domingo, 28 de septiembre de 2008

UN VIAJE EN EL TIEMPO

El tiempo es un continuo viajar, porque la vida misma es un viaje en el tiempo. Podemos viajar sin movernos de casa, viajar por el mundo, mirar con la vista hacia atrás (un viajar en el tiempo) o viajar al espacio, un viaje al futuro que siempre estuvo ahí, pero que solo podrán hacer presente unos pocos elegidos.

Un “Viaje en el tiempo” presupone un viaje hacia la memoria no perdida, la retrospectiva de un tiempo ido que permanece entre nosotros, que deseamos recordar. Miramos más hacia el pasado que hacia el futuro, porque quizá no vivimos el presente, que es la instantaneidad del tiempo no ido; acaso porque no toda la memoria está escrita, revelada en su verdad histórica; o porque nos transmitieren una historia que no puede enseñarse con la escritura de los vencedores, sino también con la memoria de los vencidos, con el rigor de los hechos sin desviaciones ni interpretaciones que trataren de anular una memoria viva, que no puede eludir un pasado que pretendió arrebatárnosla, y que, en vida, sólo la enfermedad de la memoria podría borrarla.

Vivimos un tiempo de eclosión de la memoria, tan frágil para unos como de necesidad para otros. No muere la memoria en personas con los cinco sentidos, aunque algunos deseen enterrarla para borrar sus huellas y olvidarse de un pasado que si algo nos legó fue solo la memoria. Nunca la memoria de la desmemoria podrá inhumar para siempre la verdad que atesoramos en ella, el silencio infinito de quienes hubieren vivido con ella, reviviéndola sin manifestarla; sufriéndola, sintiéndola, conviviendo con ella hasta su muerte, sin poder enterrar definitivamente su memoria dolorida con la propia que le inocularan.

Hay otra memoria, histórica también, más saludable para el espíritu que la memoria de los desmemoriados. Es la celebración festiva de un nuevo disco con ocasión de algún aniversario. El 30, el 40, el 50 aniversario de algunos artistas, es ocasión propicia para la recuperación de la memoria: lo nuevo, más lo que dejamos atrás. Siempre la memoria en nuestras vidas, como un paréntesis entre el pasado y el futuro. Un pasado que compartimos con ellos, con sus letras y su música, y que hoy recordamos en su presencia.

El cantante Miguel Bosé intitula sus recitales de hoy como “Un viaje en el tiempo”. Se viaja al tiempo pasado. No podemos viajar al futuro, porque seríamos profetas del devenir, y no hemos sido llamados para eso. Una nueva canción, un nuevo disco, no pueden borrar ya los anteriores.

En 1977, en el programa de TVE “Esta noche... Fiesta”, presentado por un joven entonces apuesto y bigotudo, José María Iñigo, el hijo de una actriz italiana y de un torero español, que marcaron una época histórica en la memoria de muchos españoles, se presentaba oficialmente ante sus padres y España entera con una canción que le abrió las puertas de “Un viaje al tiempo”: “Linda”, una mujer “agua de la fuente/ dulce e inocente/ corazón de seda/ beso de aire puro...

Qué nos revela Bosé en “Un viaje el tiempo” sino una memoria nunca perdida de amor y fuego: “Amapola bésame/ Amor mío, cómo estás/ Cuando el tiempo quema/ Amiga/ Mientras respire/ Morena mía/ La vida es bella/ Levántate y olvida/ Linda/ Lo que hay es lo que ves/ Los chicos no lloran/ Bravo, muchachos/ Hermano mío/ Horizonte de las estrellas/ Imagínate/ Jinete del Apocalipsis/ Si tú no vuelves/ Sol forastero/ Te comería el corazón/ Te digo amor/ Tesoro, pudo ser tu nombre/ Tictac/ Todo un hombre/ Tu mano dirá/ Un año más/ Usted abusó/ Vagabundo/ Verde canalla/ Voy a ganar/ Eres todo para mí/ Esclavo de tus ojos/ Este mundo va/ Gota a gota// Agua y sal/ Aire soy/ Amante bandido.

Ana/ Aquel sendero/ Celeste amor/ Donde alcance el sol/ El amor después del amor/ Bajo el signo de Caín/ De la mano de Dios/ Amante y perdedor/ ¡Ay!/ Azul de louie.

Carla/ Corazón tocao/ Deja que/ El ilusionista/ Ojalá, ojalá/ Nena/ Por un amor relámpago/ Por vos muero/ Puede que/ Solo pienso en ti/ Te amaré/ Ternura/ No encuentro un momento para olvidar/ No hay ni un corazón que valga la pena/ No se trata de eso/ Cuando el tiempo quema/ Don Diablo/ Niño de palo/ Mirarte/ Más allá/ Morir de amor/ Mi libertad...

Dónde sino en el fondo de la memoria alojamos la bondad del corazón; en éste, los sentimientos más nobles del ser humano; en el alma, la música; y en las estrellas, el destino que se nos negare en la tierra. Alma, corazón y vida, música y palabras, para viajar en el tiempo sin nuestro tiempo a cuestas.

EL RELOJ QUE SE PARÓ PARA SIEMPRE


Hay relojes que se paran y después siguen funcionando. Bastaba antes con darles cuerda; hoy, tan solo necesitan la energía de una pila. El tiempo que marcan los relojes ignora el propio tiempo que marca nuestras vidas. Cada segundo, cada tictac marcado, aun siendo el mismo, no volverá nunca más a señalar nuestro devenir. Fue tiempo ya pasado, aunque mañana marcare la misma hora, minuto, segundo, décima o centésima.

El tiempo vuela, más que el aire huracanado y que las nubes que pasan por encima de nuestras cabezas. Podemos apresar el agua; la niebla, condensadora de agua; pero no el tiempo, irrepetible, que, aun pareciendo el mismo en las estaciones, no se detiene, imparable hasta la finitud del mundo, fijado para el día del Juicio Final, y por los propios hombres destructores de la naturaleza, creada para su sustento, recreo y vida, y hasta de la propia vida humana de quienes defienden la de otros.

Son los hombres, y no el paso del tiempo, los que paran el reloj de nuestras vidas, de vidas ajenas que portaban su propio reloj que marcare las propias. No podrán volver a poner su reloj en marcha aquellos a quienes les arrebataron la vida; ni siquiera el propio de quienes lo detentaren con orgullo, como si fueren ellos el reloj que marcare la vida y la hacienda de los demás.

Hay relojes que no marcan nuestra propia vida. No nos imponen la hora de nuestro tiempo ni la luz ni la oscuridad, ni los meridianos ni nuestra situación en el planeta. La imponen los hombres empeñados en cambiar el curso de la historia, no para el bien público, sino para el propio, ciegos ante el paso del tiempo y los estragos que causan en su tiempo.

A Lourdes Rodao, viuda del brigada Luis Conde De la Cruz, recientemente asesinado por ETA, le han parado su reloj para siempre; le han partido la vida en dos. No importa que su marido y ella salieran a la calle en pijama y sin reloj, quizá parados por la onda expansiva de la explosión. En la mesilla de noche, el reloj del brigada se paró en vida, como su propia vida a la puerta de su cuartel; como la de su viuda; como la de tantas víctimas del terrorismo, de la violencia de género, y de la inhumana conducta de los hombres que solo miran su tiempo, pero no el que se le dio a los demás, para parar definitivamente su vida, aunque sus relojes sigan funcionando.

Para qué deseare un perro fiel un reloj, si el de su amo no puede responder ya al propio que marcara sus horas de comida y de paseo, de sus juegos y caricias. Su fidelidad le llevará hasta su tumba para llorar su pérdida. No tendrá ya ganas de vivir este animal que perdió al amo que marcara su vida, antes de tiempo, sin que el reloj de su vida hubiere signado su propio final. Deseará incluso que su propio reloj vital se pare para siempre, ante una vida ya sin sentido de vida, sin el reloj de su propia vida.

No necesitará ya tampoco Lourdes un reloj para ver la hora de su vida, porque su otra vida se la partieron por la mitad, parada, en tiempo muerto, la mitad de su vida, para siempre, aunque aquella continúe en el reloj de su hijo Iván, la otra mitad de su vida, el sentido de su vida a partir de ahora. “No es que fueran a por él; le tocó a él”, afirma, sin pena ni tristeza, sin rabia ni dolor. Toda una vida juntos, a todos lados de la mano; pero salió antes que él y dio la vida por ella. “Y estoy muy orgullosa de ello. Ha dado la vida por mí; me tenía que haber ido con él; pero, claro, aquí está mi hijo”, aun con la vida partida, con el reloj de su vida parado para siempre por los hombres, engreídos dioses de la vida y expropiadores de los relojes de la vida de otros, sin otro fin que el fin de la vida, arrebatada por la fuerza de las armas, no por el propio decurso de la vida. Vidas sin vida sin el reloj de sus vidas, tan solo alumbrada por los hijos de su propia vida, su otra vida para más vida.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

CÁCERES 2016: DEBATES INÚTILES Y EQUÍVOCOS INTERESADOS

La alcaldesa de Cáceres, Carmen Heras, fue ayer a Sevilla simplemente a presentar la exposición fotográfica “Cáceres, objetivo 2016” en el Ayuntamiento de la capital.

La muestra, que recoge las imágenes de veinte fotógrafos extremeños que plasman en ellas momentos de la vida de la ciudad y sus habitantes, actos culturales, festivos y tradicionales, es un motivo más para dar a conocer Cáceres y su proyecto de capitalidad cultural europea, como antes se hiciera en dos salas de Madrid.

No hay por qué extrañarse, por tanto, de que una ciudad como Sevilla, “tierra de hospitalidad”, como afirma la alcaldesa, acoja en la casa consistorial una muestra que podrá verse allí hasta el día 22 y, posteriormente, en la Casa de Extremadura de la capital hispalense, hasta el 19 de octubre.

El alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, recibió a la alcaldesa, pero no acudió al acto inaugural y, en su lugar, lo hizo una concejala del consistorio sevillano. La explicación ofrecida es que “Sevilla desea mantener un ámbito de solidaridad con las capitales hermanas (Córdoba y Málaga) que aspiran a convertirse en ciudades europeas de la cultura del año 2016, y, concretamente, con la ciudad de Córdoba, cuyo apoyo para este fin fue corroborado por acuerdo plenario del consistorio sevillano”.

Hasta aquí, todo normal. Carmen Heras declaró que “en la variedad está la calidad y, en una competencia sana, todo el mundo pone sobre la mesa sus valores y después, que gane la mejor”, y agradeció la hospitalidad y la presencia de la concejala que la acompañó en el acto inaugural.

La actitud comprensible del alcalde sevillano ha colisionado, empero, con “equívocos” y “debates inútiles”, expresiones utilizadas por el primer teniente de alcalde y delegado de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba, Rafael Blanco, y del presidente del PP en Andalucía, Javier Arenas, quienes se han puesto el parche antes de la herida, que ni “Cáceres 2016” ni su alcaldesa han deseado provocar en momento alguno.

El edil cordobés se apresuró a decir que Monteseirín no apoyó la candidatura de Cáceres, ante la posibilidad de que acudiese a la inauguración. Manifestó que ha sido “estrictamente un equívoco”, ya que le había anticipado por teléfono que “en ningún caso iba a participar en un acto de apoyo a la capitalidad cacereña” y se mostró convencido de que el respaldo del regidor sevillano “será para Córdoba” cuando, como ya se ha dicho, aquél está corroborado por un acuerdo plenario.

Después, habla Blanco de una posible alianza de colaboración entre Córdoba y Málaga, en el caso de que alguna de ellas sea la elegida, y concluye subrayando que Córdoba debe “huir de debates inútiles” y “enfrentamientos” con Málaga, porque “no beneficia a ninguna de las dos ciudades”.

Los “equívocos” y los “debates inútiles” sólo están en su lengua, y no en la de otros.

Por si Córdoba no tuviera abuela, también Javier Arenas, presidente del PP andaluz, que se encontraba a la sazón en la ciudad de la mezquita, le pedía a Monteseirín un “mínimo de solidaridad” con las dos ciudades andaluzas, ante la eventualidad de que asistiese a la inauguración de la muestra cacereña, y exigía, además, al presidente del Gobierno que cumpliese los compromisos adoptados con Córdoba sobre su respaldo a su candidatura al 2016.

Lo que está claro, por encima de todo, es que tanto Arenas como Blanco se han ido de la lengua antes de tiempo sin necesidad ni conocimiento de causa.

Si el presidente y algún ministro se han inclinado en alguna manifestación por una u otra ciudad, no es algo que les comprometa, porque no es al Gobierno de España al que le compete elegir la ciudad, sino apoyar, en todo caso, a la elegida, una vez que la decisión definitiva se produzca por parte de la comisión europea pertinente
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Los únicos que han sabido estar en su sitio han sido la alcaldesa de Cáceres y el alcalde de Sevilla. Lo demás, son debates inútiles y meteduras de pata sin justificación alguna, que no conducen a ninguna parte.

martes, 16 de septiembre de 2008

EL GESTO DE LA MINISTRA CHACÓN

El gesto que la ministra de Defensa del Gobierno de España, Carme Chacón, ha tenido con el jefe de la oposición y presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, no debe centrarse por su excepcionalidad, ni por ser la primera vez que ocurre, en los buenos hábitos de cortesía y colaboración en asuntos de Estado que los dos principales partidos de la nación han de mantener.

Chacón, al presentar por primera vez en la historia al líder de la oposición a la nueva cúpula militar elegida el pasado mes de julio, no solo se ha ahorrado un montón de preguntas en el Congreso, que la oposición tiene derecho a saber, sino que ha ido más allá de lo que el gesto pueda suponer.

La defensa nacional es un asunto de Estado. Y que el líder de la oposición les conozca en persona y puede escuchar de su boca los planes y la actividad que desarrollan, además de hacerles las preguntas que ha estimado pertinentes sobre la actualidad, como la unificación de escalas que recoge la Ley de la Carrera Militar, las misiones en el exterior, la protección a los atuneros españoles en la costa somalí, la atención especial a Ceuta y Melilla en el nuevo mapa de despliegue de tropas, además de constituir un gesto sin precedentes que dignifica a la ministra de Defensa supone, a la vez, en un contexto democrático, la responsabilidad del líder de la oposición de aceptar la invitación, que es tanto como compartir, por encima de las diferencias que nos puedan separar, las preocupaciones que nos unen en el presente y en el futuro de España como nación.

El Jemad y los jefes de los tres Ejércitos han escenificado, además, con la cordialidad con que ha sido atendido Rajoy y las explicaciones que les han dado, otro hecho inusual en la historia de España: la ratificación constitucional de que las Fuerzas Armadas están al servicio de la nación, como se afirma en el artículo 8 del Título Preliminar, que afirma que “las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”.

La ministra Chacón ha dado ya pruebas de su categoría con gestos que la honran como política y como mujer. Su reciente recepción a las primeras mujeres incorporadas a las Fuerzas Armadas, con ocasión de cumplirse su veinticinco aniversario; sus viajes, embarazada, a las misiones españolas en el exterior; su rápida incorporación, tras la maternidad, a sus tareas de gobierno, y la recepción a Rajoy en su casa y en la de todos, nos ilustran, en tiempos como los actuales, de la necesaria colaboración que unos y otros han de mantener por el bien que todos desean, que es otro que el de España.

Rajoy no solo se ha limitado a escuchar al Jemad y a los jefes de los tres Ejércitos, sino que en la sesión informativa especial a la que ha acudido a Defensa, que se mantendrá en el futuro, como han acordado, les ha transmitido las preocupaciones ciudadanas que están en la mente de los españoles: Ceuta y Melilla, la unificación de escalas, la protección de nuestros pescaderos ante los ataques de los piratas, las misiones en el exterior…, y les ha pedido acabar con el límite establecido que fija en 3.000 el número máximo de soldados desplegados en el exterior, tras las procesos de autorización y seguimiento que debe hacer el Parlamento, una iniciativa, como ésta, por cierto del Gobierno socialista.

Los militares han dado su talla, la que les corresponde dar y vienen dando, excepciones hechas de locos sin cuartel, en los últimos lustros de la historia de España. La ministra ha cumplido con su deber de hacer partícipe al jefe de la oposición de un asunto de Estado que, por serlo, compete a todos; y Rajoy, al aceptar la invitación, ha subrayado la virtud de la colaboración política frente a la intrascendencia de la “guerra dialéctica” que puedan mantener dos partidos llamados a gobernar España.

La ministra de Defensa y la cúpula militar requieren, por ello, el reconocimiento de todos los españoles.

lunes, 15 de septiembre de 2008

EL SILENCIO DE LOS POBRES

El silencio de los pobres rumia, indolente, sin decir, porque nada tiene que rumiar. Ni las estadísticas, que no le llegan y poco pueden decirle; ni la palabra que, en vano consuelo, le otorgare esperanza; ni los rezos que, antes, le confortaban; ni la lluvia ni el sol que alumbraren una pobre cosecha para ir tirando...

Siempre ha habido ricos y siempre, pobres; pero los ricos lo son cada día más y los pobres cada vez más pobres. En la guerra y en la paz; en la crisis y en la abundancia. Los ricos se pasan el día pensando cómo pueden serlo más; los pobres se conforman con un bocadillo que alivie su hambre; con un vaso de agua que alimente su cuerpo. Algunos hasta se atreven a pedir en la calle, sin mirar a nadie, alejados de la realidad que les rodea, sin desear ver más que unas pocas monedas. Otros callan porque ni a hablar se atreven.

El silencio de los pobres clama al cielo sin esperar nada de él. Es la sufrida soledad de los desheredados de la tierra. ¡Ay de la bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres porque ellos poseerán la tierra...!” Quizá ni la heredad fuese bastante, como antes la matanza, para ir tirando; pero hasta vivir cuesta cada día más. No bastan ya los cuatro elementos para vivir ni para salir de la pobreza.

No oyen los poderes públicos, ni los sindicatos, ni menos los ricos, el silencio de los pobres, porque ni están, ni se les ve, ni se les espera en manifestación alguna. Antes, los pobres se concentraban en los arrabales; hoy se hunden en su propia soledad, que ni siquiera les permite gritar su pobreza, porque les queda la dignidad para seguir viviendo mientras puedan, con ayudas o sin ellas.

Perdieron su trabajo y, con él, el sustento. Todos le retiraron la mirada y la palabra, hasta quizá los suyos. Ha tenido que huir el pobre a otros pueblos y ciudades para esconder la vergüenza de serlo ante quienes le conocieren en un estatus ahora perdido. En su huida lleva consigo el silencio amargo de la derrota. Llamó a todas las puertas, pero nadie le respondió; pidió trabajo que pudiere y supiere hacer, pero no había para él; solicitó limosna y recibió la mirada indiferente de todos los que un día fueron como él. Los mismos que miran hacia otra parte cuando en la pantalla vemos escenas no deseadas del Tercer Mundo.

El silencio del pobre que no asumimos por vergüenza, quizá tengamos que afrontarlo un día por necesidad y bombas de racimo que caerán sobre nuestras cabezas. Entonces será el llanto y el crujir de dientes. Solo entonces recordaremos el silencio de los pobres, como hoy recordamos los tiempos de bonanza. Como cuando casi nadie era pobre; pero casi ninguno rico, y el umbral de la pobreza no existía en nuestro vocabulario. Como tampoco hoy parecen existir los pobres, porque no deseemos oír las voces de sus silencios. La silenciada voz amarga de los pobres de nuestro tiempo..., que a nadie parece importarle porque sus silencios no llegan a nuestros sordos oídos y a nuestros corazones de piedra. Tan humanos como los nuestros, pero no tan inhumanos como los que asumimos.


lunes, 8 de septiembre de 2008

LAS OTRAS MEDALLAS DEL CORAZÓN

Si algo revela más que nada la humanidad que distingue al Presidente de la Junta de Extremadura es su apelación al corazón de las personas con nombres propios; a los que no tendrán nunca medallas, pero quizá se las merecieren como nadie; a esos miles de extremeños anónimos de quienes pocos gobernantes, más que él, se acuerdan en días tan señalados como el de Extremadura, forjadores de Extremadura en la dignidad de los trabajos y los días de sus vidas.

En su discurso institucional del Día de Extremadura, Fernández Vara, a la vez que felicitaba a los distinguidos con la Medalla, ha tenido un recuerdo especial para los mayores, “muchos de los cuales pasaron sus vidas cuidando a sus hijos, luego cuidaron a sus padres y hoy nos ayudan tanto haciéndolo con sus nietos”. Conocida es su frase antes de ser Presidente: “Temo más una huelga de abuelos que una de médicos o maestros.” Cómo no reconocer, entonces, a quienes han contribuido a forjar Extremadura de sol a sol y, una vez jubilados, siguen entregados a su profesión y al cuidado de sus descendientes...

Quizás en la nómina de las Medallas de Extremadura no estarán nunca todos los que son, aunque sí estén todos los que están. Más aún en el corazón de un Presidente que, por su cercanía a la vida y a la muerte, aprecia la vida y valora la muerte de quienes dedicaron aquélla al servicio de los demás, sin esperar otra recompensa que el afecto de los suyos y quizá lo nunca esperado: el recuerdo de su Presidente en el Día de Extremadura.

En un discurso institucional como el pronunciado ayer por el Presidente, en el que ha tocado todas las teclas que hubiere que tocar del ayer, el hoy, y el mañana de Extremadura, esta referencia con nombres propios a doce mayores de Extremadura, que “podrían ser miles y miles de historias de vida que son nuestro mejor ejemplo”, reconcilia a los más con una clase política de despachos, que tantas veces olvida la realidad de la calle.

Fernández Vara ha dejado claro en su discurso que “los que pierden su empleo no son números, sino personas” y que “las empresas en dificultad no son un epígrafe en el Impuesto de Actividades Económicas, sino la consecuencia de muchos años de esfuerzo”.

La asunción de la responsabilidad del político no concluye en distinguir a “los que son lo mejor de esta querida tierra nuestra”, en asumir la responsabilidad de “estar al lado de los que lo están pasando mal”, sino de reconocer en el recuerdo a doce extremeños mayores su contribución al futuro de una nueva Extremadura como ellos no conocieron nunca, pero sí conocerán sus descendientes, gracias a su esfuerzo y al trabajo de todos.

Quizás haya sido ésta, por novedosa, la parte más emotiva, sustancial y humana de un discurso institucional que no debe ser de reivindicación, sino de autoafirmación de la identidad extremeña y de sus valores, como se afirma en el artículo 1 del vigente Estatuto de Autonomía, que el Presidente se encargó de recordar al referirse a su veinticinco aniversario y a su reforma “para adaptarlo a la nueva realidad de un mundo que ha cambiado mucho en este tiempo”.

Los mayores de Extremadura han construido el presente de la región, y lo seguirán haciendo hasta su muerte. En su cuaderno de notas electoral, en su programa de gobierno, Fernández Vara no olvidó nunca recoger esta singularidad del político: la política se hace para las personas; las personas tienen nombres y apellidos; no son números. No puede mantenerse, por tanto, que tributan los territorios, sino las personas, y que la solidaridad fiscal y el trabajo de los extremeños han sido la base del futuro de la región. Intentar cambiar los conceptos es intentar cambiar la Constitución sin la aprobación de quienes la aprobaron.

El reconocimiento a quienes han entregado parte de su vida a hacer más llevadera la vida de los demás, a enaltecer a Extremadura en distintos campos, no excluye el recuerdo de los doce, que solo son una excepción a la regla, de los miles de extremeños que día a día ha contribuido a hacer la Extremadura que hace veinticinco años muchos de sus habitantes no pudieron soñar, ni siquiera, y nunca mejor dicho y recordado por su Presidente, los más viejos del lugar, tan dignos de ser merecedores de la Medalla, como los que la merecieren ayer, ahora y siempre.

En su discurso de ayer, el Presidente de la Junta otorgó las medallas no concedidas: las medallas de su corazón al corazón mismo de Extremadura.

DE LA IDENTIDAD AL FUTURO, SEGÚN VARA

No es que la frase de Walt Witman: “Me canto a mí mismo/porque lo que yo tengo lo tienes tú”, epígrafe de su poema, elegido para la celebración del Día de Extremadura 2008, fuera el lema de la jornada, sino que, con él, la Junta de Extremadura ha querido significar el espíritu mismo del Día: la identidad que nos une frente a las diferencias que nos separan.

Ya Gregorio de Salas advertía en el siglo XVI sobre “el espíritu desunido que anima a los extremeños”. Sin embargo, nunca como hoy el concepto de identidad regional ha estado tan arraigado como jamás lo estuvo en toda su historia. Desde la Constitución de 1978 y el Estatuto de 1983, los extremeños hemos aprendido, al calor de unos símbolos que nos identifican y de un autogobierno que nos une para lo bueno y para lo malo, que somos una españoles más y no unos ciudadanos cualesquiera, que sentíamos vergüenza de serlo por nuestra cuna, nunca por la pertenencia a una patria común y, que por nuestro secular atraso, fuimos abanderados de una emigración forzosa, aunque fuéramos los primeros de América y los últimos de Filipinas, los primeros para la guerra y los últimos para la paz.

El discurso institucional del Presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, no puede considerarse como la “retórica típica de hace veinticinco años” ni como “un intento de soluciones y lamentos en una tierra donde no se cumplen los objetivos”, como ha afirmado quien teniendo autoridad política, no tiene autoridad moral para afirmarlo, porque quien, como Floriano, abandona el barco elegido para dejar a sus marineros a la deriva, sólo puede aspirar a volver no precisamente para lamentarse de un pasado que olvida, sino de un futuro que también le compete a él como político extremeño, y del que parece haber desertado.

Fernández Vara ha pronunciado el discurso obligado, un discurso integrador en el que, tras asumir la “ética de la responsabilidad del gobernante”, apela a la ayuda de todos “para gobernar la región en una etapa de especiales dificultades”, como ha reconocido el portavoz socialista en la Asamblea, Sánchez Amor.

Una lectura detenida del discurso del Presidente nos hace reconocer, empero, que Fernández Vara tiene agallas suficientes para asumir la responsabilidad que se le ha otorgado y no sólo para “para culpar al mundo cuando las cosas vienen mal dadas”.

El Día de Extremadura, como a veces apela la oposición, no debe ser un día reivindicativo de nada --hay todo un año para reivindicar lo que fuere--, sino para hacer autoafirmación de nuestra identidad de pueblo en el conjunto de España y de Europa, de reconocer las claves del presente y de abrir los caminos hacia el futuro, porque “lo que yo tengo lo tienes tú”, pero lo que no obtengamos entre todos, no nos lo regalará nadie.

El Presidente no ha olvidado en su discurso ni los temas del presente ni los del futuro más inmediato: el veinticinco aniversario del Estatuto y lo que ha representado para Extremadura, “nuestra identidad regional, la unidad de España, el autogobierno, la defensa de nuestros valores, los extremeños como pueblo, su bienestar y la Constitución con el Estatuto como marcos de referencia”; el proceso de reforma en el que estos inmersos para adaptarlo a la realidad de un mundo cambiante; el treinta aniversario de la Constitución, en un momento óptimo para reivindicar su espíritu; la objeción a las balanzas fiscales; la financiación local y autonómica; la defensa de España y sus mínimos tangibles de cohesión, como la Seguridad Social, la energía o el agua, para continuar lo que él ha denominado “una historia de prosperidad compartida”.

La responsabilidad del político asume las dificultades del momento actual para estar al lado de quienes lo pasan mal; agradece la voluntad de los partidos políticos representados en el Parlamento y su esfuerzo por alcanzar acuerdos en asuntos básicos, y a los sindicatos y empresarios, los ya logrados para ofrecer una respuesta a la situación. No olvida la educación como reto de futuro y “auténtica palanca de transformación de los pueblos”; a los mayores , constructores también de Extremadura; a las víctimas de la violencia de género; la unidad europea con la que soñara Carlos V, en el 450 aniversario de la muerte del Emperador en Yuste, en la que nos va el futuro.

Para quienes sólo piensan que el Día de Extremadura debe ser una jornada reivindicativa, el discurso del Presidente ha ofrecido suficientes elementos reivindicativos que a todos incumben; pero, además, antes de finalizar este año tan importante para Extremadura, ha hecho una invitación a realizar una jornada de reivindicación colectiva. ¿De qué y para qué?: “De lo que ha representado la autonomía y el Estatuto que la hizo posible”; a realizar una concentración ciudadana incluyente, de la Extremadura real que festeja su autonomía en su veinticinco aniversario, y como un acto de reivindicación a favor de la convivencia y la prosperidad compartidas que nos ha dado la España de los autonomías.

Ése es, y debe ser, nuestro único marco de reivindicación: reconocer lo que fuimos para mejorar el futuro de una tierra, cuyo destino sólo puede ser una España “unida y comprometida en su diversidad, en su pluralidad de identidades, de lenguas, sentimientos y culturas, sobre la base de un proyecto común”, que debe fortalecerse en la Europa unida soñada por Carlos I de España y en nuestras relaciones con Portugal y con Iberoamérica, que ha de reafirmar nuestro nuevo Estatuto.

No hay lamento ni retórica en quien solicita “no dejar espacio alguno a la resignación, al lamento y al conformismo” y muestra su confianza en la capacidad de las instituciones, organizaciones y ciudadanos para dar respuesta a la situación que es preciso encarar, pero nunca mirando hacia atrás, sino hacia el futuro desde la identidad que nos une y nunca desde las diferencias que nos separen.

jueves, 4 de septiembre de 2008

UN INSTANTE LLAMADO FELICIDAD

El 26 de agosto pasado, cuando Ligia Palomino sobrevivió al accidente de Spanair en Barajas, su madre y hermana, tras consolarla, se preguntaban: “por qué la felicidad no es plena.” Toni, su pareja, y su cuñada, continuaban desaparecidos.

Quizá todo el mundo haya dicho alguna vez: “Soy feliz”, sin más calificativos; pero, qué es la felicidad, cuándo nace y muere. ¿Es la vida toda un río de felicidad? Algunas personas suelen añadir al “soy feliz” una justificación moral y otra material, como si la felicidad fuese la suma de los dos y no “un estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”.

“Soy feliz porque amo, me siento amada y tengo todo lo que deseé.” La amada feliz lo afirma cuando siente que la felicidad la inunda: amar y sentirse amada, condición moral “sine que non” para la felicidad; y, después, los bienes, posibles, aun mínimos, para ser felices; pero el amor no lo es todo, aun con la fuerza que conlleva.

En una vieja canción de la “década prodigiosa”, de “Los Stop”, se afirmaba con rotundidad:

“Tres cosas hay en la vida
Salud, dinero y amor.
El que tenga esas tres cosas
Que le dé gracias a Dios.”

Muchos se han preguntado si ese orden de factores no altera el producto final, como en el estilo matemático. En una sociedad consumista y materializada, unos pocos, frente a la mayoría, sí lo alteran. Es obvio que sin salud es difícil ser feliz; que sin amar y ser amado, aunque existiere el primer factor, tampoco. Entonces, ¿son el dinero, los bienes materiales, la equis mal situada en el orden de los factores, que sí altera el producto? Sencillamente, sí, porque un bien material no puede soslayar un bien moral.

Es un axioma comúnmente aceptado que “el dinero no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla”. Sin embargo, muchos poseedores en abundancia del segundo factor, niegan, de palabra y hecho, la mayor y la menor: “el dinero no da la felicidad, ni siquiera ayuda a conseguirla.”

La felicidad no es un bien material que pueda adquirirse. La felicidad sentida, vivida o proclamada, es, como la pasión, un instante, un momento; pero no una corriente continua de agua, un río en el decurso de la vida.

Todo ser humano, por pobre que fuere, ha vivido y sentido la felicidad como ese estado del ánimo que define la Academia... Cuando se nos pregunta cuál ha sido el momento más feliz de nuestra vida, surgen espontáneas y variadas respuestas; pero todas ellas convergen en unos cuantos puntos de unión: el primero amor, que nunca se olvida; el definitivo; los desposorios, el primer hijo; el título conseguido, la oposición ganada, el trabajo logrado, la vivienda sufrida... En pocos casos, el dinero es señalado como factor tributario de la felicidad. De aquí el dicho: “No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita.”

En los desposorios católicos, el oficiante, tras cerciorarse por los testigos y por los propios contrayentes de su libre voluntad de contraer matrimonio, les hace repetir sus palabras sobre estos supuestos: la felicidad no es el instante que viven, sino que debe perpetuarse en la fidelidad recíproca: “En la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de su vida, hasta que la muerte os separe.” Prima aquí la fidelidad que impone el sacramento a la felicidad que se le supone a la pareja en el instante; y al hecho de que ambas no deben ser obstruidas ni por los bienes materiales ni por los avatares de la vida misma. Hay, sin embargo, otro momento--la entrega de las arras-- como “símbolo de mi amor y de los bienes que vamos a compartir”, que fluyen entre las manos de los novios, quizá sin ningún bien en ese momento más que el instante preciso de su propia felicidad oficialmente declarada pública, civilmente registrada y, por su fe, sacramentada, si así lo desearen.

Jorge Bucay se preguntaba en “El buscador” por las enigmáticas cifras grabadas en las tumbas de un cementerio. No eran las habituales: los años de nacimiento y de la muerte, sino las horas que los difuntos estimaban que habían sido felices en su vida. “Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba. Porque ése es para nosotros el único y verdadero tiempo vivido”, le explicaba el cuidador del camposanto. Por ello, Bucay define la felicidad como “la certeza de no sentirse perdido”.

No hay felicidad completa ni en tiempos de crisis ni de abundancia. Cuando mejor va todo, como un sirimiri de felicidad, siempre la muerte llama la puerta que, no por esperada o inesperada, por juventud o vejez, pone límites a la felicidad en la vida. Por ello, el mayor deseo a una pareja es: “Que seáis muy felices.”; pero la felicidad, como el amor, no se busca: se halla; no se compra: se adquiere cada día en que, afortunadamente, el Sol continúa saliendo para alumbrarla; las estrellas, quizás un día, serán lejanas luminarias de la felicidad hallada y perdida, por el corazón y el alma humanos, tan frágiles como aquéllas, como la vida misma en su nacimiento, un instante de felicidad para los felices padres, pero no a perpetuidad, como el nicho que acogiere el descanso eterno a la espera del Paraíso prometido, la eterna felicidad para quienes hubieren fe en él y la cultivaren en vida.

LOS GRITOS DEL SILENCIO

Hay silencios que hablan, otorgan y que disienten. Como el de la gente sin vacaciones, el de los hombres y mujeres en paro, los jóvenes sin perspectivas, las mujeres maltratadas, las parejas sin vivienda, el sordo silencio de los sin futuro, con su proyecto de vida truncado; el silencio de los que disienten, aun en posesión del habla; el de los que otorgan sin hablar; el de los que hablan sin decir nada.

Tanto silencio se troca, a veces, en suspiros del alma, liberadora del habla oculta; en un grito desgarrador que alivie la ausencia de la palabra. Gritos de alivio, de felicidad o de desgarro del corazón de quienes antes guardaron monacal silencio.

El habla hace esclavos de los libertos; el silencio se adueña de las palabras. Solo puede romperse el saque de la palabra; el silencio no podrá romperla nunca porque es inhibitorio de la palabra. Nunca el silencio podrá alcanzar la meta de la palabra que habla, sí, pero que también otorga y disiente.

El silencio habla con la mirada, con la resignación de quienes nada tienen, aun teniendo palabra, o confían en la salvadora de otros que redima su silencio. “Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31-42)… ). La fe que habla, o la desesperanza de quienes perdieron toda esperanza de vida. “Lasciate ogni speranza, voi ch´entrate” (“Perded toda esperanza los que entráis...”), en Dante: “La Divina Comedia”, Infierno, Canto III, línea 9).

El silencio que otorga es aquél que elude la palabra, aunque asienta con un gesto; el que nada dice, pese a que hubiere mucho por decir. Todo dicho ya, a qué más palabras cuando la de uno es silenciada, no habida en cuenta, ni sumando, ni minuendo, ni multiplicador del espíritu de la palabra; si acaso, divisor de la palabra misma. Como la condolencia tras la muerte y el gesto que otorga el pesar recibido; sensu contrario, el silencio ante la muerte inexplicable de las víctimas colaterales, por consanguinidad y amor, del terrorismo, de accidentes aéreos o terrestres; a veces, las sonrisas maliciosas que esconden la palabra, como el gesto que otorga sin ellas…

El silencio que disiente ni habla ni otorga en la expresividad misma del silencio. Fusiona ambos, pero también sin palabras. El voto en blanco, nulo o la abstención, o la disensión por la palabra de quien fuere poseedor de ella, pero que rehúsa en desacuerdo con la propuesta de la palabra de otros. A veces, el silencio que disiente termina con el silencio que habla y otorga: es el silencio impuesto por los maltratadores de palabra y obra. No hablarán nunca quienes antes otorgaron o disintieron sin palabras: “Quien tenga alguna objeción, que hable ahora o calle para siempre.” (Ritual del matrimonio católico); o “eres mía o no serás de nadie”; “a éste le callaremos para siempre”…, de maltratadores e intolerantes. Algunos terminaron con la vida; otros, en cambio, sirvieron para iniciar una nueva vida. No hay grito del silencio más desgarrador que éste que, en su disenso, perdió definitivamente su palabra, que nunca habló ni otorgó de palabra la ley del silencio impuesto por la palabra; escrita, de ley injusta; o de palabra, de ley de otra palabra que quisiera ahogar, y lo consigue, la propia.

Los gritos de los atletas vencedores en los Juegos Olímpicos son los gritos del silencio contenido durante cuatro años de trabajo y sacrificios para lograr una medalla; el silencio que por fin habló donde hubiere de hablar. El grito de dolor deviene por el silencio que antes otorgare su palabra. El grito del silencio que disiente es, también, el habla sufrida, dolorida, de quien nunca debió disentir sin hacer buen uso de su palabra ante un auditorio al que no le conviniere la suya.

Hay silencios que matan; que se vuelven contra sus dueños; incluso contra los esclavos de la palabra… Siempre nos quedará la palabra para gritar nuestras expectativas no satisfechas, los derechos inútilmente expropiados, las promesas incumplidas, las ilusiones quebradas, como viejos juguetes rotos por muchos hombres, y algunas mujeres, nacidos para torturar, no para aliviar con su palabra, venteada en la gran parva de los silencios de la palabra, ni siquiera con su silencio, en ocasiones bálsamo sin palabras.

“Los gritos del silencio de los atletas vencedores en los Juegos Olímpicos son los gritos del silencio contenido durante cuatro años de trabajo y sacrificios por lograr una medalla.” En la imagen, el tenista Rafael Nadal.