“El país se ha vuelto loco y solo con medidas de locura podemos volver a poner cordura donde ya cuesta encontrarla.” (De los periódicos).
No pareciere nunca que el buen juicio invitare a contraponer los antónimos en tiempos que invitan a la sensatez; pero esta sublime invitación de una academia extremeña de oposiciones, que regala cursos preparatorios a quienes han perdido sus puestos de trabajo por la crisis, para contribuir a la formación de desempleados sin prestaciones, tiene un punto de buen juicio.
Es más fácil pasar de la cordura a la locura; más difícil, desandar el camino a la inversa. La prudencia, la sensatez, el juicio, el tacto, la discreción, la formalidad… devienen en un momento dado en la insensatez, en la locura. Basta tan solo traspasar una frontera, a veces no tan liviana, como la privación del juicio, del uso de la razón, la exaltación del ánimo que producen los afectos, la acción que causa sorpresa por su carácter anómalo…
Podemos pasar del juicio a la demencia, de la sensatez al desequilibrio, de la formalidad al desvarío, de la frialdad a la fiebre, del desinterés al furor, del tacto al frenesí… El buen seso no impide caer en la privación del juicio; la cordura no exime de la locura, como el desconocimiento de la ley de su cumplimiento.
Se ha vuelto loco el país con la crisis: mientras la mayoría doliente y sufrida, calla, los afortunados piden más y no otorgan. El silencio de los cuerdos se torna en la locura de los afortunados. Los cuerdos callan, pero no otorgan; los locos exaltados no consiguen apagar la silenciosa voz de la prudencia, a la espera de un nuevo amanecer.
Solo entonces no basten quizá las medidas de cordura, sino que, en posesión del saque, fueren precisas otras de locura para hallar aquélla donde se hallare o hubiere perdido. Locura versus cordura para el rescate de la cordura. Para hallarla y no volver a perderla, en un mundo de cuerdos que se vuelve loco por acción u omisión, sin el socorro aprehendido de la cordura, en la exaltación de la locura cuerda que nos devuelva la perdida. Medidas de locura para hallar de nuevo la cordura, la sensatez frente al desvarío. ¿O acaso somos todos juiciosos y nunca, ni por una sola vez, fuimos dementes sin causa?
Es más fácil pasar de la cordura a la locura; más difícil, desandar el camino a la inversa. La prudencia, la sensatez, el juicio, el tacto, la discreción, la formalidad… devienen en un momento dado en la insensatez, en la locura. Basta tan solo traspasar una frontera, a veces no tan liviana, como la privación del juicio, del uso de la razón, la exaltación del ánimo que producen los afectos, la acción que causa sorpresa por su carácter anómalo…
Podemos pasar del juicio a la demencia, de la sensatez al desequilibrio, de la formalidad al desvarío, de la frialdad a la fiebre, del desinterés al furor, del tacto al frenesí… El buen seso no impide caer en la privación del juicio; la cordura no exime de la locura, como el desconocimiento de la ley de su cumplimiento.
Se ha vuelto loco el país con la crisis: mientras la mayoría doliente y sufrida, calla, los afortunados piden más y no otorgan. El silencio de los cuerdos se torna en la locura de los afortunados. Los cuerdos callan, pero no otorgan; los locos exaltados no consiguen apagar la silenciosa voz de la prudencia, a la espera de un nuevo amanecer.
Solo entonces no basten quizá las medidas de cordura, sino que, en posesión del saque, fueren precisas otras de locura para hallar aquélla donde se hallare o hubiere perdido. Locura versus cordura para el rescate de la cordura. Para hallarla y no volver a perderla, en un mundo de cuerdos que se vuelve loco por acción u omisión, sin el socorro aprehendido de la cordura, en la exaltación de la locura cuerda que nos devuelva la perdida. Medidas de locura para hallar de nuevo la cordura, la sensatez frente al desvarío. ¿O acaso somos todos juiciosos y nunca, ni por una sola vez, fuimos dementes sin causa?