Hubiere ojos para ver y
memoria para recordar, y no escribiría "la conversación" que tuviere
conmigo mismo en la catedral de Plasencia y ver lo que vi y lo que no vi: las
ausencias, más que las presencias, en la injustificada soledad del último adiós
al primer alcalde socialista que rigiere la capital del Jerte en la etapa
democrática, Cándido Cabrera
(1989-1995). Al caballeroso, democrático y político comportamiento del alcalde
de la ciudad, Fernando Pizarro, y su
equipo de gobierno (del PP, por si alguien no lo sabía), ha correspondido su
partido, el PSOE, con la lamentable ausencia de los líderes regionales y
provinciales en el oficio fúnebre, oficiado por el obispo de la diócesis en la
seo. El PP ha sabido estar a la altura que le correspondiere en la despedida de
un alcalde de la ciudad; el PSOE, como en su despedida como alcalde, le ha
dicho adiós virtualmente, como también le dieron por muerto antes de tiempo por
sus malos asesores. Apenas, una foto y unos tuits en sus webs y pare usted de
contar. Qué podría esperarse de quienes premian a los desleales y echan a la
calle a los leales empleados que le sirvieron para meter a los
"suyos"..., en ocasiones pagados por extraños a sus filas, cuando no
por dinero público de todos...
El alcalde ordenó colocar las banderas a media asta en
señal de duelo; situó, de acuerdo con la familia, la capilla ardiente en el
salón de plenos, con entrada por la plaza mayor, para que todos los placentinos
le pudieren dar su último adiós. Ordenó a la Policía Local montar guardia de
honor a ambos lados del féretro durante el velatorio, y que agentes de uniforme
entraren y sacaren el féretro en la catedral antes y después del oficio
fúnebre. Reunió a los dos alcaldes anteriores: Elia María Blanco (PSOE) y José
Luis Díaz (PP) y los situó junto a él en primera fila, a la izquierda,
durante la celebración. El féretro, cubierto por la bandera de la ciudad, fue
recogida al término del funeral por los tres alcaldes y doblada para
entregársela a la familia. Pero, ¿dónde estaba la representación de su partido?
La de la provincia, ni se sabe; la regional, en la Asamblea, la excusa
perfecta... Había, sí, una diputada al Congreso, Pilar Lucio, que ahora parece tener más tiempo para la conciliación
que cuando fuere consejera de Igualdad y Empleo en el gobierno de Fernández Vara. Y estaban, también, los
concejales de la oposición, que parecieren más cristianos y humanos que los que
se llamaren "compañeros", que ya no podrán hacer camino alguno junto
a él, porque él los hizo todos y le dejaron, al final, compuesto y sin más
novias que su patrona y familia, las amas de casa, Cáritas, los pescadores...,
porque a todos los presidió quienes en su última hora han estado con él.
En su oración fúnebre, el obispo, Amadeo Rodríguez, subrayaba que era "un día de
esperanza", porque "la salvación es un don para el hombre", más
aún --añadía-- en "un hombre cabal, comprometido en todo al servicio del
bien común de Plasencia"..., y de su partido.
Las coronas de flores orlaban las escalinatas del altar
mayor presidido por la Asunción, a cuya advocación se acoge la catedral, y los lienzos de Rizzi. Si Cáceres es la Montaña, Plasencia es el Puerto y, como el
fallecido alcalde presidiere también la cofradía, --porque no es incompatible
ser socialista con ser cristiano--, el obispo invitaba al organista a entonar
el himno a la patrona: todos a una, con
su cabildo y los fieles, a Ella y a él; pero faltaban los que se dijeren como
saludo y adiós "compañeros". A la salida, algunos comentaban: que se
busquen otros para hacer el camino. Cándido
ya los hizo todos, como algunos de los ausentes, el del Puerto de la patrona y
el de su vida, que coronó de estrellas. Y Plasencia se lo reconoció adoptándolo
en vida y en la hora de su muerte, todos menos sus compañeros.
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