Van pasando los días;
de las lluvias hemos pasado al solsticio de verano; de las chaquetas a las
ropas más ligeras. Pasa la vida y los caminos de los hombres y mujeres en esta
vida. Cada día nos sobresaltamos con una nueva muerte, no importa que le
hubiéremos visto anteayer. Recordamos su paso entre nosotros, su estela; los
momentos más íntimos e inolvidables de intimidades de palabras.
La vida es un camino de paso. Olvidamos que hacemos
camino al andar, que estamos de paso; que la vida es un préstamo que sabemos
cuándo ha comenzado, pero no cuándo termina. Es una encrucijada la vida, una
interminable sucesión de cruces y caminos. Hemos de elegir uno entre mil; damos
un paso hacia adelante; quizás dos atrás. Nos equivocamos; no reconocemos
nuestros errores. Volvemos sobre nuestros pasos y elegimos otra bifurcación,
otro camino en la encrucijada de la vida. En ese deambular, alguien nos acecha
para hacernos daño, para tendernos una emboscada; somos objeto de asechanzas y
celadas, pero no las advertimos. Nos ponen a prueba las encrucijadas; ignoramos
qué camino o conducta seguir. Cantos de sirena reclaman a cada instante nuestra
atención. Nos encontramos en una encrucijada; tenemos varias en la vida, y
elegimos. Ignoramos si preparados o no, optamos por un camino en el ecuador de
nuestra vida: ya una carrera, una profesión, un oficio; el matrimonio que nos
cambia la vida; los nietos que dan una vuelta de tuerca a la propia vida; la
propia encrucijada de culturas; la encrucijadas de los tramposos y vanidosos,
de los avaros y ambiciosas.
Llega un día en que cruzamos el ecuador de nuestras
vidas, si llegáremos a él. Alguien nos pregunta qué se siente, que nos motiva
ahora. Lamentamos el tiempo que nos hicieron perder, muy a nuestro pesar; el
tiempo perdido, y no recuperado, que jamás volverá; hacemos balance de nuestra
vida, en la que detallamos déficits y superávits; nos proponemos no perder más
tiempo hasta que llegue nuestra hora. Quienes nos interrogaren, han pasado ya
por la misma encrucijada; también, pasados los años, eligieron un camino,
quizás equivocado; han iniciado otra vida, dejando atrás el camino elegido por
ellos mismos, y por otros, a la fuerza. Ahora, todos juntos, por separado,
caminamos hacia la encrucijada del Polo Sur. La hora llegada..., qué panorama,
que punto, lugar, trampa o celada nos espera. Seguimos en la calle; estamos y
nos sentimos vivos, aunque cada vez menos. Reflexionamos sobre el tiempo
perdido, las amistades idas; pensamos en aquellos a quienes no volveremos a
ver; en quienes nos ofrecieron cariño y en los que nos tendieron trampas en las
encrucijadas. A ellos, a todos, les llegará la hora de la encrucijada de la que
no supieron salir, de la que no podrán salir jamás. Solo quienes lo dan todo
por quienes nada tienen, serán sanos y salvos, y tendrán otra vida, en la que
no habrá más encrucijadas, porque estarán en primera fila de la grada de la
otra vida.