Una
tesis doctoral sobre la politización de la Justicia[1] en
su relación con el Tribunal Supremo, nos ha descubierto la figura del alcalde
de Plasencia en 1826, Gregorio Barraicoa
Campos (El Ciego, Álava, 1775; Madrid, 1851).
En la relación de magistrados del
Tribunal Supremo y su carrera judicial, el autor ofrece los siguientes datos
biográficos del citado alcalde de la ciudad del Jerte: el 5 de noviembre de 1808
es alcalde mayor de la villa de Miranda de Ebro; el 9 de febrero de 1814, juez
de Primera Instancia en Ocaña; en 1823,
magistrado de la Audiencia de Aragón, de donde pasará en 1826 a la Alcaldía de
Plasencia; el 1 de junio de 1827 es nombrado corregidor de Alcoy; el 13 de
enero de 1835, magistrado de la
Audiencia de Granada y, en agosto del mismo año, es separado de la plaza por la
Junta de dicha ciudad; en 1835, obtiene plaza como magistrado de la Audiencia
de Madrid; el 28 de enero de 1837 se le repone en su cargo en Granada. [2] El
11 de noviembre de 1840 es designado regente de la Audiencia de Albacete; el 20
de diciembre de 1840 se le nombra ministro (sic) del Tribunal Supremo y en 1851
se produce su fallecimiento. En total, permaneció en el Tribunal Supremo, once
años.
En los debates constituyentes de Cádiz quedó clara, según
el autor, la necesidad imperiosa de crear un Tribunal Supremo cuyos miembros
debieran ser elegidos por las Cortes y cuya misión sería la observancia de las leyes
establecidas por aquellas, por lo que la reubicación de las funciones de los
antiguos Consejos, que actuaban gobernando y juzgando, supuso una
desorientación como doctrina y como práctica, que se manifestó en el día a día
de la vida institucional. Desmontar la estructura de poder del absolutismo
monárquico propio del Antiguo Régimen no fue tarea fácil. La restauración del
absolutismo entre 1814 y 1820 supuso la liquidación de las bases del régimen
constitucional. Durante el Trienio Liberal (1820-1823) se promulgó el Decreto
de 13 de mayo de 1820 que ordenaba la instalación del Tribunal Supremo en los
mismos términos en que fue creado por las Cortes el 17 de abril de 1812. El funcionamiento
del alto tribunal discurrió en la zozobra de los escenarios políticos, hasta
que se emprendieron reformas cruciales en el período de la reina María Cristina, en el que se consolidó
la doctrina liberal, se suspendieron las funciones del Consejo de Estado y se
devolvieron muchas de sus competencias al Tribunal Supremo.
Gobernando y juzgando, como el perfil profesional del
alcalde de Plasencia en 1826, Gregorio
Barraicoa Campos.
[1] Vid.: Díaz
Sampedro, Braulio: La politización de
la Justicia: el Tribunal Supremo (1836-1881). UCM, 2004, memoria presentada
para el grado de doctor, bajo la dirección del Dr. José Sánchez-Arcilla Bernal,
catedrático del Departamento de Historia del Derecho y de las Instituciones.
Véase también el Diccionario biográfico
español de la Real Academia de la Historia, edición de 2011.
[2]
En nota al pie, el autor de la tesis afirma que el informe de 6 de junio de
1837 de la Junta para preparar el arreglo de tribunales y juzgados del Reino,
le hace merecedor de continuar en su destino. "Era liberal y decidido
ciegamente por el Trono Constitucional de nuestra actual Reyna". Los
informes del Regente y de la Diputación Provisional de Granada fueron
favorables. Fue nombrado magistrado del alto tribunal el 20 de diciembre de
1840.
Los
nombramientos fueron realizados por el ministro de Gracia y Justicia, el
cacereño Álvaro Gómez Becerra
(Cáceres, 1771; Madrid, 1855), que fuere ministro del ramo en tres periodos
(1836-1841) y presidente del Consejo de Ministros de España entre el 19 de mayo
y el 30 de julio de 1843.
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