El presidente nacional del PP manifestó ayer que las medidas económicas de ajuste tomadas por el Gobierno de España eran “injustas e insuficientes” y añadió, además, que “venían impuestas desde fuera”.
Rajoy y sus camaradas de la tabla redonda parecieren el perro del hortelano, “que ni come ni deja comer”. Constituye un cinismo de mal gusto, en sus expresiones tan silabeantes y remarcadas por las eses, que lo que pide él desde dentro, y que el Presidente presenta en sede parlamentaria, diga que viene “impuesto de fuera”. De dentro vino el globo que ellos inflaron y que devino en la crisis nacional; de fuera llegó la estampida de la crisis sobrevenida para el todo el mundo. Algo tienen que decir quienes velan por nuestra economía mundial, como los organismos internacionales, los bancos centrales y el FMI, para que aquella, en un mundo globalizado, no extienda sus tentáculos más allá del Partenón y, con el apoyo de los especuladores de los mercados, nos afecte a todos. Quisiere él imponer la propia y, por ello, juega en contra de los intereses de España. De ahí que no pacte el modelo educativo ni ningún otro si no se asumiere el suyo completo. Y eso no sería pacto, sino imposición.
Tendría que repasarse el modelo extremeño, el Pacto Político y Social para las reformas en Extremadura, ya firmado por la Administración, su propio partido y los agentes sociales. Tendría que haber oído en Plasencia a un agente social lamentarse que en España no fuese posible el Pacto que se hiciere realidad en Extremadura. O tendría que haber oído al alcalde de la capital de Extremadura, Ángel Calle, afirmar que “le da envidia Portugal, porque ni en España ni en su ciudad sería posible ver cómo el primer ministro y el líder de la oposición compareciesen juntos para anunciar las medidas anticrisis”. O al Presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, que, inmediatamente reúne a su ejecutiva regional para que se pronuncie, y así lo hacen todos, a favor de las medidas del Gobierno; o al presidente de la Asamblea de Extremadura, Juan Ramón Ferreira, que invita a hacer lo mismo en la Cámara que preside. No lo calificaría, entonces, de “injusto e insuficiente”, a no ser que se lo aplicare solo para los suyos.
Tildar de “injusto” un ajuste en beneficio de la mayoría, pareciere una broma de mal gusto por parte de quien no creyere y despreciare a la justicia cuando no le favorece y la aplaudiere cuando fuere a favor de sus intereses. Rajoy se alinea antes con la tesis de Santiago Rusinyol: “Cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón” que con la de Senne, que afirmare: “Donde no ha justicia no hay libertad y donde no hay libertad, no hay justicia.”
Ya el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, se refirió ayer a la “doble moral” de quienes solicitaban al Gobierno “medidas difíciles para la recuperación económica y para atajar la crisis”, para despreciarlas después; y la doble moral de quienes no ayudan cuando es necesario, “porque la austeridad de hoy será el bienestar de mañana”. En sentido similar se ha pronunciado el presidente Vara al afirmar que “le importan un pito los votos”, porque lo que interesa de verdad es el futuro de nuestros hijos.
La intrahistoria que desea marcar el PP no es la intrahistoria de España. Quien no sabe cuánto gana, no puede decir tampoco que “las medidas son insuficientes”. ¿Para quién o quiénes: para quienes menos tienen? Aplíquense ustedes el cuento en sus propias comunidades, que son también España, aunque mal ejemplo dan quienes, por toda respuesta, no ofrecieren el ejemplo que predican en sus predios políticos y pretendieren que todos los españoles lo diéramos por ustedes. Y es que al PP no parece importarle España y su futuro, pero en el fondo se alegra de que estas medidas tan impopulares la tome el PSOE, que perderá votos por ello, y no ellos, a quienes nada les importa el futuro de España.
Rajoy y sus camaradas de la tabla redonda parecieren el perro del hortelano, “que ni come ni deja comer”. Constituye un cinismo de mal gusto, en sus expresiones tan silabeantes y remarcadas por las eses, que lo que pide él desde dentro, y que el Presidente presenta en sede parlamentaria, diga que viene “impuesto de fuera”. De dentro vino el globo que ellos inflaron y que devino en la crisis nacional; de fuera llegó la estampida de la crisis sobrevenida para el todo el mundo. Algo tienen que decir quienes velan por nuestra economía mundial, como los organismos internacionales, los bancos centrales y el FMI, para que aquella, en un mundo globalizado, no extienda sus tentáculos más allá del Partenón y, con el apoyo de los especuladores de los mercados, nos afecte a todos. Quisiere él imponer la propia y, por ello, juega en contra de los intereses de España. De ahí que no pacte el modelo educativo ni ningún otro si no se asumiere el suyo completo. Y eso no sería pacto, sino imposición.
Tendría que repasarse el modelo extremeño, el Pacto Político y Social para las reformas en Extremadura, ya firmado por la Administración, su propio partido y los agentes sociales. Tendría que haber oído en Plasencia a un agente social lamentarse que en España no fuese posible el Pacto que se hiciere realidad en Extremadura. O tendría que haber oído al alcalde de la capital de Extremadura, Ángel Calle, afirmar que “le da envidia Portugal, porque ni en España ni en su ciudad sería posible ver cómo el primer ministro y el líder de la oposición compareciesen juntos para anunciar las medidas anticrisis”. O al Presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, que, inmediatamente reúne a su ejecutiva regional para que se pronuncie, y así lo hacen todos, a favor de las medidas del Gobierno; o al presidente de la Asamblea de Extremadura, Juan Ramón Ferreira, que invita a hacer lo mismo en la Cámara que preside. No lo calificaría, entonces, de “injusto e insuficiente”, a no ser que se lo aplicare solo para los suyos.
Tildar de “injusto” un ajuste en beneficio de la mayoría, pareciere una broma de mal gusto por parte de quien no creyere y despreciare a la justicia cuando no le favorece y la aplaudiere cuando fuere a favor de sus intereses. Rajoy se alinea antes con la tesis de Santiago Rusinyol: “Cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón” que con la de Senne, que afirmare: “Donde no ha justicia no hay libertad y donde no hay libertad, no hay justicia.”
Ya el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, se refirió ayer a la “doble moral” de quienes solicitaban al Gobierno “medidas difíciles para la recuperación económica y para atajar la crisis”, para despreciarlas después; y la doble moral de quienes no ayudan cuando es necesario, “porque la austeridad de hoy será el bienestar de mañana”. En sentido similar se ha pronunciado el presidente Vara al afirmar que “le importan un pito los votos”, porque lo que interesa de verdad es el futuro de nuestros hijos.
La intrahistoria que desea marcar el PP no es la intrahistoria de España. Quien no sabe cuánto gana, no puede decir tampoco que “las medidas son insuficientes”. ¿Para quién o quiénes: para quienes menos tienen? Aplíquense ustedes el cuento en sus propias comunidades, que son también España, aunque mal ejemplo dan quienes, por toda respuesta, no ofrecieren el ejemplo que predican en sus predios políticos y pretendieren que todos los españoles lo diéramos por ustedes. Y es que al PP no parece importarle España y su futuro, pero en el fondo se alegra de que estas medidas tan impopulares la tome el PSOE, que perderá votos por ello, y no ellos, a quienes nada les importa el futuro de España.
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