La primera revelación
de las elecciones del 20-D ofrecía una primera lectura: o formar la gran
coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos, como propugnara el presidente en
funciones, líder del PP y partido más votado, Mariano Rajoy, o nuevas elecciones. La aritmética parlamentaria no
ofrecía como posible lo que se deseaba, y los gobiernos en minoría no podrían
prosperar... La gran coalición, preferida por Europa, los empresarios y por
algunos sectores del PSOE, suponía para el PP la única posibilidad de continuar
en el poder; y para el PSOE, la inmolación de su líder y la fagocitación del
partido por su adversario más próximo. Se dilucidaba el pacto de gobernabilidad
de Rajoy o el reformista de Sánchez.
La gran alianza garantizaría la estabilidad: pero, a un tiempo,
amenazaría al PSOE su hegemonía de la izquierda, al dejar a Podemos como líder
de la oposición. De otro lado, se renunciaría al giro social propugnado. Las
mayoría deseadas por el PP y Europa no eran posibles. Los barones socialistas,
alarmados ante el pacto soñado por Sánchez,
le impusieron condiciones. Este hizo una finta y dejó en manos de los órganos
del partido y de los militantes la respuesta final a los posibles pactos. No se
quemaba, así, las manos y no obedecía dictados de nadie. Su fracaso no sería
solamente suyo, sino de todos, sabedor de que la derrota, sin la venia de sus
compañeros de viaje, recaería sobre él como una losa que le sepultaría
políticamente. En esas estábamos cuando Sánchez
resuelve de un plumazo una ecuación de dos incógnitas ante la pasividad de Rajoy, rendido por sus reiterados noes, que no mueve ficha, a la espera...
El tiempo pasa y apremia. Sánchez
abre una mesa negociadora con Ciudadanos, que desea la gran alianza no solo con
PSOE, sino con el PP. Rivera parece
demostrar más sentido de Estado que nadie y, tras dos intensas semanas de
negociaciones, firma ayer el pacto con el PSOE ante el cuadro El abrazo, de Genovés, en el Congreso.
Consciente de la necesidad de más socios, Rivera apela --en muy clara alusión al
PP-- a quienes defienden el marco constitucional, al pacto por el euro y
Europa, la estabilidad presupuestaria y el pacto antiterrorista. "Este
--argumenta-- es un pacto de gobierno entre los constitucionalistas." (véase
politica.elpais.com, de hoy) y añade:
"El problema no es de aritmética, es de generosidad y capacidad de
diálogo. No hay voluntad política. Les invito a sumarse a esta nueva
transición." (Íbid.)
¿Y cuál es la respuesta del resto de los partidos a este
pacto? Para Rajoy (PP), el pacto del
PSOE y Ciudadanos "no sirve para nada" y lo define como "ni de
investidura ni de gobierno" (Véase elperiodico.com,
de ayer). Podemos ve "peligroso y preocupante el pacto" y observa en
él "un puente con el Partido Popular y los rescatadores del bipartidismo",
en palabras de su secretario de Relación con la Sociedad Civil, Rafa Mayoral. (Véase lavanguardia.com, de ayer). "IU y
Compromís abandonan la negociación y dejan al PSOE sin apoyos en la izquierda"
(eldiarioes.politica, de ayer). Garzón (IU) dice que es "muy
regresivo y contrario a los intereses de las clases populares y le traslada al
PSOE la suspensión de las negociaciones". (elpais.com/politica, de ayer).
En este contexto, Pedro
Sánchez suma 131 votos (los 90 de los suyos, los 40 de Ciudadanos y el de
Coalición Canaria), cuando la mayoría absoluta se fija en 176. En segunda
votación, en la que necesitaría más votos afirmativos que negativos, la mayoría
absoluta estaría en su contra: 123 votos
del PP, 65 de Podemos, 4 de Compromís y 2 de IU (194 noes). No salen las cuentas, y ningún partido de los restantes ha
comprometido, por el momento, su abstención.
Las elecciones del 26 de junio no serán la panacea. Hemos
perdido de entrada medio año para los intereses de España y los españoles. Los
partidos han fracasado: el sentido de Estado ha brillado por su ausencia y, por
encima de él, el egoísmo partidista, el enrocamiento de las posturas de unos y
otros, las líneas cruzadas de vetos..., como si España no fuere la único
importante por encima de las diferencias que les separen.
Será la primera vez que España celebre una segunda
vuelta. El comportamiento electoral será
una incógnita. ¿Para qué sirvió mi voto; para qué votar otra vez, si no saben o
no quieren negociar? Y por supuesto, cobrando de todos sin arreglar nada, hasta
junio. Y ahora, ¿volverán los mismos para escribir con renglones torcidos? Nos
jugamos el todo o la nada; pero, entonces sí, por el bien de nuestro país,
tendremos que tener un gobierno: o la gran alianza, o el ahora esbozado. Mirémonos
en el espejo de la UE, o en Alemania, con su grosse koalition, de la CDU, de Merkel, con sus socios
bávaros de la CSU, y los socialdemócratas del SPD. Miremos a Francia, donde
para parar al Frente Nacional en segunda vuelta, la izquierda se retiró para
que la derecha tradicional batiera a Marine
Le Pen. Es preciso frenar a los anticonstitucionalistas, que nada bueno nos
podrían traer. Echemos una mirada a nuestra tierra, aún sin presupuestos. ¿Por
culpa de quién? De los salvadores de la patria que nos quisieren dejar fuera de
juego por pobres y parias... hasta en su programa económico. ¡Hasta ahí podríamos llegar...!, que
diría Rajoy.