Hay muchos pobres, pero
dignos; muchos ricos son pobres de espíritu: hubieren riquezas, mas no
dignidad. ¿Qué es antes: la libertad o
la dignidad? Sin la primera no es posible la segunda. Hay que ser libres para
hacer posible la dignidad. La libertad es consustancial al hombre, como la
dignidad o la igualdad; empero, estas no residen muchas veces en nuestra voluntad,
sino solo en boca de los predicadores que la anuncian, pero la restringen. La
crisis nos ha robado la dignidad, aunque no la libertad. Nos roban la dignidad
cuando no se hacen efectivos los derechos humanos y constitucionales: la
vivienda, la educación, la salud, la igualdad..., sinónimos todos de la
libertad.
La gente clama cada día por derechos secuestrados durante
décadas, que creían poseer, pero que ahora no tienen. Les han robado la
dignidad; solo les queda la libertad, y con ella no se come. La libertad
encarna la soberanía nacional; la dignidad, la persona. La primera se defiende
con el voto delegado, responsable, que se entrega a personas honradas para que
la hagan posible. No se delega la soberanía con la abstención pasiva (no ir a
votar) o activa (voto nulo o en blanco); ni con votos entregados al albur del
descontento, porque son todos votos perdidos, como fragmentos tirados al aire
de nuestra propia libertad, que, quizá, la pueden enterrar cuando aquella hubiere
vida por bandera.
Para recuperar la dignidad pisoteada, hay que ser libres
para reclamarla y defenderla. Nada se nos he dado solo por nuestra condición
humana --aunque hubiéremos derecho--,
como el maná que nos llueve, pero que no alimenta. La persona es libre
si es digna. El derecho a la vida es un río para la libertad y, tras ella, los
derechos emanados de la propia condición humana, de la Declaración Universal de
los Derechos del Hombre que, en su artículo 1, dice: "Todos los hombres
nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros." ¡Qué
bonita es la letra sin música! Libres e iguales, con razón y conciencia, pero
sin libertad, pisoteada, enjaulada, aprisionada por leyes injustas redactadas
por hombres que no hubieren ni conciencia ni razón, esas que nos abren el
camino de la libertad e igualdad, y el resto de los derechos humanos, constitucionales,
injustamente pisoteados, olvidados, quebrados, aunque nunca olvidados.
La libertad hace posible el resto de derechos; pero los
recortes a los humildes y necesitados, a las clases menos pudientes, ahoga la
propia libertad humana. Sin trabajo no hay riqueza ni vida ni, por tanto,
dignidad. Para qué te quiero, entonces, libertad, si no haces posible mi propia
dignidad de ser humano, con sus derechos consustanciales... La libertad puede
ser la razón y la conciencia, el alma y el corazón que nos distinguen como
personas; pero sin dignidad, qué somos: todos, nacidos iguales... Tan solo la
vida y la muerte nos igualan; pero en este tránsito vital, olvidamos algo
importante: no es posible la libertad sin dignidad. Fragmentamos la democracia,
la vaciamos de contenido, si no ejercemos nuestra libertad, condenados en vida
a vivir como seres indignos, aun con nuestra íntegra libertad: sin casa, sin
salud, sin educación, sin igualdad..., recortada donde más duele, para que la
libertad no sea posible, porque nos han robado la dignidad. ¿Dónde está, patria
nuestra, que "nuestro Estado propugna como valores superiores de nuestro
ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político" (art. 1.1 CE) o aquel que reza: "La dignidad de la persona,
los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la
personalidad y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y
de la paz social." (art. 10.1 de la CE). La dignidad, como los derechos,
son inherentes al ser humano; universales, inalienables, inviolables,
imprescriptibles..., pero no sin libertad.