En su tradicional
mensaje navideño, sin olvidar los problemas y esperanzas que nos atañen a los
españoles, el Rey de España ha concluido con un deseo positivo de confianza
"en lo que siempre nos ha unido", en nuestras capacidades y
convicciones, "porque la historia no se detiene, y no hemos llegado hasta
aquí para temer al futuro, sino para crearlo", en la confianza de que el
próximo año y los que vendrán serán mucho mejores que el que ahora finaliza.
Los dos últimos años han sido difíciles para un rey que
reina, pero no gobierna, y que no puede --ni lo ha hecho-- saltarse un
milímetro los límites establecidos en la Constitución en su papel de árbitro y
moderador del funcionamiento regular de las instituciones y como símbolo de la
unidad y permanencia del Estado. Así lo hizo en 2016 hasta que fue posible la
formación de un gobierno tras dos intentos fallidos y, en 2017, con la crisis
en Cataluña, cuando en su discurso del 3 de octubre, dos días después del
referéndum ilegal, recordó con firmeza el compromiso de la Corona con la Constitución
y la democracia y su entrega al entendimiento y la concordia entre los
españoles y su compromiso con la unidad y la permanencia de España.
Ahora, Felipe VI quiso hacer un balance de las casi
cuatro décadas pasadas desde la aprobación de la Constitución de 1978: el
asentamiento de la democracia, la integración en la Unión Europea, "con la
que compartimos objetivos y una misma visión del mundo"; la prevalencia de
la vida, la dignidad y la libertad frente al terrorismo; y la transformación
más profunda de nuestra historia. Y todo ello ha sido posible, recalcó el
soberano, "en una España inspirada en una irrenunciable voluntad de
concordia"; pero advirtió sobre "las situaciones difíciles y
complejas que persisten que hay que corregir, y que requieren un
compromiso de toda la sociedad para superarlas".
Antes de referirse al asunto catalán, el Rey dejó claro que
la España de hoy es una democracia madura, "donde cualquier ciudadano
puede pensar, defender y contrastar. libre y democráticamente, sus opiniones e
ideas, pero no imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás
porque, cuando estos principios básicos se quiebran, la convivencia se
deteriora y luego se hace inviable". Recordó el Jefe del Estado que la
historia de España que hemos construido es "la historia de un gran
triunfo" que debemos "seguir construyendo, mejorándola,
actualizándola, sobre la base sólida de los principios democráticos y los valores
civiles de respeto y de diálogo que fundamentan nuestra convivencia".
Respecto a Cataluña, el Rey recordó que, hace unos días,
los ciudadanos han elegido a sus representantes en el Parlament, que es la
institución que debe afrontar ahora los problemas que les afectan,
"respetando la pluralidad y pensando con responsabilidad en el bien común
de todos", porque "el camino no puede llevar de nuevo al
enfrentamiento o la exclusión", generadores de "discordia,
incertidumbre, desánimo y empobrecimiento moral, cívico y económico de toda una
sociedad". Y apeló para ello a recuperar la serenidad, la estabilidad y el
respeto mutuo para que renazca la confianza, el prestigio y la mejor imagen de
Cataluña.
Finalmente, el Rey, --en un mensaje sereno, de aplomo y
de concordia--, no ha querido olvidar los problemas que han parecido obviarse
por los acontecimientos de estos dos últimos años: el empleo, del que ha dicho
que "hay que plantearse como objetivo la creación de puestos
estables"; la responsabilidad de afrontar la desigualdad y las diferencias
sociales; el terrorismo yihadista, con los atentados de Barcelona y Cambrils de
este verano; la completa erradicación de la corrupción, por la que aboga; la
recuperación de nuestro protagonismo en Europa; la defensa del medio ambiente y
la lucha contra el cambio climático, y la violencia de género que, como
"lacra inadmisible, nos hiere en nuestros sentimientos más profundos y nos
avergüenza e indigna"
Alguien señalará hoy que se olvidado de esto o de lo
otro. El Rey lo es de todos los españoles y. como dijere Fernando VII al jurar la Constitución de Cádiz de 1812, "marchemos todos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional"; pero nadie podrá decir nunca --como el prófugo expresident Puigdemont-- que las elecciones autonómicas del pasado día 21 han sido "un triunfo de la república catalana sobre la monarquía del 155", porque ambas son una misma cosa, inscritas en la Constitución de 1978, aprobada por la mayoría absoluta de los españoles, incluidos los catalanes, aunque a eso no se haya referido nuestro monarca. Ni le está permitido.
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