viernes, 27 de febrero de 2009

LOCURA VERSUS CORDURA

“El país se ha vuelto loco y solo con medidas de locura podemos volver a poner cordura donde ya cuesta encontrarla.” (De los periódicos).

No pareciere nunca que el buen juicio invitare a contraponer los antónimos en tiempos que invitan a la sensatez; pero esta sublime invitación de una academia extremeña de oposiciones, que regala cursos preparatorios a quienes han perdido sus puestos de trabajo por la crisis, para contribuir a la formación de desempleados sin prestaciones, tiene un punto de buen juicio.

Es más fácil pasar de la cordura a la locura; más difícil, desandar el camino a la inversa. La prudencia, la sensatez, el juicio, el tacto, la discreción, la formalidad… devienen en un momento dado en la insensatez, en la locura. Basta tan solo traspasar una frontera, a veces no tan liviana, como la privación del juicio, del uso de la razón, la exaltación del ánimo que producen los afectos, la acción que causa sorpresa por su carácter anómalo…

Podemos pasar del juicio a la demencia, de la sensatez al desequilibrio, de la formalidad al desvarío, de la frialdad a la fiebre, del desinterés al furor, del tacto al frenesí… El buen seso no impide caer en la privación del juicio; la cordura no exime de la locura, como el desconocimiento de la ley de su cumplimiento.

Se ha vuelto loco el país con la crisis: mientras la mayoría doliente y sufrida, calla, los afortunados piden más y no otorgan. El silencio de los cuerdos se torna en la locura de los afortunados. Los cuerdos callan, pero no otorgan; los locos exaltados no consiguen apagar la silenciosa voz de la prudencia, a la espera de un nuevo amanecer.

Solo entonces no basten quizá las medidas de cordura, sino que, en posesión del saque, fueren precisas otras de locura para hallar aquélla donde se hallare o hubiere perdido. Locura versus cordura para el rescate de la cordura. Para hallarla y no volver a perderla, en un mundo de cuerdos que se vuelve loco por acción u omisión, sin el socorro aprehendido de la cordura, en la exaltación de la locura cuerda que nos devuelva la perdida. Medidas de locura para hallar de nuevo la cordura, la sensatez frente al desvarío. ¿O acaso somos todos juiciosos y nunca, ni por una sola vez, fuimos dementes sin causa?

miércoles, 18 de febrero de 2009

LA SELECTIVIDAD DE LAS 5.000 PREGUNTAS


Selectividad significa, según el diccionario, seleccionar o elegir entre muchos; es el conjunto de pruebas que se hacen para entrar en la universidad. Un examen puede que no revele el conocimiento total de la materia, ya evaluada; pero sirve, como la nota media, para superar el corte al que se aspira: los estudios deseados.

Subsiste aún la selectividad como método de acceso y elección, porque muchos son los llamados, pero no todos los elegidos para determinadas áreas del saber. Esa “arcaica, antipedagógica criba injusta”, según un sindicato estudiantil, se extrapola con total naturalidad hacia otros campos de la vida: la selección genética para mejorar una determinada raza animal, por ejemplo, de las que, en algunos momentos infaustos de la historia, fue objeto el hombre mismo.

Sin embargo, la leva, o reclutamiento forzoso para realizar el servicio militar, subsumía otras selectividades, una por defecto y otra por exceso. El defecto de algún impedimento físico, de un lado, y el excedente de cupo, de otro, que podía librarte de él, entre otras. El resto no necesitaba selectividad alguna, porque “el valor se les suponía”. Y, así, esas dos selectividades cayeron en saco roto tras aprobarse la Constitución y, posteriormente, la norma de leva forzosa, por “arcaica, discriminatoria, antigua e insolidaria”, como califican los sindicatos de estudiantes a la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad).

En un sistema democrático no existe selectividad política más precisa que las elecciones, en la que el poder constituido aspira a revalidar la selectividad anteriormente aprobada y la oposición, la de sacar mejor nota para pasar el corte de la voluntad popular; pero, además, los sistemas de control, siempre perfectibles como la selectividad misma, con que se dota el régimen político, resultan operativos para los fines con que se crean. Además de los parlamentos y asambleas o el Tribunal de Cuentas, en su caso, no resulta desdeñable crear una oficina de control presupuestario, llegado el caso, o cuantos organismos velen por la pureza del sistema.


No obstante, en tiempos de crisis no parece que a la oposición extremeña le asuste solicitar lo que tantas veces critica al poder establecido: rigor, austeridad, dialogar de lo que preocupa e interesa a la gente, eficacia y gestión; el “todos a una “para superar el momento, porque “si perdemos, perdemos todos y si ganamos, ganamos todos”, en afortunada expresión del Presidente Fernández Vara.

Resulta, pues, incomprensible que la oposición, en su libre derecho de ejercer el mandato que le es propio, proponga en la Asamblea una prueba de selectividad al Gobierno de Extremadura de 5.000 preguntas con respuesta por escrito. Más que control, eso podría calificarse de tsunami que, aunque a todos nos afecte, a ellos les da alas de cera a la búsqueda de la verdad “con criterios objetivos y sin sectarismos”.

Eso no es selectividad: es una fuerte avenida de agua que “ralentiza” y “ocasiona dificultades” en el funcionamiento de la Administración, como bien ha dicho el portavoz socialista, Sánchez Amor. Y no están los tiempos como para dedicar a los funcionarios a buscar en archivos ni el Gobierno para revalidar una selectividad aprobada con corte suficiente como para tener que repetirla.

Para el PP no parece contar la selección de sus iniciativas parlamentarias, sino el número de ellas; no la calidad agrupada, sino la cantidad dispersa; no la voz de quien siempre está dispuesto al debate y al diálogo de lo que le interesa a la gente, sino lo que ellos pretenden: hacerse notar, aunque en ello vaya en juego el normal funcionamiento de la Administración Pública.

No es ésa la “buena praxis” de democracia que desea, y a la que se someten libremente, el Presidente y sus consejeros en la Cámara para abordar las iniciativas de la oposición, “que da solera democrática a la Comunidad”, como acaba de reconocer el secretario general de los socialistas navarros esta mañana en Mérida.

No hay estudiante que pueda enfrentarse a una selectividad de 5.000 preguntas sobre los últimos cinco años; ni funcionarios que lo suscriban, ni pueblo que lo soporte, aunque las respuestas que se dieren fueren todas correctas. Es político, sí; pero no el método adecuado para los momentos actuales.


viernes, 13 de febrero de 2009

DEL ÁRBOL CAÍDO Y EL MAL DEL VECINO


No se trata solo de hacer leña del pino que hay que arrancar por el nematodo. Se trata, como si un sino maléfico nos identificara a los españoles, de que todos hagan leña del árbol caído y, además, se alegren del mal del vecino, aunque ignoren que el suyo viene de camino.

La crispación que algunos quisieron instalar en la política española, les salió por las orejas; pero no parecen haber aprendido la lección quienes sembraron vientos y ahora recogen tempestades. El refranero español nos retrata como lo que somos: un país de intolerantes que desea izar la intolerancia donde quizá reine el pacifismo y prevalezca, más de lo que se supone, un voluntariado capaz de dar la vida por los demás, aunque no se reconozca.

De aquellos polvos esparcidos por unos políticos de estrechas miras vienen estos lodos que hoy nos inundan: en los bares, en la calle, en los medios, en los plenos municipales y en la circulación. Quisieron crisparnos al socaire de graves sucesos; lo desean ahora con la crisis no anunciada, pero sobrevenida; lo machacan cada día con anuncios apocalípticos del porvenir. Los insultos, descalificaciones y desaires al contrario están a la orden del día, como si la verdad radicara únicamente en sus predicadores y la mentira, en el resto. ¿Y qué buscan quienes así actúan sino poner más de su lado a quienes piensen como ellos, y quizás a algunos indecisos, desprovistos de capacidad intelectual para saber discernir de qué lado está más cerca la verdad: si de ellos o de los otros?

Olvidan que “del árbol caído todos hacen leña” y ese árbol es tenido como el culpable de todos los males que nos aquejen; y que de los vientos que sembraren en todos los campos, vendrán el día de mañana los lodos que los sepulten. Olvidan, quizá todos, aquellos versos de José Rosas, escritos un día como Nuevo Manual de Urbanidad, finales del XIX:

“No gozándote en el mal,
Piedras arrojes sin tino
Al tejado del vecino
Porque el tuyo es de cristal.”

O lo que es lo mismo: “No te alegres del mal del vecino que el tuyo viene de camino.”

No hemos tenido bastantes guerras como para echar más leña al fuego; ni problemas bastantes que solucionar como para poner más incógnitas a la vida por parte de quienes debieran despejarlas todas y abrir un campo a la esperanza del futuro. Se trata de despellejar al contrario como fuere para ganar la fuerza que no tuvieren o les fuere dada; como si alguien estuviera libre de pecado para arrojar la primera piedra y el cielo fuere la última mansión reservada para ellos; y el resto, al infierno, porque “el muerto al hoyo y el vivo, al bollo”. ¿Acaso serán ellos inmortales como para no ver más allá de la codicia que les ensucia la lengua para sentarse un día a la diestra del Padre? ¿O será que dicen trabajar por el pueblo cuando solo lo hacen para enriquecerse más a sí mismos y empobrecer aún más a su propio pueblo?





miércoles, 11 de febrero de 2009

UN SOLO GOL Y UN DESTINO


Sea cual fuere el resultado que nos depare esta noche el partido amistoso entre las selecciones de fútbol de España e Inglaterra, algo ha cambiado desde el Mundial de Brasil de 1950, en que el célebre gol de Zarra al portero inglés Williams nos dio el pase a las semifinales.

La victoria ante la “pérfida Albión”, que cantara Matías Prats por la radio, llenó de orgullo a una España necesitada de estímulos de victoria entre tantos ramalazos de derrotas como las que lastraba en aquel entonces; pero aquella victoria fue solo un espejismo: la única vez que la hemos vencido en competición oficial; la única que hemos logrado pasar a semifinales de un Campeonato del Mundo. De veintiún partidos disputados, dieciséis de ellos amistosos, la balanza se inclina de parte de los ingleses por 11-7 y tres empates.

Hoy se enfrentan las que están consideradas como dos de las mejores selecciones del mundo: España, la campeona de Europa, frente a una Inglaterra que no pudo acudir ni siquiera a la fase final. La “Pérfida Albión” ha sido sustituida por el boicot inglés al Bernabéu por los abucheos racistas a sus jugadores de color. En “la roja” militan, en palabras del ex entrenador del Extremadura, y actual míster del Liverpool, Benítez, tantos jugadores de la Premier como de la Liga. Sobraba ese apunte porque, como él, son tan españoles los entrenadores que triunfan en competiciones ligueras de otros países, como los jugadores ingleses que militan en la Liga. La selección nacional solo tiene unos colores de nacionalidad que no pueden ser sustituidos por los de los clubes en los que militan, como el color de su piel por la camiseta que vistan y defiendan, y menos aún que ello conlleve tintes racistas.

Por encima de esos rifirrafes de ocasión que ha llevado este partido algo más que amistoso a Sevilla, hemos de convenir en algo que Benítez oculta: España exporta hoy tantos jugadores como entrenadores a las ligas extranjeras. No ocurría esto desde aquellos tiempos de Villalonga, que recurría a “los italianos” para poder vencer a la URSS en la final de Selecciones Europeas de 1964, la primera obtenida por “la roja”. Se refería el entonces seleccionador a los únicos jugadores españoles que se encontraban entonces en el Inter de Milán, tan bien entrenado por Helenio Herrera: Luis Suárez y Joaquín Peiró.

Al gol de Zarra en Maracaná le sucedió el gol de Marcelino en Madrid y el de Torres en Viena. Son los tres goles para la historia. Basta un solo gol para marcar un destino. Y en un amistoso, no tan amistoso, la honra de la victoria supone también enmendar una historia que no tiene por qué reducirse al 12-1 a Malta, también en Sevilla, --dónde si no tenía que ser…-- y que Torres vuelva a marcar, aunque solo sea para desmentir a su entrenador del Liverpool. Por algo él se lo llevó y Del Bosque lo recupera para España.


martes, 3 de febrero de 2009

ESPERANDO A MARTA


Dónde estás, Marta
Que ni “Sultán” te halla”
Perdido en la sobrecarta
A la altura de Triana.

Toda España te reclama
Sevilla toda te espera.
Tu familia te llama
Uncida en amalgama.

Vuelve, Marta, torna a casa.
Brazos abiertos de esperanza
Sin tu rubia presencia de brasas
Ni tu aire jovial de maestranza.

Castillo de acordanzas
Son tus cabellos, tu figura, Marta.
Triste sino fuere tu aventura
En tus días indeseables de mudanza.

Vuelve, Marta, torna a casa
Que “Sultán” te busca
Y España entera te reclama.

Marta, sin otra casa que la tuya
Ni hogar más dulce que Sevilla
Donde cantar contigo el aleluya.

Escucha, Marta, las voces que te llaman
Las lenguas con tu nombre
Los corazones que te reclaman.

domingo, 1 de febrero de 2009

TRAEDLE, AL MENOS, UN ÁRBOL BAJO EL BRAZO


Casar de Cáceres pasará a la historia no solo por las célebres tortas de su nombre; tampoco por sus tencas, ni por su charca, rodeada por una urbanización donde muchos cacereños pasan un tiempo más que de verano, el Monte del Casar, un lujo de vida para quienes no desearen otra cosa más que la calidad de vida del campo, rodeados de un silencio que invita a pensar, leer y escuchar a los clásicos, vivir la vida en el descanso de la vida, con los descendientes de su vida.

Cuando el ruido nos invade, el cambio climático nos acecha, la crisis nos derrumba, la crispación nos rodea desde el orto hasta el ocaso, Casar de Cáceres se convierte en el vivo ejemplo de un pueblo en continuo crecimiento, con su polígono industrial, con industrias y pequeño comercio vivos, con una calidad de vida que llama a la vida misma y, lo que podría resultar más chocante, con un crecimiento poblacional que quizá no se dé en muchos otros pueblos: 30 nacimientos en 2007, 53 en 2008, 4.910 habitantes censados, de ellos 1.000 menores de edad.

¿Qué factores pueden incidir en el espectacular desarrollo de este pueblo, dormitorio de Cáceres, cuya población aumenta sin cesar al ritmo de su calidad de vida campestre, cercana a la ciudad de servicios que por sí misma no necesitare más que para la educación superior o la sanidad especializada?

Cuando los pueblos extremeños se nos quedan viejos por la huida de su juventud; cuando, en otros, sus gobernantes pierden el tiempo en disputas estériles que a nada conducen y no dejan a la oposición interpretar su legítimo papel de representantes del pueblo; en algunos se prostituye la voluntad popular por tránsfugas de ocasión; y en otros, sus alcaldes pierden su tiempo y el dinero del pueblo colocando placas a diestro y siniestro por asuntos que, aunque nos competan, no son de su mundo, aunque lo fueren del nuestro. Cuando algunos se limitan a provocar la crispación en lugar de unir a todos bajo la bandera común que les ampara, Casar de Cáceres se yergue en todo un ejemplo de desarrollo rural comunitario, que no viene caído del cielo, sino de la paz social que se respira, aun con la crisis, y en la esperanza de un futuro que se levanta en el presente.

Por algo, el artífice de esta realidad es hoy el presidente de la Diputación de Cáceres, Juan Andrés Tovar; por algo quien fue su segundo, Florencio Rincón, la flor florida entre las flores, continúa ensanchando sus horizontes; por algo también, Casar es una cantera de políticos que ocupan destacados puestos en la Administración y en el partido que más integra a todos: Rafael Pacheco, director del SEXPE; Jorge Amado, diputado regional y secretario provincial de JJ SS; Rebeca Caballero, presidenta del Grupo de Acción Local de la comarca; y sus delfines que un día continuarán la labor que de ellos aprendieren: Rosalía Torres, Marta Talavero, Verónica Borrella, y un largo etcétera de socialistas empeñados en hacer de su pueblo un “primus inter pares” entre todos.

Y si en su población continúa lloviendo la vida como agua de mayo, no un pan bajo el brazo para ellos; un árbol, al menos, con su nombre, para que todos se conciencien con la realidad del medio ambiente, por su aportación al crecimiento vegetativo en una sociedad destructiva del medio. ¿Qué menos en un pueblo que también acoge como vecino y gestor político al inventor de la bandera que enarbola la defensa del medio ambiente: Goyo Tovar?, por quien su pueblo es más pueblo en vida que en la muerte.

Crece Casar de Cáceres por una doble vida: la humana que llega; la vegetal que se le regala. Cada año un árbol, con sus nombres: Cristian, Víctor, Lucía…, para cubrir el prado de su patrona, por todo nombre también Prado, el círculo deportivo de su Charca, que no todo son tencas, ni tortas, ni encinas, sino fresnos y plátanos para mayor esplendor de su nombre. Un prado de vida bajo el manto del Prado para sus niños de hoy, para sus mujeres y hombres del mañana, viva voz para los infantes aún sin voz, ni palabras de agradecimiento para el pueblo donde vieren la luz de este mundo, luz de luces entre quienes primaren el desasosiego.