Te fuiste con el año
que finalizaba, Andrés, sin conocer
las luces y las sombras del Año Nuevo que te esperaba. Nadie podía sospechar,
nadie podría comprender, la noticia del día 30: ha fallecido Andrés Mateos, exjefe del Gabinete de
Prensa de la Junta de Extremadura, a los 56 años, una edad muy joven para irse,
porque el camino por recorrer era para ti todavía muy largo; pero la vida se
nos va casi sin avisarnos, como en 2008 le ocurriere al compañero Fernando Hernández, cuya noticia
recibía a orillas del mar y cuya vida y obra glosé en el artículo "Los dos
legados de Fernando Hernández" (http://felixpineroradiointerior.blogspot.com.es/2008/08/los-dos-legados-de-fernando-hernndez.html)
el 31 de agosto del mismo año.
Un día de 1988, un compañero me dio la noticia de que
habías sido elegido por el presidente
Ibarra director del Gabinete de Prensa de la Junta de Extremadura. Eras
paisano, de Villanueva de la Vera (Cáceres), conocido suyo, de los nuestros.
Solo eso nos hacía más accesible a ti y a tus responsabilidades en el área de
comunicación, aunque esta esté por encima de localismos trasnochados. Tú fuiste
durante un tiempo largo, con el presidente anterior y con el actual, Fernández Vara, en su primera
legislatura, jefe de un Gabinete de Prensa que supiste llevar con el rigor
profesional que te caracterizó y, sobre todo, con la humildad de un funcionario
al servicio de un gobierno. Recuerdo mi llegada a Mérida en febrero de 2004.
Aproveché el café matinal para ir a verte y presentarme, para decirte que
estaba aquí, a tus órdenes, para comunicar lo que fuere debido en aras de la
transparencia y nuestro oficio. Fue casualidad que me saliste al encuentro. No
llegué hasta Presidencia y tú venías. Tomamos un café en la plaza y quedamos en
hablar más para comunicar mejor, a través del correo electrónico y el teléfono.
No olvidaré aquellas reuniones de la Comisión General de
Comunicación de la Junta, creada a instancias de la consejera portavoz, María Dolores Pallero, que alguna vez
la presidiere; otras, el director general de Comunicación, Antonio Blázquez, y la mayoría, tú mismo. En tu agenda, y en tu
carpeta, atesorabas los actos y las convocatorias todas de la semana entrante
que te hubiéremos enviado. Tenías tu programación hecha por las agendas que te
enviáremos el día anterior. Observabas y parecía que algunos actos se
superponían unos a otros. Habría que hablar con nuestros jefes de gabinete o
con nuestros consejeros, al objeto de que ninguna comparecencia fuere
coincidente en día y hora. Nosotros intermediábamos y tú lo arreglabas.
Después, informabas a los medios, y nosotros te enviábamos a ti las reseñas de
"nuestros" actos. Por encima de todo, el presidente; después, los
consejeros; finalmente los directores generales, por orden de protocolo. Nada
de discusiones; había diálogo y tú cerrabas la agenda, porque tenías todas las
convocatorias que te enviaren desde las consejerías. Fuiste, ante todo, un
compañero más en el oficio, más que un jefe que imponía.
Si en zonas de guerra o de conflicto, los periodistas
mueren realizando su labor profesional, no estamos libre los de mesa tampoco
del estrés de nuestra profesión y sus
consecuencias. Según Reporteros sin Fronteras, el pasado año murieron alrededor
de 65 periodistas durante el ejercicio de sus labores informativas, que situaba
a Méjico como uno de los cinco países más peligrosos para el ejercicio de la
profesión. De los 65, 35 murieron en regiones con conflictos armados; y 30
fuera de esas áreas; 39 perdieron la vida tras ser señalados como objetivos por
su trabajo periodístico, y 26 fallecieron por ataques de bombas o disparos.
Tú no estuviste nunca en zona de peligro; quizás el único
peligro sea nuestra profesión, cuyo ejercicio no contenta a nadie, menos a los
carteles de la droga y a los políticos corruptos. Nada de eso fue contigo y,
sin embargo, un infarto te vino a visitar en fin de año, tras treinta años de
servicio a la Junta de Extremadura. Quizá fuiste el último del año, en esta
bendita y maldita profesión de la que muchos reniegan, y que la UNESCO
calificare un día como la más peligrosa del mundo por el riesgo asociado a la
muerte que conlleva.
En la noche de fin de año, tú viste otra luz que no fuere
ya la del Año Nuevo. Y en casa dejaste a tus niños sin reyes. Tu mujer y ellos
te recordarán tanto como nosotros, los que compartimos contigo nuestra
profesión, que te tendremos en la memoria.
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