martes, 15 de diciembre de 2015

ESPAÑA NO ES FRANCIA...

 
            Es verdad que hubo un tiempo que España pudo con Francia: frenó a Napoleón, echó de su tierra a los afrancesados que nos impusiere...; pero eso ya es historia. Hoy son países vecinos y amigos; defienden el futuro integrados en la Unión y otros organismos internacionales; pero España no es Francia. Nunca España se uniría como Francia para luchar a una contra el terrorismo; cantaría su himno, "La Marsellesa", a capella en quince días como no lo hiciere durante años ante una guerra declarada por la sinrazón; los socialistas se unirían el pasado domingo con la derecha en la segunda vuelta para frenar el avance electoral de la ultraderecha; ganó la derecha lo que no logró en primera vuelta; pero el artífice del triunfo fueron los socialistas y todavía más: el exprimer ministro Jean-Pierre Raffarin pide unir fuerzas con el Gobierno socialista para batir juntos al Frente Nacional de Marine Le Pen. (Véase internacional.elpais.com, de 14/12/2015).
            Mientras Francia da muestras de unidad, España lo hace al revés: Francia se une contra el yihadismo y España cojea de un pie en el pacto. Tras los atentados de París el pasado mes de noviembre, Mariano Rajoy, presidente del Gobierno español, y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, firman en Madrid el Acuerdo para afianzar la unidad en defensa de las libertades y en la lucha contra el terrorismo, más conocido como pacto contra el yihadismo o pacto antiyihadista. Al pacto se unen Ciudadanos (C´s), Coalición Canaria (CC), Foro Asturias (FAC), el Partido Aragonés (PAR), Unión del Pueblo Navarro (UPN), Unió y Unión Progreso y Democracia (UPyD); lo rechazan, empero, CDC, ERC, IU, PNV y Podemos. Este último se integra como observador. (Véase abc.es/españa, de 26/11/2015).
            ¿Qué podríamos esperar, pues, del gran debate nacional de ayer noche entre los dos primeros partidos que aspiran a gobernar España ante las elecciones del próximo domingo? La llamada por el moderador como "entrevista de trabajo" en la que se contrata al mejor, se torna en una lucha dialéctica, como si de un combate de boxeo se tratare, en el que más que las propuestas, llueven, como fuera del plató, las descalificaciones y los insultos, a los que tan propensos somos los españoles. Sin embargo, que esto ocurra entre los principales líderes que debaten para ganarse la confianza de sus conciudadanos el próximo domingo, resulta patético. Pasado frente a futuro, la bronca frente a la dialéctica; la descalificación y la provocación en lugar de la oratoria persuasiva. Un presidente y candidato acorralado frente a otro candidato arrollador; el veterano gestor político frente al joven inexperto que utiliza la descalificación para agredir, no para convencer. Por un momento, temimos que el presidente, allí candidato, Mariano Rajoy, se levantara de la mesa tras exclamar: "¡Hasta aquí hemos llegado!", tras espetarle Pedro Sánchez su papel principal en los casos de corrupción y llamarle "indecente". El primero le respondió llamándole "ruin, mezquino, miserable y deleznable". Y a partir de ahí, el socialista se ensañó con el popular, al que vimos nervioso, con la mirada perdida, aun dueño de sí. No hubo respuesta a la idea de España; sobró en exceso el tema de la corrupción, con la que el oponente quiso poner contra las cuerdas al primer candidato, todavía sub iudice; estuvo de más un pasado económico ya conocido frente a un futuro por resolver; se cruzaron acusaciones por la herencia recibida de Zapatero y el rescate bancario y por el futuro de las pensiones... Otro momento de tensión surgió cuando Sánchez acusó a Rajoy de "recortar el derecho de las mujeres a ser madres", contestado por este como "intolerable" y con un "¡Aclárese!", nunca aclarado. Llovía sobre mojado y tampoco se respondió a la pregunta sobre Cataluña. Sánchez acusaba y Rajoy defendía su honor, calificando la intervención del primero como "ruin" y "mezquina"; defendió la perseverancia para garantizar el empleo y las pensiones, la lucha contra el terrorismo y la unidad nacional --los cuatro ejes principales de la próxima legislatura--, mientras que Pedro Sánchez insistía en que su partido es la única alternativa de cambio real en este momento de España... Eso lo dirán los españoles el domingo. Mientras, Rivera e Iglesias asistían impávidos ante el espectáculo, que a muchos llevó a la cama en el descanso, conscientes de que el bipartidismo ha muerto, y ellos tendrán la sartén por el mango en una España necesitada de cambio. En verdad, España no es Francia y sus políticos no están a la altura de sus problemas, necesidades y futuro... Podrían tomar lecciones de los países vecinos y aprender de paso algo más que sus lenguas: la defensa de un país frente a sus enemigos, a veces más dentro que fuera de él.
 
 

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