La reciente prohibición
del "lenguaje inclusivo" en los textos oficiales por parte del
Gobierno francés ha vuelto a poner de relieve esta vieja praxis, auspiciada por
los círculos feministas, para quienes el lenguaje masculino no es neutro e
implica una "invisibilización" de las mujeres. En marzo pasado, un
manual escolar propugnaba este tipo de escritura considerada "no
sexista". La Academia Francesa de la Lengua se posicionó en contra a
finales de octubre. Sus 40 inmortales" alertaron de que "ante esta
aberración inclusiva, la lengua francesa se encuentra en peligro mortal y
nuestra nación es, desde hoy, responsable ante las generaciones futuras". El primer ministro, al hacer pública la
circular, invitaba a rechazar este tipo de escritura, que incorpora un sufijo
femenino en un sustantivo masculino, en favor de una mejor compresión del contenido,
y argüía que "más allá del respeto del formalismo propio de las actas de
naturaleza jurídica, las administraciones dependientes del Estado deben
adecuarse a las reglas gramaticales y sintácticas, principalmente por razones
de inteligibilidad y de claridad". (Véase eldiario.es, de 23/11/2017).
Entendemos
por "lenguaje inclusivo" los desdoblamientos artificiosos e
innecesarios. Para la Real Academia Española (RAE), "el uso genérico del
masculino sirve para designar a todos los individuos de la especie sin
distinción de géneros" y pone el siguiente ejemplo: "Todos los
ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto." Para la RAE, la mención
explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es
relevante en el contexto: "El
desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad", y
reitera que la actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado en su forma
masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda
en razones extralingüísticas, y sentencia que es incorrecto emplear el femenino
para aludir a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada
sexo que formen parte del conjunto. Así, expresa, que los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo
mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones. (Véase http://www.rae.es/consultas).
Nadie como el maestro Ricardo Senabre (Alcoy,
1937; Alicante, 2015) --exdecano de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Uex-- supo salir al paso de los
desdoblamientos lingüísticos al relatar en un artículo publicado en ABC el
02/04/1997, titulado "Compañeros y compañeras", lo que oyó en una
plaza de la capital argentina: "No hace mucho tiempo callejeaba yo por
Buenos Aires cuando vi que había muchas personas que iban concentrándose en el
extremo de una plaza y alrededor de un tingladillo al que acababa de
encaramarse un individuo provisto de megáfono. Me acerqué con curiosidad y tuve
la suerte de no perder ni una sílaba del discurso, cuyo brioso arranque, que me
apresuré a copiar en un papel, era así: Compañeros y compañeras: nuestros
delegados y delegadas han hablado ya con los encargados y encargadas de todos
los servicios para pedir que la media hora de pausa de los trabajadores y las
trabajadoras coincida con la hora de ocio de nuestros hijos y nuestras hijas en
el jardín de infancia de la empresa." Senabre
se sintió consternado y se le encogió el corazón... "¿Cómo explicar a este
redentor iluminado que el sexismo no está en las palabras, sino en los
comportamientos, en los actos de menosprecio, en las crudas desigualdades
salariales? ¿Por qué no lucha el valeroso reformador del idioma contra estas
situaciones en lugar de propinar inútiles mandobles a los usos lingüísticos?
Acabarán --concluía-- por reclamar denominaciones como soprana y contralta para
luchar contra el sexismo; pero lo cierto es que esta contienda --necesaria, sin
duda-- no debe librarse en el terreno del lenguaje, sino en el jurídico y, sobre
todo, en el de la realidad cotidiana, donde la presencia de la mujer en muchas
actividades de las que antes se encontraba excluida no garantiza en absoluto la
ausencia de comportamientos intolerables que burlan la letra y el espíritu de
las leyes."
El caso más sonado de lenguaje inclusivo lo instituyó la
ministra de Igualdad del Gobierno de Zapatero,
Bibiana Aído, en el Congreso, al
utilizar el término "miembras" para referirse a las mujeres. Para
quien fuere vicedirector de la RAE, Gregorio
Salvador, "la ministra no cometió un error, sino que utilizó el
término conscientemente, porque es defensora de todas esas mandangas, de esa
confusión de sexo y género" a la que pretenden llevarnos quienes confunden
también los desdoblamientos lingüísticos con los de las carreteras, quizá, de
Valverde, en Badajoz, o la de la entrada a Plasencia por Montehermoso que, como
siempre, realiza la Junta de Extremadura, sin que sepamos por qué, cuando son
enlaces con autovías y carreteras nacionales. Cuanto más pobres, más generosos,
aunque seamos los últimos de Europa. Y así nos luce el pelo, también con el
ferrocarril, compañeros: paupérrimos en todo, hasta en el lenguaje inclusivo,
que nos desune más que nos une, como los desdoblamientos de las carreteras o las
rotondas que nos acercan más a nuestro destino.
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