miércoles, 18 de junio de 2014

DEL PORTUGAL DE LOS FELIPE A LA ESPAÑA DE FELIPE VI

 
           19 de junio de 2014.-El rey Felipe VI de España jura ante las Cortes, reunidas en sesión conjunta del Congreso y del Senado de la nación, tras ser proclamado rey, "desempeñar fielmente mis funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas". El nuevo rey no es coronado, porque no recibe la corona --como los últimos papas--, ni entronizado, porque no se sienta en un trono; es proclamado: el acto con el que se reconoce públicamente al nuevo monarca. El juramento ante las Cortes es preceptivo y obligatorio como requisito esencial para la validez del acto.
 
            Entronca el juramento con la costumbre, arraigada en Castilla desde tiempos remotos, de convocar las Cortes cuando ocupaba el trono un nuevo soberano. El juramento se ha prestado como acto público y solemne por los monarcas al recibir la investidura de su dignidad suprema con el objeto de asegurar el cumplimiento de sus deberes políticos respecto al pueblo, cuyo gobierno y protección se les confiaba, como los súbditos en las asambleas públicas en garantía de fidelidad al monarca.
 
            Cambian los tiempos y las formas, pero permanece lo sustancial. Su predecesor Felipe II hubo de firmar el Estatuto de Tomar en 1581 al dirigir la integración de Portugal en el seno de la Monarquía Hispánica de acuerdo con los principios tradicionales de mantener su régimen político-jurisdiccional y la concertación con las élites locales.
 
            1580.-Felipe II de España realiza 434 años antes de la jura de Felipe VI una unión dinástica con Portugal, que duraría sesenta años. Felipe II de Habsburgo (Valladolid, 1527; San Lorenzo de El Escorial, 1598) es rey de España desde 1556 hasta su muerte; de Nápoles y Sicilia, desde 1554, y de Portugal, los Algarves --como Felipe I-- desde 1580. Por su matrimonio con María I, es también rey de Inglaterra entre 1554 y 1558. Como su padre, Carlos I de España, es emperador de su Imperio. Principia aquí el Portugal de los Felipe. Tres reyes españoles de la Casa de Austria reinan sobre Portugal entre 1580 y 1640. A saber:
 
              España                                                         Portugal
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            Felipe II             (1580-1598)                     Felipe I
 
            Felipe III            (1598-1621)                      Felipe II
 
            Felipe IV            (1621-1640)                      Felipe III
 
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            Dinastía Filipina o Tercera Dinastía. La historia de Portugal registra este periodo de su historia como Dinastía Filipina o Tercera Dinastía: Casas de Avís, Beja y Habsburgo (1385-1640), a la que seguirán las Casas de Braganza y Braganza-Sajonia-Coburgo (1640-1910), hasta la instauración de la República con Teófilo Braga (1910-1915).
 
            Cómo llega a Portugal la Casa de Austria: en 1578, el rey Don Sebastián I de Portugal emprende una cruzada en Marruecos en la que mueren muchos nobles y desaparece el propio rey en la batalla de Alçazarquivir, sin descendencia. Los nobles supervivientes son hechos prisioneros; el ejército portugués se desintegra. Sin rey, sin nobleza y sin ejército, Portugal es incapaz de frenar el avance del Duque de Alba (Badajoz, Elvas, Lisboa...)
 
            Al rey Don Sebastián le sucede su tío-abuelo Don Enrique (1578-1580) quien, por su avanzada edad, buscará su sucesor entre las ramas laterales de la Casa de Avís. Felipe II de España era el pariente más próximo, al ser hijo de Isabel de Portugal.
 
            Felipe II de España y I de Portugal acaba con el apoyo que el puerto de Lisboa brindaba a sus enemigos de Inglaterra y los rebeldes de los Países Bajos; impulsa las Indias Orientales; refuerza la presencia castellana en África y Asia gracias a las colonias portuguesas y controla en Asia la retaguardia turca. Con el control de Portugal, limpia las rutas a América de corsarios y contrabandistas. En 1580, portugueses y castellanos tenían tres enemigos comunes: franceses, ingleses y holandeses, los primeros por su competencia mercantil y los segundos, por cuestiones políticas. Los obispos de Coria y Badajoz negocian con sus hermanos en el episcopado de Évora y Portalegre, y el Duque de Alba, una posible unión de las Coronas de Castilla y Portugal.
 
            1580.-A la muerte de Don Enrique, la cuestión diplomática se enquista y Felipe II de España y I de Portugal toma las armas para sofocar un sentimiento nacionalista portugués anticastellano liderado por Don Antonio, prior de Crato.
 
            1581.-En Tomar, las Cortes lusas se reúnen para declarar a Felipe II de España, Felipe I de Portugal quien, para atraerse a los portugueses, firma el Estatuto de Tomar, que recoge que el gobierno portugués será llevado a cabo exclusivamente por ellos y se mantiene una administración independiente; pero se ve obligado a residir en Lisboa unos meses para calmar los ánimos y poner orden.
 
            Con Felipe III de España y II de Portugal (1598-1621) aflora la crisis del siglo XVII. A pesar de los problemas con los moriscos, el gobierno del valido Duque de Lerma es una época de relativa tranquilidad, la llamada "generación pacífica".
 
            Felipe IV de España y III de Portugal (1621-1640) confía su gobierno a otro valido, el Conde-Duque de Olivares, quien asume que los compromisos adquiridos por la Corona son tan enormes que sólo  con un gobierno firme (despótico) puede mantenerse el Imperio. Olivares  cambia la delegación de poderes y el sistema de gobierno en Portugal: en lugar de un virrey, nombra un Consejo de Regencia e introduce un nuevo sistema de contribuciones que grava a los más ricos. El contexto internacional del reinado de Felipe III no ayuda. Los holandeses hostigan el imperio ultramarino portugués para castigar a España. A partir de 1622, los holandeses atacan sistemáticamente Ceilán, Mombasa, Cabo Verde... Las ventajas que habían perseguido los portugueses con  la unión monárquica se evaporan. En 1628 se producen motines en Lisboa contra el gobierno filipino. En 1631, Olivares crea una nueva contribución que obliga a comerciantes y banqueros a pagar para contribuir a los gastos de la monarquía. Entre 1638 y 1639 se llevan a cabo en Portugal levas forzosas para enviar tropas a los Países Bajos. En 1640 estalla la llamada Guerra de Restauración. España y Portugal vuelven a separarse.
 
            La unión entre las dos Coronas benefició a Portugal, porque tuvo plenas relaciones comerciales con Castilla y pudo importar trigo y plata. España ganó un Imperio ultramarino en Asia y África, que suma al que poseía en Europa y América, un imperio en el que no se ponía el sol. La unión fue más beneficiosa  para los portugueses, que nunca fueron considerados súbditos de Castilla, al mantener Cortes y aduanas. Solo les unió la cabeza coronada de un Felipe, el Portugal de los Felipe en la España de los Felipe. Una historia que nos unió y nos separó, la común historia que hoy religa nuestro destino en Europa, en la Monarquía Parlamentaria de Felipe VI, en la que el rey reina, pero no gobierna, y el Gobierno dirige el Estado, y en la República Portuguesa de Cavaco Silva, en la que el poder del pueblo lo encarna el presidente como jefe del Estado.

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