El rey Felipe VI sanciona su primera reforma de la Constitución
Foto Casa Real
No resulta baladí un simple cambio de palabras en la Constitución. Las palabras nacen a veces del pueblo o son símbolo de la mentalidad de una época. Hay palabras con poder que trascienden su propio significado. Quizá lo hubieren perdido, pero persisten en las leyes y mentalidades de una sociedad. El poder de la palabra no solo reside en el emisor, sino en el receptor. Hay palabras que duelen y otras que matan; palabras que alumbran y dan luz a la vida; hay palabras huecas y otras llenas de vida. ¿Qué fuere el amor sin la palabra? La palabra transmite el sentimiento y el pensamiento. No hubiere amor si no lo expresáremos con palabras: pero, a veces, no bastare la palabra si no trascendiere el amor que expresa. Es el amor frustrado, no correspondido, el amor imposible de Romeo y Julieta, la tragicomedia de Calixto y Melibea; o de Werther, el paradigma del joven romántico que lleva hasta el extremo el dramatismo de no poder consumar su amor.
En el antiguo régimen, en las partidas de nacimiento y en el DNI aparecía el término `hembra´ referido a la mujer. Ni en el Código Civil ni en la Ley del Registro Civil existía la indicación de utilizar el término `hembra´ para inscribir los datos referidos al sexo, pero sí en el Reglamento. El II Plan de Igualdad del Gobierno, de 1993, recogió la desaparición de la terminología sexista en los impresos oficiales, también en el DNI, cuando el sexo masculino se denominaba `varon´ (con V) y el femenino como `hembra´ (H), en lugar de `macho´ y “hembra”, correlativos en el reino animal. Aún subsiste como un eco indebido la utilización del segundo vocablo por la convivencia entre hombres y animales en una época determinada del antiguo régimen. “Tengo cuatro hijos: dos varones y dos hembras…” “¿Y por qué no dice usted dos machos y dos hembras?” “¡Ah, no, porque eso se refiere a los animales”! “Sí, pero usted está llamando hembras a sus hijas…”
A Emilio Sáez (Almería, 1969), diputado en el Congreso y portavoz de la Comisión para las Políticas Integrales de la Discapacidad, histórico del activismo de la discapacidad, la Administración le llamó ‘subnormal´, ´minusválido´ e ´inválido´ en los años 70, 80 y 90. El pasado año le seguían llamando ´el cojo´ en la ciudad de la que fuere alcalde, Albacete, entre 2021 y 2023. El ´cojo´ fue campeón del mundo en silla de ruedas en Stoke Mandeville (Reino Unido), además de haber participado en la Paralimpiada de Barcelona 1992.
El Congreso de los Diputados aprobó el pasado 18 de enero el cambio en la Constitución de la palabra ‘disminuidos´ por el de `personas con discapacidad´ para adaptarlo a la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad de 2006, a la que España se incorporó en 2008, que Su Majestad el rey Felipe VI ha sancionado hoy, día 15, en el Palacio de la Zarzuela en presencia de las primeras autoridades del Estado. Los `disminuidos´ de ayer lo han acogido como una victoria. “Ante todo, somos personas; la discapacidad es una característica”, según Jesús Gumiel, presidente de la Confederación Española de Personas con Discapacidad (COCEMFE) y de la Asociación para la Atención y la Integración Social de las Personas con Discapacidad Física de Extremadura (APAMEX). Los 4,3 millones de personas españolas con discapacidad comienzan a escribir una nueva historia, “del papel a los hechos”, de las palabras de una época a otra, un cambio de mentalidad en el curso de los tiempos que trasciende la palabra misma.
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