viernes, 15 de julio de 2016

ENCRUCIJADAS

 
           Van pasando los días; de las lluvias hemos pasado al solsticio de verano; de las chaquetas a las ropas más ligeras. Pasa la vida y los caminos de los hombres y mujeres en esta vida. Cada día nos sobresaltamos con una nueva muerte, no importa que le hubiéremos visto anteayer. Recordamos su paso entre nosotros, su estela; los momentos más íntimos e inolvidables de intimidades de palabras.
            La vida es un camino de paso. Olvidamos que hacemos camino al andar, que estamos de paso; que la vida es un préstamo que sabemos cuándo ha comenzado, pero no cuándo termina. Es una encrucijada la vida, una interminable sucesión de cruces y caminos. Hemos de elegir uno entre mil; damos un paso hacia adelante; quizás dos atrás. Nos equivocamos; no reconocemos nuestros errores. Volvemos sobre nuestros pasos y elegimos otra bifurcación, otro camino en la encrucijada de la vida. En ese deambular, alguien nos acecha para hacernos daño, para tendernos una emboscada; somos objeto de asechanzas y celadas, pero no las advertimos. Nos ponen a prueba las encrucijadas; ignoramos qué camino o conducta seguir. Cantos de sirena reclaman a cada instante nuestra atención. Nos encontramos en una encrucijada; tenemos varias en la vida, y elegimos. Ignoramos si preparados o no, optamos por un camino en el ecuador de nuestra vida: ya una carrera, una profesión, un oficio; el matrimonio que nos cambia la vida; los nietos que dan una vuelta de tuerca a la propia vida; la propia encrucijada de culturas; la encrucijadas de los tramposos y vanidosos, de los avaros y ambiciosas.
            Llega un día en que cruzamos el ecuador de nuestras vidas, si llegáremos a él. Alguien nos pregunta qué se siente, que nos motiva ahora. Lamentamos el tiempo que nos hicieron perder, muy a nuestro pesar; el tiempo perdido, y no recuperado, que jamás volverá; hacemos balance de nuestra vida, en la que detallamos déficits y superávits; nos proponemos no perder más tiempo hasta que llegue nuestra hora. Quienes nos interrogaren, han pasado ya por la misma encrucijada; también, pasados los años, eligieron un camino, quizás equivocado; han iniciado otra vida, dejando atrás el camino elegido por ellos mismos, y por otros, a la fuerza. Ahora, todos juntos, por separado, caminamos hacia la encrucijada del Polo Sur. La hora llegada..., qué panorama, que punto, lugar, trampa o celada nos espera. Seguimos en la calle; estamos y nos sentimos vivos, aunque cada vez menos. Reflexionamos sobre el tiempo perdido, las amistades idas; pensamos en aquellos a quienes no volveremos a ver; en quienes nos ofrecieron cariño y en los que nos tendieron trampas en las encrucijadas. A ellos, a todos, les llegará la hora de la encrucijada de la que no supieron salir, de la que no podrán salir jamás. Solo quienes lo dan todo por quienes nada tienen, serán sanos y salvos, y tendrán otra vida, en la que no habrá más encrucijadas, porque estarán en primera fila de la grada de la otra vida.
 

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