domingo, 31 de octubre de 2021

MANUEL BERMEJO HERNÁNDEZ, PRESIDENTE DE LA JUNTA REGIONAL DE EXTREMADURA Y EMPRESARIO



Manuel Bermejo Hernández (Plasencia, 26/03/1936; Madrid, 22/09/2009) fue un político y empresario extremeño, segundo presidente de la Junta Regional de Extremadura, presidente de la sociedad Agroexpansión y novelista.

    Como político, se inició en el Partido Demócrata Popular, del que formó parte del Comité Nacional y fue presidente de la Federación Extremeña. Más tarde se incorporó a la Unión de Centro Democrático (UCD). En 1977 fue elegido diputado por Cáceres al Congreso de los Diputados y reelegido en 1979 (31/07/1977-31/08/1982). Participó en el proceso de construcción de Extremadura como comunidad autónoma, siendo nombrado el 08/06/1979 vicepresidente primero para Asuntos Económicos y consejero de Agricultura de la Junta Regional de Extremadura bajo la presidencia de Luis Ramallo García (1978-1980). Presidió la Comisión que aprobó el Estatuto de Autonomía de Extremadura. Tras la dimisión de Ramallo en 1980, el 22/12/1980 fue proclamado presidente de la Junta Regional de Extremadura, cargo que desempeñó hasta su dimisión el 27/11/1982.

    Profesionalmente, en su calidad de doctor ingeniero agrónomo, fue funcionario del Servicio Nacional de Cultivos y Fermentación del Tabaco, del que llegó a ser director. En la empresa privada llegó a ser presidente de la sociedad 3S-Agroindustria, dedicada a la industria del tabaco y presidió la sociedad Agroexpansión desde 1988 hasta 2004, el grupo internacional Dimon y consejero de la Compañía Nacional de Tabacos de Filipinas. Presidió también World Wide Tobacco España, adquirida por la multinacional americana Alliance One International.

    Como escritor ha publicado El cultivo del tabaco en la provincia de Cáceres (CECA, Madrid, 1976) la novela Los medieros (Ediciones García Plata, Madrid,1987), Los zapatos también votan (Ediciones García Plata, Madrid, 1993 y La fraseología taurina y su pícaro humor (Alcandora Publicidad, Madrid, 2003).

    Recibió la Encomienda de la Orden Civil del Mérito Agrícola, la Medalla de Oro al Tabaco de Jaraíz de la Vera (Cáceres), la Gran Orden de la Ciudad de Mérida (Venezuela) y la Orden Civil del Mérito Constitucional y, en 1977, la Medalla de Oro de Extremadura. El Ayuntamiento de Talayuela le dedicó una calle.

    Tras su muerte, su hijo, Manuel Bermejo Sánchez, escribió un artículo titulado “Memoria de un hombre ejemplar” [1] , en el que, entre otras cosas, decía que su padre fue ante todo “un hombre coral y cabal; amigo de sus amigos, sin importarle condición o procedencia. Espíritu de consenso, dialogante. Con un permanente sentido del humor del que siempre ha hecho gala y que ha mantenido hasta sus últimos minutos. Vitalista y emprendedor. Y, sobre todo, apasionado, porque sin pasión no se puede vivir. Pasión por su familia; pasión por su trabajo; pasión por la libertad; pasión por su tierra; pasión por sus amigos; pasión por escribir; y pasión por los toros”.

    En marzo de 2011, el gobierno de Plasencia decidió cambiar la denominación de la calle Matías Montero, en la que cursó el Bachillerato, por la de Manuel Bermejo Hernández en homenaje a un placentino conciliador y dedicado a Extremadura en todos los aspectos que pudo hacerlo, según destacó la alcaldesa, Elia María Blanco, tras el acto oficial de inauguración de la nueva denominación, al que asistieron su viuda, Beatriz Sánchez y uno de sus hijos, Fernando Bermejo. [2]

    La Administración regional transmitió “su sentido pésame a la familia de uno de los hombres que, además de presidir durante casi dos años la Junta Regional extremeña, siempre luchó por los intereses de los ciudadanos de Extremadura”. [3]

    En una entrevista concedida al autor en 1991, Manuel Bermejo afirmaba que “Extremadura podría avanzar más dando el paso al frente los extremeños. Faltan empresarios en Extremadura, lo que no quiere decir que no los haya. Lo que quiere decir es que hay poco espíritu empresarial. Cualquier extremeño está dispuesto a invertir mejor fuera que dentro de Extremadura. Es un defecto que tenemos los extremeños, porque nos fiamos poco de nosotros mismos. Tenemos poca fe en nuestros propios recursos. Y en cada extremeño hay un trabajador nato”. [4]

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[1] Vid.: Bermejo Sánchez, Manuel: Memoria de un hombre ejemplar, en ABC de 26/09/2009.

 [2] Vid.: Plasencia rinde homenaje a Manuel Bermejo, presidente de la Junta Regional de Extremadura entre 1980 y 1982, en Extremadura.com, de 21/03/2011.

 [3] Vid.: Fallece Manuel Bermejo, expresidente de la Junta Regional de Extremadura, en La Información, de 22/09/2009.

 [4] Vid.: Pinero, Félix: Manuel Bermejo Hernández: El extremeño no tiene espíritu de empresario, en El Periódico Extremadura de 23/06/1991.


sábado, 30 de octubre de 2021

LA HISTORIA TRASCENDIDA EN JESÚS SÁNCHEZ ADALID




    Para escribir una novela histórica, antes hubiere que conocer la historia. Pudiere utilizarse un argumento de ficción, pero se sitúa en un momento histórico concreto y los acontecimientos históricos reales son relevantes en el desarrollo argumental.

    Antes de publicar “El mozárabe” en 2001, el académico y novelista extremeño Jesús Sánchez Adalid confesó en una conferencia en Plasencia hace dos años que había ido a visitar a una profesora doctorada en esa época histórica para tener un mayor conocimiento de la historia social que la rodeare.

    Recientemente, el autor ha manifestado en una videoconferencia que “no puede ceñirse como novelista solamente a su tierra” y que “tiene necesidad de abrirse a otras partes del mundo”, aunque no renuncia a continuar escribiendo novela histórica con orígenes y desarrollo en la región, “porque soy feliz en Extremadura y lo haré”. Puede hacer lo segundo sin renunciar a lo primero. No porque escriba un conjunto de novelas que se desarrollan en Extremadura, tiene por qué llamarse al novelista “localista o comarcano”.

    El novelista, que fue presentado por el censor de la Academia, José María Álvarez, hizo estas manifestaciones al término de su conferencia “Novelas e historias en tiempos difíciles”, dentro del ciclo “Los académicos enseñan Extremadura”, que promueve la Real Academia de Extremadura de las Letras  y las Artes desde la pasada primavera.

    Repasó Sánchez Adalid en la citada conferencia su obra novelística en relación con Extremadura. “La luz de Oriente” (2006), que comienza en Mérida, en una época difícil y convulsa, en la que un joven de Medellín, Félix de Lusitania, se traslada a la capital de la provincia hispana a competir en el circo y después viaja a Roma y al Imperio Oriental, tratando de encontrar un sentido a su vida.

    En “Félix de Lusitania” (2011), centrada en el año 248, milenario de la fundación del imperio, la capital se prepara para celebrar la efemérides, tras establecer la paz con los persas merced a la gestión de los embajadores imperiales, uno de los cuales es Félix de Lusitania. En el declive del Imperio, habla del culto al Emperador y de los cristianos que se negaron a seguirlo y cayeron en el libelo, un escape por el margen, al que san Cipriano de Cartago puso coto al sostener que “no se trata de ser cristiano, sino que había que dar testimonio de fe”.

    Su trilogía del siglo XVI se enraiza también en Extremadura. En “El cautivo” (2005), Monroy de Villalobos es un joven noble del siglo XVI, que crece entre las fantasías que en él despiertan los relatos de caballerías y su deseo de formar parte de las huestes del rey y que, por obediencia al codicilio del testamento paterno, va a servir como paje al legendario castillo de Belvís, con el fin de hacerse caballero a la antigua usanza  y servirá a Carlos V en Yuste. En “La sublime puerta” (2006), el personaje anterior, perteneciente ahora a los tercios de Felipe II, es apresado y hecho cautivo en la batalla de los Gelves, pero sus dotes como músico y poeta le convierten en esclavo del gobernador de Susa, quien se lo lleva a Estambul y, convertido al islam, lleva una doble vida entre los turcos, que le hará servir a importantes personajes de la corte. Finalmente, en “La Alcazaba” (2013), Judit, conocida por todos como La Guapísima por su extraordinaria belleza, cuando enviuda de Aben Ahmad al-Fiqui, un musulmán con el que su padre la casó por conveniencia, es rechazada por musulmanes y judíos debido a la situación extrema que se vive en Mérida, una ciudad en la que imperan las revueltas y las rencillas y donde todos se toleran, pero se temen.

    Sánchez Adalid, aun en estas novelas relacionadas con Extremadura, sobrepasa y supera los localismos al trasponer fronteras con sus personajes. La propia novela trasciende a los personajes y su época. La trascendencia indica la idea de sobrepasar o superar. Félix de Lusitania no solo viene a Mérida para entrenarse en el circo, sino que después va a Roma y al Imperio Oriental. Y el novelista, sin salir de su casa e iglesia, nos traslada a esos otros mundos en los que quizá la trascendencia sea la búsqueda de un sentido de la vida, el interrogante sobre la existencia de Dios. También sea esta la otra historia trascendida en las novelas del autor.


jueves, 28 de octubre de 2021

SANTOS PALOMO VINIEGRA, PRIMER HIJO PREDILECTO DE MÉRIDA



    Santos Palomo Viniegra (Mérida, 01/11/1841;16/04/1902) ha pasado a la historia de la ciudad por ser su primer hijo predilecto, nombrado por el Ayuntamiento en sesión ordinaria el 2 de diciembre de 1895, bajo la presidencia del alcalde, D. José Domínguez Rollán, y con la asistencia de los concejales Presidente Márquez, Sánchez Tena, Becerra, Sáez Ozores, Ayala, Galán, González y Puig. [1]

    En aquella sesión, según se dice en el acta, “queriendo dar testimonio de gratitud al hijo esclarecido de Mérida D. Santos Palomo Viniegra, residente en Barcelona, por lo dignamente que ha desempeñado la representación que en nombre de este pueblo el Municipio le confiriera, de entregar al Batallón de Cazadores que ostenta el nombre ilustre de esta histórica ciudad, el obsequio que los emeritenses le dedican, así como por la despedida que le ha hecho, también en nombre de Mérida, en el momento de su embarque en el vapor Colón, el día 23 de noviembre último, con destino a Cuba,  para luchar por la integridad de la patria, y teniendo además en cuenta las especiales circunstancias que concurren en dicho Sr. Palomo que le hacen acreedor del cariño de todos sus paisanos, el ayuntamiento por unanimidad acuerda declarar Hijo Predilecto de esta ciudad a D. Santos Palomo Viniegra”.

    Santos Palomo Viniegra fue bautizado el 03/11/1841 en la iglesia parroquial de Nuestra Señora Santa Olalla, “extramuros de esta ciudad”, por don Antonio Ramírez y Jiménez, teniente vicario de la citada iglesia parroquial. Había nacido a las 06:00 de la mañana en la casa número 21 de la calle Cárdenas; se le impuso por nombre Santos Julián. Era hijo de Bartolomé Palomo, natural de la ciudad, y de Fernanda García Viniegra [2], natural de Montenegro, vecinos de la ciudad. Sus abuelos paternos fueron Bartolomé Palomo, natural de la ciudad, y Josefa Pérez Pulido, natural de Alcuéscar; y los maternos, José Viniegra y Juana Pelayo, ambos naturales de Montenegro. Su madrina fue Juliana Viniegra, tía del bautizado. [3]

    “Nació de familia campesina muy humilde. Su padre fue aguador, oficio que consistía en ir por los cortijos sin pozo transportando agua en su burrito; pero su hijo Santos, desde muy pequeño, dio muestras de una inteligencia y aptitudes para el estudio poco comunes, por lo que, con alguna ayuda de las instituciones, pudo darle estudios que, después de su formación escolar, lo llevaron a Barcelona, donde llegó a ser un dirigente de relieve en su puerto. En Barcelona se enamoró de mi bisabuela Matilde Fort, casada con un hombre, parece ser que de muy escaso valor humano y económico. Mi bisabuelo para librarse de él, le pagó el viaje en nave a Argentina, donde pocos meses después murió. Una vez llegada a manos de D. Santos su esquela funeraria, pudo casarse con doña Matilde.” [4]

    José Álvarez Sáenz de Buruaga (Vitoria, 1916; Mérida, 1995), arqueólogo e historiador, director del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida e Hijo Adoptivo de Mérida en 1979, le calificó en una ocasión de “embajador emeritense” en Cataluña a finales del XIX. En su obra “Materiales para la historia de Mérida (de 1637 a 1936)” [v] refiere dos citas de Santos Palomo Viniegra. En la primera, según cita de las actas municipales, recuerda que en Barcelona existía un “Batallón de cazadores de Mérida que en 1895 se disponía a marchar a Cuba y se acordó abrir una suscripción pública para obsequiarles y por ello se designó a don Santos Palomo Viniegra como representante de la ciudad en el acto… Él contribuyó con cincuenta duros. El obsequio fue una corbata para el estandarte que llevaría la imagen de Santa Eulalia y un ejemplar de la Historia de Mérida, además de 2.000 pesetas para convidar a los integrantes del Batallón. Palomo redactó una carta dando cuenta del desarrollo del acto. A continuación se le nombró Hijo Predilecto de la ciudad”. (Pág. 260).

    Por otra cita de las actas capitulares tenemos la fecha de su fallecimiento: “Se lamenta la muerte de Don Santos, ocurrida el 16 de abril de 1902. D. Juan Bautista Saussol dio las gracias en nombre de la familia.” (Pág. 281).

    El exministro Alberto Oliart Saussol  (Mérida, 1928; Madrid, 2021), bisnieto de don Santos y primo de José María Saussol, en sus memorias publicadas en 1998, hace referencia varias veces a su bisabuelo Santos Palomo. Al referirse a sus abuelos, Juan y Fernanda, afirma: “Aunque llegó casada a Mérida (Fernanda) a los 19 años y su padre, don Santos Palomo, era también de Mérida, nunca perdió del todo, bajo el deje extremeño, esa modulación de las vocales y los giros del habla de Barcelona, donde había nacido y había vivido hasta que se casó”. Dice de su abuela: “Tan atildada siempre, tan repeinada su larga cabellera gris y rubia, con su traje hasta los pies, entallado porque llevaba los corsés de cuerpo entero de la época, y su gargantilla negra en el cuello”, que le reprobaba al abuelo: “Juan, no asustes al niño y no te comas su desayuno.” [6] 

    Oliart se refiere también a su bisabuelo, Santos Palomo, padre de su abuela Fernanda, como “hijo de un modestísimo yuntero; es decir, de un hombre que tenía una yunta y se alquilaba con ella para ganarse la vida. El cura que le enseñó a leer se dio cuenta del talento natural de aquel muchacho y tanto le impresionaría que, por recomendación suya y por el interés que se tomó, le colocaron en Sevilla como aprendiz y chico para todo los García Vinuesa, que tenían, entre otras cosas, barcos y un negocio de consignación de buques. Muy joven, don Santos se fue a Barcelona y empezó a trabajar por su cuenta como consignatario de barcos; y al cabo de unos años amasó una fortuna considerable. Fortuna de la que hizo partícipe a sus padres y hermanos, a los que compró casas y tierras en su pueblo de Mérida. Llegó a comprar para él y los suyos seis o siete de las mejores casas del pueblo, y muchas fanegas de tierra de labor, todas, que yo sepa, dentro del término municipal, quizá las mismas que él labró con su padre para su anterior propietario. Solo la finca que le compró a su hija, Las Macillas, estaba fuera del término de Mérida, en el término de Calamonte. En la guerra de Cuba costeó los uniformes de todo el regimiento que estaba de guarnición en su pueblo y tenía que embarcar para Ultramar. Por esa razón le pusieron su nombre a una calle de Mérida, y por su nombre se llamó hasta que, hace pocos años, otro nombre más reciente lo desplazó, olvidados los méritos de mi bisabuelo emeritense. Sic transit gloria mundi.” [7] 

    Relata también su bisnieto Oliart que en, Barcelona, don Santos conoció a una señora casada y con dos hijas, doña Matilde Fort, “una señora muy guapa, y según decía con un poco de retintín, muy divertida. Se enamoró perdidamente de ella, pero no podían casarse ni eran posibles, en aquel entonces, divorcios o anulaciones porque la sociedad no los toleraba. Afortunadamente, el marido de mi bisabuela se fue a la Argentina, generosamente ayudado por don Santos, y al poco tiempo apareció en los periódicos su esquela de defunción. Se casaron, en 1872 nació Fernanda y después de ella cuatro hijos varones más. Doña Matilde Fort murió en Barcelona. El bisabuelo Santos acabó viviendo sus últimos años en Mérida, con su hija, y en nuestra casa murió. Él y su mujer están enterrados en nuestro panteón de Mérida”. [8] 

    Por último, el bisnieto de Santos Palomo se refiere a su abuelo Juan Bautista Saussol Toresano, hijo, nieto y sobrino único de varios tíos, “entre otros del tío abuelo don Rafael Martínez Toresano, padrino de su madre, que le dejó en herencia, en su recuerdo la finca que él agradecido llamó San Rafael”. Añade que le crio la abuela francesa, que le hizo de madre. Estudió Bachillerato en Madrid y después marchó a Barcelona a estudiar Ingeniería Industrial, encomendado a don Santos Palomo, que era la persona encargada de pagar sus gastos y en cierto modo de tutelarle… [9]

    El primer hijo predilecto de Mérida falleció el 16/04/1902, a los 60 años de edad, a las 03.00 de la madrugada, en la Plaza de la Constitución, número 6. El funeral fue oficiado en la iglesia de Santa María al día siguiente por don Tomás Pozuelo Sierra, coadjutor de la citada iglesia por ausencia de su cura ecónomo y arcipreste, don Pedro Gómez Cortés. Era viudo de doña Matilde Fort Cordón, natural de Barcelona, de cuyo matrimonio dejó cuatro hijos: Fernanda, Víctor, Carlos y José. [10]

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[1] Vid.: Libro de Actas del Ayuntamiento Bienio 1895-97, págs. 65-70.

[2] Vid.: Acta de defunción de don Santos Palomo Viniegra, en Registro Civil de Mérida, tomo 191, pág. 130.

[3] Vid.: Partida de nacimiento de Santos Palomo Viniegra, en parroquia de Santa Eulalia, Libro XII, pág. 215.

[4] Vid.: Carta-testimonio del Dr. José María Saussol, catedrático emérito de Lingüística y Literatura Española de la Universidad de Trieste (Italia), bisnieto de Santos Palomo Viniegra, dirigida al Dr. José María Álvarez Martínez el 23/06/2021. El Dr. Saussol es autor, entre otras obras, de “Eulalia”, obra de género teatral publicada sobre la Mártir (Editorial Círculo Rojo, 2018), estrenada en el Teatro Romano de Mérida en 1964, y primo hermano del exministro Alberto Oliart (Mérida, 29/07/1928; Madrid, 13/02/2021). En la presentación de la segunda edición de la obra, el Dr. Álvarez Martínez subraya que su obra “Eulalia” “es un auténtico regalo de este ilustre emeritense a su ciudad y, por su estructura, contenido y sencillez, no pierde actualidad y por ello consideramos un acierto su reciente edición que sirva para que pueda ser representada en el pórtico de la festividad eulaliense como una de las señas de identidad y religiosidad augustana”.

[5] Vid.: Álvarez Sáenz de Buruaga: “Materiales para la historia de Mérida (de 1637 a 1936”, Los Santos de Maimona, Ayuntamiento de Mérida, Grafisur, 1994.

[6] Vid.: Oliart, Alberto: Contra el olvido, Tusquest Editores, Barcelona, 1988, 353 págs. (Pág. 25).

[7] Vid.: Ob. cit. pág. 38.

[8] Vid.: Ob. cit. págs. 38-39.

[9] Vid.: Ob. cit., pág. 42.

[10] Vid.: Partida de defunción de Santos Palomo Viniegra, en parroquia de Santa María la Mayor de Mérida, Libro XVIII, pág. 171.


martes, 19 de octubre de 2021

EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO DE TRUJILLO


Iglesia de San Francisco de Trujillo

    En la plazuela de san Francisco de Trujillo se alza el convento de los frailes franciscanos de la Orden Tercera, del que aún quedan restos como el claustro, la iglesia y algunas dependencias. El conjunto monacal corresponde al siglo XVI. Con anterioridad, los frailes habían vivido en un ermitorio en los arrabales de la ciudad. La presencia de la Orden de San Francisco en Extremadura comenzó en el siglo XIII. El convento de la Orden de Nuestra Señora de los Ángeles, en Robledillo de Gata (fundado en 1214), y el convento de San Miguel de Plasencia (año 1233) son las fundaciones franciscanas más antiguas de la región.

    El cronista oficial de Trujillo y doctor en Historia del Arte, José Antonio Ramos Rubio, ha sacado a la luz una nueva obra sobre el pasado de la ciudad: “El convento de san Francisco de Trujillo. La espiritualidad franciscana”, en el que aborda la situación urbana en los albores del siglo XVI, la fundación del convento y su historia y el patrimonio artístico del convento y la iglesia. [1]

    En el siglo XIII surgieron discrepancias entre las distintas provincias franciscanas. En el citado siglo habían surgido las órdenes mendicantes, por un lado; los frailes predicadores de santo Domingo de Guzmán aprobaron su regla en 1220 y los menores, que seguían a san Francisco de Asís, desde 1209. Las reformas llevadas a cabo entre 1230 y 1250 por el ministro general Juan Parenti y las directivas del papa Gregorio IX,  acabaron por institucionalizar las fundaciones. De este modo, los franciscanos llevan a cabo una rápida expansión, fundando conventos dentro de las ciudades y trasladando a ellas los cenobios que ya existían, como ocurrió en Trujillo, cuando los franciscanos Observantes se trasladaron desde el cenobio de Nuestra Señora de la Luz, situado en el berrocal, hasta el recién creado convento de san Francisco. En los últimos años del siglo XV, estos frailes se habían trasladado a unos habitáculos anexos a la protogótica ermita de Nuestra Señora de la Luz. En 1498, los frailes solicitaron licencia al obispo de Plasencia, don Gutierre de Toledo, para trasladarse a la propia ciudad para poder predicar, confesar, enterrar a los difuntos y recibir limosnas. El obispo les permitió trasladarse al hospital del Espíritu Santo --que, aunque estaba en los arrabales,-- se hallaba más cercano a los habitantes de la ciudad y de esta forma poder atender a los enfermos del propio hospital. Por otro lado, fray Pedro Melgar, perteneciente a los capuchos o reformados de fray Juan de Guadalupe, que había salido de la Custodia de los Ángeles, y que se estaban extendiendo por Extremadura, al enterarse del abandono del ermitorio de Nuestra Señora de la Luz por parte de los Observantes, se asentó en dicho cenobio con algunos frailes, sin contar con la licencia del obispo placentino, que no veía con buenos ojos la decisión de instalarse en el berrocal trujillano a fray Pedro Melgar sin notificárselo a él. Ante esta situación, los Observantes llamaron a su vicario provincial de Santiago y le comunicaron los problemas que estaban creando los franciscanos del capucho, quien les dio orden de abandonar la ciudad para evitar escándalos; pero como habían sido los primeros en establecerse en Trujillo, la propia ciudad envió legados a Roma para conseguir del papa Alejandro VI la bula de fundación.

    No obstante, en la época de los Reyes Católicos debemos destacar la gran labor llevada a cabo por fray Juan de la Puebla y fray Juan de Guadalupe, quienes fueron los eslabones principales de la propagación del cristianismo en tierras extremeñas, y a fray Pedro Melgar y Bobadilla, principal seguidor de los anteriores, fundador de varios conventos franciscanos por toda la región.

    Fray Pedro Melgar y los frailes del capucho habían contado con la ayuda de algunos nobles, tales como don Gómez Fernández de Solís, don Juan de Chaves y don Álvaro de Hinojosa, caballeros que se dirigieron en febrero de 1498 al Romano Pontífice suplicando facultad para edificar un convento franciscano en las proximidades de la ciudad de Trujillo (ya había recibido el título de ciudad en 1432), donde solamente había unos habitáculos junto a la ermita de Nuestra Señora de la Luz para que se instalasen allí los franciscanos del capucho. Consiguieron la licencia de Roma y, reutilizando los paredones y la ermita de los Observantes, construyeron el edificio conventual en las proximidades de la ciudad en virtud de la bula pontificia Super familiam domus, de Alejandro VI (25 de julio de 1499). Del eremitorio se hicieron cargo fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe el día 24 de marzo de 1500 (festividad de la Anunciación), dándole el nombre de Nuestra Señora de la Luz.

    De este cenobio trujillano tan solo se conservan sus muros maestros y, por supuesto, la imagen protogótica de la Virgen con el Niño, que fue trasladada a la iglesia conventual de san Francisco, en la ciudad de Trujillo, debido a que el mismo Alejandro VI, mediante otra bula, fechada el 11 de septiembre de 1502, al Vicariato Provincial de Santiago, suprimió el convento de Nuestra Señora de la Luz de los frailes del Capucho por el éxito de algunos frailes Observantes (fray Pedro de Melgar y fray Juan de Guadalupe), que ya desde un principio querían casa de oración en la misma ciudad, sembrando discordias entre los franciscanos, desplazando a los principales pilares de la reforma en Extremadura. La reconocida labor del primer fraile franciscano del convento de Trujillo, antes citado, fue confirmada con la bula Sub Suave Religionis, de 17 de marzo de 1508, confirmando todos los privilegios del Capucho a las órdenes de este fraile. Con las letras apostólicas In apostolicae dignitatis specula, dada por Alejandro VI en el año 1497, y, principalmente con Pro parte classimorum, dada también por el mismo pontífice, en el año 1503, se pretendía que los frailes del Capucho volvieran a sus conventos de la Observancia de donde habían salido. Muchos frailes se refugiaron en cenobios antes de volver a los conventos de la Observancia. De tal manera que fray Pedro de Melgar y los frailes del Capucho tuvieron que abandonar el eremitorio de Nuestra Señora de la Luz en el año 1503, regresando algunos frailes Observantes al mismo, mientras se realizaban las obras del nuevo convento. Para conocer mejor la fundación del nuevo convento de san Francisco en Trujillo, es fundamental la obra del padre fray José de Santa Cruz, con el título Crónica de la Santa Provincia de San Miguel de la Orden de N. Seráfico Padre San Francisco, escrita en el año 1671. Es importante la Bula papal fechada en 31 de octubre de 1500 sobre el permiso para levantar en Trujillo el que sería convento de san Francisco.

    Las obras del convento de san Francisco se sucedieron a lo largo del siglo XVI, aunque las obras de la iglesia finalizaron en noviembre de 1599, inaugurándose el templo el 26 de mayo de 1600.

    El templo conventual, convertido hoy día en parroquia, es una magnífica construcción de planta cruciforme, realizada en mampostería y sillería. En su fachada occidental presenta estilizados flameros que jalonan la cornisa, además de los escudos de Carlos V y del concejo de Trujillo. El templo posee obras de gran interés artístico, como la imagen de la Virgen de la Luz en madera policromada, obra de finales del XIII; un crucifijo de la segunda mitad del siglo XIV; una talla de la Inmaculada en un retablo de 1720, del taller salmantino de Antonio de Paz de 1647, y otras obras escultóricas, pictóricas y de platería, así como la escultura orante de Hernando Pizarro.

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[1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio: El convento de san Francisco de Trujillo. La espiritualidad franciscana, Fundación Obra Pía de los Pizarro, TAU Editores, Cáceres, 2021, 166 págs. 


viernes, 15 de octubre de 2021

LOS CAMINOS SOSTENIBLES




En ecología y economía, hablamos de sostenibilidad en alusión a lo que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente, según la RAE. El Diccionario Panhispánico del español jurídico define la sostenibilidad ambiental como “principio de gobierno de la utilización de los recursos naturales que permita satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades”.

No existe hoy un sintagma más conocido y reconocido por el conjunto de la sociedad, mayores y jóvenes, que se implican en la tarea de mantener los recursos naturales del campo, de los ríos, riberas y arroyos, los caminos por donde hombres y animales transcurrieron en su devenir a lo largo de la historia. La mano del hombre, más que el propio paso del tiempo, han comprometido desfavorablemente la sostenibilidad de esos caminos, cuya situación es preciso revertir para que lo que nuestros ascendientes hicieron y disfrutaron ayer, puedan seguir haciéndolo las generaciones futuras.

De cuando en cuando, vemos en los medios de comunicación cómo políticos, saco en mano, se disponen junto a hombres y mujeres jóvenes y maduros de pueblos y ciudades, a limpiar los márgenes de ríos, riberas, campos y caminos para mantener la sostenibilidad perdida. Somos más dados a ensuciar que a limpiar y a mantener el legado de nuestros ascendientes. Nos hemos dado cuenta tarde, pero aún estamos a tiempo de poder revertir el daño que hicimos.

Hay una acepción del Camino sostenible referida este año santo al Camino de Santiago. Son muchos y variados los caminos eulalienses que, antes que a Santiago, conducían a Mérida a los peregrinos que se dirigían a venerar a la Mártir cristiana. El Camino sostenible, referido al Jacobeo, nació en 2016 a propuesta de la Reserva de la Biosfera Mariñas Coruñesas e Terras de Mandeo para buscar una forma entretenida y amena de dar a conocer una Reserva de la Biosfera y sus objetivos.

Hablamos de voluntariado social, pero también hoy del voluntariado ambiental. Tanto uno como otro son imprescindibles, dadas las necesidades humanas y el grado de degradación ambiental al que hemos llegado. La finalidad del voluntariado ambiental del Camino de Santiago es dar a conocer el rico patrimonio natural de Galicia y favorecer su preservación. Las tareas que llevan a cabo grupos intergeneracionales consisten en la limpieza, señalización, eliminación de especies exóticas invasoras o catalogación de fauna y flora.

Los programas del voluntariado ambiental del Camino de Santiago son susceptibles de ampliación a todas las comunidades. A idénticos problemas, soluciones similares. Si Galicia incluye la Vía de la Plata, de Laza a Villar de Barrio, fíjémonos en Extremadura, decidida a potenciar todos los caminos de peregrinación hacia Mérida, según el presidente de la Asociación de Amigos de Santa Eulalia, de cara a la celebración del Año Jubilar 2023. Por la recuperación y sostenibilidad de todos los caminos que conducen a Compostela y Mérida, la sostenibilidad ambiental que a todos nos compete. No bastan las vías pecuarias recuperadas o por recuperar; las vías verdes expandidas para los amantes del ciclismo o senderismo; no bastan las leyes por cumplir o el SEPRONA para hacer cumplirlas. Hace falta una concienciación colectiva de sostenibilidad ambiental que, afortunadamente, va creciendo cada día.