viernes, 31 de diciembre de 2010

NO ESPEREN A 2011 PARA SEGUIR VIVIENDO…

Nochevieja es un tránsito, como la vida y la muerte. Muere un año, nace otro, como en la vida misma, como la naturaleza que se regenera a sí misma para seguir dando luz y vida. Nos ha dado el año que finaliza vida y muerte. No apreciamos la vida mientras la tenemos, como la salud cuando nos acompaña. Pasamos las hojas del calendario sin darnos cuenta de que nuestra cuenta atrás empieza desde el momento mismo del nacimiento a la luz. Nos sorprende la muerte en el camino y apenas nos damos cuenta, porque no vivimos la vida. Ponemos fechas a la vida, como si deseáramos alcanzar la meta que está próxima, más cercana de lo que creemos.

No es vida la vida sin salud, sin amor, sin compañía, sin el reconocimiento que no hubieres en vida más que por quienes amaste y te amaron. Pasa la vida y llega la muerte, sin aviso previo. Nos sorprende todavía el anuncio de la muerte que no se anuncia, la de aquellos para quienes la vida no fue un tránsito hacia la muerte, porque su transitar por la vida dejó la estela de la obra bien hecha. “Ha muerto Veiga”, leemos, y, de pronto, advertimos la vida, su vida entregada por amor a los demás; transmitimos la noticia y nos llegan los ecos de los sentimientos que suscita.

Muere hoy el año y observamos una foto en el periódico. Hacía tiempo que no le veíamos, pero no hubiéremos noticia de su muerte hasta hoy. Estará pintando la ciudad antigua o ensayando con su Orfeón la música que nos eleva sobre la tierra. Levitaba Jesús Marcos con los latines gregorianos, con los rincones de la ciudad patrimonio, con la dulzura en su trato con las mujeres… Jesús por nombre porque naciere un día de Nochebuena (puer natus est nobis), falleció en su otro día de onomástica: Navidad. La vida y la muerte entrelazadas en su nombre. Permanece su obra en un café de la cacereña calle París, en la exquisitez femenina de sus niñas, en las notas desprendidas del pentagrama de los acordes musicales… que llenaban las naves catedralicias.

Que la tierra les sea leve, porque no pudieron dar en vida todo lo que quisieren y pudieren. Lloramos su muerte como sonreímos ante la vida de los pequeños que nos rodean.

El tránsito del año subsume en sí mismo el de la vida. Muere un año, pero nace otro; en la vida que fenece, el tránsito es al más allá. Todo ya consumado; la obra, sin finalizar, truncada. Quizá conociere Jesús el responsorio cuaresmal “Media vita in morte sumus” (en la plenitud de la vida estamos muertos), como el joven emeritense fallecido en Leiria en la plenitud de la vida, cuya identidad nos revelaren días pasados, y hubimos un recuerdo para sus padres, con quienes un día compartimos afanes.

Nochevieja es el féretro con los despojos mortales de un año más que se nos va con la vida, que se llevó tantas vidas, vividas y por vivir; ilusiones rotas, afanes truncados en la vida sin vida de los sin vida; de quienes teniéndola, ni la viven ni la sienten ni la comparten. Y cuando llega la hora, nos coge desprevenidos, asustados ante nuestra propia debilidad humana, ante la fugacidad de la vida que no vivimos si nos fuere anunciada.

El vino espumoso que se evapora esta noche semeja el tránsito de la vida fragmentada, en un calendario hecho para vivirlo todo el año, cada día, porque no sabemos ni el día ni la hora. Solo sabemos la hora de este tránsito de vida, imparable, ya iniciado en otras tierras del planeta para seguir viviendo y amando. No esperemos más porque el tiempo vuela. Abracemos la vida que nos da la vida porque esta camina ya hacia su destino.

jueves, 30 de diciembre de 2010

TRES ROLES DE VEIGA

Manolo Veiga, como se le conocía familiarmente, no fue un funcionario ni un político al uso. Extremeño, aunque nacido en la cuna de Santa Teresa; profesor de la rama de Derecho de su predilección –“tendrían que venir los romanos a colonizarnos otra vez”, me dijo en cierta ocasión--, político integral por Cáceres y Extremadura; ciudadano comprometido con su tierra por la vía del asociacionismo antes que por la política; antes por las vías que hubiere que por las democráticas por las que suspirare, Veiga subsume en su vida truncada los roles todos de extremeño comprometido, de profesor vocacional, de político entregado a su causa.

En agosto del 82, un miembro de la Ejecutiva Federal, apenas conocido, visitaba las agrupaciones provinciales para animar a los pocos que hubiere sobre el cambio anunciado. Ante él y un secretario de Comunicación que nos relatara su perfil profesional y político, Javier Solana, varias veces ministro con Felipe González, secretario general de la OTAN y encargado de la política exterior y de Defensa de la UE, nos respondía a la pregunta que fuere lema del PSOE en las elecciones de octubre: “Por el cambio”. ¿Dónde ve usted el cambio, señor Solana?” Y respondía: “Se ve en la calle, en el aire que respiramos, se palpa, se nota, se presiente…” Asentía un Veiga, secretario de Organización provincial, que hubiere visitado pueblos, organizado agrupaciones locales, animado a los suyos a hacer realidad el cambio esperado.

Salimos un día de octubre, vísperas de las elecciones de la plaza de toros, donde Felipe González viniere como candidato a la Presidencia del Gobierno tras su paso como alférez, que recordare, en el CIR 3 de Cáceres. Comentábamos el mitin como aspirantes a un cambio anunciado.

Profesor de Derecho Romano, no pedía a sus discípulos la retahíla de la memoria en latines, sino el concepto y la filosofía que inspirare el Derecho todo, el Derecho Romano, por cuya civilización tanto suspirare.

Fue político antes que profesor; funcionario del Estado antes que profesor y político; esposo y padre antes que nada; y político, al fin, llamado a las más altas responsabilidades por su partido: concejal, diputado provincial, presidente de la Diputación, diputado regional, presidente de la Asamblea de Extremadura; pero, sobre todo, fue Manolo, un hombre bueno, comprometido con su tierra, con la política de su partido, con la enseñanza a sus alumnos a quienes transmitiere una célula de nuestra civilización occidental: el Derecho Romano, sin cuya esencia nada fuéremos; como sin su bondad, tan recordada, no hubiéremos espejo donde mirarnos…, como el cambio que conociste y por el que trabajaste, Manolo.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

UN EXTREMEÑO EN LA EUROPA DE LOS MERCADERES

Incansable, tras una hora de palabras, el eurodiputado de origen extremeño Alejandro Cercas, explicaba en la pasada campaña electoral de las Europeas la falta de sensibilidad social por parte de una minoría de países, liderados por el Reino Unido, que continúan viendo a Europa como un simple mercado. Esta tesis ha sido refrendada recientemente por el secretario general del PSOE extremeño y presidente de la Junta de Extremadura, Fernández Vara, quien ha afirmado que en Europa no se habla de personas, sino de mercados, como ha tenido ocasión de escuchar en el Comité de las Regiones. Y el secretario provincial del PSOE de Cáceres y presidente de la Asamblea de Extremadura, Juan Ramón Ferreira, afirmaba recientemente ante el comité provincial de su partido que “los mercados no pueden gobernar el mundo”.

Cinco semanas antes de las elecciones europeas, el eurodiputado Cercas lideró en el Parlamento Europeo la batalla contra la jornada semanal de las 65 horas semanales, que había sido aprobada por los ministros de Trabajo de los 27 con el voto en contra de España. El Parlamento Europeo aprobó por mayoría absoluta una serie de enmiendas por las que se exigía la supresión de todas las excepciones a la jornada laboral de 48 horas semanales. La Eurocámara reclamaba, además, que se considerara tiempo de trabajo la totalidad del tiempo de guardia, incluido el periodo inactivo (por ejemplo, cuando un médico duerme en el hospital).

Cercas se dirigió a los Veintisiete para decirles que el voto del Parlamento “no es un contratiempo; es una oportunidad de rectificar una decisión equivocada” y pidió a la Comisión, que había apoyado el compromiso alcanzado por los Veintisiete sobre las 65 horas, “que se ponga el traje del árbitro, que se quite la camiseta del Consejo, y hagamos una conciliación para que sea verdad la reconciliación de la vida familiar y profesional y la Europa social”.

De nuevo ha tenido que ser Alejandro Cercas el que haya puesto coto a “un retroceso de la civilización” en la Europa de los mercaderes al rechazar como ponente el “permiso único” para la inmigración que consagraba la discriminación de los inmigrantes de terceros países en sus derechos laborales y sociales. La disputa entre liberales y conservadores permitió a la izquierda rechazar una norma que permitía la entrada en Europa de trabajadores que no quedaban sometidos al derecho comunitario ni al derecho nacional, lo que fomentaba los sentimientos de xenofobia, racismo y rechazo hacia los inmigrantes.

Otra vez, Cercas tuvo que ser el artífice de la movilización contra una directiva que consagraba la discriminación de los extranjeros no comunitarios. “Hemos evitado que Europa dé un paso atrás” porque “estamos aquí para velar por la igualdad en el trabajo y preservar nuestro modelo de protección social”.

Quien ha sido cocinero antes que fraile, emigrante antes que trabajador en su propio país, conoce bien cómo la Europa de los mercaderes desea superponerse a la Europa social, en la que todos somos iguales. Una gran lección para quienes, como la derecha española, se opone a la subida de impuestos para quienes más ganan, porque ellos sobrepasan con creces los 60.000 euros anuales. Que paguen, como siempre, los trabajadores.

El mismo mensaje de la Europa de los mercaderes, dominada por la derecha, que desea imponer en España quienes aspiran a gobernarla; quienes, donde gobiernan aquí, hacen lo contrario de lo que predican donde no hubieren el poder. Ellos no fueron emigrantes, como Cercas, y aquí se olvida a menudo que media Extremadura fue también emigrante y considerada, por trabajadora, en aquellos países que les recibieron con las manos abiertas, pero con todos sus derechos sobre la mesa. Y aquí gobernaba la derecha de siempre: la de los terratenientes y señoritos que repartían el trabajo como limosna, que no pagaban, o no ingresaban, las cuotas sociales que los campesinos pagaban sin recibo a cambio e iban a sus bolsillos y, tras una vida entera de cincuenta años de trabajo, no tenían derecho a pensión, porque sus cuotas no llegaron donde debieren.

domingo, 26 de diciembre de 2010

UN TIEMPO SIN TIEMPO

Es siempre una excusa el tiempo para quienes no saben aprovechar el tiempo. Negaren unos su tiempo, como si no hubieren el suyo de vida. “Es que no tengo tiempo, te lo prometo”, como si pudieren negar la existencia misma de su tiempo. Dulcifican otros la brevedad de su tiempo: “Es que apenas tengo tiempo, amor…”, “llámame y quedamos cuando tengamos tiempo”. ¡Quién no hubiere tiempo en el que le otorgare su vida y su tiempo!

¡Cómo pasa el tiempo y no sujetamos el tiempo! Vivimos el tiempo sin tiempo, inconscientes de su fugacidad. El tiempo es vida y vivimos el tiempo sin vivirla; es oro el tiempo y se nos escurre entre los dedos sin aprehenderlo. Perdemos el tiempo porque nos dejamos llevar por él; nos acomodamos a él como si nos condujera por los abismos de la vida en una cabina del teleférico, conformistas de la ocasión, y perdemos el tiempo, el tiempo perdido, sin sacar provecho al tiempo.

Observad a esas familias rurales extremeñas que viven su tiempo y lo aprovechan a cada instante para llevar a los suyos el sustento de la naturaleza. Y cuando les quedare tiempo para el descanso, comen sentados junto a la lumbre que calienta la estancia; se cuentan sus historias y las leyendas de su pueblo tan amado; no necesitan matar el tiempo viendo televisiones que nada le dicen para matar el tiempo; no distrajeren tampoco su tiempo en juegos de azar, porque viven su tiempo compartiéndolo con quienes son parte de su vida y tiempo. Navidad es para ellos todo el año y no un día, una fecha en el calendario, porque los ciclos litúrgicos son incompatibles con los ciclos de la naturaleza y de su tiempo.

Pasa el tiempo, una década ya del nuevo siglo, y parece ayer cuando asumimos un nuevo milenio, un siglo nuevo de tiempo para los nacidos en el anterior y una vida toda para los nacidos en este. “¡Cómo pasa el tiempo!”, se dicen a sí mismos quienes no son conscientes de su fugacidad y de su tiempo.

Nos sobra el tiempo y buscamos tiempo para el tiempo. Solicitamos tiempos muertos cuando estamos en plena posesión del tiempo. Damos tiempo al tiempo y no nos llega el tiempo. Dejamos las cosas al tiempo y el tiempo nos devuelve a la realidad de nuestro tiempo. Jugamos con el tiempo y el tiempo nos deja fuera de tiempo. Anhelamos tiempo para matar el tiempo y nos mata el tiempo en su devenir…
Tiempo sin vida, vida sin tiempo, para vivirla en el tiempo que nos da la vida…, tiempo de nuestras vidas, vidas de nuestro tiempo, que nos dais la vida y nos os damos el tiempo…, al azar de la rosa de los vientos, norte del tiempo y sur, al fin, de nuestro tiempo, en el anochecer del tiempo…, cuando cada día amanece nuestro tiempo para aprehenderlo y vivirlo en la instantaneidad del tiempo, tan huidizo, escurridizo, fugaz…, como quisiere enseñarnos y no aprendemos porque no lo aprehendemos.

sábado, 25 de diciembre de 2010

UNA FOTO JUNTO AL REY EN EL DISCURSO DE NOCHEBUENA

Si algo ha sorprendido en el discurso de Nochebuena del Rey a los españoles han sido no solo las referencias ineludibles a los asuntos de Estado que nos ocupan y preocupan, sino la foto situada a su izquierda, por primera vez no tan familiares como el árbol y el portal a su derecha. La foto del Rey con la Copa del Mundo de fútbol en sus manos, junto al seleccionador y los jugadores, tiene un símbolo muy especial, como la llamada de atención que nos dirigió a la necesaria “unidad, responsabilidad y solidaridad para salir de la crisis”, en la que no caben “actitudes individuales ni colectivas de indiferencia o de egoísmo”.

El monarca quiso situar esa foto a su lado para hablarnos de concertación, de compromiso, de desterrar el desánimo para no dejarnos vencer por las dificultades, de determinación, de lucha por defender los intereses de España en el marco internacional y quiso decirnos, a la vez, que el año que termina “nos deja también alegrías, realizaciones y esperanzas, incluidos numerosos triunfos inolvidables en la historia de nuestro deporte”, como el Campeonato Mundial de fútbol allí presente, logrado con humildad, trabajo y sacrificio, lo mismo que le pide a la clase política, agente económicos y sociales para salir de la crisis.

Un campeonato del mundo, sea del deporte que fuere, no arregla nuestros problemas, aunque nos dé el orgullo y autoestima de ser y sentirnos más españoles alrededor de uno de nuestros símbolos nacionales: la bandera.

La crisis económica, a la que el jefe del Estado dedicó casi la mitad de su discurso, ha puesto de relieve, junto a los “desequilibrios y deficiencias estructurales que hemos de resolver juntos con eficacia y prontitud”, la pérdida de empleos, a los jóvenes sin empleo, el cierre de pequeños negocios, el esfuerzo de los asalariados, los desvelos diarios de millones de familias, a las que el Rey ha mostrado gratitud, “pues contribuyen al bien de todos”.

El monarca, que el pasado año hizo una llamada a la concertación de las fuerzas políticas y sociales, ha instado a seguir adelante “con empeño” y para “ganar la batalla al paro, mejorar en competitividad y productividad y volver a situar nuestra economía con visión de futuro en el pelotón de cabeza, manteniendo nuestra protección y cohesión social”, consciente de que, sin esos ingredientes, no crearemos empleo, y ha apelado, en fin, a lo que es capaz de unirnos a todos, como la selección de fútbol, pero que nos separa en el ámbito de la concertación y de las reformas necesarias para cumplir los compromisos de materia presupuestaria y de déficit.

El Rey dice lo que ha dicho y lo que hubiere de decir, lo que algunos no quisieren escuchar y los que otros no oyen porque se hicieren los sordos. “No hemos llegado hasta aquí para dejarnos vencer por las dificultades, para renunciar a construir un país cada vez mejor”. Ha apelado a desterrar el desánimo, a los compromisos de los nuevos tiempos “si queremos ganar el futuro”, y a los valores y virtudes cuya ausencia no es ajena al origen de la crisis.

No ha olvidado el monarca una lacra de España, el terrorismo, para el que ha pedido determinación, sin olvidar la solidaridad con las víctimas; el papel de España en el mundo y el de nuestras Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad, “que han sufrido la pérdida de compañeros que permanecen en nuestro recuerdo”.

“España en mi deber, pero también mi pasión”, ha terminado diciendo el Rey, que confía más que otros en “nuestra capacidad y fortaleza para dejar a nuestros hijos y nietos un país cada vez mejor”.

La foto de la unidad que nos condujo a la victoria deportiva constituye un marco especial para las palabras del monarca cuando nos invita a “mirar más allá, estimular ilusiones y fortalecer capacidades”.

viernes, 24 de diciembre de 2010

SOLEDAD EN NAVIDAD

Nunca como ahora duele tanto la soledad. Nunca tantos se encuentran tan solos cuando la mayoría está acompañada. Se sienten las ausencias más que las presencias. Las ausencias marcan la soledumbre de la Navidad. Cómo, con tanto amor presente, las ausencias emergen sobre las presencias. Cómo con la Vida que nace y que une se añora la vida ida, la ausencia presente, el amor perdido… El Niño-Vida se une a la vida presente en torno a la vida ausente; pero el sentido cristiano se ha quedado en el sentido humano. Y la humanidad está sola, triste, sin humanidad presente.

Navidad es la eterna pregunta sobre la noche, la noche del amor, abismo entre todas las noches. Nadie pregunta: ¿Qué tal anoche?, porque anoche no es la noche, una noche cualquiera de holganza y jolgorio. Es la pregunta y la respuesta esperada: Bien, en familia, tranquilo… Nochebuena sin familia y no se pregunta. Nochebuena con ausencias y se elude la mirada. La noche es frontera entre la vida y la muerte, entre el sueño de la vida y el sueño eterno, entre el amor compartido y la tristeza en soledad.

La noche acoge sobre su manto la sinfonía del amor y el llanto de abatimiento; pero hay dos noches al año en que la luz puede más que la noche: Nochebuena, o la noche del Amor, y Sábado de Gloria, o la noche de la Luz. Confirma la Navidad el amor del mundo y el deseo del amor participado, extensivo. ¡Ay de aquellos que, teniéndolo todo, no reparten amor! Para ellos, la noche de las noches no es la noche, ni buena, ni mala, una noche más, sin novedad en su frente. Recordarán quizás otras noches, cuando la noche les trajo otras vidas o les arrebató una vida; pero no la noche de la vida, la noche del amor.

Duele la soledad en Navidad más que ningún otro día del año. Navidad es la memoria resucitada; el año, el olvido hecho costumbre. Nochebuena es la sacralización de la familia y del consumo inhabitable en otros durante todo el año. La Nochebuena nos trae el recuerdo cuando todo el año es olvido. La Navidad es un paréntesis sin cierre, como una escuela permanentemente abierta en la que sus alumnos parecen encontrarse durante unas horas si todo el curso están juntos, pero alejados entre sí, como los que se fueron, como los que están; como quienes pretenden rescatar lo irrescatable: una soledad compartida, no amada; sufrida; anhelante, sabedora que el adviento por venir llegó, pero siempre habrá otro, a la espera de otros encuentros: el hombre con el hombre, la mujer con la mujer, los hijos con los hijos, siempre unidos, en el respeto y el amor proclamados en la noche entre todas, pero nunca cumplidos a satisfacción de todos, porque el amor de esta noche no es el amor del mundo, tan alejado de sí mismo que destruye la vida, la naturaleza, la esperanza, el amor mismo por el que un día vimos la luz.

domingo, 12 de diciembre de 2010

LA PRISIÓN DEL SILENCIO

El silencio no solo es la abstención del habla, la falta de ruido, la pausa musical; ni tampoco estar en silencio, calladamente, sin hacer ruido. Es, sobre todo, el efecto de no hablar o no manifestar algo por escrito, por imposición. Hay silencios impuestos y obligados. El primero presupone la censura; el segundo, la autocensura o la prudencia en el hablar. En ningún caso, el silencio subsume en sí mismo una abstención obligada del habla sin esos supuestos.

El silencio se impone por la fuerza, por miedo o por prisión, la abstención máxima de la libertad individual. En el Día de los Derechos Humanos, Reporteros sin Fronteras (RSF) celebró el XXI Día de apoyo a los periodistas encarcelados, en la actualidad 270 en el mundo, para evitar la “prisión del silencio”, “108 por divulgar informaciones molestas, reclamar respeto a las libertades individuales o negarse a someterse a la censura están en China”, según la vicepresidenta de la organización en España.

El silencio no puede molestar nunca porque en él vemos la luz que no nos llega, el habla aprisionada que no nos sale, el pensamiento oculto que celamos en la intimidad. El silencio molesta y duele cuando no nos permiten decir, por escrito o de palabra, la melodía del pensamiento.

La “prisión del silencio” no solo lo es de la libertad, quizá no del pensamiento, que vuela libre, sino de la palabra que atesoramos y que no dejan fluir porque duele la verdad a quien intenta silenciarla. El silencio aprisionado es el ave enjaulada, virgen de vuelo, no porque no quisiere, sino porque se lo impidieren los hombres que se consideran dueños de la vida, la libertad y la expresión de los demás. El pájaro enjaulado no pierde su canto entre rejas llamando a su pareja, trinando por su libertad, en ansias infinitas de vuelo y planeos de hablas sin fin. El hombre o la mujer enrejados por hablar o manifestar lo que sí debieren, aunque a otros molestare, supone la peor condena de todas: ni libertad para caminar, ni libertad para decir, ni libertad para proclamar el pensamiento creador. Todas las libertades enclaustradas en una sola, menos la del pensamiento.

La lengua es la norma; pero el habla es fluyente e inapresable. Podrán encarcelar nuestro cuerpo, pero jamás nuestro pensamiento, aunque sí nuestra habla. Al final, su habla será presa de su muerte, aunque en vida hubieren libertad para expresarse; pero, mientras tanto, la “prisión del silencio” no extrapola la libertad creadora, el pensamiento compartido, imparable, universal, globalizado. Ni dueños serán de sus silencios ni esclavos de sus palabras que, aun existentes, no se revelaren a oídos o vista ajenas.

Evocare a Pablo Neruda cuando hubiere la “prisión del silencio”:

“Yo que crecí dentro de un árbol
Tendría mucho que decir,
Pero aprendí tanto silencio
Que tengo mucho que callar
Y eso se conoce creciendo
Sin otro goce que crecer.”

viernes, 10 de diciembre de 2010

ADVIENTO DEL CORAZÓN

Qué espero de ti, ¡oh noche deseada!
Qué ansia sin más de tu mirada
Que sino, amor mío, de tu llegada.

Es tu venida mi llegada, adviento.
Tu corona morada ciñe tu aliento
En mis sienes danza mi afligimiento
De esperanza compartida de acogimientos.

Ven, no tardes, amado esperado.
¿O eres la amada en ti encarnada?

No demores tu llegada, pensamiento,
Que mi corazón espera tu calor
Tu alma entera y abrigamiento.

lunes, 6 de diciembre de 2010

LAS ÁGUILAS VOLVERÁN A VOLAR SOBRE EL NIDO DE LOS CUCOS

El cuco común es un pirata de nidos ajenos para depositar allí sus huevos; se comen los de otros e incluso sus crías; no construyen nidos, porque aprovechan los de otras especies. ¡Qué cucos!, aprovechados del trabajo y del producto de los demás.

Semeja esta situación la de los controladores aéreos que, siendo servidores públicos, y mirando exclusivamente su bien, chantajean al Estado y a sus compatriotas; dinamitan la libre circulación de los ciudadanos y su derecho al descanso; el negocio de sus empresas y de las agencias de viajes; colapsan el país como si estuviere en sus manos porque fuero suyo, aunque no lo fuere, como los nidos del cuco, y ponen en solfa la marca España ante Europa y el mundo. ¿Qué les importa a ellos sino su propio beneficio?

Días antes del gran “puente”, maquinan con la oposición el chantaje para debilitar al Gobierno y al Estado; se hacen con bajas laborales sin justificación para cubrirse las espaldas y, aun así, se presentan a trabajar, pero no trabajan.

En agosto de 1981, los controladores aéreos americanos intentaron chantajear al gobierno de los Estados Unidos con peticiones consideradas inadmisibles. En un alarde de autoridad, el presidente Reagan les dio 48 horas para incorporarse a sus puestos. Solo lo hicieron 11.345 de los 17.500. El resultado fue el despido fulminante de más de 11.000; se impidió que volvieran a ser contratados y a su sindicato le fue retirada la calificación para mantener su actividad. Reagan los reemplazó por pilotos militares y dio órdenes para formar lo más rápidamente posible a nuevos controladores.

Los controladores aéreos españoles han llegado demasiado lejos, hasta donde ahora les fue “permitido” por los directivos de AENA y por los sucesivos gobiernos. Con la presión sindical, han pretendido ser como los cucos: mandar en el espacio de todos, ocupar sus nidos a placer y comerse sus productos; pero este cuento ya se ha terminado. “El paro no les saldrá gratis”, como no debería salirles a los médicos que les han dado las bajas ni a la oposición, que continúa poniendo ruedas bajo los trenes de aterrizaje, para que las águilas no vuelen sobre los nidos de los cucos.

El “estado de alarma”, aunque haya sido el primero de la historia democrática, era, pues, una necesidad nacional, como ahora lo serán la sustanciación de los expedientes administrativos y penales, el pago de las indemnizaciones correspondientes a todos los afectados y crear un nuevo marco jurídico para un servicio insustituible del Estado, en el que sus actores no puedan volver a ser cucos para que las águilas no puedan volar. El Estado ni paga traidores ni puede aceptar un chantaje de similares características, aunque el PP se haya complacido con la situación y eche las culpas a quien no debiere; pero que tomen nota que ellos también se quedaron en tierra y no son Ícaros para volar solos sobre su propio espacio aéreo, porque sus alas de cera y sus lenguas de trapo darían con su humanidad en tierra.

sábado, 4 de diciembre de 2010

LAS LUCES NO LOGRARÁN APAGAR TU TIEMPO

De pronto, al pasar la última hoja del calendario, la había recordado como si fuere ayer. Su aniversario, recién cumplido, le haría frisar casi el medio siglo. Se preguntaría, como me hiciere un día, por la máxima de la vida, el corolario todo de una vida intensamente vivida, como si empezare otra nueva, o la cuenta atrás definitiva.

Callaba más que hablaba. Su corazón era un pozo de secretos tan profundo que no llegaren ni a él sus íntimos. Dueña absoluta de sus silencios, no llegaría a ser ni esclava de sus palabras. Recordaba los besos que le diere en su frente al llegar por las mañanas al trabajo, como si quisiere aprehender su pensamiento todo, y apenas si me respondía con una sonrisa prudente, escéptica ante mi mucho afecto. No la importunaba con preguntas que no pudiere contestarme.

Un buen día, sin saber cómo, la invité a un café. Dispuso las encomiendas precisas ante una ausencia breve. Pasaron los días y los cafés continuaron. Me escuchaba atentamente como si oyere al buen orador que no fuere. Todo estaba permitido; quizá solo los entresijos del trabajo eran un asunto vedado. Nos sentíamos cómodos. Mi mano tomaba la suya como la de una niña a quien, con el gesto, le transmitieres tu apoyo. La mano apretada, a veces los dedos entrelazados, me transmitían el coraje de su alma, la bondad de su corazón; pero no hubiere palabras que revelaren su estado de ánimo. Ni siquiera sonreía…

De regreso, le pregunté un día si la estaba aburriendo o, por el contrario, le descubría algo nuevo con mis peroratas. Me dejó fuera de juego: “No solo eso: me transmites serenidad, autoestima; me has enseñado a discernir lo importante de lo relativo, el valor de la familia, lo que es importante de lo que no lo fuere… “

--Pero… ¡si nada me dices…!

--¿Te parece poco? Mi mano sobre la tuya, mis ojos sobre los tuyos…

--El tiempo no pasa en balde, amiga mía. Pronto encenderán la luminaria navideña y, aunque las luces iluminen tu rostro, no lograrán apagar tu tiempo. Bébelo, consúmelo despacio, para que no te atragantes. Y procura no guardarte tantos secretos para tu tumba. Tendremos un año más muy pronto; las luces se apagarán hasta el próximo, pero tu rostro brillará más con la luz de tu alma y de tu corazón. Vive el día a día, porque el tiempo vuela solo, amor; pero nunca morirá tu recuerdo, aunque la vida nos separe en el memento de las manos unidas, del habla consumida, del tiempo vivido, ayer contigo, hoy sin ti y, aunque las luces navideñas se apaguen…, jamás se apagará nuestra memoria. ¿Y quién nos separó sin una palabra siquiera? Memoro aquella Nochebuena cuando me solicitaste: “Quiero tomar un vino contigo, a solas”, y nuestras manos se unieron de nuevo en la despedida, sin que los besos deseados se encontraran en la conversación inacabada, interminable, infinita, de nuestros espíritus, que un día se sintieren arropados, entendiéndose sin palabras, como en Cáceres y en Mérida, hoy iluminadas por la Navidad y por la luz de tus ojos, que viere aquí la luz de este mundo, pero se fue allí para no ser venerada, como la luz de santa Eulalia, cubierta por las nieblas de la naturaleza que subieren desde el Guadiana por estas fechas para cubrir la desnudez de su cuerpo en el martirio de la luz recibida…