El gran triunfo del Real Madrid sobre el Bayern de Munich ayer noche en el "Allianz Arena" de la capital bávara, no solo pasará a la historia como el mejor ante su eterno rival en cuartos y semifinales de la Champions; por haberle ganado en casa por un rotundo 0-4 a su "bestia negra" (5-0 en el total de la eliminatoria), en toda una lección de táctica y estrategia, en la que la humildad y el trabajo de un equipo venció a la soberbia alemana, que había predicho que arderían los árboles para apagar el fuego soterrado que traería el adversario. Ni los árboles ardieron ni hubo otro fuego que el que pusiera el Real, camino de la décima tras doce años de espera.
Desde la temporada 1974-75, en que se vieran las caras
por vez primera en semifinales de la Copa de Europa --hoy conocida como UEFA
Champions League, por sus siglas en inglés, también conocida en el mundo
hispano como Copa de Europa, Champions o Champions League, el torneo
internacional europeo de fútbol más importante a nivel de clubes organizado por
la Unión de Asociaciones de Fútbol Europeas (UEFA)-- dos de los equipos más
laureados de la Copa de Europa junto al AC Milán (7 campeonatos más 4
subcampeonatos), el Real Madrid, con 9 más 3 y el FC Bayern München, con 5 más
2, los duelos entre el primero y el tercero en la clasificación de títulos por
clubes, han hecho honor a su grandeza y a un mundo globalizado que ha roto las
fronteras de las lenguas que nos separan, y ahora nos unen, y al mercado de
trabajo de futbolistas y entrenadores, que abriera el "mago"
hispano-argentino Helenio Herrera en
los sesenta, y sentenciara décadas después la Ley
Bosmann, del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que
dio paso a la libre circulación de deportistas profesionales. Helenio Herrera se llevó al Inter de
Milán (1960-1968) --con el que logró dos copas de Europa, dos
Intercontinentales y tres ligas-- a los españoles Luis Suárez y Luis Del Sol,
como "el galgo del Manzanares" Joaquín
Peiró se marchara al Torino primero (1962-63), al Inter (1964-66) y a la AC
Roma (1966-70) después, para regresar a España y entrenar, entre otros, a su
club de origen, el Atlético de Madrid, y al CD Badajoz en Segunda División,
equipo en el que militare también el malogrado Tito Vilanova, al que ayer los dos campeones rindieron homenaje
antes del inicio del partido, junto al ex entrenador madridista Vujadin Voskov.
Pues bien, si el himno de la UEFA es una adaptación de la
obra de Häendel, Zadok the Priest
(Zadok, el sacerdote), del compositor británico Tony Britton en 1992, que se interpreta al inicio y final de los
partidos como símbolo de paz y juego limpio dentro y fuera del terreno de
juego, en los tres idiomas oficiales de la UEFA, inglés, francés y alemán, y que
habla de los grandes equipos, de los mejores, los campeones..., su espíritu
parece haberse extrapolado al idioma universal del fútbol, único, pero hablado
en diversas lenguas, tanto por entrenadores y jugadores de todos los
continentes que han traspasado las barreras de las fronteras idiomáticas en las
que antes dominaren la mímica y los gestos sobre las lenguas y el reglamento.
Guardiola y Ancelotti dieron ayer, al término del
partido, en las habituales ruedas de prensa, un buen ejemplo de ello, no sólo
como los grandes jugadores que fueron y los mejores entrenadores que hoy son,
sino por su adaptación a una competición internacional que no solo requiere la
preparación técnica exigida, sino el dominio de las lenguas oficiales para
vérselas y entendérselas con equipos también internacionales por sus orígenes y
hablas. Y en este caso, el don de lenguas no les fuere dado por el Espíritu
Santo, como a los apóstoles, sino que fuere adquirido por el tesón del estudio
y por su estancia y vivencia en otros países, un ejemplo a seguir por los
jóvenes que hacen dioses a sus ídolos, pero que no aprenden lo que también
debieren aprender de ellos y de sus guías.
Guardiola
dio y respondió en su rueda de prensa en todas las lenguas en las que fuere
interrogado: alemán, inglés, castellano, catalán e italiano; Ancelotti, en italiano, español,
inglés, y francés, llegado el caso. Y, así, el champion de la Champions (el campeón
de campeones) será más campeón en las lenguas que nos separan como en el cielo
de la gloria que nos uniere.
Las lenguas unen tanto como el juego limpio; jamás la
arrogancia de unos frente a la limpieza de otros, como aquella del gran portero
del Bayern, Oliver Kahn, quien
después del 2-1 en Munich, en los cuartos de final de la Copa de Europa
2001-2002, expresare aquella arrogancia: "A mí no me meten dos goles en el
Bernabéu ni borracho", y Helguera
y Guti se los metieron, y dieron
paso a la novena con la volea del dios
Zidane, uno de los mejores goles de
la competición, según la UEFA. Ahora, espera la décima en Lisboa. Que los
madridistas y atléticos puedan verlo y que gane el mejor.