miércoles, 10 de abril de 2019

"LOS ÚLTIMOS DE GRANADILLA"


           Canal Extremadura TV emitió anoche el programa "Los últimos de Granadilla", patrocinado por la Junta de Extremadura y producido por Ícaro Comunicación, dirigido por el periodista Isidoro Campos --que, una vez más, ha demostrado su valía profesional en un terreno que no le fuere propio, como el televisivo, pero que cultiva con la misma maestría que ahora la radio y antes, y siempre, la prensa o publicaciones periódicas-- y en el que, a través de imágenes, fotografías y doce testimonios de los últimos hijos de la villa de la que fueron desterrados, ha puesto de relieve el trauma que supuso el destierro, el recuerdo arrebatado de la infancia y las lágrimas derramadas entonces en blanco y negro, y todavía hoy en color, en los que se alterna la narración que pasa del ayer al hoy en segundos, como si el tiempo no hubiere transcurrido, aunque las imágenes sean testigos del cambio inesperado que para sus vecinos supuso la tragedia del abandono obligado de su pueblo por la expropiación forzosa de que fue objeto por parte del Estado  por el embalse de Gabriel y Galán.

            Martín Mordillo Pinero, Jerónima Sánchez Rodríguez, Daniel Gómez García, Juan Manuel García Domínguez, Filomena Esteban Sánchez, Pelayo García Sánchez, Vicente Carcaboso Iglesias, Constantina González Montesinos, Adoración Rodríguez Garzón, Sebastián Caballero González, José María García y Vicenta Cruz, han puesto voz a quienes ya no la hubieren, pero que aparecen vivos en el documental; a quienes les prometieron el paraíso nacido por la muerte del suyo --El Rincón, Alagón del Caudillo, Alagón y, finalmente, Alagón del Río-- y fuere peor en principio, instalados en barracones donde el agua caía sobre los colchones en los que descansaban, con las casas y las urbanizaciones por hacer; los mayores que fallecían llevados en caballería o tractores al cementerio de Galisteo..., porque no hubiere ni cementerio; ni en el viejo de Granadilla, después anegado por las aguas, donde ni siquiera se sabía dónde estaban inhumados los muertos; donde los hijos hubieren de exhumar a su padres para llevarlos al nuevo cementerio de la villa perdida... ¡Cuántos recuerdos, la felicidad arrebatada, el pueblo siempre añorado, como las fiestas, las bodas, los carnavales, los juegos en la plaza...! ¡Tantos años para nada! Ya en enero de 1932, el Ayuntamiento de Coria había invitado al de Granadilla a estudiar el embalsamiento del río Alagón; en 1939 se iniciaron los expedientes expropiatorios; en 1950 se declaró con carácter urgente la construcción del pantano; en 1955, el Consejo de Ministros declaró la zona inundable; en 1957 se inicia la construcción del embalse, que concluye en 1962; en 1965 culmina el proceso de disolución del municipio... Un tiempo después todo quedó en silencio hasta 1979, en que se inicia la reconstrucción del castillo y al año siguiente, en que es declarado conjunto histórico-artístico.
 
            No hay un paralelismo entre "Los últimos días de Pompeya" y "Los últimos de Granadilla". La primera, novela de Edward Bulwer Lytton (1834), tantas veces adaptada a la pantalla, narra la vida de unos cuantos habitantes de la ciudad romana, asfixiada y enterrada por las cenizas del Vesubio en el 79 a. C. Los pompeyanos se vieron sorprendidos por el flujo piroplástico que cayó sobre ellos y no hubieren tiempo de huir hacia el mar, quemados y asfixiados. Los vecinos de Granadilla fueron avisados, acosados e instados por la fuerza a abandonar su pueblo, sin que le hubieren sido satisfechos los justiprecios --que muchas veces no hubieren nada de ello, sino de minusprecios-- e instados a marcharse en un destierro forzado, sin efectivo para hacer frente a la nueva vida más que sus manos como toda fuerza de trabajo.
            Hay, sin embargo, un sino no escrito desde su fundación: Granadilla estaba predestinada a desaparecer. Las tres culturas que habitaren la villa fueron desterradas: los árabes, sus fundadores, por la Reconquista (1160 por Fernando II de León); los judíos por su fe (1492, Edicto de Granada de los Reyes Católicos, por el que se ordenaba su expulsión); los cristianos, por el desarrollismo franquista (Decreto 1347/1965, de 6 de mayo, por el que se disuelve el municipio). Fue el segundo pueblo desaparecido en la provincia de Cáceres. Antes lo fuere Talavera la Vieja, la antigua ciudad romana de Augustóbriga,  inundada por las aguas del embalse de Valdecañas en 1963. Hasta ahora, porque otros parece que estuvieren a la cola, sus habitantes muriéndose, los jóvenes huyendo, las cigüeñas por llegar, porque ya ni están ni se les espera; el campo agostado por el cambio climático y a la espera de que desaparezca la PAC para pasar a la historia por nadie deseada...

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