Mi cirujano me había advertido antes de meterme mano:
--Vaya usted a su centro de salud por las tardes, a Urgencias, antes de cenar, para que le pongan las diez inyecciones, y no tome esa pastilla. El fin de semana tendrá que ir al Hospital Provincial, porque no hay urgencias en el centro de salud.
Asentí, porque ya conocía las últimas encomiendas.
Solo en una farmacia de las tres que visité tenían una caja de dos jeringas, no de diez. El mismo día, en una de ellas hablaron con la distribuidora y le dijeron que la tendrían por la tarde.
Hice la cuenta de los días: la víspera del ingreso en el hospital habría terminado con la caja. Fui esa misma tarde al servicio de urgencias de mi centro de salud, como me había dicho el médico. Releo en la puerta el anuncio, días y horarios del servicio, que ya me constaban. Me preguntaba si me dirían que eso no era de urgencia. Entro y, en una mesa del pasillo, solo está el celador. Me solicita mi cartilla; me pregunta qué deseo y me hace la ficha. Tras concluir, llama a la enfermera por teléfono. Baja del piso de arriba, me hace pasar a la sala de curas y me inyecta. Treinta segundos apenas. Nada me pregunta...; pero, ¡ah!, al día siguiente: la enfermera de turno por poco me envía a Urgencias del hospital, para colapsarlas aún más, o para casa. Me hace el interrogatorio de un fiscal, como si fuere allí por gusto o ella también lo estuviera.
--¿Y por qué no se la pone usted?
--Porque nunca me la he puesto y temo hacerme daño...
--¡Si es muy fácil...!
--No lo dudo..., señora.
--Deme el volante.
--Ahí tiene...
--¿Y por qué viene usted por la tarde y no por la mañana, a su enfermera?
--Porque me dijo el médico que tenían que inyectármela por la tarde, antes de la cena...
--¿Dónde está escrito eso?
--Mire usted: aquí...
--Pues sepa usted que el fin de semana tendrá que ir al hospital...
--Ya lo sé, enfermera...
Y al fin pasamos y, en treinta segundos, salí de allí preguntándome qué hacen allí el médico, la enfermera y el celador, toda la tarde solos y, cuando llega un paciente, le echan los perros... o le envían a las urgencias hospitalarias, donde hubiere médicos/as, enfermeras y auxiliares que atienden de verdad y trabajan sin desmayo ni respiro a todos los pacientes que llegan, y no por capricho, sino porque el primer filtro no funciona; y te quitan el dolor y te dejan nuevo, aunque haya que esperar horas obligadas.
El médico salió de su despachó y ni me saludó al ver que estaba con la enfermera y pensar que sería cosa suya...
Días después, otra enfermera me hizo idéntico interrogatorio, al que respondí solícito, con santa paciencia. Pensé que no me inyectaría, que me enviaría para casa o me invitaría a pedir cita con mi enfermera de mañana.
Pensaba en Belén, Fátima, Marisa, María Eugenia, Raquel, Paloma..., mis enfermeras del hospital, tan atentas como profesionales. Y pensé, cómo no, en las críticas de los sindicatos: que si no se cubren todas las plazas en vacaciones... Pues, qué quieren: todos en agosto, y de dónde saca el SES las suplencias todas... Cavilé sobre el servicio de urgencias de los centros de salud, a los que nadie va con algo serio, porque los reenvían al hospital ipso facto y, si para una cosa simple te ponen mil pegas, aunque estén solos y aburridos..., peor aún.
No me veo al director del Servicio Extremeño de Salud yendo a urgencias de su centro correspondiente por la tarde, porque se lo haya recetado su médico, para ser testigo de este espectáculo y sentir vergüenza propia... La enfermera de turno, que no habría de conocerle ni reconocerle, y menos aún saber que es médico, le trataría como a un paciente más que venía a importunarle...
--¿Y por qué no se la pone usted solo, Ceciliano? ¿Y por qué no viene a su enfermera por la mañana? ¿Y quién le ha recetado esto? Pues sepa usted que el fin de semana no estamos aquí y tendrá que ir al hospital provincial... Deme el volante... ¿Y dónde dice eso de que tiene que ser por las tardes...?
Y yo que él suprimiría de un plumazo las urgencias de los centros de salud en las ciudades que, como he comprobado, no sirven para nada, y así dispondría de más personal sanitario y no sanitario para cubrir las bajas vacacionales y no vacacionales. Y no sé si él, tan educado, tan buen gestor y profesional, podría haber tolerado el interrogatorio de la enfermera de tarde y de urgencias de su centro de salud, unas urgencias para nada, que desprestigian la profesionalidad de quienes trabajan en las de los hospitales y en planta, y dejan en solfa avances tan significativos para Extremadura como la receta electrónica, la Red Corporativa Multiservicio, o el proyecto JARA, de información corporativa del SES, en el que bien podrían trabajar aquellos, para que las enfermeras de verdad pudieran dedicarse más a sus pacientes en lugar de estar metiendo datos continuamente en su ordenador.