jueves, 18 de diciembre de 2025

EL CONVENTO DE SAN PEDRO DE LOS MAJARRETES DE VALENCIA DE ALCÁNTARA


San Pedo de Alcántara en la basílica de San Pedro,
obra de Vergara

    No es la primera vez que el autor trata sobre el copatrono de Extremadura en su obra investigadora. Ya en octubre de este mismo año veía la luz “Donde arde el alma”, la primera novela histórica sobre Juan de Garabito y Vileta de Sanabria (Alcántara, 1499; Arenas, Ávila, 18 octubre de 1562), asceta, místico y religioso cristiano, más conocido como fray Pedro de Alcántara, perteneciente a la Orden de Frailes Menores (OFM).

En esta nueva obra, en colaboración con el cronista de Valencia de Alcántara, Álvaro Vázquez Cabrera, aborda la historia del convento de San Pedro de Alcántara, unida a su vida en este convento próximo a la villa, que recorre su evolución histórica y el contexto religioso hasta nuestros días.

Inicialmente dedicado a la advocación de Santa María, más tarde a la de San Francisco y, por último, a la de San Pedro de Alcántara, el convento de los Majarretes constituye un ejemplo paradigmático de la evolución del monacato franciscano en Extremadura. Fundado como cenobio en el siglo XIII, su origen se inscribe en un tiempo de repliegue y espiritualidad austera, cuando la frontera luso-extremeña era una tierra en consolidación y los movimientos religiosos buscaban espacios de retiro, oración y penitencia. En ese marco de soledad y aislamiento, ingresó en 1515 el joven Juan de Garabito, quien sería reconocido como Pedro de Alcántara, tras su profesión.
    
La ocupación del cenobio por religiosos se remonta a 1496, si bien la referencia documental más antigua es la bula del papa Eugenio IV, del 17 de septiembre de 1432, que revela una intervención directa de la autoridad papal en la regularización jurídica de las fundaciones mendicantes durante el siglo XV. La situación del convento no solo ofrecía un entorno favorable para la vida contemplativa, sino que también tenía un marcado carácter simbólico y geopolítico, al estar enclavado en un punto neurálgico entre Castilla y Portugal, dos reinos históricamente enfrentados, lo que implicaría tanto su destrucción parcial como la pérdida de documentos fundacionales. Más allá de los datos estrictamente religiosos, el convento representa una pieza clave del patrimonio histórico y cultural de Extremadura, siendo testimonio de una religiosidad dinámica, reformista y enraizada en su entorno geográfico y social.

Con el transcurso de los años, cayó en ruinas. Vecinos de la villa, impulsados por la memoria espiritual del lugar, impulsaron la iniciativa de una restauración parcial. En el capítulo provincial celebrado en Almendralejo el 10 de marzo de 1710, se acordó su restauración, llevada cabo en menos de dos años.

El convento de los Majarretes, una de las fundaciones más significativas de la Orden Franciscana en la Península Ibérica, no solo destaca por su situación estratégica en la frontera entre los reinos de Castilla y Portugal, sino por su importancia en el contexto de la reforma franciscana a finales del siglo XV. En este cenobio fray Pedro de Alcántara tomó el hábito, marcando un hito en la evolución de la orden, en la reforma franciscana y en su legado espiritual y místico.

En 1515, Juan de Sanabria (Pedro de Alcántara) ingresa en el convento de los Majarretes, siendo guardián el padre Miguel Roco y Campofrío, también natural de Alcántara. Este ingreso marca el tránsito definitivo del joven hacia la vida religiosa y la asunción de los ideales de pobreza, obediencia y humildad, propios de la regla franciscana. La reforma promovida por San Pedro de Alcántara se sustentaba en tres pilares fundamentales: la pobreza, la santidad y la obediencia. El impacto de su reforma no se limitó al convento de los Majarretes, sino que se extendió por toda la Orden franciscana, especialmente los conventos de España.

El convento de los Majarrates representa uno de los enclaves más significativos de la espiritualidad franciscana en Península Ibérica. Su arquitectura, profundamente enraizada en los ideales de pobreza, humildad y contemplación, constituye un testimonio de la vivencia religiosa que caracterizó a las comunidades reformadas durante los siglos XV y XVI. Durante el siglo XV, las comunidades franciscanas adoptaron una arquitectura austera, sin ornamentos superfluos, que reflejaba la búsqueda de una vida de oración y penitencia. Los Majarretes se erige, así, como un templo paradigmático de esta tendencia, con una estructura funcional, pero cargada de sentido espiritual.

    El año 1585 marca un punto de inflexión en la historia institucional del convento de San Pedro de los Majarretes, cuando el conjunto pasó a manos privadas. El paso de la propiedad implicó no solo una alteración jurídica del estatus del inmueble, sino también una transformación de su función dentro del tejido urbano y social de la villa. La Guerra de Restauración Portuguesa (1640-1668) y los conflictos fronterizos posteriores provocaron graves daños en el antiguo convento. Los Majarretes no fue una excepción: sufrió el deterioro de sus estructuras arquitectónicas, la pérdida de bienes muebles y la interrupción de la vida comunitaria. En diciembre de 1758 comienza la restauración del convento. La Guerra de la Independencia española, iniciada en 1808, supuso el abandono definitivo del convento. La pérdida de la función espiritual de un convento no fue un hecho aislado, sino el resultado de una serie de cambios estructurales que afectaron a la totalidad del sistema eclesiástico. A través de su trayectoria, se puede observar el tránsito de un espacio sagrado y comunitario hacia un objeto patrimonial y ruina histórica, símbolo de las tensiones de la permanencia de la fe y la transformación de las instituciones.  Actualmente, la iglesia conserva el culto y las dependencias del convento se han restaurado y se utilizan como hotel y restaurante.

    La devoción a San Pedro de Alcántara, copatrono de Extremadura desde 1962, se extendió a otros lugares de España a través de dos vías:  la implantación de la Orden Franciscana reformada y la adopción como patrón de municipios, hermandades o diócesis. San Pedro de Alcántara es beatificado el 18 de abril de 1622 por el papa Gregorio XV y Clemente X lo canoniza el mismo día de 1669. Como figura universal, ha sido objeto de ser representado en el arte o en series iconográficas, tanto en escultura, pintura o grabado.
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Vid.: Ramos Rubio, José Antonio y Vázquez Cabrera, Álvaro: El convento de San Pedro de los Majarretes de Valencia de Alcántara, TAU Editores, Cáceres, 2025, 155 págs.


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