El ex presidente del Gobierno,
José María Aznar, comparó ayer, durante el acto de presentación del primer
volumen de sus Memorias, las
aspiraciones soberanistas de Artur Mas con la crisis nacionalista de 1934.
“Conviene recordar –dijo el ex presidente del Gobierno (1996-2004) que esta
crisis nacionalista ya la vivimos en 1934, y los nacionalistas, en líneas
generales, son malos gobernantes, y cuando intentan gobernar los territorios
que dicen que son suyos, generan grandes líos y grandes problemas.” (véase El
País del 26-11-2012) ¿A qué crisis se
refería Aznar al recordar la nacionalista catalana de 1934? Pues ni más ni
menos que a la declaración del estado de guerra en toda España por la
declaración de independencia de Cataluña ese mismo año.
El
ex presidente se refería así a las tensiones territoriales en Cataluña al
valorar el resultado de las elecciones durante la presentación del primer
volumen de sus Memorias, y subrayó
que “España no se va a romper” y, en el supuesto de que alguien quiera romper
desde Cataluña, antes se rompería Cataluña”. “Aquí o estaban vendiendo la
visión de una Cataluña monolítica, única, que no admite contestación, y eso no
es verdad”, apuntalando esta percepción con el dato de la “fragmentación
política” surgida de los comicios del domingo (véase Libertad Digital del
27-11-2012).
“Del
España va bien” que repitió en un mitin celebrado en Ávila hasta tres veces el
3-III-1997, al “España se rompe”, frase atribuida a él en 2004 tras aprobarse
el nuevo estatut, en el que se
definía a Cataluña como nación, que hacía peligrar la “indisoluble unidad de la
nación española” de la Constitución de 1978, Aznar pasó a defender que “España
solo se puede romper si antes se rompe Cataluña “como sociedad, como cultura y
como tradición”, en un discurso en el que cargó duramente contra la
“deslealtad”, el “chantaje” y las “amenazas” del presidente de la Generalitat,
Artur Mas, por pretender ahora “romper los términos del acuerdo democrático
para buscar la secesión y el conflicto” (véase Telediario de La 1, de 25 de
octubre pasado).
Pero,
qué pasó en 1934 para que el Gobierno de la República declarara el estado de
guerra en todo el territorio nacional. El “Diario Oficial del Ministerio de la
Guerra” del 7 de octubre del mismo año (D. O. número 232, Tomo IV, página 51)
se abría con un parte oficial de la Presidencia del Consejo de Ministros, en el
que se decía, entre otras cosas, refiriéndose a la situación de Asturias y
Cataluña, que en la primera “el Ejército se está adueñando de la situación, y
en el día de mañana quedará restablecida la normalidad” y “en Cataluña, el
Presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes que le impone su
cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat
Catalá”.
“Ante
esta situación, el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar
el estado de guerra en todo el país” y “al hacerlo público, el Gobierno declara
que ha esperado hasta agotar todas los medios que la ley pone en sus manos, sin
humillación ni quebranto de su autoridad”, y añade que “en las horas de la paz
no escatimó transigencia” y “declarado el estado de guerra, aplicará sin
debilidad ni crueldad, pero enérgicamente, la ley marcial”.
A
continuación, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora y Torres, y
el presidente del Consejo de Ministros, Alejandro Lerroux García, firmaban el
correspondiente Decreto por el que se
declaraba el Estado de Guerra en todo el territorio de la República Española, y
por el que se daban órdenes a los generales, jefes de la Divisiones orgánicas,
comandantes militares de Baleares y de Canarias y jefe superior de las Fuerzas
Militares de Marruecos, en relación a las plazas de Ceuta y Melilla para dictar
los oportunos bandos con arreglo a la Ley de Orden Público, que habrán de regir
en los territorios a que alcanzara la jurisdicción de las Auditorías
respectivas.
En
las elecciones municipales del 14 de abril de 1931, ERC obtuvo 25 concejales
frente a los 12 de la Liga Regionalista y 12 de la candidatura
republicano-socialista. A las ocho de la tarde de ese día, Lluís Companys, uno
de los líderes de ERC, proclamaba la República desde el balcón del ayuntamiento
e izaba la bandera republicana. Una hora después, desde el mismo balcón, el
líder de Esquerra, Francesc Macià, proclamó l´Estat
Catalá de la República Federal Espanyola. Companys comunica su declaración
al capitán general de Cataluña, Domingo Batet, pidiéndole que se pusiera a sus
órdenes “para servir a la República que acabo de proclamar”. El general habla
con el jefe de los Mossos d´esquadra, quien le asegura que solo obedece al
presidente de la Generalitat. Batet habla entonces con Lerroux y, de acuerdo
con sus órdenes, declara el estado de guerra, en aplicación de la Ley de Orden
Público de 1933. Tras las escaramuzas nocturnas por parte de las fuerzas de
Batet y las de los Mossos, a las seis de la mañana Companys se rinde. Sobre las
siete, las tropas entran en el Palau de la Generalitat y detienen a Companys y
su gobierno. Posteriormente, en el ayuntamiento, son detenidos el alcalde,
Carles Pi i Sunyer, y los concejales. Más de tres mil personas fueron
encarceladas y puestas a disposición de los consejos de guerra. El presidente y
el gobierno de la Generalitat fueron juzgados por el Tribunal de Garantías
Constitucionales y condenados a treinta años por rebelión militar; la autonomía
catalana fue suspendida por ley y la Generalitat fue sustituida por un Consell,
encabezado por un presidente conocido como gobernador general de Cataluña. La
rebelión se saldó con cuarenta y seis muertos. El Estado Catalán duró diez
horas y su disolución comportó, entre otras, la anulación de la `Lley de
Contractes de Conreu´ (Ley de Contratos de Cultivo), la clausura del Parlamento
catalán, la destitución de la mayor parte de los alcaldes y concejales
municipales de izquierda, la supresión del Estatuto y la represión de los
partidos de izquierda. (Véase Culturcat, Generalitat de Catalunya, gencat, cat).
Pasadas las
elecciones, con los resultados ya conocidos, es hora de apelar al diálogo para
generar estabilidad y no repetir, bajo ningún concepto, la proclama soberanista
y arrogante de Mas, cuando afirmaba que “ni los tribunales ni la Constitución
pararán el proyecto soberanista de Cataluña”. (Véase “20 Minutos” de
4-11-2012). A falta de una “mayoría excepcional” para liderar el proceso, las
amenazas y provocaciones no conducen a parte alguna. Ya se vio en Cataluña y
Asturias en 1934, y luego vino lo que vino. A eso se refería el ex presidente
del Gobierno al aludir a la crisis soberanista de 1934. Conviene recordar la
Historia, “maestra de la verdad” para Cervantes y “maestra de la vida” para
Cicerón.