“Collado de la Vera nunca ha sido más que un refugio, un rincón apartado de la modernidad, donde aún se guarda la memoria de los hombres que vivieron sin prisa, con el rostro curtido por el sol y las manos duras como la roca de sus montañas. Gentes que no salían al mundo, ni a buscar fortuna, sino que se conformaban con lo que la tierra les daba; un par de vacas, unas pocas huertas, unos pimientos rojos que dan la salsa más sabrosa que jamás se haya probado en esta región. La vida aquí es un combate a baja intensidad, de esos que no tienen fanfarria ni banderas, pero que son mucho más dignos que los grandes gestos de quienes creen que el mundo comienza donde termina la última calle asfaltada” y, según afirma el prologuista, el historiador Manuel María Martín Sánchez, “como en todo pueblo pequeño, el verdadero tesoro de Collado de la Vera son sus gentes, su memoria, su historia, un relato que se teje día a día con cada paso que se da sobre sus caminos”.
Con estas palabras definen los autores en la Introducción el ser de Collado de la Vera, perteneciente a la comarca de Jaraíz, cuya denominación viene determinada por la situación de la población sobre un alcor o collado, [1] en el que abordan el medio natural, su historio y patrimonio arqueológico, las tradiciones populares y las rutas ambientales y patrimoniales.
El terreno que circunda la localidad es accidentado por frecuentes colinas y cerros de materiales graníticos y pizarrosos, entre los que se abren paso diversas gargantas con aguas procedentes de las cumbres, formaciones geográficas creadas por el paso de los ríos y arroyos a lo largo de los siglos, que han ido escupiendo el paisaje, creando profundos cañones y paisajes de gran belleza.
El clima de Collado es continental mediterráneo de tipo templado con inviernos fríos y veranos calurosos, típico de las áreas de montaña y del interior de la Península Ibérica. La vegetación refleja la diversidad de paisajes que caracterizan la comarca.
El municipio tenía 271 habitantes en 1900, 1.600 en 1960 y experimentó un descenso a partir de 1975. Según el último censo de 2021, su población se mantiene en 261 habitantes. La actividad agraria está muy condicionada por las limitaciones físicas que se dan en el término municipal. Los cultivos más comunes incluyen los cereales, frutales y hortalizas; el pimiento para la elaboración del pimentón de La Vera. La cría de animales, especialmente ganado vacuno y bovino, cabras y cerdos, ha sido otra de las actividades económicas claves de la zona. La ganadería extensiva, la leña y el carbón vegetal, sus atractivos naturales, el turismo de agroturismo y los alojamientos rurales son otras actividades económicas.
La arquitectura popular de la localidad se caracteriza por su funcionalidad, su integración en el entorno natural y el uso de materiales locales. Los elementos arquitectónicos distintivos son los patios interiores, el balcón o galerías, los portales y umbrales y el tejado a dos aguas.
En la arquitectura popular rural, los molinos hidráulicos caracterizan el término municipal. Los molinos fueron esenciales para la economía local durante siglos, ya que la molienda era una actividad fundamental para el abastecimiento de alimentos básicos, como pan, tortas o gachas, y son un testimonio de la tradición agrícola e industrial de la comarca. Además, hay que citar el pósito y el puente de la Caraba, sobre las aguas de la garganta de Pedro Chate.
Aunque no es muy conocido por sus yacimientos arqueológicos, se han localizado restos de un yacimiento situado a la izquierda de la población. En la Edad del Cobre censa una de las necrópolis megalíticas más importantes de Extremadura, en la que se encontraron interesantes restos de viviendas, tumbas y material cerámico. La zona fue habitada por los vetones; pero quizá lo más interesante de esta cultura sean los famosos verracos que le dan nombre. Con Roma, Collado fue eje de explotación de recursos naturales, aunque no sufrió un importante proceso de romanización. En los siglos XI y XII fue conquistada varias veces por los cristianos y reconquistada por los árabes. La conquista Alfonso VI y la reconquistaron los almorávides. En 1189, tras la conquista de Plasencia, Alfonso VIII ya trajo repobladores a su territorio. La repoblación fue dirigida por el concejo placentino durante los siglos XIII y XIV. Fue lugar de realengo perteneciente a la comunidad de villa y tierra de Plasencia. Durante la Guerra de la Independencia fue testigo de algunos acontecimientos significativos de ese conflicto, aunque el guerrillerismo, como fenómeno de resistencia, fue muy importante. La zona vivió relativamente tranquila el proceso de la II República y la Guerra Civil la vivió de manera indirecta a través del miedo, la represión y la escasez de recursos. En la década de 1950, el régimen franquista promovió el desarrollo de infraestructuras en las zonas rurales, aunque de manera desigual. Con la democracia experimentó los primeros cambios significativos en su estructura política y social.
El patrimonio artístico-religioso de la localidad se circunscribe a la iglesia parroquial de San Cristóbal, del siglo XV, y las ermitas de Santa Marina y la de los Mártires.
Las tradiciones populares más importantes son la fiesta de San Cristóbal, el primer fin de semana de agosto; las fiestas patronales de la Virgen del Rosario, el primer fin de semana de octubre; y el Jubileo, establecido en el siglo XVI, vinculado al cardenal Pedro Carvajal, cada Miércoles Santo, que perdura como parte cultural de su historia.
Finalmente, entre las rutas ambientales y patrimoniales cabe destacar: la ruta de los molinos del Tiétar, la del Chorro de la Miñaneta, la del Valle del Jerte, la de las Gargantas de la Vera, la Cascada de los Nogales y la subida al puerto de Tornovacas.
[1] Vid.: Ramos
Rubio, José Antonio y De San Macario Sánchez, Óscar: El patrimonio cultural de Collado de la
Vera, TAU Editores, Cáceres, 2025, 149 págs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario