sábado, 16 de agosto de 2025

“GENEALOGÍAS DE GRANADILLA. LA FAMILIA DOMÍNGUEZ JIMÉNEZ”


    El jueves por la tarde supimos que la autovía había quedado abierta al tráfico. Por la mañana había llamado a Antonia, natural de Granadilla, residente en Pamplona, que pasaba unos días en Guijo de Granadilla con su familia. Su yerno, Manuel Becerra Parra, acaba de publicar el libro “Genealogías de Granadilla: la familia Domínguez Jiménez”. [1] Tuve noticias de él por las redes sociales y hablé con un primo residente en Pamplona. Me dio el teléfono de Antonia.

    El fuego de Jarilla, expandido a la Transsierra, nos ponía difícil ir este año a Granadilla por la fiesta de nuestra patrona: la Asunción. Levantada la prohibición de circular por la autovía, llegamos a Granadilla. La sierra está toda humeante; el fuego ha cruzado la autovía. Las vacas y las ovejas pastan como si nada hubiere ocurrido. Desde Cabezabellosa hasta Casas del Monte, el humo no deja ver la Transsierra.

    Llegamos a Granadilla con tiempo. En horas vacacionales y de canícula, no hay turnos campamentales de los bachilleres de la ciudad. La antigua villa cada día parece más cercada por las vallas que no permiten acceder ni casi hasta la iglesia. Se reconstruyen casas venidas abajo que ya habían sido reconstruidas. La plaza parece interminable. En la fachada del café-bar Angelito, unas grandes telas recuerdan el cuarenta aniversario del Programa de Recuperación y Utilización Educativa de los Pueblos Abandonados (PRUEPA), surgido en el curso 1984-1985 como proyecto complementario a la enseñanza en las aulas, que se desarrolla en tres pueblos abandonados (Umbralejo, Ciudad Real; Búbal, en Huesca, y Granadilla, en Cáceres), que pretende un acercamiento a la vida rural de los jóvenes que viven en el mundo urbano. Cada día hay más pueblos que llaman vaciados que los abandonados a la fuerza.

    Paseamos por el pueblo antes de la hora de la misa, fijada a mediodía. A la sombra de los portales de la plaza, vemos a los mayores que llegan y nos reconocen por nuestros padres. Y vemos a un joven con el libro bajo el brazo: es el autor. Nos presentamos y le contamos que habíamos quedado después con Antonia, en el Guijo, para recoger su libro. Es su yerno, que está con su hija, nacida en la villa. Llevo en la cartera un libro mío para regalárselo a su madre. Nos los intercambiamos. Se lo dedico a sus padres. Ya no iremos al Guijo, quizá nunca nos conoceremos. A Granadilla se va para recordar la infancia y revivir la vida perdida.

    Manuel Becerra Parra (Benaoján, Málaga,1979) es escritor y naturalista, técnico superior en Gestión y Organización de Recursos Naturales y autor de varios libros relacionados con los espacios naturales y la historia de sus pueblos. Gran conocedor de la serranía de Ronda, dedica gran parte de su tiempo al estudio de la botánica, geología, arqueología e historia de esta comarca andaluza y a recorrer sus intrincados caminos y veredas. Manuel está casado con Estrella, con la que tiene tres hijos (Arán, Hugo e Ibai), a quienes dedica el libro. Estrella es hija de Antonia Domínguez Jiménez, naturales de Granadilla, y viven en Pamplona.

    Genealogías de Granadilla. La familia Domínguez Jiménez” es el título de la obra con que ha querido honrar a la familia de su esposa “para que tengan memoria de sus orígenes extremeños y se sientan muy orgullosos de ser hijos de la antigua villa de Granada”. La familia Domínguez-Jiménez se fue a vivir primero a Alagón del Caudillo (hoy Alagón del Río) en 1958 y en 1964 emigró a Pamplona, junto a otros familiares. El libro, publicado este año, recuerda el décimo aniversario de la muerte de Fidel Jiménez, sobrino de Paulino y Juan Bienvenida, a quien el autor apreciaba, y que también le dedica como homenaje a su persona y por el amor que profesaba a su pueblo: Granadilla.

    Recuerda el autor que el proceso de desarraigo que supuso la expropiación de las casas y tierras de Granadilla y la expulsión forzosa de sus vecinos desencadenó que los naturales de este pueblo emigraran y acabaran residiendo en distintos lugares de la geografía española. Aún hoy (como ayer se pudo comprobar) los nacidos en Granadilla lo recuerdan y añoran, transmitiendo el amor por su pueblo y los recuerdos a sus hijos. Pero en un futuro no muy lejano, sus descendientes, como consecuencia de la distancia temporal, perderán la memoria de sus orígenes. Por este motivo nació la idea de este libro, cuyo único propósito es el de perpetuar, al menos en los descendientes de esta familia, la remembranza de sus antepasados naturales de la villa.

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[1]  Vid.: Becerra Parra, Manuel: Genealogías de Granadilla. La familia Domínguez Jiménez, Ediciones Pinsapar, 1ª edición, junio de 2025, 298 págs.


viernes, 15 de agosto de 2025

SAPONI, EL GRAN CATOVI


    Como si pareciere una premonición: hace unos días hablaba con un amigo, quien me decía que la última vez que le vio recordaba su nombre. Sabíamos los dos que ya hacía tiempo que no salía de casa, la última quizá fue la inauguración del parque que lleva su nombre en la barriada del Perú, que él inaugurare y que los vecinos pidieron para él. No quiso. Era el alcalde. Tuvo que venir uno de sus sucesores, el joven alcalde socialista, Luis Salaya, para darle el honor que entonces rehusare, el 3 de junio de 1922: “Parque Alcalde José María Saponi Mendo”.

    Hace pocos días me encontraba en un bar del barrio junto a una señora quien, tras pagar y antes de marcharse, le dijo a la camarera: “Soy nieta de Antonio Silva.” La camarera se quedó tal cual y le pregunté si sabía quién era. Por supuesto que no. Se lo dije: fue alcalde de Cáceres durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1924) y durante la II República (1934-1936). Tiene calle en Cáceres, saliendo de Cánovas, a la derecha. Entonces, recordé a su descendiente Piedad Silva (Cáceres, 1948), licenciada en Filología Clásica, primer premio “Cáceres” de novela corta” con su novela “Sencilla y múltiple” (1979), a quien entrevisté para el Diario Extremadura en su casa familiar cuando vino de Canarias para recoger el premio.

    Nadie en Cáceres podrá decir que no conociere a José María Saponi (Cáceres, 19/06/1938; 14/08/2025), fallecido ayer en la ciudad de su vida a los 87 años de edad, no solo porque fuere alcalde de Cáceres tres veces por mayoría absoluta (de 1995 a 2007), sino porque fuere el más votado: ganó otras dos elecciones, pero no pudo gobernar, porque los pactos no lo hicieron posible: en 1991 y en 1997. La primera por el pacto PSOE-EU, que hizo alcalde a Sánchez Polo, y la segunda en la que la ciudad tuvo a su primera alcaldesa, la socialista Carmen Heras, por el triple pacto del PSOE con IU-Siex y Foro Ciudadano. Saponi, entonces, decidió retirarse de la política. Escribí entonces un artículo titulado “La primera regidora de Cáceres”, que en verdad lo fuere, pero que él no entendió, replicándome que las elecciones has había ganado él. Por supuesto, alcalde, pero la democracia es así… Desde entonces nos profesamos una recíproca admiración y amistad. Le enviaba correos hasta que supe que dejó de leer el ordenador. Le llevaba mis libros a su casa, recordando la anécdota que me contare cuando su hermano y él pugnaban por bajar a por el Diario Extremadura para llevárselo a su padre. Me los agradecía: “Gracias, Félix, por la remisión de tus correos que me son de gran utilidad.” Le felicité por última vez en su 80 cumpleaños. Hasta escribió un artículo sobre mi libro “Retratos de personajes extremeños”, en el que figuraba él.

    Compartimos mesa y mantel varias veces; le entrevisté en ocasiones; hasta coincidimos en el “Marbella”, donde tomaba unas cervezas con sus amigos al terminar la jornada laboral… Al principio, iba andando al ayuntamiento, pero no podía llegar o lo hacía tarde: todo el mundo le paraba, le hablaba, le pedía, hasta le aconsejaban. Una vez tuvo un grave trastorno físico y su sobrino, médico, decidió llevarlo a Salamanca. Cuando regresó, no podía dar un paso sin que le parase la gente. Tuve que esperar un rato para preguntarle cómo se encontraba y decirle que me alegraba verle.

    Por encima de todo, Saponi por todo nombre, era el gran catovi de Cáceres. Fallecido el inventor del neologismo, su compañero de corporación por Extremadura Unida (EU), Julio Antonio Sánchez Buenadicha (Tornavacas, Cáceres, 1938; Cáceres, 26/01/2025), autor de “Nadie más catovi que yo”… De la misma quinta y se han ido el mismo año. En las primeras elecciones a las que se presentare, su partido le adjudicó el lema “De Cáceres de toda la vida”…  y Buenadicha creó la palabra. Y uno y otro fueron “catovis” hasta el final. Saponi, de Cáceres de toda la vida; Buenadicha, por propia voluntad y su destino, como escribiere de él el 27 de enero.

    Funcionario, profesor, licenciado en Derecho, deja al gran amor de su vida, Julia, y a sus cuatro hijas y siete nietos. Descanse por siempre en paz quien todo lo dio por Cáceres y por ellos.


 

miércoles, 13 de agosto de 2025

LA DORMICIÓN DE MARÍA


Virgen del Tránsito en Plasencia. Imagen cedida por

 http://www.catedralesdeplasencia.org/web/


    La Virgen María no fue inhumada. Por la Asunción asumimos que fue asunta en cuerpo y alma al cielo. Jesús, su Divino Hijo, ascendió al cielo (la Ascensión); su Madre, la Virgen, fue asunta al cielo (la Asunción). Madre de Cristo, en cuyo vientre se encarnó Jesús, su cuerpo no puede ser corrupto, como el resto de los mortales, por la voluntad de Dios.

    El papa Pío XII declara el 1 de noviembre de 1950 como dogma de fe la Asunción de María: “Declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.” No dice el dogma “tras fallecer”, “a su fallecimiento”, sino “cumplido el curso de su vida terrestre…” Para San Juan Pablo II, al proclamar el dogma, Pío XII no pretendió negar el hecho de la muerte. Solamente juzgó oportuno afirmar solemnemente como verdad que todos los creyentes debían admitir la muerte de la madre de Dios.

    La Virgen tiene 48 años cuando Jesús muere en la Cruz para la redención del mundo. Su Hijo tiene 33. María tenía 15 años cuando le dio a luz. Luego, tendría 48 años. La tradición sostiene que vivió veintitrés años más tras su muerte (a los 71 años), un hecho no documentado. Sabemos que vivió mucho tiempo tras la ascensión de Jesús al cielo (Hechos, 1, 14), pero no cuánto.

    Veintitrés años vivió María sobre la tierra tras la muerte y pasión de su Hijo. Ve cumplidas algunas profecías y el principio de las guerras que asolan Palestina y el comienzo del castigo providencial de la ciudad deicida. La ruina de Jerusalén, el castigo del pueblo judío profetizado por Jesús a sus discípulos. Ya les advirtió: dispersaos por la tierra para predicar el Evangelio por todo el mundo. Les libra, así, de la ruina de su patria, del asedio y toma de Jerusalén, la ciudad maldita que habría de pasar por tremendos horrores, por su asedio y toma…

    Tras la crucifixión de su Hijo, la tradición dice que vivió en Éfeso cerca de cuarenta años, cuidada por san Juan, a quien Jesús le dio por hijo desde la Cruz y a Ella por madre.  Según otra tradición de la Iglesia, la Virgen habría vivido en Jerusalén los últimos años de su vida. Los Padres de la Iglesia señalan que el final de los días de la Virgen en la tierra se produjo entre los 63 y los 69 años. Con esto se deduce que no pudo ir con san Juan a Éfeso, ni vivió allí nunca, sino que murió en Jerusalén tras la muerte de Jesús. San Juan Pablo II aclaró este punto: “Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en este caso la muerte pudo concebirse como una dormición.” (25 de junio de 1997).

    ¿Qué significa la dormición de la Virgen? Muerte, dormición o tránsito es la traducción de la palabra griega koimesis, que significa dormición. Las iglesias católica y ortodoxa atribuyen este término a la subida de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo (la Asunción), gracias al poder de Dios.

    En la catedral de Plasencia podemos contemplar durante estos días previos a la festividad de la Asunción a la Virgen Yacente, una de las pocas imágenes de Nuestra Señora durmiente que pueden verse en el mundo, y solamente nueve días al año. Del 6 al 15 de agosto se descubre la urna de la Virgen de la Asunción. La Virgen lleva un traje de terciopelo rosa, que fue regalo de Isabel II, y se adorna con joyas donadas por familias devotas. La urna de la Virgen de la Asunción de la catedral de Plasencia se mueve con un sistema de cuerdas y poleas que la deja al descubierto durante nueve días. El 15 de agosto la urna se cerrará hasta el año siguiente. (Obispado de Plasencia). Es la dormición de María, su tránsito al cielo…


sábado, 9 de agosto de 2025

ECOLOGISTAS EN ACCIÓN GRANADILLA PIDE MÁS VIVIENDA PÚBLICA Y EL FOMENTO DEL TURISMO DE NATURALEZA


    La Asociación Ecologistas en Acción Granadilla solicita a las administraciones públicas más vivienda pública en la comarca para fomentar el asentamiento de la población joven, al objeto de promover la conservación de los centros escolares, así como el fomento de la cultura del respeto a la naturaleza y el uso responsable de los recursos naturales y la creación de zonas de observación de la fauna.

    En un comunicado hecho público a los treinta y un años de la primera y única concentración de jóvenes de la comarca, promovida por la Asociación Integral para el Desarrollo de Las Hurdes (ADIC-Hurdes), que reunió a más de 7.000 jóvenes para apoyar a los alcaldes de Mohedas de Granadilla, La Pesga, Marchagaz, Palomero, Santa Cruz de Paniagua, Santibáñez el Bajo, Ahigal, Guijo de Granadilla y todas las asociaciones culturales de la zona, reunidos en Cerezo, la asociación recuerda que, durante estas tres décadas, se han logrado como principales objetivos las bibliotecas públicas municipales, el centro de cría de cautividad del lince ibérico y la conservación de las cooperativas agrícolas.

    Ahora, Carlos Pino, responsable de Campo de la asociación, solicita de los poderes públicos, además del fomento de la vivienda pública para jóvenes y el fomento de turismo de naturaleza, la creación de un vivero forestal con especies autóctonas para paliar la seca y conservar las dehesas de la comarca; un campo de ensayo para el olivar y el cerezo para mejorar la producción de aceituna y cereza, haciéndolo compatible con los recursos naturales; y la conservación de la calidad de las aguas de nuestros cursos fluviales.

    Asimismo, hace hincapié en solicitar a la Junta de Extremadura un aumento en el presupuesto de la sanidad pública, principalmente en los meses de verano y durante la recolección de la aceituna, período en que los pacientes aumentan un diez por ciento, al tiempo que agradecen el esfuerzo de los sanitarios en los pueblos.

    Por otro lado, piden a los ayuntamientos participación vecinal y transparencia, especialmente en la exposición de los proyectos del Acuerdo para el Empleo y la Protección Social Agrarios (AEPSA), para que los vecinos sepan dónde se gastan los políticos el dinero municipal; la declaración de una moratoria de cuatro años para la perdiz, conejo y liebre, muy disminuidos por las plagas; no cazar las hembras de los corzos; la continuidad de la política sobre el lince ibérico, que  ha demostrado la disminución de los carnívoros en las zonas en las que habita.

    Finalmente, la asociación aboga por la conservación del perro protector del ganado, el mastín español, y la creación en la comarca de un criadero de este animal, con el objeto de conservarlo en nuestros campos.

    Por último, la asociación solicita medidas alternativas a las residencias de ancianos que humanicen y acerquen su calidad de vida, con políticas que generen vida de calidad y empleo rural en cuidados de mayores, como la ayuda a domicilio.


viernes, 8 de agosto de 2025

MANUEL MATEO LUXÁN Y RUIZ, DIPUTADO LIBERAL DE LAS CORTES DE CÁDIZ


Manuel Mateo Luxan, en la composición de la portada del libro

    Manuel Mateo Luxán y Ruiz (Castuera, 03/03/1763; Cádiz, 30/X/1813) nació en un momento de la historia de España en la que se vivieron varios acontecimientos importantes a nivel interno e internacional: la firma del Tratado de París (1763), que puso fin a la Guerra de los Siete Años; y el reinado de Carlos III, que implementó reformas internas importantes bajo el marco de la Ilustración. Sobre su figura y obra en las Cortes de Cádiz, en las que participó activamente, trata esta nueva obra del académico correspondiente de la Historia y de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, José Antonio Ramos Rubio, y del jurista José Luis Pérez Mena, que acaba de ver la luz. [1]

    Manuel estudió las primeras letras y la latinidad en Castuera. Posteriormente, ingresó en 1779 en la Universidad de Salamanca, un espacio de transmisión de las ideas de la Ilustración, donde realizó Derecho y se forjó su futuro, a la luz de magisterio del profesor Salas Cortés, que transmitía las ideas ilustradas, y del rector, Carlos López Altamirano, quien defendió las reformas y transformaciones sociales que permitieran la progresiva modernización de la sociedad española. Durante su estancia en la Universidad, Luxán se vio influido por los textos fundamentales de los pensadores que marcaron la Ilustración europea, como Montesquieu y Rousseau. Cursó Leyes durante tres años y obtuvo el grado de bachiller en 1782. Ejerció la pasantía durante cuatro años en el estudio del licenciado Antonio García Pérez desde que dejó la Facultad hasta 1786, a la par que impartía docencia como profesor universitario. En aquella etapa de formación en el principal centro intelectual del país trabó amistad y afinidad política con su paisano Diego Muñoz Torrero y tomó contacto con los círculos ilustrados que conformaron el grupo liberal de las Cortes de Cádiz, en el que ambos militaron y descollaron.

    En 1782 se matriculó en la carrera de Cánones, una decisión que le abriría las puertas a un futuro de prestigio y poder. Dos años después sería nombrado catedrático de Derecho sustituto de Derecho Eclesiástico, bajo la propuesta del titular, Pedro Julián Hernández. Tras haber logrado el grado de licenciado en Derecho Canónico en Salamanca, Luxán comenzó a expandir sus horizontes. El ansia de conocimiento y su ambición de avanzar en su carrera lo llevaron a viajar a la Universidad de Valencia, con el fin de conseguir el doctorado, que logró a los 22 años, en 1785.

    Hizo oposiciones a la doctoral del Cabildo de la catedral de Plasencia, plaza a la que, después de ganada, renunció por no abrazar la carrera eclesiástica. Regresó a Salamanca para perfeccionar su formación en el campo jurídico. Se matricula como oyente en la cátedra de Cánones en 1785. En 1786 es reconocido como abogado de prestigio, alcanzando los títulos de doctor en Derecho Canónico, catedrático sustituto de Derecho Eclesiástico y abogado de los Reales Consejos. A finales de mayo de 1786 regresa a su villa natal. Allí ejerce como abogado y se gana el reconocimiento de regidor perpetuo, un cargo de considerable influencia y poder dentro del gobierno local.  En mayo de 1791 abandona su tierra natal.

    En 1791 se establece definitivamente en Madrid, abriendo su estudio de abogado. Sus estudios le dieron el puesto de relator del Supremo Consejo de Castilla y de la Sala de Indias. Fue admitido en el Colegio de Abogados. En la capital se encuentra con Antonio Oliveros, canónigo de san Isidro; con Diego Muñoz Torrero, que había sido rector en Salamanca (1787-1789). En 1792, tras seis años de abogado en la Villa y Corte, alcanza el puesto de relator de la Subdelegación de Pósitos del Reino y en 1793, el de relator interino del Consejo de Castilla.

    A finales del XVIII, Madrid comienza a recibir la influencia de las ideas liberales que se gestaban en Europa, especialmente las ideas provenientes de la Ilustración y la Revolución Francesa (1789). El reinado de Carlos III (1759-1788) había impulsado reformas ilustradas con el objetivo de modernizar el país. Cuando estalló la Guerra de la Independencia en 1808, Luxán ejercía como relator de Justicia y Provincias. Luchó contra  el proceso de invasión y fue conducido a prisión en Bayona.

    Durante la Guerra, Extremadura desempeña un papel estratégico clave debido a su situación fronteriza con Portugal y su proximidad a rutas militares importantes. La región sufrió importantes combates, ocupaciones y saqueos por parte de las tropas napoleónicas. Manuel se había refugiado en Castuera buscando la seguridad de sus raíces. No hubo de transcurrir mucho tiempo antes de que la inestabilidad política reclamara su presencia. En septiembre de 1810 parte hacia Cádiz, tras ser elegido el 23 de julio diputado de las Cortes Generales y Extraordinarias por la Provincia de Extremadura. La guerra en Extremadura fue también un conflicto de resistencia popular. Extremadura tardó en recuperarse y se mantuvo como una de las regiones más pobres de España durante el siglo XIX.

    Luxán juró su cargo en las Cortes Constituyentes el 24 de septiembre de 1810, el mismo día que Muñoz Torrero pronunció su trascendental discurso en el que proclamó la soberanía nacional y la división de poderes. En las Cortes Constituyentes fue elegido primer secretario y miembro de la comisión encargada de elaborar el reglamento interior.

    Uno de sus trabajos más notables fue su informe para la abolición de la Inquisición que, gracias a él, fue extinguida por completo en toda España. Mateo centró sus discursos en tres direcciones: la libertad de imprenta, que consagra las libertades de expresión y conciencia; la separación y equilibrio de poderes, gracias a la independencia judicial y a la limitación del veto del rey; la igualdad de todos los grupos sociales ante la ley, en obligaciones como el servicio militar y el esfuerzo fiscal. Sus intervenciones en las Cortes fueron clave para la formulación de la Constitución de 1812, que sentó las bases del constitucionalismo español con principios como la división de poderes, la soberanía nacional y la representación parlamentaria.

    Luxán falleció en Cádiz víctima de la epidemia de fiebre amarilla que invadió a varias poblaciones de la costa española. El 28 de mayo de 1931, sus restos mortales fueron depositados en el Oratorio de san Felipe Neri, junto al resto de diputados doceañistas.

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[1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio y Pérez Mena, José Luis: Manuel Mateo Luxán, diputado liberal de las Cortes de Cádiz. Prólogo de Nino Gandarilla Guardia, presidente de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz de Bolivia. TAU Editores, Cáceres, 113 págs.


miércoles, 6 de agosto de 2025

DOS AGUSTINOS, OBISPOS DE PLASENCIA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVII


Enrique Enríquez de Almansa, obispo de Plasencia

La elección de Robert Francis Prevost (Chicago, 14/09/1955) como 267 papa de la Iglesia Católica y soberano de la Ciudad del Vaticano desde el 8 de mayo de 2025, con el nombre de León XIV, nos trajo como novedad que era el primer pontífice agustino de la Iglesia Católica, cuya Orden se caracteriza por su espiritualidad basada en las enseñanzas de san Agustín, la vida en comunidad y la misión en diversas áreas como educación, predicación y trabajo pastoral. La Orden, presidida por el nuevo papa desde hace más de una década, fue fundada oficialmente en 1244 como una comunidad de frailes mendicantes dedicada a la pobreza, el servicio y la evangelización y es una de las órdenes más antiguas de la Iglesia Católica.

La diócesis de Plasencia ha tenido entre sus obispos a dos prelados pertenecientes a los agustinos: Enrique Enríquez de Almansa (1610-1622) y Plácido Baylés Padilla (1742-1747).

Enrique Enríquez de Almansa (Valladolid, 1554 o1555; Plasencia, 22/01/1622) fue prior, provincial, profesor, teólogo, obispo de Osma y de Plasencia. Tomó el hábito en el convento de san Agustín de Valladolid el 22 de abril de 1573 y emitió los votos el 25 de abril de 1574. Realizó los estudios en el colegio agustiniano de san Gabriel de Valladolid y en la Universidad de esa ciudad y, en 1576, aparece matriculado como presbítero-teólogo en la Universidad de Salamanca. Quizás ese mismo año fue ordenado sacerdote y en 1579 continuaba en Salamanca, pues aparece como uno de los procuradores designados por fray Luis de León para la oposición a la cátedra de Biblia.

Fue profesor de Artes en el estudio de la Orden en Sevilla (1579-1582) y lector de Teología en el colegio agustiniano de Alcalá (1582-1591). De 1588 a 1591 fue rector del colegio alcalaíno. El 4 de agosto de 1591 alcanzó el magisterio en Teología por la Universidad de Valladolid. Posteriormente fue prior del convento de san Agustín de la citada ciudad (1591-1592), de san Felipe el Real de Madrid (1594-1598). En abril de 1598 fue designado por el capítulo provincial de Madrigal definidor provincial y residió desde entonces en san Felipe el Real de Madrid. Impulsó la canonización de san Juan de Sahagún (19 de junio de 1601). En mayo de dicho año fue elegido prior provincial de la provincia de Castilla y tuvo la suerte de conocer la beatificación de san Juan de Sahagún el 19 de junio de 1601, por la que se había esforzado.

En 1602 fue nombrado obispo de Osma, presentado por el rey Felipe III y nombrado por Clemente VIII. Fundó el convento de san José de Carmelitas Descalzos en Peñaranda de Duero (Burgos) y apoyó las gestiones que sus parientes, los condes de Miranda, estaban realizando para elevar la iglesia parroquial de santa Ana de Peñaranda a la categoría de colegiata, concedida por Pablo V en 1605. Financió la construcción de la actual fachada principal de la catedral de Osma, en la que figura su escudo, terminada en 1607 por el maestro de cantería Domingo de Cerecedo, con traza de André Gil de Marrón. El 28 de mayo de 1605 se encontraba en Valladolid asistiendo al bautizo del futuro Felipe IV. En 1606 compuso las constituciones del seminario de Burgo de Osma, por las que rigió la institución hasta 1751. En julio de 1607 celebró un sínodo diocesano. Su última actuación como obispo de Osma fue financiar la realización del retablo de la iglesia de Hontangas (Burgos).

Fue nombrado obispo de Plasencia el 21 de junio de 1610 y tomó posesión de la diócesis el 28 de agosto del mismo año. Si en Osma dispuso dispuso de unos 16.000 ducados de renta, la mesa episcopal de Plasencia rondaba los 50.000, que la equiparaba a una de las diócesis más ricas de España entonces, al mismo nivel que Burgos, Córdoba o Tarragona. Demostró su preocupación por la mejora de muchos edificios diocesanos, como la iglesia de Garciaz (Cáceres) y se caracterizó por la defensa de los derechos de la diócesis. En 1616 realizó la visita ad limina por procurador debido a sus achaques que le impidieron llevarla a término. De la documentación de la visita se desprende que padecía gota, reumatismo, bronquitis crónica y litiasis renal. A comienzos de 1622 enfermó gravemente. El 10 de enero de ese año redactó testamento, que completó con un codicilo el 17 de enero. Falleció en el palacio episcopal de Plasencia el 22 de enero de 1622 y fue inhumado en la catedral.

Plácido Baylés Padilla (Antequera, Málaga, 05/10/1682; Plasencia, 22/01/1747), fue obispo de Huesca y Plasencia. Asumió los cargos de prior, definidor y provincial agustino de Andalucía, región en la que fundó varios conventos de la Orden. Felipe V le propuso para obispo de Huesca y fue preconizado por Clemente XIII el 3 de marzo de 1738. Fue consagrado obispo el 3 de junio de 1738. Tomó posesión como obispo de Huesca el 8 de marzo de 1739.

A propuesta del Rey, Benedicto XIV trasladó a Baylés a la silla episcopal de Plasencia, nombrándole obispo de la diócesis el 26 de noviembre de 1742, donde permaneció hasta su fallecimiento, el 22 de enero de 1747. En la oración fúnebre, Ignacio de san Bernardino destacó la labor social que desarrolló en las dos diócesis episcopales en las que gobernó. Construyó a su costa la iglesia y el retablo mayor de la iglesia del convento de agustinas recoletas de Medellín. También realizó valiosos obsequios al convento agustino de Antequera.

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Bibliografía consultada: Vallejo Penedo, Juan José, OSA, y Lazcano González, Rafael, en Historia hispánica, de la Real Academia de la Historia. Biografías.


lunes, 4 de agosto de 2025

ALFIDIUS URBANUS LUCIUS, MILITAR EMERITENSE DE RANGO ECUESTRE DEL IMPERIO


Jinete de caballería romano

    Alfidius Urbanus Lucius (Mérida, antes Augusta Emérita, c. 150-165; Tarragona (antes Tarraco), 211-222) fue un militar hispano-romano de rango ecuestre. [1] Su origen lusitano descansa en el hecho de que los Alfidii conocidos en Hispania proceden su mayor parte de este territorio, y específicamente de Mérida, y en que su suegro Cornelius Severus pudo ser el Sextus Cornelius Severus de una inscripción de esa ciudad, que, aunque probable, no es seguro. [2]

    Señala el profesor Abascal que, como ya indicó Plaum, la carrera de Lucius Alfidius Urbanus es sorprendente por cuanto supone la promoción desde el cuerpo de tropa de una legión al orden ecuestre. A finales del siglo II era suboficial de la legión VII Gemina acantonada en Legio (León) y estaba destacado como speculator en Tarraco (Tarragona), donde participó con otros suboficiales en la dedicación de una estatua al antiguo gobernador provincial Quintus Hedius Rufus Lollianus Gentianus.

    Una década después fallecía en esa ciudad, lo que indica que había seguido residiendo allí como parte del contingente administrativo que la legión tenía junto al gobernador provincial. La fecha de su muerte viene determinada por los epítetos Gemina Pia Felix Antoni, una denominación que empleó la unidad entre los años 211 y 222 (Caracalla y Heliogábalo), pues a partir de esa fecha fue denominada Gemina Pia Felix Severiana Alexandriana.

    Su epitafio métrico, dedicado por su suegro Cornelius Rusticus, indica que a su muerte era tribuno militar de la legión en la que unos años antes aparecía como suboficial, lo que indica que a finales del gobierno de Septimio Severo (193-211) o con Caracalla (211-217) fue promovido por el emperador desde el cuerpo de tropa al rango ecuestre, según el profesor Abascal.

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[1] Nota: Un militar romano de rango ecuestre pertenecía a la orden ecuestre, una clase social de Roma que se situaba debajo de la senatorial. Los équites tenían acceso a cargos militares y administrativos importantes, incluyendo mandos de unidades de caballería, prefectos de flota y tribunos militares augusticlavios. Inicialmente, los équites eran ciudadanos que podían permitirse mantener un caballo para la guerra, pero con el tiempo se convirtieron en una clase social definida por la riqueza. Se situaban por debajo de la clase senatorial y por encima del resto de la población. Los équites podían aspirar a cargos políticos y militares, incluyendo posiciones de alto rango en el ejército. Durante el Imperio, los équites tenían derecho a llevar el angustus clavus, una túnica con dos franjas de púrpura de dos dedos de ancho como símbolo de su posición. Entre las figuras destacadas, figura Lucius Alfidius Urbanus, natural de Augusta Emerita.

 [2] Vid.: Abascal, Juan Manuel: Historia Hispánica, Real Academia de la Historia, biografías: Lucius Alfidius Urbanus.