones sobre lo que se cree, el fideísmo de la fe de nuestros ascendientes de que a Dios no se llega por la razón, sino por la fe, frente al racionalismo, que admite por verdadero y cierto solo lo explicable de forma racional, desde la razón, desarrollada durante los siglos XVII y XVIII por René Descartes-- hemos pasado al terreno político, en el que ambos credos convergen en la dualidad de la credibilidad e inverosimilitud, del agnosticismo (lo que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia) a la falsedad o improbabilidad de la razón política. Dos derechos humanos y constitucionales --credo religioso y político-- puestos en duda por los mismos acreedores que hubieren derecho a ellos, por credibilidad o inverosimilitud.
          Las flaquezas humanas han echado por tierra la capacidad de ser creídos. El religioso, el político, deben generar confianza para ser creíbles. No es ya el mensaje transmitido por creer, sino la confianza perdida del receptor en el emisor. No basta la verdad, porque nadie cree a un mentiroso que lo hubiere sido. Para ser creíble hay que ser honesto. No se puede predicar sin dar trigo. Los sacerdotes de la palabra --predicadores de la fe religiosa, el credo político, o la verdad escrita-- han de tener credibilidad para ser creídos. De lo contrario, su mensaje no será bien recibido. "No solo hay que ser honrada, sino, además, parecerlo", como dijere el Divino Cayo Julio César y nos trasladare Plutarco sobre lo que debiere ser la mujer del César. Los mercaderes del templo se ven obligados, por la inversión realizada, en lanzar al mercado un producto en el que no confían; en hacer, en fin, lo contrario de lo que prometieron. Y así, la credibilidad deviene en decepción; ha perdido la sinonimia de crédito, reconocimiento, prestigio, reputación, renombre, para pasar a la inverosimilitud, falsedad, improbabilidad...
          Con su video de campaña electoral "Dos Sures" -primero de la factoría de ficción de Iván Redondo--, Monago pierde más crédito político que el que ya hubiere, porque no se trata de poner el acento en la vida política, necesitada de un sentido del humor que nadie precisare, porque no están los tiempos para ello, sino de comparar dos modelos distintos de hacer política, que no viene a cuento cuando trata de poner enfrente a otra comunidad vecina, también en vísperas electorales. Se lo dicen los suyos. El mensaje no lo es todo. La credibilidad no es lo mismo que el crédito, la certeza, el realismo, la fiabilidad, la verosimilitud. Un buen líder se hace respetar con argumentos, credibilidad y justicia. Y esto no lo dice un político, sino una psicóloga deportiva. La credibilidad disminuye con la sospecha, la mentira, la incongruencia en la transmisión del mensaje. Se propala lo que uno cree éxitos propios; se silencian los números rojos de una política que conduce a la desesperanza de muchos que perdieron la credibilidad en la política como el camino hacia la felicidad, y caen en la incredulidad, en la inverosimilitud, en la desesperanza de los desahuciados por la propia política que los olvidare y por los políticos sin credibilidad, o sin historia creíble. Como los que hubiéremos, quizá los que nos merecemos, por votar sin certidumbre, sin la certeza de la credibilidad y la inverosimilitud de la falsedad.
 
         
 
           
 

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