viernes, 31 de octubre de 2008

DESPEDIDA DEL PRIMER EMIGRANTE EN GRANADILLA

La despedida de José, el primer emigrante de Granadilla que se marchó a Alemania con contrato de trabajo, no sería como la de los indianos que hicieron las Américas en el siglo XVI: Andrés García, Diego Muñoz, Tomás Martín…; no tampoco la de los primeros exiliados que abandonaren el pueblo, en una tierra de inmigrantes forzosos, de emigrantes forzados. La despedida de José fue algo especial entre las despedidas todas que hubo en Granadilla desde 1957, año del inicio de la construcción del pantano de Gabriel y Galán, hasta la última que se produjere en 1965.

José era criado de uno de los señores de la villa. Toda su vida en el campo, con los animales, sirviendo con lealtad a sus amos, desde el amanecer hasta el ocaso. Tuviere José conocimiento de aquellos primeros contratos que se ofrecían desde Alemania. Y no se lo pensó dos veces: dejó mujer y a su primer nasciturus en el pueblo y emprendió el camino hacia Alemania.

El vehículo que le trasladaría quizás hasta la estación de tren más próxima, Casas del Monte, (la ruta férrea también perdida) esperaba en los soportales del ayuntamiento. Todo el pueblo le abrazaba, le deseaba suerte; las mujeres lloraban enternecidas. Su madre y esposa contemplaban las demostraciones de cariño y simpatía hacia su hijo y esposo. Parecía no terminar nunca el duelo de despedida.

No se marchaba José de su pueblo para siempre; pero era el primer emigrante que se iba a un país lejano, necesitado de mano de obra para concluir la reconstrucción preconizada por Konrad Adenauer, el gran canciller artífice de la nueva Alemania nacida de las cenizas de la segunda gran guerra.

No deseaba tampoco José prolongar aquella agonía de despedida que le ofrecia su pueblo. La maleta ya cargada, el conductor en su sitio, a la espera. De pronto, se giró hacia su madre. El último abrazo era para ella. “¡Madre: nunca te olvidaré!”, le dijo José entre lágrimas, y la abrazó tierna, dulce, prolongadamente.

De pronto, desasido José del abrazo de su madre, nadie pudo evitar a su alrededor que ésta cayera fulminada sobre los rollos de los soportales de la casa consistorial. Hombres y mujeres la ayudaron a levantarse; le dieron agua y la abanicaron. Volvió en sí, y José no esperó más: se subió al coche y decenas de pañuelos le despidieron hasta abandonar la Puerta de la Villa.

Al verano siguiente, José regresó al pueblo por vacaciones, algo insólito y, además, pagadas sin trabajar. Todo el mundo le reconocía por su físico, pero no por sus ropas. Hablaba José de su trabajo en Alemania, de los giros enviados a su mujer para su subsistencia, de los españoles que allí compartían con él vida y trabajo. Vestía camisa y pantalón desconocidos hasta entonces en la villa; pero no había perdido la humildad de su cuna.

Narraba a todos los que le escuchaban los pormenores de una vida tan distinta y diferente a la del pueblo; el amor de los alemanes por la naturaleza y los animales; hasta sabía algunas palabras en alemán, que dejaban perplejos a sus paisanos al oírlas.

Tenía ya un hijo José, del que no se separaba nunca y, entre charla y charla, jugaba con él como le enseñaron los alemanes. Le instruía en el amor a los pajaritos que poblaban las moreras de nuestra plaza, de los perros que aguardaban a sus amos a la salida del café-bar “Angelito”, en la plaza. Seguía siendo el mismo José, pero distinto en el vestir, en el hablar, en el trato, sin las ropas raídas y sucias de sus faenas de criado. "¡Anda con José, cómo ha cambiado!”, murmuraban algunas mujeres.

Solo entonces recordé el desmayo de su madre en la despedida, la única quizá sin lágrimas de todo el pueblo, la otra despedida de Granadilla, la más recordada junto a la propia del exilio: la de su primer emigrante a Alemania: José, el criado de D. Fernando, ahora de sí mismo y de su familia, para siempre en el recuerdo.

DESPEDIDAS EN GRANADILLA

Para Diosdado Rodríguez que se marchó de Granadilla a los 4 años, pero volvió a la” tierra prometida” para quedarse en ella hasta su hora.

Desde el inicio de la construcción de la presa de Gabriel y Galán, en 1957, Granadilla fue una despedida continua en la antesala de su propia muerte. Los llantos despedían a los vivos, como premonición de aquélla: la de la villa perdida y la de los hombres y mujeres que hubieron de marchar al exilio.

Niños aún, contemplábamos atónitos las lágrimas de todo un pueblo, despidiéndose un día sí, y otro para enjugar las lágrimas, a las familias que iban marchándose: unos, a Cataluña; otros, al País Vasco; a Francia, Suiza, Madrid, Salamanca, Plasencia, Cáceres y, finalmente, a Alagón, entonces del Caudillo, el pueblo elegido para el destierro que impulsaron las aguas embalsadas de nuestro propio río: el Alagón.

No había en las despedidas de Granadilla luto oficial; ni enemigos que durante años se hablaren. Solo lágrimas de rabia, de impotencia, de adioses premonitorios de una separación quizá ya para siempre. Como si la muerte de la villa fuere el anuncio del Apocalipsis de la muerte de todos sus habitantes.

Vísperas de la festividad de Todos los Santos y del Día de Difuntos, los últimos de Granadilla y sus descendientes, nacidos en el exilio de las aguas, tornan a la cuna perdida para honrar a los muertos que allí dejaron, en el nuevo camposanto construido fuera del alcance de las aguas. Ni hasta los muertos pudieron descansar en paz y hubieron de realizar, años después, el último viaje en su propia tierra.

El camión cargado con los enseres, ya en la plaza, y comenzaba el duelo de la despedida: abrazos, besos, lágrimas, palabras ininteligibles salidas del corazón, los mejores deseos para la nueva vida; el adiós nunca imaginado, pero vivido y sufrido. Y después: ¿quién será el siguiente?

Las fuerzas vivas del Régimen azuzaban a los remisos: “¡Váyanse ya!, ¡llévense hasta las sillas”, sin las expropiaciones satisfechas, sin un duro en el bolsillo para iniciar la nueva vida; con las tierras ya expropiadas y alquiladas ahora a la Confederación para poder subsistir hasta el día de la marcha definitiva. ¿Y para qué tanta prisa? Si cuando las “fuerzas nacionales” alcanzaron su último objetivo, mediados del 65, transcurrieron quince años de abandono, de rapiña, de violaciones de las tumbas de nuestro templo; tejados arrancados de cuajo; las rejas de ventanas y balcones, para quienes les sirvieren; la maleza creciente entre reptiles y piedras caídas, impidiendo el paso por la calle Mayor hasta la iglesia, con guardas, pero sin el guarda Avelino que, desde lo alto del castillo primero y con su yegua y vehículo después, vigilare posibles incendios y las propiedades ya de otros.

Tan solo cuando en 1980 llegó el programa de reconstrucción de pueblos abandonados, Granadilla recobró de nuevo, poco a poco, el esplendor del pasado. Y solo hasta entonces no pudo ser lo que siempre fue: conjunto histórico-artístico de ámbito nacional. “A la vejez, viruelas”. No intervino aquí la Confederación, que también se deja caer, por abandono, el propio poblado de Gabriel y Galán, construido en los 50 para cobijo de los trabajadores de la presa: el otro poblado despoblado, apenas poblado, sede al menos de una Mancomunidad y de un Grupo de Acción Local que trabajan por esa tierra y el pueblo que les dio nombre: Tierras de Granadilla, señorío de villa y tierras; el pueblo de las tres culturas desterradas, allí nacidas, criadas y de allí expulsadas: los árabes, sus fundadores, por la Reconquista; los judíos, por su fe; los cristianos, por el desarrollismo franquista. Los primeros, por las fuerzas de las armas; los otros dos, por las de la ley, injustas con los hombres libres de profesar su propia fe, o de realizar sus vidas junto a las vírgenes y santos que les iluminaren durante siglos.

En el culto a la muerte de una tierra nacida para vivir y no para morir, allí donde nacimos y crecimos, tornamos mañana al origen de nuestra vida, donde reposan nuestros ascendientes; quizá mi perrita “Estrella”; posiblemente mi burrito “Platero”, a cuyo lomos cargué tantas veces los cuatro cántaros de agua, y que hubimos de dejar en la otra orilla, imposible su vida en nuestra nueva vida en la ciudad de acogida.

Las despedidas de Granadilla tornan mañana en el reencuentro consigo misma: el de la muerte y la resurrección de su propia vida; la vida que se reencuentra con la muerte, el destino de una villa salvada para la eternidad con la adopción por su primera ciudad de referencia, su capital comarcana, su despensa de servicios: la benéfica Plasencia, acogedora de heridos de guerra y de heridos por la vida y por la nostalgia de su villa perdida, pueblo sin pueblo ya en la ciudad de su corazón; sin iglesia para orar, pero con dos catedrales para recordar a la Asunción, su patrona. Como Cabezabellosa, en la Trasierra, la única luz artificial que veíamos de noche, cuando la Luna y las estrellas eran las solas luminarias de nuestros juegos de niños en nuestra villa de vida, en nuestro pueblo de muerte, hasta que ésta nos separe definitivamente de la nostalgia del corazón: Granadilla; del alma de nuestra adoptiva y amada ciudad: Plasencia, a orillas de cuyo río, afluente de nuestro Alagón, también aguardan la resurrección de la vida algunos de los míos, nacidos en Granadilla, que por última vez vieren la luz de este mundo en Plasencia: Paulino, Flora, Isidra (en Valencia), Basilia…, familia toda de Granadilla, muerta en el destierro, como Dionisia, madre de Herminia, la hornera…., pocos días después de su partida, ya en Alagón, insuperable la pena tras abandonar su pueblo en el destierro profetizado.

lunes, 20 de octubre de 2008

LAS AMBICIOSAS




Hubiere cosa peor que una mujer ambiciosa, que un hombre avaro... Ambición y avaricia sinonimizan un “deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama”. Exclusivo anhelo antes de los hombres; hoy, también de algunas mujeres, a las que les hubiere llegado, no por méritos propios, sino por delegación del poder, el honor ambicionado, sin que honraren la ambición lograda.

“Quien todo lo quiere, todo lo pierde”, dice el viejo refrán. La mujer ambiciosa es leal solo con quien le otorgó el honor de su ambición, mientras aquél ostente la soberanía delegada del poder ambicionado. Ya decía Cervantes que “poca o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero”.

La ambiciosa en el poder ambiciona más poder, bajo la influencia que le otorgare el propio, para atesorar más poder. No busca, ni con su ambición ni con su poder, el beneficio de los más, sino el de los suyos, porque su ambición niega en su pasión el honor de su propia ambición, sin rendir los honores debidos a la ambición lograda. Ebria de poder, la ambiciosa se alía con los diablos de su propia ambición; jamás con los siervos a quienes negare por orgullo, celos o envidia, los honores de su ambición.

Cree la ambiciosa que su “ardiente deseo” no fenecerá nunca si se rodeare de siervos, esclavos de su ambición y poder; pero más dura será la caída cuando constate que los siervos no la sirvieron con lealtad, sino por obediencia debida; y que los criados que no quiso para sí serán los únicos que lo lamenten, aunque para ellos no hubiere pizca alguna de la bondad de su corazón, si lo tuviere humano.

Érase una vez una mujer que, ya en el poder, manifestó que de ese tren “jamás se bajaría, una vez subido a él”. Despedida por el revisor general, cuando llegó el día de su caída, los que creía amigos, celebraban su apeadero como si fuere su propia victoria; a quienes tuvo por adversarios, mantenían un respetuoso silencio meditabundo sobre la levedad del ser humano. A los primeros les dedicaba sonrisas y palmeos; les dejó hacer, sin que poco hicieren; a los segundos, les maltrató de palabra y obra, como los malvados hombres hacen con ellas mismas. Nadie lloró su pérdida; la mayoría se alegró en su despedida. Perdió esa mujer el tren del que nunca se iba a bajar por su propia ambición desmedida, que cegó sus ojos y el corazón que no tuvo para sus leales, sino para los adversarios que fue incapaz de ver en su camino, porque ni siquiera a sus siervos le otorgó el don de la palabra.

La ambiciosa congrega a más enemigos que amigos porque, a quienes cree amigos, serán sus mayores adversarios el día de mañana; y a quienes vio como enemigos, advertirá que fueron sus aliados. La ceguera de la ambición confunde sus olores y sabores, porque “ambiciona el honor, no honra la ambición”. La ambición mata la propia amistad de quien se sirve de ella, pero no la sirve cuando se la necesitare. La amistad ambicionada solo por la propia ambición no servirá más que en tiempos de vacas gordas, nunca de las flacas, porque la preeminencia del poder de la ambición anula aquélla, arrastrándola hacia el abismo de las debilidades humanas.

No tiene cuotas la ambición femenina, que se apoyare sobre sí misma, pero no por las migajas que hoy le otorgaren los avaros hombres que históricamente se la negaron. La ambición puede ser plural, pero es singular en la manifestación de quien la personifica y la hace suya no como servicio público, sino como simple medro personal. No extrapola la mujer ambiciosa el vicio con que se viste, sino en los vestidores exclusivos de la ambición del poder, allí donde quedará un día inhumada la ambición misma que no honró su propia ambición. Como los hombres que un día le negaron su legítima ambición: la de ser su compañera y no sierva; la de amiga y no esclava.

viernes, 17 de octubre de 2008

“DESVINCULACIÓN ANTICIPADA”, UNA VERGÜENZA SOCIAL DE ESPAÑA

La eufemística “desvinculación anticipada” de 700 trabajadores con que Telefónica se despacha en pleno hervor de una crisis, cuyas primeras luces empiezan a ver la luz, aunque la oscuridad del túnel la impida ver aún lejos, deja perplejos a la gran mayoría de los españoles.

La modélica empresa, puesta como ejemplo de atención social a los trabajadores en los manuales de Sociología del franquismo, ha planteado prejubilar a partir de los 48 años a 500 trabajadores de los 4.500 que tiene en su filial de móviles y a 200 de los 1.200 empleados en su participada, Soluciones. El ERE (Expediente de Regulación de Empleo) que, según ha anunciado, estará en marcha antes de final de año, rebaja en cuatro años la cifra habitual de prejubilación de los 52, con que había operado la Compañía, pero con las mismas condiciones que aquéllos que se jubilaron a esa edad. La única condición es tener quince años de antigüedad en la empresa. Y añade que a quienes se jubilen a los 52 se les dará el 70 por ciento del salario regulador hasta los 61, y a quienes opten por retirarse a los 48, se les dará la misma cantidad total, aunque repartida desde esos años a los 61. Y, finalmente, para consuelo de tontos, afirma que ni el Estado ni la Seguridad Social correrán con gasto alguno durante este periodo.

No es que los prejubilados a los 52 de Telefónica, que han sido miles en la última década, se sientan ahora justamente discriminados. Es que al resto de los españoles, condenados a trabajar hasta los 65 para alcanzar la jubilación, y con una invitación expresa de retrasarla hasta los 70, con el eufemismo también de los incentivos que conllevaría, pero resguardándose del miedo a una posible quiebra de un sistema, que no tiene otra salida sino la de aumentar aún más la población activa que la pasiva, esta política que parece de ficción anticipada, pero tan real como la crisis misma, sencillamente les parece bochornosa.

Los sindicatos bendicen el plan como parte interesada y critican, hoy como ayer, que las prejubilaciones no son sinónimo en caso alguno de jubilaciones anticipadas.

Ya los sindicatos de banca criticaron abiertamente al ministro de Trabajo, el extremeño Celestino Corbacho, quien el 28 de agosto pasado se mostró “totalmente en contra” del uso generalizado de esas “jubilaciones anticipadas” y planteó a los agentes sociales una “reflexión” para encontrar un “amparo legal” a la limitación de las prejubilaciones para ajustar plantillas. Añadía en aquella ocasión Corbacho que “las jubilaciones anticipadas deben ser una excepción y no la regla”, porque “una sociedad que se quiera amparar sobre las espaldas de una generación entre los 30 y 50 años, más tarde o más temprano, es una sociedad que entra en crisis. Me parece injusto que el sector financiero prejubile a una persona con 52 años y un trabajador que está en el andamio tenga que estar trabajando hasta los 65”.

De nada vale que los sindicatos sostengan que las prejubilaciones en el sector financiero no han acarreado importantes gastos al desempleo y a la Seguridad Social o que hayan permitido contratos de relevo, fijos y a jornada completa, de trabajadores más jóvenes, al contrario que en otros sectores. De nada, tampoco, que se pretenda imponer una sociedad laboral joven por encima de otra en plena madurez productiva, “condenada” a tomar el sol hasta la muerte. Una sociedad de jóvenes para gobernar y alimentar a otra de maduros improductivos, cada día más, y a quienes la propia sociedad les hurta el concurso de su madurez, de la experiencia y de la reflexión. Cuando ni los jóvenes encuentran empleo ni los mayores de 45 lo hallan, aunque el INEM inste todo lo que desee “a la búsqueda activa” del mismo en la tarjeta blanca de la ignominia de un país desarrollado.

Ya un ex director del Servicio Extremeño Público de Empleo (SEXPE) advertía hace unos meses sobre las dificultades de los mayores de 45 para encontrar trabajo. Ni falta hacía que lo dijera, porque es una obviedad.

A la espera de que la crisis escampe para los de siempre, pero no para quienes la produjeron; de la puesta al día del Pacto de Toledo que salve un sistema orgullo de España, EREs como el anunciado ayer por Telefónica constituyen una vergüenza para la dignidad de la mayoría de los trabajadores que no podrán disfrutar de la jubilación, y menos aún hasta los 70.. Pero, quién habla hoy de “trabajadores” si ni los sindicatos utilizan ya ese vocablo, que el franquismo sustituyó por el de “productores”, por la connotación izquierdista de aquél, y que aún subsiste en convenios heredados de la época, en contratos que hoy se firman, en la mentalidad de muchos afortunados que lo son, pero que parecen dejar la faena al vecino…, como ocurre en todas las empresas, como la vida misma.

jueves, 9 de octubre de 2008

LAS “VERDADES” DE DOÑA CONCHA

Doña Concepción González, alcaldesa de Moraleja, parece que no tiene otro oficio que hacer más que el de acusar, imputar a alguien algún delito, culpa, vicio o cualquier cosa vituperable; denunciar, delatar, reconvenir, censurar, reprochar…, pero no en los tribunales, para que averigüen la verdad, sino desde su sillón de la alcaldía.

Doña Concha es alcaldesa de Moraleja gracias a los seis concejales logrados por el PP, AIVe y EU, más uno del IPEX, que la aupó a la magistratura que ya tuvo, frente a los seis del PSOE. Defiende este último partido la pertenencia del pueblo a la Mancomunidad de Sierra de Gata, aprobada en su día por su propio grupo, y ella ve demonios familiares por todas partes; cuentas que no le cuadran, zancadillas que nadie le pone y que sólo verá en sueños; denuncia, se chiva, incrimina a los trabajadores del ente comarcal; exhibe su poder; censura, reprueba, amenaza con una auditoría…

El pasado martes, día 7, se llega hasta la capital para pedir el amparo de su partido, que se le supone y se le otorga, para defenderse y desdecirse de lo que ella misma declaró: nadie ha dicho que vaya a dejar la Mancomunidad; defiende a su socio de gobierno y manifiesta que “si se abstuvo en la moción de septiembre (presentada de urgencia en el pleno del día 5 para iniciar los trámites para abandonar la Mancomunidad) fue porque se había incorporado de vacaciones y no tenía todos los datos.” Pues bien, don Ángel González Cava se quedará sin conocerlos, porque ha presentado su renuncia al cargo y doña Concha, muy buena y condescendiente, ha convocado sesión extraordinaria y urgente para el próximo viernes, a las 10.00 de la mañana, con dos puntos en el orden del día: el pronunciamiento del pleno sobre la urgencia del mismo; y la renuncia al cargo del concejal del IPEX, que habrá de ser sustituido por don David Pérez Chaparro.

Doña Concha, en lugar de asumir con humildad su gestión, muestra su ineficacia y prepotencia al abordar un tema tan delicado como la permanencia de su pueblo en la Mancomunidad; lanza una cortina de humo con la amenaza de la auditoría y se pone el velo para cubrirse de sus mentiras, al acusar a los concejales socialistas de insultos y agresiones que, si no fueren alucinaciones suyas, debería denunciar en los tribunales.

La alcaldesa utiliza la ley del embudo y reclama a bombo y platillo de la Mancomunidad lo que ella misma niega al PSOE de Moraleja. A saber: solicita las cuentas del ente comarcal, que tiene a su disposición, lo que ella no hace con las cuentas municipales desde 2007, solicitadas por la oposición hasta una docena de veces; reclama un miembro de otro partido en el equipo de gobierno de la Mancomunidad y hurta al PSOE el único representante que tenía en Ribera de Gata.

No contenta con difamar a trabajadores en el pleno, cuestiona la profesionalidad del secretario y del interventor, acusándoles de no fiscalizar los gastos, aprobados por el Tribunal de Cuentas; y exige, en fin, una representación en los órganos de la Mancomunidad que las urnas le negaron.

Doña Concha basa su defensa en el ataque, una técnica dilatoria que solo sirve en ocasiones para competiciones deportivas de equipo, y hoy acusa a los Ministerios del Gobierno de España (ya sea Fomento o Interior), y mañana, a la Consejería de Fomento de la Junta de Extremadura, a los ediles del PSOE y ahora, a la Mancomunidad misma.

En la campaña electoral de 2003, cuyas elecciones ganara Teresa Roca, hoy portavoz de la oposición socialista, el ex Presidente Rodríguez Ibarra, ya tan olvidado por algunos, hubo de recordar, enojado, en una plaza del pueblo durante su mitin: “Le di un millón de pesetas que me pidió para hacer una fuente y ahora lo veo convertido en un enjambre de avispas.”

Con su saco de agravios, doña Concha demuestra su falta de aptitud y de capacidad para comprender la palabra solidaridad. Si tiene sospechas o indicios, que acuda a los tribunales, que el PSOE está a su disposición para ayudarla, porque, de lo contrario, habría que recordarle también las palabras de Benavente: “Hay que ser constantes traperos en el montón de las mentiras para encontrar de tarde en tarde alguna verdad”. Búsquela, señora alcaldesa, pero no difame más, “porque la verdad es hija del tiempo, no de la autoridad”, en palabras de Bacon.

miércoles, 8 de octubre de 2008

LA CODICIA ROMPE EL SACO

Teresa Roca*


“Yo salí de mi tierra y dejé hijos y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo valer más, y no menos; pero como la codicia rompe el saco, a mí me ha rasgado mis esperanzas.” (El Quijote, capítulo XX, 1ª parte).

Ésta, y no otra, parece ser la actitud de la alcaldesa de Moraleja, Concepción González, en su deseo de abandonar la Mancomunidad de Sierra de Gata, que su grupo aprobó en la Comisión de Integración, creada en 2006, para estudiar el proceso de Vegaviana y Moraleja en el ente comarcal, así como el resto de los partidos, salvo el Grupo PP de la Mancomunidad.

El excesivo afán de acumular bienes hace a veces que se pierdan todos. Es el significado del refrán español incluido en el Quijote y que viene como anillo al dedo en las actuales circunstancias por las que atraviesa la economía mundial.

No se cumplen, en todo caso, el principio de solidaridad y progresividad fiscal, que tanto reclamamos a nivel nacional, porque es un referente constitucional, y que aquí, como en tantos lugares, tampoco deseamos asumir por la codicia de algunos en perjuicio de los más.

Aunque hasta la fecha no hay acuerdo definitivo del Pleno o de la Junta de Gobierno para hacer efectivo el deseo de la alcaldesa, no parece, sin embargo, que su codicia sobre la cantidad y valoración entre lo que recibe y lo que da, se aproximen a una realidad justa y solidaria con los demás miembros que la componen.

Ya el secretario general de la Agrupación Local del PSOE de Moraleja, Felipe Mayoral, declaraba ayer en Cáceres que su pueblo “tiene más que perder que ganar” si abandona la Mancomunidad. No menos rotundas fueron las dichas por Alfonso Beltrán, anterior presidente de la Mancomunidad, quien afirmó que “Moraleja vive de la Mancomunidad y ésta de Moraleja”. Es decir, que ambas se necesitan recíprocamente.

En el último ejercicio, Moraleja aportó 271.953 euros y recibió a cambio en servicios directos y en programas de inversión de empleo, 1,4 millones.

Por otro lado, el PSOE gobierna 15 de los 20 pueblos de la Mancomunidad, otro de los “argumentos” esgrimidos por la alcaldesa para tener una mayor representación en los órganos de gobierno, que las urnas no le concedieron, el mismo que no otorga a la oposición socialista en los plenos del Ayuntamiento que preside, al que habitualmente expulsa cuando tratan de preguntar cosas que le resultan incómodas, cercenando de raíz la participación democrática que a ella misma y a su grupo se le otorgó en el pasado.

El actual esquema solidario de representación de las veinte localidades, vigente desde 1993, fue aprobado por su grupo político en el proceso de integración. La Mancomunidad ha sido gobernada por socialistas y populares, y nadie, hasta ahora, había cuestionado un esquema que permite a los pueblos de la Sierra mantener con su población, y dignamente representados, a todos los municipios, especialmente a los más pequeños, que de otra forma no podrían recibir los servicios esenciales.

Olvida esto también la alcaldesa, quizá porque, en su codicia, todo lo quisiera para sí, pero sin los demás. Qué camino pretende seguir cuando otro de sus argumentos es la inversión en los propios caminos de su municipio, cuando tan solo registra el 8,7 por ciento de los 212,4 que tiene la Mancomunidad y recibe, en cambio, el 9 por ciento de la inversión en este capítulo y, como asegura su portavoz, su aspiración es recibir más de lo que proporcionalmente le corresponde… ¿Qué le dejamos, entonces, a Valverde del Fresno, que tiene el 14,62 por ciento, o a Cilleros, con el 13,38 por ciento?

Seguramente, la alcaldesa de Moraleja desconozca este paisaje tan ilustrativo del Quijote, porque su ignorancia le impide ver su codicia y ésta, a su vez, la avaricia que rompe el saco de todos y rasga las esperanzas de los más débiles que también se unieron para servir a su pueblo.

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* La autora es portavoz del Grupo Municipal Socialista (PSOE) en Moraleja y ex alcaldesa de la localidad.

Artículo publicado en el diario digital Extremadura24horas.com el 7-10-2008
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LOS OLVIDADOS

A José García Serrano, alcalde de Casas de Miravete

Sólo en sus pueblos parecen conocerles. Son seres casi anónimos, pero con nombres y apellidos. Con más voluntad que aciertos; con más ilusión que dinero; con más sacrificio del que se les pide; con más cariño a sus pueblos que el que reciben; con más voluntad de diálogo que esperanza alguna de reconocimiento a su labor.

No son nuestros “olvidados” los enterrados, sólo Dios sabe dónde, por sus ideas durante la irracionalidad de una guerra que quisieren olvidar, pero no pueden, porque la memoria es la esclavitud que les hace luchar hoy por la libertad, la justicia y la igualdad; el recuerdo de lo que vieron u oyeron mantiene su fe y alimentan su lucha por una sociedad mejor para sus descendientes.

Son los alcaldes de pueblo, los olvidados de los poderosos que, aun aupados al poder a dedo, y gracias a su trabajo, no les reciben ni les escuchan; como si el “vuelva usted mañana” de ayer fuere un eco interminable en la soledad en que se debate su gestión. Sin financiación, sin ayudas de la corte más cercana, sin una voz al otro lado del teléfono, o del correo electrónico, que les dé la cita que nunca llega. “El director está reunido”, les repiten hasta la saciedad las secretarias, voz de sus amos, tomándoles el pelo en actitud irreverente.

“Tan solo confiamos en el Presidente, que ahora viene por los pueblos. Espero que nos toque algún día; pero lo que es a los consejeros y a sus directores, no hay quien pueda ni hablar con ellos. Solo deseamos que nos escuchen y nos digan la verdad. Nos encontramos muy solos”, me confesaba un alcalde de pueblo extremeño.

De dónde salen sus cargos, sino de los graneros de votos por ellos cultivados. Qué hicieren los alcaldes de pueblo de Extremadura para merecer esta soledad a la que se sienten condenados, sino servir a su pueblo. Y qué hacen los nombrados a su costa sino responderles con algo peor que el silencio administrativo: recluirles en su propia soledad del pueblo, dedicándose, en ocasiones, a desandar lo andado, a criticar a sus predecesores, a olvidarles, como a los alcaldes, como si ellos se creyeran en el Olimpo de los dioses, del que un día no lejano habrán de bajarse para pisar y reconocer la tierra en la que viven.

Los olvidados, ni protestan. Callan y hacen lo que pueden. Como decía uno no hace mucho: “En nuestro pueblo tenemos poco, pero es que antes no teníamos nada.” Menos da una piedra, y por ello siguen en la brecha, soportando incomprensiones de quienes no debieran, críticas por lo que hacen o dejan de hacer, no porque no quisieren hacer más por su pueblo, sino porque no pueden por sí solos.

Sacrifican por su pueblo a su familia y hasta su escaso tiempo de ocio; sufren porque no pueden pagar a sus trabajadores municipales… y “el director sigue reunido”. Quizás un día, cuando ellos les necesiten, podrán responderle con la réplica evángelica: “Tuve hambre y no me diste de comer; tuve sed y no me diste de beber; era forastero, y no me acogiste; estaba desnudo, y no me vestiste; enfermo y en la cárcel, y no me visitaste.” Y cuando se pregunten cómo ocurrió eso, les responderán como el Maestro: “En verdad os digo que cuanto dejaste de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaste de hacerlo.” (Mateo, 25: 31-46).

Son los olvidados de un Dios lejano, pero no tanto como antes, cuando los mandados de aquellos dioses del ayer repetían sin cesar: “Vuelva usted mañana”. También ellos tornarán un día a sus pueblos, Extremadura toda pueblo, a reencontrarse con una realidad que parecen haber olvidado, porque todo pasa y la vida es breve, aunque hoy calienten sus asientos para responder con el silencio a quienes no debieren.

domingo, 5 de octubre de 2008

EN LOS 50 AÑOS DE GUILLERMO

El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, cumple mañana 50 años bien puestos y llevados, aprovechados en su profesión y en la política; pero si no fuera el hombre público que es en la Comunidad y en el Estado, no sería noticia más que para sí y su familia.

Quizá como cualquier persona, Guillermo se levante mañana y reflexione, al hilo de su celebración, si en el medio siglo de vida que cumple ha dado de sí todo lo que podría dar como persona, ciudadano, padre y político; si volvería a hacer lo mismo que hizo, como si volver a empezar constituyera una rectificación de los errores cometidos o hacer lo que no hubiere hecho en su vida. Y quizá como muchos otros convendrá consigo mismo en no arrepentirse de nada de lo hecho, si acaso de sus pecados, en lo personal, familiar, en la vida colectiva y en la política.

En el ecuador de la vida de cualquier persona, cuando quizá quede otro medio siglo por vivir, pero ya en cuarto menguante; cuando la vida a nuestro alrededor se apaga mientras otras se desarrollan, podamos tener un rictus de lamento sobre lo que pudimos hacer y no hicimos, no porque no lo deseáramos, sino porque las circunstancias no nos lo permitieron.

La edad no es otra cosa que el simple paso inexorable del tiempo que pende sobre nuestras cabezas. Hay una edad para cada cosa y un tiempo para cada edad. A la etapa de formación le sucede la del trabajo y a ésta, la de la jubilación que marca el propio tiempo. No se requerían hace años ni formación para el trabajo ni tiempo para una jubilación inexistente hasta la muerte. Algo, pues, hemos avanzado, y no precisamente gracias a aquellos que critican lo que ellos no pudieron o no quisieron hacer.

En tiempos de crisis sobrevenida, de vacas flacas que otros lograron engordar más de la cuenta para engrosar sus propias cuentas a costa de todos, al político se le niega el pan y la sal, como si él fuera el culpable de todos los males que nos aquejen. De poco valen para el adversario político el trabajo y las iniciativas que logren atenuar una tempestad que no hemos podido impedir porque no está en nuestras manos, porque, por no reconocer, no quisieren reconocer ni la evidencia, aunque quizás algún día tengan que reconocer lo que a otros negaron.

La prudencia política, el trabajo sin desmayo, que lleva a cabo el Presidente por atenuar, aquí y ahora, las consecuencias de la crisis, no pueden soslayarse en una fecha en la que alcanza la plena madurez de la vida, en una época en la que la juventud no lo es todo, pero sí en una edad en la que de la experiencia surgen iniciativas y proyectos que otros ni pensaron ni llevaron a cabo en toda la historia y que hoy quisieren resolver en un día, cuando la encomienda no se les ha dado a ellos.

Un día en la vida de Guillermo es un día también en la vida de cada extremeño que sufre la falta de trabajo; de los jóvenes que no lo encuentran, de las mujeres maltratadas, de aquellos a quienes se les niega la oportunidad de seguir aportando su esfuerzo tras cumplir los 45; de quienes no pueden ver otra crisis sino la propia que afecta a su vida de presente y futuro.

Negar que Guillermo no reflexione por un instante en una fecha de aniversario como el que cumple mañana, es no conocer ni al hombre, ni su humanidad atesorada; ni al político, ni la madurez asumida para el servicio público.

Ni las incomprensiones mil que hubiere, ni las críticas cerriles, deben arredrarle en su proyecto político, porque detrás de él no solo tiene a una familia que le necesita y con la que festejará su 50 aniversario, sino a un partido y a sus miles de electores que confiaron en su programa y en su persona para conducir su destino, como antes hiciera su predecesor.

Y también ellos se suman a una felicitación compartida, con el noble propósito de ensanchar las calles de Extremadura para que quepan todos, en ese viaje hacia el futuro que no admite marcha atrás.

Felicidades, Presidente.




ENTREVISTA A JUAN RAMÓN FERREIRA

JUAN RAMÓN FERREIRA, SECRETARIO PROVINCIAL DEL PSOE DE CÁCERES

“EL AUMENTO DE LA POBLACIÓN ES UN REQUISITO IMPORTANTE PARA EL FUTURO DE EXTREMADURA”


El secretario provincial del PSOE de Cáceres, Juan Ramón Ferreira, se ha convertido con los años en un hábil político, negociador y diplomático. Aupado a la secretaría general de su partido en la provincia en diciembre de 2000, ha sido reelegido por segunda vez en julio pasado. En junio de 2007 fue nombrado presidente de la Asamblea de Extremadura. Desde su moderado optimismo, entiende que la crisis actual marca un cambio de rumbo que obligará a fijar prioridades. Aspira a lograr la plena igualdad de los ciudadanos, vivan en pueblo o en ciudad, como una de las señas de identidad de su partido. Considera que el pacto de Cáceres “marcará un antes y un después” a pesar de las lógicas discrepancias en un gobierno tripartito y aboga, finalmente, por el aumento de la población como “requisito importante de cara al futuro” de la provincia y de la región. En esta entrevista repasa algunos de los temas de actualidad de su partido y de la región.


Pregunta.-El pasado 26 de julio fue reelegido por segunda vez secretario provincial del PSOE de Cáceres por una amplia mayoría. ¿Qué le impulsó a presentarse como único candidato a la Secretaría General?

Respuesta.-La motivación que me impulsó a presentarme fue la propuesta de muchas agrupaciones del partido, de muchos compañeros, que expresaron su confianza en mi persona para presentarme a la Secretaría General. No soy yo el que se arroga ese mérito, sino el partido, toda su organización y, desde luego, la anterior Ejecutiva Provincial, que hizo un magnífico trabajo que, en todo caso, lo que yo hice fue impulsar y coordinar.

Impulso al partido


P.-En su discurso de clausura del congreso señaló usted que la nueva Ejecutiva Provincial debería dar un impulso al partido. ¿En qué puntos lo fundamenta?

R.-El PSOE es un partido fuerte, con impulso político y social; pero necesita un impulso para ampliar su representación en el territorio y fortaleciendo los cuadros: las agrupaciones locales, los militantes, basado en la atención a sus alcaldes y concejales. Ése es el impulso que hay que dar al partido para que toda esa corriente de ilusión por cambiar las cosas en los pueblos, se vean siempre respaldadas por la nueva Ejecutiva Provincial salida del último congreso.

P.-¿No teme que la crisis actual pueda frenar ese impulso que pretende darle al partido que dirige en las instituciones en las que gobierna, o en aquellas en las que es oposición?

R.-Obviamente, la crisis actual marca un cambio de rumbo. La intención del partido es dar respuestas a los compromisos que adquirimos con los ciudadanos en las elecciones. Me preocupa la crisis actual, porque entiendo que mermará la capacidad de inversiones y debemos marcar criterios de prioridades de cara a la realización de inversiones en los pueblos.

P.-Apuntó también en su discurso ante los delegados tres elementos estratégicos en la provincia, incluso en la región, susceptibles de generación de empleo: la energía, el medio ambiente y el agua. ¿Considera que, en la situación actual, es posible, o hemos llegado tarde al desarrollo de los citados elementos?

R.-Los elementos estratégicos de la provincia, incluso de la región, vienen marcados y están basados en los veinticinco años de autogobierno. Se decidió acertadamente hacer una apuesta porque todos los extremeños avanzáramos a la misma velocidad, independientemente de vivir en un pueblo o en una ciudad, y hoy en día somos una potencia importante de cara a España y Europa por haber conseguido los objetivos, de haber crecido y de habernos desarrollado.

Apuestas socialistas y retos de futuro

P.-Hay un cierto desasosiego sobre las infraestructuras pendientes, a pesar de que siguen en marcha, como el AVE o las autovías regionales… ¿El PSOE apuesta por su continuidad con rotundidad o cree que pueden verse frenadas como consecuencia de las rebajas presupuestarias?

R.-Las grandes estrategias de comunicación, como las autovías y el AVE, juegan un papel decisivo. Son elementos estratégicos que harán posible la instalación de empresas en la provincia y en la región, y, desde luego, algo por lo que esta provincia siempre ha peleado, que es la puesta en valor de las energías renovables del agua y del medio ambiente. Creo que esa estrategia, conjuntamente con nuestros pueblos, con nuestro modelo de desarrollo en la región, son valores que no tienen las grandes ciudades, que no tienen los ciudadanos que viven en los núcleos urbanos monstruosos y que de cara al futuro deben convertirse en elementos estratégicos de riqueza como búsqueda de los espacios del bienestar de los ciudadanos.

P.-La apuesta socialista por las mancomunidades de municipios, que también planteó ante el congreso provincial, ¿en qué sentido la remarca?

R.-Las mancomunidades deben jugar un papel estratégico importante entre lo que significa el mundo rural y el urbano. Hay que garantizar los servicios, la calidad de vida en los pueblos que, individualmente o por su tamaño, en esta provincia, cuesta mucho, y ahí deben estar las mancomunidades integrales, apoyadas por el partido, por la Junta de Extremadura y el Gobierno de España, para hacer ese trabajo de nexo de unión entre el mundo rural y el urbano, para que los ciudadanos del mundo rural tengan los mismos servicios que los de las grandes ciudades.

P.-¿Qué retos de futuro ha planteado a la nueva Ejecutiva Provincial surgida del congreso?

R.-Seguir apelando a la esencias del socialismo: la solidaridad, la igualdad, la justicia social, la ética, y seguir apostando y creciendo como partido en su implantación en los pueblos y ciudades. Es decir, seguir creciendo ideológicamente para que el partido se adapte mejor a la demanda de los ciudadanos y podamos dar una respuesta rápida y certera.

P.-¿Se consideran suficientemente respaldados usted y su ejecutiva para llevar a cabo las resoluciones emanadas del congreso?

R.-Estoy muy satisfecho con el respaldo obtenido en el congreso provincial, en primer lugar por la valoración que los compañeros hicieron de la anterior ejecutiva, apoyando unánimemente su gestión, y con el respaldo, más amplio que en el anterior congreso, que obtuve como secretario general y que ha obtenido mi ejecutiva; y también agradecido a toda la militancia de la provincia por habernos apoyado de esta forma.

P.-¿Cuál debe ser a su juicio la principal seña de identidad del PSOE en la etapa que se avecina?

R.-Tenemos que seguir pensando y aspirando a la igualdad de los ciudadanos, ya vivan en el mundo rural o en el urbano. Esas señas de identidad deben estar basadas en nuestros valores, en nuestros principios éticos, en la fortaleza de los valores del socialismo democrático y con el partido siempre a la vanguardia de los intereses públicos y no de los intereses privados.

La renovación del partido

P.-Las asambleas comarcales acaban de elegir a los miembros que faltaban por constituir el nuevo Comité Provincial del partido en la provincia. ¿Cuándo proyecta convocarlo para su constitución?

R.-El proceso comarcal ha concluido ya. En el congreso regional fueron elegidos también los miembros del Comité Regional y Provincial y esta semana se ha terminado el proceso comarcal, que ha vuelto a repetirse para seguir eligiendo a más compañeros para el Comité Provincial. Una vez culminado este proceso, se constituirá en primer lugar el Comité Regional y después el Provincial para empezar ya su andadura, su trabajo y el desarrollo de las propuestas y resoluciones del congreso.

P.-Restan aún por renovarse las asambleas locales del partido, proceso que se inicia ahora y concluirá a finales de año. ¿Qué espera de esta renovación?
R.-Para terminar todo el proceso que se inició con la convocatoria del congreso federal del partido, se inicia ya la convocatoria y la apertura de plazo para que las agrupaciones locales también se renueven, en las que el partido y las agrupaciones son soberanas, y donde el partido va a recomendar su fortalecimiento y su presencia en la sociedad y para cuidar en los lugares donde gobernamos y que el proceso sirva para fortalecer a los compañeros. Donde no gobernamos, tenemos que tener tranquilidad, porque tenemos que pensar en gente que deseemos potenciar en los pueblos y ciudades de cara a los próximos comicios electorales. Este partido sabe cómo tiene que hacerlo; las agrupaciones locales son soberanas, pero los intereses de los ciudadanos a los que representamos están por encima de cuestiones internas.

El pacto de Cáceres

P.-¿Considera suficientemente asentado el pacto de gobierno en Cáceres, o cree que la herencia recibida obliga a su partido a andar sobre las cuerdas con sus socios de gobierno?

R.-Estoy muy satisfecho de cómo se están desarrollando en el ciudad de Cáceres los acontecimientos. No estoy preocupado porque, al ser un gobierno que se sustenta en tres partidos políticos, debe haber discrepancias y puntos de vista diferentes, pero siempre sin poner en riesgo lo que significa la estabilidad y gobernabilidad del Ayuntamiento de Cáceres. Creo que se está haciendo una magnífica gestión y que dará como resultado --si somos capaces de terminar la legislatura, como espero-- un resultado magnífico, que los tres partidos que sustentan el gobierno podrán sentirse muy satisfechos, porque los grandes proyectos de esta ciudad se verán terminados, o en fase de ejecución, y marcarán un antes y un después en esta ciudad, que falta hacía después de muchos años de gobierno del Partido Popular.

P.-En numerosas ocasiones ha dicho usted que el PSOE es el partido que más se parece a la sociedad. ¿En qué fundamenta esa afirmación: en sus principios y valores o en la diversidad social y profesional de su militancia, frente a los que encarnan otros muy distintos y distantes a lo que refleja la sociedad actual?

R.-El PSOE es el partido que más se parece a la sociedad porque formamos parte de la sociedad. Es un partido muy implantado; muy militante, no por tener un carné, sino que milita ideológicamente y que milita con los ciudadanos en la calle y, por tanto, es un partido que tiene capacidad de escuchar, de escucharse a sí mismo, de ser autocrítico, para seguir dando respuestas a esa sociedad a la que cada cuatro años le pedimos su apoyo. Eso es lo que nos hace ser un partido cercano y lo más parecido al ciudadano.

P.-¿Cómo valora el grado de implicación de la militancia en la vida del partido?

R.-El Partido Socialista es un partido muy vivo, que se demuestra en cualquier campaña y en cualquier acto, en los que la militancia milita de verdad, por ideología, y no por otras cuestiones. Estoy muy contento de cómo el partido ha ido creciendo en la provincia y de cómo la militancia está permanentemente en cualquier proceso que vivimos.

P.-¿No cree que la duplicidad de cargos, orgánicos e institucionales, de los miembros de la Ejecutiva Provincial puede restar vitalidad al funcionamiento y la vida del propio partido?

R.-Los cargos los nombra el partido. Quien ostenta la representación orgánica del partido, lógicamente tiene que asumir la responsabilidad también de las tareas de gobierno en las instituciones y, por lo tanto, creo que no es acertado que haya duplicidad en la parte orgánica e institucional, porque eso conlleva a distintos puntos de vista y a distintas desavenencias en esa relación. Soy partidario de que quienes ostentan los cargos orgánicos decidan democráticamente quiénes están en las instituciones.

P.-Como secretario provincial del PSOE de Cáceres y presidente de la Asamblea de Extremadura, ¿cómo calificaría el estado actual de presente y futuro de Cáceres y Extremadura?

R.-Creo que esta región ha hecho un trabajo magnífico, gracias al esfuerzo de todos los extremeños, desde luego muy bien dirigido por partido en el gobierno, por el Partido Socialista, con el que hemos alcanzado unas cotas de bienestar, de equilibrio entre el mundo urbano y el rural, y un bienestar en los servicios, que nos permiten, con esos grandes proyectos estratégicos, mirar al futuro con optimismo, sabiendo que nuestro objetivo es el aumento de la población como un requisito importante de cara al futuro de Cáceres y de Extremadura.

Problemas de presente y objetivos de futuro

P.-¿Cuáles son los problemas que más le preocupan y qué puede hacer su partido por solucionarlos?

R.-Los problemas que más me preocupan en estos momentos es que sepamos dar respuesta, dentro de las dificultades económicas existentes, a los problemas y programas electorales que nuestros compañeros alcaldes y el gobierno de la Junta, nos hemos comprometido con los ciudadanos. A nadie se le oculta los momentos que vivimos, desde luego no motivados por ningún gobierno, porque estos problemas los tienen tantos los gobiernos del PP como los del PSOE. Es algo que se nos escapa a nosotros y que, lógicamente, recortará el nivel de inversiones, por lo que tendremos que marcar esas prioridades políticas, y es el momento de hacerlo.

P.-¿Cuál sería su mayor preocupación para los próximos veinticinco años en Extremadura?

R.-El aumento de la población es el objetivo importante que tenemos que haber conseguido, junto a las políticas basadas en las estrategias importantes de comunicación, en las energías, y en la captación de empresas para que aumente la población activa en la provincia y en la región.

P.-¿En qué basa su optimismo, porque parece usted optimista por naturaleza... ¿Lo asume también en su rol como político de cara al futuro?

R.-Tengo un optimismo moderado, porque el camino recorrido ha sido muy importante, pero queda mucho por hacer, con problemas y retos nuevos; pero, como político, estoy convencido de que los problemas también se resuelven mejor desde el optimismo.