Decir 15 de agosto y es recordar el pueblo perdido y hallado de nuevo en la festividad de su patrona. La primera vez, de gloria; la segunda, de difuntos, el 1 de noviembre. Fiesta y dolor de quienes nos ampararon y a quien nos acogieron en la fe de nuestros padres, hoy tan solo recuerdo de un día en el desamparo total del exilio forzado.
Granadilla fue esto y su circunstancia: expropiación forzosa y cierre. El 15 de agosto, fiesta de la patrona, cerraba por entonces el pueblo entero: nadie trabajare por imperativo legal. La festividad religiosa hubiere solo una excepción: la atención a los animales, ya de mañana o por la tarde. Estabulado preceptivamente ese día, hubiere de procurárseles alimento en el establo y, al atardecer, llevarlos al río para beber. Única bula a la excepción de la fiesta obligada, para los que ese día no sintieren su libertad.
Oficio religioso y verbena en la plaza; lleno durante todo el día en el café-bar "Angelito" entre refrescos, vinos, y partidas de cartas... Qué más en un pueblo ya signado por la muerte desde el final de la guerra.
Los últimos 15 de agosto suponían también la despedida casi definitiva, que languidecía en la entrega de llaves de las moradas que se fueren abandonando, ya expropiadas, con peritajes a la baja.
Muchos se despedían sin darse de baja en el padrón. "¿A qué?", se preguntaban, "si ya entregamos las llaves y apuntaron nuestros nombres..."
El río Alagón había embalsado ya cuotas bastantes de las fijadas para inundar los prados y tierras de secano. Nada que hacer en una villa ya incomunicada por carretera con Zarza y Mohedas, asediada en península por las aguas que a todos condujeren al exilio.
Ningún signo de civilización llegare a la villa perdida: ni luz artificial, ni teléfono, ni el agua, ya tan solo embalsada; la información, por las viejas radios de pilas y algún que otro periódico del régimen... Un pueblo solo de viejos, de maduros en edad tardía para iniciar una nueva vida, y de niños, tan pocos que ni formaren un equipo para jugar en la plaza... Como para irse los domingos a Zarza y Mohedas, de Granadilla, a ver el "pan y circo" del franquismo: "fútbol y toros", o a Hervás, al baile de la Corredera.
Una vida entera, quizá media, que se dejaba atrás para iniciar otra nueva, para la que muchos no estuvieren preparados y, además, con un acoso y hostigamiento recrudecidos desde principios de los sesenta en el que participaron agentes de las fuerzas vivas del régimen. "¡Váyanse ya...! ¡Llévense hasta las sillas..., y que no quede ni una...!", instaban a sus vecinos. Cuatro décadas después, el pintor y escultor natural de la villa Enrique Jiménez Carrero desobedecía esta orden, oída de pequeño, mientras hacía sus primeros dibujos, con su exposición "Cuando Granadilla...", visitada por 40.000 personas, con la sillas salidas de la villa y devueltas a sus calles convertidas en obras de arte gracias a la colaboración de diversos artistas.
¡Tanta prisa para nada! Desde 1965, año de la desaparición de la villa, hasta 1980, en que fuere declarada conjunto histórico-artístico, Granadilla fue saqueada, violada y violentada hasta en las sepulturas de su templo, como sus habitantes lo fueren moralmente durante sus últimos días.
El Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados, en el que participan los ministerios de Educación, Fomento y Agricultura, propició el reencuentro con la tierra y los muertos.
Muchos no volverían jamás a pisar aquella tierra en la que nacieren, se criaren, desposaren y hubieren hijos y nietos. Otros tardarían años en volver. Hoy, los familiares de los difuntos llevan allí sus restos o cenizas, siguiendo sus deseos, para fundirse con la tierra en la que vivieren.
El 15 de agosto, algunos ancianos vuelven para despedirse definitivamente del pueblo en el que vieren la luz, sabedores de que, posiblemente, no volverán a la siguiente cita. Desde la creación del "Programa de Recuperación", han hecho suya también Granadilla varias generaciones de estudiantes de toda España, y a ella tornan para mostrársela a su familiares, lo que árabes y judíos, anteriores moradores junto a los cristianos, y también expulsados por la Reconquista o por su fe, jamás pudieren hacer hasta hoy.
La festividad de la patrona es una buena fecha para ello. Como en media Extremadura, que se reencuentra en la plaza con su pasado, como Granadilla, sin su patrona, también exiliada, para festejarla en el reencuentro anual hasta que la muerte les devuelva de nuevo a ella..., a su tierra antes que al cielo.