martes, 28 de febrero de 2012

EL POLÍTICO QUE AMABA A LOS NIÑOS

           Familiar, docente, político, baloncestista, tuvo dos corazones y más de mil en su vida. No solo tuyo, Esperanza, Teodoro se expandió en mil como un regalo de Dios. Creativo, optimista, amigo de todos, leal, demostrativo, todo lo compartió contigo y con los demás. Concejal durante veinte años en Cáceres, su ciudad da ahora su nombre a un pabellón donde se practica un deporte que fue su pasión: el baloncesto. “El Vivero”, cantera de deportistas, como él, vivero de optimismo, disciplina y rectitud.

            Pasión desbordada por la familia y la docencia, por el deporte y la política, un día de finales del pasado siglo su corazón le dio el alto, pero recibió uno nuevo para seguir viviendo casi otra década, como un don de Dios, como la etimología de su nombre. Vísperas de Reyes de 2000, le recibía para entrevistarle. No pudiere ser rey mago aquel año quien lo fuere durante tantos por amor a la infancia, quien hiciere reír a niños, jóvenes y adultos con sus chistes, como caramelos que repartiere como rey para alegrar la vida de los demás.

 Le resultaren pocos sus oficios y actividades: maestro en las Damas tantos años; esposo inseparable de Esperanza Pérez; alegría en la resurrección del Carnaval; político leal en Festejos, Personal, Patrimonio y Seguridad Ciudadana… Tantos roles y dos más sobremanera: los niños a los que llevare su sonrisa de Reyes en su noche, y la lealtad a su patrón, al que profesare otra pasión del alma, una fidelidad sin fisuras a un alcalde tan diplomático como político: José María por nombre, como le llamare; Saponi de apellido por todo reconocimiento. La lealtad inquebrantable, en la oposición y en el gobierno, como a los niños a los que tanto amare.

Una ciudad que da su nombre a un pabellón en el que se forman los futuros deportistas en aquel que él tanto se volcó, se honra a sí misma; es “generosa” con quien fue generoso, como apuntó la alcaldesa, Elena Nevado.

Su vida trascendió en un nuevo corazón encendido, que le diere más vida y luz. Teodoro, regalo y don, que hizo honor a la etimología griega de su nombre; el concejal que tanto amare a los niños que durante años fuere su rey, porque hubo más pasión que roles en la vida, la trascendida vida en el pabellón que ahora llevare su nombre, donde los niños de su ciudad jugarán al deporte que también amó: el baloncesto, por el que le dieron una medalla de oro, a él que, sin tenerlo, tanto diere hasta dejar en la tierra el segundo corazón que brillare con tanta luz como el primero, como en sus noches de Reyes, como un niño con zapatos nuevos.

viernes, 24 de febrero de 2012

DEL PERFIL Y SUS NOMBRES

El perfil ha sustituido al curriculum como el tractor al arado. Toda persona tiene un curriculum, pero no todas tienen un perfil. Han crecido los curriculums, pero disminuyen los perfiles. Se desecha lo primero, porque todos lo hubieren, y se prefiere lo segundo. Y entonces, muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Todos tienen un perfil, pero no todos dan el perfil.

            El perfil que se busca para darle nombre no es aquel con el que la Policía ficha a un malhechor: de perfil derecho, izquierdo y de frente. El perfil es el todo frente a la parte que retrata el cuerpo; no es una línea del contorno o la silueta de una cosa, como el perfil de un paisaje o la talla de una modelo para la pasarela. El perfil es el conjunto de rasgos peculiares que caracterizan a una persona o cosa. Hay un perfil del consumidor como hay un perfil del currante o del escaqueador; un perfil del hombre honrado frente a otro del estafador; hay un perfil que da la talla y otro que no llega a ella. El perfil se define también como los complementos y retoques con que se remata una obra o cosa, cuando solo restaren los últimos perfiles para inaugurarla. El perfil, es algo más que la silueta, el contorno, la línea, la forma, la figura, el rasgo, el trazo, el adorno… El perfil es más de alma que de cuerpo; más de espíritu que de trazos definitorios del intelectual o del artista; más de compromiso que de afiliación; más de militancia activa que de audición pasiva, más de fe vivida que de cumplimiento obligado; más de profesionalidad en el trabajo que de estar en él sin trabajar. El perfil es el ser y el saber estar.

            Subsume el perfil un conjunto de capacidades y competencias que identifican la formación de una persona para asumir en condiciones óptimas las responsabilidades propias del desarrollo de funciones y tareas de una determinada profesión.

            El hábito no hace al monje como el título al profesional, ni tampoco lo da el curriculum. El perfil es el título y sus circunstancias porque, a veces, quienes buscan perfiles para darles nombre, ni tuvieren título ni curriculum ni perfil, sino tan solo un nombre del santoral, al que ni siquiera hicieren merced. Tuvieren más perfil quienes todo lo aprendieren en la universidad de la vida y los campesinos que viven de su huerta, aunque no llueva, que los elegidos a dedo sin perfil y sin curriculum.

            Unos políticos, reunidos en sanedrín, confeccionan las listas electorales comenzando por arriba y por atrás hasta que los elegidos se encuentren en el número fijado. No buscan perfiles, sino nombres, amigos, deudas políticas que saldar, puestos de trabajo a quienes lo perdieron. El aparato no busca perfiles, ni falta que le hicieren, porque cualquiera vale lo mismo para un roto que para un descosido. Una auxiliar administrativa pasa a ser diputada regional por la gracia de su ama, a la que en otro tiempo insultare, pero lo que cuenta es el futuro. La casta privilegiada de la sociedad dice buscar perfiles para después ponerles nombre; pero más bien hacen la lista sin buscar perfiles inexistentes, aunque ellos los exijan para los demás.

            Un “dios” del aparato de un partido advirtió un día de confección de listas que un alcalde no daba “su” perfil, no el perfil; lo sustituyeron por otro como cabeza de serie y el fracaso electoral fue rotundo. Un político que se jactare de reunir a los mejores, no cumple ni el periodo de embarazo para echar a la calle a secretarios y directores generales, quizá porque no cumplieren con su perfil. ¡Oh, el perfil! Con tantos curriculums y no damos el perfil que exigimos a los demás. Ellos que tanto exigen no cumplen con lo que predican porque no hubieren ni curriculums ni perfiles, solo sectarios alrededor que votaren sin saber lo que hace su mano derecha porque ignoraren también lo que hiciere su izquierda; pero, al fin, “más vale hombre feo con buen arreo que mozo bonito y sin un pito”, aun sin perfil ni curriculum.

viernes, 17 de febrero de 2012

LA GÁRGOLA DESPRENDIDA

           Pasare por ser el desagüe de un tejado con figura animal o humana; una criatura mitológica de origen medieval o europeo; un elemento decorativo de la arquitectura gótica que representa animales fantásticos…, acepciones todas de la gárgola. Un día, navegando por la red, descubro “La gárgola almada” (lagargolaalmada.blog.com.es), subtitulado como “reflexiones, gritos al vacío…; dejar caer un sentimiento cuando mi alma me lo pida y poder hacerlo…” Observo en él dos “puntos finales” publicados en El Periódico Extremadura entre 1995 y 1997: “Sicalipsis en el sequedal” y “Las edades del hombre”, reproducidos con mi nombre con fechas de 26-9-2009 y 27 del mismo mes y año. Le otorgo la autoría a Manuel Hernández Carracedo, con quien compartiere durante esos tres años afanes profesionales, momentos de humanidad, chascarrillos y risas incontenidas, además de aquella sección que ponía fin al periódico: “Punto final”; pero navegando aún más supe el nombre de su autora, María Blázquez, de Badajoz, quien el 9 de mayo de 2011 presentare en el Ateneo de aquella capital su libro “Crónicas de la gárgola almada”.

            Carracedo, compañero y amigo, viene a Cáceres a primeros de marzo de 1994, apenas dos meses antes de la muerte de Francisco Pérez de Torres, el recordado director que me lo trajo de Salamanca, donde le conociere, para compartir a mi lado tareas profesionales.

            En “La gárgola almada” leí también un post a modo de despedida: “Si esto fuera una despedida”, publicado el 21 de noviembre último. Siempre pensé que fuere él, una vez conocido su fallecimiento. No hubiere noticias suyas desde 2003 y Miguel Corral, director de “Las Arribesaldia”, diario de Salamanca, le cita como su introductor en el periodismo en la presentación del citado diario. Dice Corral: “Mi andadura en el periodismo se remonta a algo más de dos décadas, primeramente en El Adelanto de Salamanca, donde ejercí como corresponsal de la comarca de Vitigudino durante cuatro años de la mano de varios excelentes profesionales, algunos de ellos que, desgraciadamente, ya no se encuentran entre nosotros, como Manuel Hernández Carracedo…”; pero antes de ese descubrimiento, el paisano Juan hubiere compartido con él, en un café próximo a la sede del periódico, entonces en Camino Llano, recuerdos de su pueblo, La Bóveda (Zamora). De aquellas charlas de café,  Carracedo se inspira y le dedica a su paisano Juan un “Punto final” que titula “El paisano” que, aun sin citarlo, le retrata como hombre. Un día se acerca a mí y me lo enseña, enmarcado, como un buen recuerdo de su pueblo y del autor. Lo releo. Ha acertado el compañero en la descripción espiritual y humana de ese hombre, su paisano, con quien también yo, años después, comparto charlas de café. Me cuenta: “Ha muerto hace tres años; me lo ha dicho otro paisano, Eugenio, el de los muebles.” No doy crédito a la noticia. Pregunto, envío correos, indago, navego tras su huella por la red. Apenas encuentro su nombre dos veces y el que yo creía su blog, correspondía a María Blázquez, la sensible mujer que viere en mis “puntos finales” un trasunto de la sensibilidad literaria perdida, nunca la suya, de la gárgola de su alma que desprendiere fuego espiritual, además de agua.

            Carracedo fue también una gárgola ya desprendida por tantos trabajos, afanes y escritos. En “La Opinión de Zamora”, donde concluyere su trayectoria profesional, leo en su ejemplar del 1 de diciembre de 2006: “Emotivo adiós al compañero Manuel Carracedo en La Bóveda”. Carracedo, el compañero y amigo (La Bóveda, Zamora, 1955- Valencia, 2006) había fallecido a los 51 años, el 28 de noviembre de este último año, no tres años, Juan, sino cinco.

            Manuel Hernández Carracedo trabajó en La Prensa de Zamora, Ditande, S. L, de Soria; El Correo de Burgos, Ayuntamiento de Salamanca, El Periódico Extremadura (1994-1997), Diario de Jerez, El Adelanto de Salamanca, y fuere redactor jefe en S. L. de Valencia, para terminar en “La Opinión” de Zamora, el periódico de la tierra amada, a cuya bóveda terráquea fuere a parar la gárgola desprendida de la catedral castellana. ¡Tantas ya, María, como para que la tuya nunca se desprenda de la cornisa de tu catedral del espíritu…!



jueves, 2 de febrero de 2012

EL LÍO EN EL QUE VIVIMOS

           No ha podido expresarlo mejor Rajoy ante un micrófono abierto a preguntas del presidente catalán: “Estoy en un lío.” Todos estamos y vivimos en  un lío y la culpa no es nuestra: es de ellos, aunque ellos la extrapolen a otros mundos.

            El paro no cesa: en enero ha subido en 117.470 personas en España y en 3.327 en Extremadura, lo que eleva la cifra en la región a 138.725 personas. Cada vez nos encontramos en más riesgo de exclusión, a qué decir insolventes. Botín dice que no hay créditos porque no “hay demanda solvente”, mientras que el presidente del Popular afirma que “lo importante es que el crédito fluya”.  Cómo va a haber “demanda solvente” si cada día crecen los insolventes y los principales bancos suben su solvencia, a pesar de la minoración de sus inmensos beneficios a costa de los insolventes.

            De Guindos presenta hoy la reforma del sistema financiero; en quince días tendremos la laboral. Las reformas no dejan de fluir, pero para atrás. Sanidad anuncia la vuelta a la receta para la píldora del día siguiente, un calendario de vacunas único en España y una tarjeta única de salud. El presidente extremeño, Fernández Vara, había venido clamando por los dos últimos puntos desde hace años, sin que nadie le hiciera caso para evitar los diecisiete calendarios y tarjetas a la carta. Parece que en algo fuimos avanzados, aunque nadie, fuera de Extremadura, reconociere la receta eléctrónica, válida para toda la Comunidad, pero no fuera de ella, como en tiempos antiguos en que hubiéramos de ir al INSS para obtener un duplicado antes de salir fuera de las fronteras domésticas.

            Mientras en Justicia se amplía el abanico de altares para bodas y divorcios a la carta, en Agricultura volvemos a replantearnos el Plan Hidrológico Nacional, sobre el que ni el mismo partido en el gobierno parece ponerse de acuerdo.

            Cuando nos encontramos en vísperas del congreso del PSOE, que tendría que haber sido el de la refundación de un partido socialdemócrata como el que España necesita para el presente y el futuro, y que tan solo se va a quedar en la elección del secretario general y los nuevos órganos de gobierno, uno de los candidatos, Chacón, recordaba las palabras de su abuelo materno: “Nuca he sido joven. La historia de mi país me robó mi juventud.” Son ya demasiadas las generaciones perdidas en España, siempre por las guerras, por la ignorancia obligada, por el saber escondido por unos pocos y, cuando estábamos convencidos de haber ganado esa batalla, de contar con la generación más preparada de toda la historia de España, nos ofrecen el dato de que 300.000 jóvenes españoles han tenido que dejar nuestro país desde 2008 para buscar trabajo; como hicieren sus abuelos o padres para que ellos “se labrasen un porvenir”, solo que ahora no hay porvenir alguno, sino un futuro que solo Dios sabe dónde y cuándo encontraremos.

            Han pasado los tiempos del adoctrinamiento, como para echar para atrás Educación para la Ciudadanía y volver a Educación del Espíritu Nacional, que eso sí que fue un adoctrinamiento en toda regla, aunque ninguno de los que hoy gobiernan y vivimos hubiéremos culpa de ello; de replantearse, a cada paso de cambio de gobierno, el sistema educativo, y volver para atrás una vez más; de contar cada día más parados, más insolventes, más excluidos, sin dejar de pagar hasta el último céntimo para que los nobles del Reino sigan viviendo y ellos se acojan a la caridad del prójimo, más viva que nunca para socorro de los que ya nada hubieren.