Hay una calle en Mérida, Marquesa de Pinares, que enlaza las del Ferrocarril y la Avenida de Extremadura. Todos los emeritenses la conocen y saben dónde está situada, al ser una de las principales arterias de la ciudad; pero quizá no conocieren su historia, aunque se han cumplido más de dos siglos y medio desde el fallecimiento de la benefactora que le dio nombre. Ya en 1994, el hijo adoptivo de Mérida, arqueólogo e historiador, Sáez de Buruaga, advertía su nombre y obra en las actas municipales de 1784. [1]
Antonia de la Rocha y Molina (Mérida, 1724; Madrid, 18/09/1775), pertenecía a la casa de los marqueses de Ureña. Era nieta del primer marqués y sobrina nieta del cardenal fray Gaspar de Molina y Oviedo. Sus padres fueron Fernando Antonio de la Rocha y María Antonia de Molina, naturales de Mérida. Fue bautizada en la iglesia de santa María el 19 de febrero del año de su nacimiento, recibiendo los nombres de Antonia Manuela Isabel, según la cronología que señala Navarro del Castillo en su obra.
Pasó su infancia en la ciudad hasta que su padre fue nombrado corregidor en Écija y Jerez de la Frontera y pasó a vivir en las citadas ciudades. Al fallecer su padre, se trasladó a vivir a Madrid con su tío el cardenal Molina, presidente del Consejo. En la capital contrajo nupcias con Bernardo de Riquelme y Salafranca, regidor perpetuo de Murcia y I Marqués de Pinares, gracias a la influencia del mismo cardenal Molina. Al morir su esposo y no tener descendencia, el título nobiliario pasó a su hermano, Pedro Riquelme Salafranca, capitán de Marina, casado con una hermana de la marquesa viuda, doña Teresa, natural de Mérida, y bautizada como ella en la iglesia de santa María, que sería la II marquesa consorte de Pinares.
Antonia de la Rocha y Molina falleció en su casa de la calle del Álamo, en Madrid el 18 de septiembre de 1775, dejando en su testamento el encargo de que se fundase con parte de sus bienes una obra pía en su patria chica. El encargo de la fundación legal de esta obra pía fue dado a su albacea testamentario, el licenciado Antonio Alarcón Lozano.
El citado albacea, por escritura firmada ante el escribano de la Corte Francisco de Villa el 1 de marzo de 1776 fundaba la obra pía Patronato Real de Legos, cuyo capital lo constituían 12.000 ducados, valor de su casa de la calle del Álamo. Estos ducados estaban dispuestos a censo consignativo al 3 por ciento anual en cabeza de su hermana y heredera doña Teresa, ya citada. Los ducados daban un importe de 3,960 reales anuales, pagaderos en dos plazos, el 30 de junio y el 31 de diciembre de cada año. Para cumplir con referida obra se nombraba un patronato, constituido por cuatro personas. A saber: el gobernador del partido de Mérida, el regidor decano de su ayuntamiento, el párroco más antiguo de santa María y don Vicente Elías de la Rocha y Molina, caballero de la Orden de Santiago, hermano de la fundadora. A su muerte, el que heredase su mayorazgo. El primer heredero fue su hermana doña Teresa.
Para la administración de los referidos intereses se nombraba un seglar con el sueldo de 25 ducados anuales, que cobraría y pagaría las mandas, que eran las siguientes: cada año y los días 18 de septiembre y 31 de diciembre se dirían en el convento de santa Clara cien misas por las almas de la fundadora y de su esposo. Se elegía esta iglesia porque en ella residía como monja su hermana María Teresa y también por la extremada pobreza de este convento. En los días citados se entregaban a las monjas cien reales.
En el aniversario del fallecimiento de los marqueses se repartirían 400 reales de vellón entre viudas y pobres vergonzantes, señalados por el párroco de santa María, como mejor conocedor de las necesidades de sus feligreses. Cada cuatro años y con el numerario acumulado y no repartido en las mandas anteriormente señaladas, se entregarían a doncellas casaderas y pobres, principalmente hijas de labradores y artesanos, una dote de cien ducados para poder atender a su casamiento. El número de dotes sería el que diera lugar el capital acumulado de los réditos. Las solicitudes de las doncellas serían aprobadas por los cuatro patronos señalados; y si alguna doncella no se casaba en los tres años siguientes al que se le otorgó la dote, quedaría sin efecto la entrega de esta.
Finalmente, si su hermana Teresa De la Rocha y Molina, sobre la que quedaba impuesto el censo, o sus sucesores, querían redimirlo mediante la entrega del capital de 12.000 ducados, estos se emplearían en fincas en el término de Mérida o pueblos de sus alrededores, con cuyas rentas se seguirían cumpliendo todas las referidas mandas.
Esta obra pía siguió cumpliendo sus fines hasta el año 1875, en el que la Delegación de Hacienda de la provincia de Madrid acordó inscribir el capital de la misma a favor del Estado, mediante la entrega de 15.230,76 pesetas. [2]
Pedro María Plano y García (Mérida, 1851-1900), alcalde, industrial y erudito emeritense, consagra en su obra “Ampliaciones a la historia de Mérida….” un capítulo a la señora marquesa viuda de Pinares, como emeritense agradecido a la memoria de la fundadora de su obra pía, y transcribe las nueve cláusulas de la escritura de constitución de la misma. Y finalizaba diciendo: “Cuando como presidente del Patronato pude averiguar tamaño atropello, elevé, con mis compañeros de Junta, un recurso al excelentísimo señor ministro de Hacienda, que lleva fecha de 23 de febrero de 1888, acompañándole testimonio de la escritura de fundación con todos los justificantes precisos para probar la improcedencia de los que se había hecho, y reclamando la devolución de ese capital con sus réditos, a fin de poder seguir cumpliendo la voluntad sagrada y respetable de la señora marquesa de Pinares. El recurso fue entregado personalmente en el Ministerio de Hacienda por el entonces diputado a Cortes por este distrito, el general don José de Castro y López, sin que se haya resuelto en ningún sentido. Antes por el contrario, al tratar de removerlo recientemente, contestan en el ministerio que allí no existe tal asunto.” [3]
[1] Vid.: Sáenz
de Buruaga, José: Materiales para la historia
de Mérida (de 1637 a 1936), Diputación Provincial de Badajoz y Ayuntamiento
de Mérida, pág. 187: “El regidor don Manuel Leal de Cáceres hace presente a la
ciudad que no se cumplen en todas sus partes las disposiciones testamentarias
de la Marquesa Viuda de Pinares, doña Antonia de la Rocha y Molina, que fundó
la obra pía de su nombre. Había que dar dote a casadas y hacer también
sufragios por el alma de la señora, lo cual no se realizaba desde hacía tres o
cuatro años. Acuerdo de hacer llamamiento y tratar de ello. (1784, f 554).
[2] Vid.: Navarro del Castillo, Vicente: Historia de Mérida y pueblos de su comarca, T. III. Familias e hijos ilustres de Mérida, siglos XV al XX, capítulo XXXI: doña Antonia de la Rocha y Molina, Marquesa de Pinares y su obra pía a favor de los menesterosos emeritenses, Artes Gráficas Boysu, S. L., Mérida, 1992, págs. 285-287.
[3] Vid.: Pedro María Plano y García: Ampliaciones a la historia de Mérida de Moreno de Vargas, Forner y Fernández, Imprenta y Encuadernación de Plano y Corchero, Travesía de Santa Eulalia, 1894, págs.. 99-103.
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