viernes, 19 de agosto de 2011

SIETE DÍAS DESPUÉS…



In memoriam Manuel Fernández


Por qué tan pronto llegó tu parca
En mi ausencia, compañero,
En la tierra pura que no abarca
Tu sed de vida en nuestro albero.

Manuel Fernández de mi alma:
Fue tu vida una pasión bridada;
Tu profesión, una entrega de calmas,
De afanes, ilusiones y labores abigarradas.

Siete días después de tus sesenta y cuatro,
Apenas un mes de tránsito desde que te viere,
Línea de vida y muerte en horas veinticuatro,
Cronista de deportes hasta tu miserere.

Quién no se rió contigo, compañero,
En el trabajo y en el descanso,
Que, sin despeinarte, fuiste abrigo,
Y atleta del deporte sin remanso.


lunes, 15 de agosto de 2011

REENCUENTROS EN GRANADILLA


Decir 15 de agosto y es recordar el pueblo perdido y hallado de nuevo en la festividad de su patrona. La primera vez, de gloria; la segunda, de difuntos, el 1 de noviembre. Fiesta y dolor de quienes nos ampararon y a quien nos acogieron en la fe de nuestros padres, hoy tan solo recuerdo de un día en el desamparo total del exilio forzado.

Granadilla fue esto y su circunstancia: expropiación forzosa y cierre. El 15 de agosto, fiesta de la patrona, cerraba por entonces el pueblo entero: nadie trabajare por imperativo legal. La festividad religiosa hubiere solo una excepción: la atención a los animales, ya de mañana o por la tarde. Estabulado preceptivamente ese día, hubiere de procurárseles alimento en el establo y, al atardecer, llevarlos al río para beber. Única bula a la excepción de la fiesta obligada, para los que ese día no sintieren su libertad.

Oficio religioso y verbena en la plaza; lleno durante todo el día en el café-bar "Angelito" entre refrescos, vinos, y partidas de cartas... Qué más en un pueblo ya signado por la muerte desde el final de la guerra.

Los últimos 15 de agosto suponían también la despedida casi definitiva, que languidecía en la entrega de llaves de las moradas que se fueren abandonando, ya expropiadas, con peritajes a la baja.

Muchos se despedían sin darse de baja en el padrón. "¿A qué?", se preguntaban, "si ya entregamos las llaves y apuntaron nuestros nombres..."

El río Alagón había embalsado ya cuotas bastantes de las fijadas para inundar los prados y tierras de secano. Nada que hacer en una villa ya incomunicada por carretera con Zarza y Mohedas, asediada en península por las aguas que a todos condujeren al exilio.

Ningún signo de civilización llegare a la villa perdida: ni luz artificial, ni teléfono, ni el agua, ya tan solo embalsada; la información, por las viejas radios de pilas y algún que otro periódico del régimen... Un pueblo solo de viejos, de maduros en edad tardía para iniciar una nueva vida, y de niños, tan pocos que ni formaren un equipo para jugar en la plaza... Como para irse los domingos a Zarza y Mohedas, de Granadilla, a ver el "pan y circo" del franquismo: "fútbol y toros", o a Hervás, al baile de la Corredera.

Una vida entera, quizá media, que se dejaba atrás para iniciar otra nueva, para la que muchos no estuvieren preparados y, además, con un acoso y hostigamiento recrudecidos desde principios de los sesenta en el que participaron agentes de las fuerzas vivas del régimen. "¡Váyanse ya...! ¡Llévense hasta las sillas..., y que no quede ni una...!", instaban a sus vecinos. Cuatro décadas después, el pintor y escultor natural de la villa Enrique Jiménez Carrero desobedecía esta orden, oída de pequeño, mientras hacía sus primeros dibujos, con su exposición "Cuando Granadilla...", visitada por 40.000 personas, con la sillas salidas de la villa y devueltas a sus calles convertidas en obras de arte gracias a la colaboración de diversos artistas.

¡Tanta prisa para nada! Desde 1965, año de la desaparición de la villa, hasta 1980, en que fuere declarada conjunto histórico-artístico, Granadilla fue saqueada, violada y violentada hasta en las sepulturas de su templo, como sus habitantes lo fueren moralmente durante sus últimos días.

El Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados, en el que participan los ministerios de Educación, Fomento y Agricultura, propició el reencuentro con la tierra y los muertos.

Muchos no volverían jamás a pisar aquella tierra en la que nacieren, se criaren, desposaren y hubieren hijos y nietos. Otros tardarían años en volver. Hoy, los familiares de los difuntos llevan allí sus restos o cenizas, siguiendo sus deseos, para fundirse con la tierra en la que vivieren.

El 15 de agosto, algunos ancianos vuelven para despedirse definitivamente del pueblo en el que vieren la luz, sabedores de que, posiblemente, no volverán a la siguiente cita. Desde la creación del "Programa de Recuperación", han hecho suya también Granadilla varias generaciones de estudiantes de toda España, y a ella tornan para mostrársela a su familiares, lo que árabes y judíos, anteriores moradores junto a los cristianos, y también expulsados por la Reconquista o por su fe, jamás pudieren hacer hasta hoy.

La festividad de la patrona es una buena fecha para ello. Como en media Extremadura, que se reencuentra en la plaza con su pasado, como Granadilla, sin su patrona, también exiliada, para festejarla en el reencuentro anual hasta que la muerte les devuelva de nuevo a ella..., a su tierra antes que al cielo.




martes, 9 de agosto de 2011

DE LOS NOMBRES DEL CIELO EN LA TIERRA

No hubiere más cielo en la tierra que el firmamento que la envolviere; pero hay distintas gradaciones del vocablo según lugares, latitudes y tiempos. No es lo mismo el cielo de día, hiriente de soles en verano, estrellado de noche, en la dehesa extremeña, que sobre el mar. Ni lo mismo el de invierno que el de verano por oposición de las estaciones extremas; ni el de Extremadura que el de norte europeo, soleado uno, y nuboso y más lluvioso el otro.

Hay cielos de día y de noche; diáfanos y oscuros; sin estrellas y estrellados. Los contemplamos más de día que de noche, porque no deseamos en el tiempo de luz otra que no fuere perturbadora de su vida, y en la noche, la oscuridad que envolviere el descanso. Los fenómenos atmosféricos rompen el día y la noche. Nunca llueve a gusto de todos, ni nieva en lugares en que los blancos copos no fueren esperados; ni el viento huracanado fuere bienvenido ni la lluvia torrencial deseada.

Todo por venir y por llegar, los extremeños aprendimos de noche, sobre la parva de la era, los nombres de las constelaciones, fuera de la ciudad encendida que impidiere ver las estrellas. Y así, nos decían: la Osa Mayor, el carro; la Osa Menor; la Luna y las estrellas; las fugaces y el lucero del alba..., las estelas de los aviones marcando como surcos la atmósfera y los primeros cohetes espaciales que orbitaren la Tierra, desde cuya atalaya los astronautas vieren un planeta todo azul, marcado por los mares y la tierra, de los que el hombre sacare sus frutos.

He dicho cielo y tenemos por tal no solo el nombre propio de mujer, extensivo al varón que lo fuere por adjetivo, sin cuya visión y envoltura no tuviere sentido nuestra existencia en la Tierra.

El cielo... y las estrellas. Qué fuere de día un cielo sin Sol; un cielo de noche sin estrellas... Estrella de día, Estrella de noche, que alumbra por todo nombre el decurso vital del hombre. Estrella, cuya sola voz evocare el cielo. He recordado el lucero del alba, que marcare en los días claros, sin nubes, un día más en nuestras vidas.

El cielo, el Sol, la Luna, las estrellas, el lucero del alba... los extrapolamos como nombres propios para apelar a quienes amamos; para agradecer una deferencia femenina hacia el hombre ("¡eres un cielo!"); para adjetivar una pasión ("¡lucero mío...!"), agradecidos a las señales que nos dieren y que hacemos propias hasta humanizarlas y adjetivarlas en la minúscula humanidad frente a la inmensidad de su luz perdida en el espacio, como un imán en los nombres de mujer, que reprodujeren en la Tierra los frutos del cielo y de los mares que nos rodean.

El Sol, como astro rey, no faltare como nombre de mujer, como un deseo de que no solo ilumine la tierra, sino de quienes convivieren a su alrededor. Sol de día, Sol de noche, extrapolado en la oscuridad a través de la Luna.

Dije Luna, y así inscriben algunos padres a sus hijos en el registro. Luna, solo nombre de mujer, por femenino que, tras ser hollada por el hombre, se perpetuó en la Tierra como la imagen poética de la que fuere aureolada por los vados.

Cielos de latitudes y estaciones; cielos de día y de noche; cielos de estaciones; cielos de personas... Varios cielos en uno solo, aunque distintos y distantes, en los que contemplarnos como en la belleza de la tierra que habitamos. De ambos comemos y disfrutamos. Por qué agredirlos si fueren tan nuestros que apelamos en su nombre a la orfandad más temida: "¡Cómo abandonarte, Sol y Estrella, de mi vida, si fueres mi luz de día y de noche, como la Luna y el lucero del alba frente al mar infinito de nuestros horizontes sin fin...


viernes, 5 de agosto de 2011

LOS INSOLVENTES

En el antiguo régimen se era insolvente más social que económicamente. Si te adjetivaren de tal guisa, era más un insulto que una definición financiera. El insolvente era un pobre desvalido que no hubiere donde caerse muerto; era un donnadie, sin poder de tipo alguno, acaso sin catadura moral para otros. Y, por supuesto, sin bienes para responder ante los tribunales que por la causa le juzgaren. Y no es que le sentenciare la justicia porque fuere acreedor a tal circunstancia. Lo fuere por los insultos que le dedicaren sus más firmes adversarios.

De los insolventes morales de ayer hemos pasado a los insolventes económicos de hoy. "Los insolventes aumentan un 16 por ciento en el segundo trimestre" respecto al de 2010, podíamos leer en la prensa de ayer, según fuentes del INE. Crecen los concursos de acreedores (antiguas suspensiones de pago) y las insolvencias.

Los insolventes del ayer lo fueren por activa, media y pasiva. Nada hubieren para ser declarados como tales y ningún mal hicieren para ser considerados de esa guisa.

Los insolventes eran aún morales; económicos, hoy; coyunturales, o a tiempo parcial, como ciertos contratos de trabajo que hoy se ofrecen por misericordia y para rebajar las cifras del desempleo.

Los insolventes morales no eran favorecidos de la vida porque nada hubieren. Lo fue entonces la mayoría. El insolvente era quien se superponía a otros considerado superior y solvente económica, cultural y socialmente; quien hubiere alcanzado la solvencia no por los méritos que otros se atribuyeren para sí en exclusiva, sino por señalamiento, no por elección; por ideología, no por trabajo; por solvencia quizás económica, no moral, que se le supusiere.

La crisis y los mercados han procreado hoy a los insolventes de verdad, los económicamente débiles que se ven arrastrados por sus turbulencias a los concursos de acredores, las insolvencias y las quiebras. Los rosa de los vientos de los gestores de los fondos de inversión condicionan hoy nuestros activos y vidas. Todos somos ya insolventes en potencia "sensu strictu". Ayer ricos, aunque "insolventes" moralmente; hoy, insolventes económicos o coyunturales. Todos, excepción hecha de la clase privilegiada, que antes prefiere el fin de los insolventes, aunque se hundiere con ellos el barco de la solvencia nacional.

Cuando el Rey insta a "tirar del barco adelante" y a "hacer política con mayúsculas", la oposición nacional solo ve un camino de salida: un cambio de rumbo y un mayor adelanto electoral del previsto, como si si ellos pudieren solventar por sí solos la insolvencia a la que nos condujeren unos y otros, solventes de bolsillo, pero insolventes morales, como ellos trataron anteayer a los insolventes de solemnidad. "¡Es un insolvente!..." ¿No lo seremos todos al final por los excesos de unos y los defectos de otros?