domingo, 22 de noviembre de 2009

LA EXCEPCIÓN Y NO LA REGLA EN LA PREVARICACIÓN Y CORRUPCIÓN

¿Habríamos de calificar como “corruptelas” la mano de Dios de Maradona”, o aquella con la que el futbolista internacional francés Henry se ayudó dos veces para pasarle el balón a su compañero, que marcó el gol decisivo para clasificarse para el Mundial de Sudáfrica? Pues sí, de acuerdo con la definición del Diccionario de la Academia, que la define como “la mala costumbre o abuso, especialmente los introducidos contra la ley”. No hubiere quizás el fútbol código de buenas prácticas, pero sí unas reglas que fijaren la buena conducta que ha de observarse en el terreno de juego por parte de los jugadores que, a fin de cuentas, viene a ser lo mismo. El propio Henry se autoinculpó y manifestó que “lo mejor sería repetir el partido”, a la búsqueda de la limpieza objetiva que ni el juez de la contienda ni sus ayudantes vieren en una acción a todas luces punible.

No pueden mezclarse y confundirse la prevaricación y la corrupción, porque no son términos de igual calificación penal, ni mucho menos generalizar la conducta punible de unos cuantos funcionarios o políticos que la cometieren que, en todo caso, constituyen la excepción a la regla y no la regla por extensión.

Bien claro lo puso de manifiesto el pasado viernes el secretario provincial del PSOE, Juan Ramón Ferreira, al recordar el principio constitucional de presunción de inocencia, base del Derecho Penal, y al advertir que no debe utilizarse el término ”corrupción” de manera generalizada “porque no todos los delitos e imputaciones pueden ser clasificados como corrupción”. Ni todos los funcionarios o políticos, sean del signo político que fueren, son corruptos ni prevaricadores, sino que constituyen la excepción a la regla. No pudiere llamarse a Maradona ni a Henry “corruptos” por el uso de sus manos en el juego, privilegio que la normativa del fútbol solo otorgare al portero, aunque hubieren cometido una corruptela contra las normas, como tampoco puede generalizarse lo que, afortunadamente fuere una excepción y no la regla: la prevaricación y corrupción, una acción reprobable y punible en funcionarios públicos y políticos, si los hechos de los que fueren acusados se probaren ante un tribunal.

Si los jueces del partido no vieren la falta, no quiere decir que no existiere, porque la televisión no engaña; pero la hubo y no se castigó como debiere, porque ni el árbitro ni sus ayudantes la observaren. Lo mismo ocurre con los políticos y funcionarios por más que algunos se empeñen en airear más de la cuenta la excepción a la regla, que puede inducir a los ciudadanos no advertidos, como a los árbitros del partido Francia-Irlanda, a confundir churras con merinas y a pensar, “sensu contrario”, que todos fueren unos corruptos.

Prevaricar es cometer un delito de prevaricación. Sustantivamente, es el delito consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta una autoridad, un juez o un funcionario, mientras que la corrupción es definida por el Diccionario de la RAE no solo como la acción y efecto de corromper, sino en otra acepción que viene al caso, “en las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios públicos de aquellas en provecho económico o de otra índole de sus gestores”. Como recalcara Ferreira, “la corrupción es el mal uso público del poder político para conseguir ventajas ilegítimas, generalmente secretas y privadas, que es lo contrario a la transparencia política”.

No hemos de llevarnos a la cabeza, como los irlandeses, por su injusta condena a no disputar el Mundial de Fútbol de Sudáfrica, ante hechos probados, pero juzgados irremediablemente por no ser vistos por quienes hubieren autoridad para ello “in situ”. Ni hubiéremos de generalizar un mal que, aunque a todos nos afectare, fuere culpa de unos y no de todos; ni fuéremos quiénes para condenar a quienes, todavía, son inocentes, mientras no se demuestre lo contrario; ni condenar a quienes no han sido condenados, como muchos se han permitido condenar al pueblo entero de Torreorgaz injustamente; ni generalizar por extensión unos presuntos delitos como si todos fuésemos cómplices o coautores. Ni un partido político, que tiene por máxima demostrada la honradez, como el PSOE, puede ser condenado de antemano porque algunos de los suyos cometieren tales pecados, porque en ellos hubieren su penitencia, antes por el propio partido que por la Justicia misma cuando probare los hechos por los que se les imputan o fueren investigados. Como afirmara Ferreira, “el principio de inocencia o presunción de inocencia es un principio jurídico penal que establece como regla la inocencia de la persona”. Todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario, y “el que esté libre de pecado, que tiene la primera piedra”, como recordábamos ayer.
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* Artículo publicado en Extremaduaraldia el día 22-11-2009

sábado, 21 de noviembre de 2009

EL AGENTE 007, CON LICENCIA PARA REIR...

Hallábame en un bar para ver un partido de fútbol, tras una jornada dominical de trabajo para santificar el día del Señor. Pido un combinado al camarero y, de pronto, una llamada telefónica, me distrae. Me sirve el garçon el pedido y, concluida la llamada, le requiero para que me facilite una cucharita larga o una pajita para diluir la bebida.

Ante mi asombro, me contesta seguro de sí:

--Ya se la he meneado yo…

--¿Cómo dice usted?, le interrogo asombrado ante su osadía lingüística…

-Que ya se la he meneado, me responde convencido.

--Perdone, señor; pero usted a mí no me la menea, porque hubiere yo manos para ello si usted me facilita el pedido. Usted me la bate, me la diluye, me la remueve, me la agita en el vaso…; pero nunca eso que usted me dice…

--¿Acaso no conoce usted lo que pide el agente 007 en sus películas?, le pregunto.

Lo ignoraba, aunque hubiere diversas variantes en la petición…

--Martini con vodka; mezclado, no agitado. Pues bien, yo lo deseo mezclado y batido, pero nunca meneado…, porque no fuere usted dueño de esa prerrogativa…

Ignoro si la derecha se escandalizare ante una situación parecida, como la que me sucediere, dada su doble moralina, y su escándalo ante la publicación “El placer está en tus manos”, que trata de enseñar lo mismo que nos negaron en nuestra infancia y adolescencia y que hubimos de aprender por los misterios de la naturaleza misma, que enseñare más que los misterios que nos negaren.

Quienes escandalizaren a los niños, a los débiles, a los pobres, más vale que le aten una piedra de molino al cuello y le echen al mar.” (Lc: 17, 2), dijo Jesucristo.

No se escandalizan los niños y adolescentes ante unas enseñanzas que se les negaren ni ante una doctrina que les condenaba al infierno a perpetuidad si osaren tomar la mano de una chica. Todavía hoy, algunas mujeres, educadas en el nacionalcatolicismo, tan proclive a la derecha, que quisiere “in aeternum” para todos, se muestran cautas cuando un varón se las tomare entre las suyas en señal de afecto y cariño, para transmitirle sus palabras.

La lengua, más que el estilo, descubre al hombre y a la mujer. “El estilo es el hombre”, decía Buffon; es decir, su habla, su saber ser y estar, como el de la mujer no fueren su vestir ni sus joyas, sino las señas de identidad con que revistieren su ser y personalidad.

En “Mi querida señorita” (1971), de Jaime de Armiñán, el recordado actor José Luis López Vázquez encarnaba el papel de Adela Castro, que era un señor. Había gastado Adela los cuarenta y tantos años de su vida en soledad. Se quedó soltera, porque físicamente no le quedaba otro remedio. Tenía un secreto: se afeitaba todos los días y, además, tenía desarreglos de conciencia. Su confesor le envió a un médico, quien le dio un diagnóstico: Adela era un señor… ¡Oh, qué escándalo para la derecha puritana de su tiempo, y de los anteriores tiempos…!

Cuando la Constitución Española de 1978 se debatía en Comisión en la Cámara Alta, dos senadores por designación real de las Cortes Constituyentes, mosén Xirinacs y el escritor Camilo José Cela, hubieren un encuentro dialéctico que hizo historia.

--Señor Cela: está usted dormido…, le inquirió el mosén.

--No estoy dormido: estoy durmiendo, respondióle don Camilo.

--¿Es lo mismo, no?, le apuntó Xirinacs.

--No, monseñor, son cosas distintas, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo…, le apuntó el académico de la Lengua.

En cierta ocasión, hube de estar en el hospital. Acudían las enfermeras a tomarme la tensión y temperatura; el barbero, a afeitarme; las auxiliares, a lavarme la desnudez del cuerpo que nos diere el Señor. Me lavaron brazos y costado…, pero, llegado el momento, me apelaron a que me lavase yo mismo “mis partes”…

--“Mis partes” son parte del todo humano, como la suyas,- les respondí. No hubiere pudor ni pudiere, y si ustedes, por su profesionalidad tampoco, les ruego que lo hagan por mí, porque no hubiere fuerzas ni llegare a “mis partes” con los dos brazos “clavados” por las agujas que controlaren mi estado físico. Y así, solícitas, lo hicieron.

No escandaliza un texto que pretende formar a los desinformados. Escandalizan los hipócritas y fariseos que tentaban al Señor con trampas saduceas porque, aunque hubieren en sí la formación y cordura necesarias, utilizan un “presunto escándalo” para escandalizar a los inocentes, que no lo fueren tanto como ellos creyeren, hombres de tan poca fe que pretendieren sacar rédito electoral de la que dicen profesar con tanta unción como devoción…

Bond terminaba sus películas con un aviso: “James Bond will return” (James Bond volverá…) No lo dudamos de quienes son capaces de vender su conciencia al diablo para tratar de engañar a quienes no debieren.

domingo, 15 de noviembre de 2009

DESCONTEXTUALIZACIÓN DE LA PALABRA EN EL DISCURSO POLÍTICO


Como el gesto, la palabra tiene un contexto. No puede sacarse una palabra del contexto, ni una frase, ni una alusión siquiera, porque mataría el discurso. La extrapolación de una palabra es sacar los pies del texto. La palabra no miente; engaña el mensaje de la palabra. La palabra es inocente; más lo es el receptor de una cadena de palabras aviesamente trucadas por el pensamiento ajeno. La palabra no encierra la mentira, porque no engaña el significado de la palabra, capaz de trocar verdad por mentira. El engaño de la palabra es hoy venial, pero puede ser mortal sacada de contexto. La mentira venial se cura con la palabra; la mortal no la cura ni la verdad de la palabra. El engañado por la palabra es incauto, inocente. La mentira de palabra genera escépticos de la palabra por el engaño de la palabra. Los inocentes asumen la palabra con la fe del carbonero, como antes asumieren la fe doctrinal quienes no entendieren los misterios de la fe. A los escépticos solo se les engaña una vez, porque la palabra hoy es laica, y no basta la fe para asumir el mensaje de la palabra, la mentira o la verdad de la palabra, sino el engaño de la palabra.

Predicadores de la palabra amenazan con rebautizar como herejes a los diputados que no hicieren caso a la suya; es decir, si no cumplieran fielmente su doctrina, no en su palabra ni obras, sino en la Palabra de Dios. Oradores políticos, y dirigentes de asociaciones de cualquier clase, nos brindan su palabra como si fuere la única sagrada que hubiéremos de creer y aceptar. La palabra, sacada de contexto, mata el mensaje, y pudiere herir al propio mensajero. Bastare una interpretación distinta de la palabra para condenar al mensajero que la sacare de su contexto, cuando todos lo hicieren, o no cumplieren los mismos mandamientos que en su propia praxis política o social se impusieren.

No escandaliza la palabra, sino la descontextualización de la palabra, ya fuere en el discurso político o social. Hace unos días, el presidente valenciano pidió disculpas por si hubiere “herido la sensibilidad de alguien con sus palabras” en “el fragor del debate parlamentario” Había replicado Camps --cuya mayoría viene negando sistemáticamente la palabra en el Senado, templo de la palabra, a Leire Pajín-- que “a usted –refiriéndose al portavoz socialista, Ángel Luna-- “le gustaría coger una furgoneta, venir de madrugada a mi casa y por la mañana aparecer yo boca abajo en una cuneta.” Palabras de muerte en un “honorable” que predica la vida y se agarra como clavo ardiente a la reencarnación de su propia vida política. Su palabra, venida a menos, exigía después a los otros el mismo perdón otorgado por “los insultos e infamias” que, a su juicio, le han proferido durante los últimos meses.

En la precampaña electoral de las municipales y autonómicas de 2003, el PP sacó a colación, con aviesas intenciones contra su adversario político, un catálogo artístico editado por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, en la que algunos cuadros del pintor José Antonio Montoya podrían herir la sensibilidad del espectador; pero la obra había sido publicada en 2003, y nadie hubiere dicho palabra hasta entonces. El contexto político la exigiere en ese momento; pero olvidaron que la Diputación de Salamanca, gobernada por los populares, también había expuesto la muestra a sus expensas. El candidato socialista a la alcaldía de Badajoz, el buenazo de Francisco Muñoz, fue considerado hereje y anatematizado, como la propia Junta y el pintor.

El puritanismo religioso que escandalizare a quienes no lo asumieren por causas más justas, tiene un largo recorrido histórico: el Juicio Final pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, escandalizó a la Iglesia de su tiempo que, diez años después, encargó al pintor Daniele da Volterra, añadir taparrabos y pañales a todas las figuras. El discípulo del maestro, autor de tal pastiche, fue conocido desde entonces como “Il Braghettone”. Ocurrió esto en el siglo XVI de Nuestro Señor; pero, más recientemente, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, ha mandado cubrir con un velo el pecho de una figura femenina que reproducía un cuadro de Giambattista Tiépolo, de 1743, elegido por él mismo para decorar la sala en la que ofrece sus conferencias de prensa en el Palacio Chigi, y que caía tras el encuadre de su rostro en las cámaras de televisión…

No hubiéremos de ser artistas de la hermenéutica ni de la crítica textual para asumir la filosofía de Hans-Georg Gadamer: la teoría de la verdad y el método que expresare la universalización del fenómeno interpretativo desde una personal historicidad.

Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio quienes, descontextualizando la palabra del discurso de los hechos que lo suscitaren, se erigen en jueces y tildan a una gran maestra y alcaldesa de Torreorgaz, la socialista Concha Polo, de hereje “por permitir” en su pueblo un maltrato animal con resultado de muerte, como si ella fuere culpable de los pecados de todos sus convecinos…, cuando la última palabra hubiere de decirla quien ya la tuviere: la Justicia.

Una no reciente publicación de la Junta de Extremadura, titulada “El placer está en tus manos”, para orientar a los jóvenes sobre su propio cuerpo y sexualidad, es ahora objeto de escándalo, de quienes se escandalizan por descontextualizar la palabra, pero no de sus propios pecados inconfesables: lo que padres ni educadores enseñaren y que todos hubimos de aprender por nosotros mismos, ha sido anatematizado, en una burda manipulación informativa y descontextualización de la palabra en el discurso político, al que ampliamente se han referido el Presidente Vara y la presidenta del Consejo de la Juventud de Extremadura, Laura Garrido, entre otros muchos.

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.” (Mt, 23-27). Está parábola de Jesús se sigue utilizando para tachar a alguien de hipócrita, fariseo, inconsecuente con sus ideas, alguien que predica agua y bebe vino…, “sepulcros blanqueados”, sinónimo de corrupción, donde la hubiere y por quienes la ejercieren en el contexto de su ejercicio político.

Bastare, por último, para descalificar a los descontextualizadores de la palabra la parábola de la mujer adúltera, que hubiere de ser lapidada según la ley de Moisés. “¿Tú qué dices?”, le preguntaron al Maestro. Esto se lo decían para probarle, para tener de qué acusarle; pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo; pero como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: --“El de vosotros que esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” Cuando lo oyeron, salían uno por uno, comenzando por los más viejos. Solo se quedaron Jesús y la mujer, que estaba en medio. Entonces, Jesús se enderezó y le preguntó: “-Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?” Y ella dijo: --“Ninguno, Señor.” Entonces, Jesús le dijo: --“Ni yo te condeno. Vete y desde ahora no peques más.” (Jn; 8, 3-11).
* Artículo publicado el 15 de noviembre de 2009 en Extremaduraaldia.com

viernes, 13 de noviembre de 2009

EN TORNO A UN GESTO POLÍTICO

Escribía en estas páginas* el día 2 un artículo sobre el vejamen que suponía para los ascendientes de Granadilla el Día de Todos los Santos en su villa perdida. Sus antiguos habitantes y descendientes van a orar por sus difuntos, a reencontrarse con quienes ya ni se conocieren. Desean la paz que anhelan dos días al año; pero una turbamulta convertía la zona de respeto del conjunto histórico-artístico en lo contrario. Ofendía esa fiesta en la zona de respeto y en un día de respeto. Apelaba al Real Decreto y sus anexos; a la tutela del Estado que fijare aquel. Granadilla se convertía ese día en templo de los mercaderes, no en templo de oración. Era una ofensa más que sumar a las que ya recibieren antes de su destierro.


Hay un político del Estado en esta provincia, el subdelegado del Gobierno, que habrá repasado el texto legal. No se precipitó: hubo conversaciones con el alcalde, a cuyo término municipal se adscribió la orilla este del embalse, Zarza de Granadilla; con los representantes de Parques Nacionales de la ahora llamada “Finca de Granadilla”; repasaría los textos legales y las competencias de quienes las hubieren.


Ha sabido escuchar y proceder con rectitud, con la rectitud de quien es un representante del Estado que hubiere de velar por los derechos de todos y por los bienes de ese Estado. Ha buscado el fiel de la balanza. No ha perdido el equilibrio, virtud del político, ni la fortaleza del Estado al que representa.

En viaje de inspección de obras del Estado, se ha acercado hasta Zarza. Se ha reunido con su alcalde, con el jefe de Área de Recursos Patrimoniales del Ministerio de Medio Ambiente, y con responsables de la Guardia Civil de la zona, a quienes escucha pero advierte: hay que hacer cumplir la Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad en el entorno de esa villa, declarada conjunto histórico-artístico desde 1980.


Ha dado a conocer las mandas de esa ley: prohibición de la venta ambulante en cualquiera de sus formas, así como el establecimiento de servicios de comidas o bebidas, la prohibición de encender fuego y la utilización de megafonía…

Pronto llegarán los linces que antes se perseguían como alimañas y por cuya caza pagaba el ayuntamiento lo que hoy se trata de salvar. Como en Granadilla, gracias al hombre del Estado en la provincia: Fernando Solís, a quien nada de sus encomiendas le fueren ajenas en su predio, que es el de todos.

La fortaleza del Estado es tanto más grande cuanto más se haga cumplir la ley; la de un político, mantenerse en el equilibrio que, en el arte de la política, “consiste en ser entero o condescendiente, según los casos”, como recordara Azorín, en una actitud valiente, tan distinta a la de los gobernadores de “la gloriosa”, que no salían de sus despachos para no oír dicterios… y a quienes, encima, hubieren de levantárseles arcos de triunfo en las visitas a los pueblos como a los generales victoriosos que regresaren tras una batalla. Fernando es otra cosa distinta y distante.

* Artículo: "Mercaderes en el Templo de Granadilla", publicado en Cáceres24horas.com

martes, 10 de noviembre de 2009

LA CIUDAD SOÑADA


Mi ciudad adoptiva
De deseos cercanos
De anhelos hallados
De mi infancia cautiva.

Catedrales, iglesias y palacios
Esplendor de su pasado
En su recinto condensado
De agujas por topacios.

Plasencia soñadora, indolente,
Que fundes tus vientos y nieblas
En tus plazas y calles, esplendente.
Sueño emergente de tu quietud atrayente.

Ni tus murallas quebradas
Por las guerras y los vientos
Harán huir de tus balaustradas
Ni a los pájaros en tu acogimiento.

Tuya es la historia, tuyo el futuro,
Avenidas de tu cuerpo solidario,
Venas de plata entre el Jerte y los Arcos
Discurrir de tus caminos de santuario.

No oigas las voces del desierto.
Tus atractivos de ciudad entreabiertos
Tus surcos labrados de futuro
Entre ayes mil de claroscuros.

Suspiros ardientes
De ciudad soñada
De lento caminar
Y pasos quedos y firmes
Harán de ti la urbe amada
Bajo tu pátina de ciudad alada.

domingo, 8 de noviembre de 2009

OPORTUNISMO Y CONVICCIÓN


De un tiempo de convicciones hemos pasado a otro de oportunismos. En la abundancia reina la convicción; en la escasez, el oportunismo. Han convivido siempre juntos la convicción y el oportunismo; pero cuando las aguas bajan turbias, abundan los pescadores a río revuelto que trocan convicción por oportunismo.

De unas “ideas religiosas, éticas o políticas fuertemente adheridas”, hemos pasado a otra de ventajistas, que aprovechan las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones.

La confianza, la certeza, la certidumbre, la esperanza, la fe y la seguridad, han sido sustituidas por los arribistas, ventajistas y aprovechados. Del “no puedo obrar en contra de mis convicciones” al sintagma “es un hombre sin principios”. Abundan más hoy los oportunistas que los hombres de convicción. El oportunismo ha relegado a la convicción; la carencia de principios a la seguridad que siempre obrare en quienes hubieren certidumbre; la certeza de la convicción se transmuta por las circunstancias de tiempo y lugar. Los oportunistas no tienen en cuenta principios ni convicciones. Los convictos de ética o política miran siempre el bien común por encima del particular; los oportunistas aprovechan los cambios de ciclos para sacar tajada sin principios ni convicciones. El convicto reconoce sus yerros; el oportunista, intenta sacar tajada de los que les atribuyeren al adversario para olvidar los propios inconfesables. La convicción presupone la confesión pública, castigo y arrepentimiento de quienes obraren contra aquéllas que dicen profesar; los oportunistas no solo confiesan sus pecados, sino que miran para otro lado y se los endosan a quienes no los hubieren cometido; no asignan penitencia a los suyos, ni confiesan públicamente sus yerros, ni obraren jamás con el arrepentimiento que, debido a sus convicciones religiosas, éticas o políticas, se les supusiere.

“Cuando la política del oportunismo acaba por pisotear la política de las convicciones, al final el ridículo no tiene marcha atrás”, enfatizaba en el Congreso hace poco el diputado socialista Daniel Fernández, ante las propuestas de otros grupos, y del principal de la oposición, que pretendieren derogar una ley firmada por su propio líder cuando fuere ministro.

Sin principios ni convicciones, el oportunista no hallare barreras ni impedimentos, ni pactos que hubieren suscrito, para acorralar a quienes, obrando por el bien común y de los más débiles, no hubieren alternativas contra la ética y la esperanza políticas, sino de la de quienes abrazaren su propio “ego”, que no entiende ni de principios ni convicciones, porque los bolsillos de quienes predican la convicción como certeza, abrigan la certidumbre de sus arcas llenas. Poco les importa a los oportunistas la desgracia ajena porque, erigiéndose en presuntos defensores de ella, les surte de “argumentos” para avasallar al contrario, trocando en actores a quienes fueron víctimas de sus erráticas convicciones, y hoy son pecadores no arrepentidos ni confesos de sus propios pecados.

Qué hubieren de enseñar quienes traicionaron al pueblo por sus “convicciones”, que ni fueron éticas ni políticas; los oportunistas señoritos que vendieren su alma al diablo y condenaren al resto a un exilio infame, explotándoles, no pagándoles ni la Seguridad Social, mientras ellos se llenaban sus bolsillos a costa del sudor ajeno, y hasta sus cuotas, que le sustrajeren al erario público, olvidadizos de tamaña afrenta. Aspiran hoy los señoritos oportunistas a que los convictos y confesos del bien común por encima del particular, hagan en cuatro años lo que ellos destruyeren durante cuarenta, y cuyas semillas sembraron en dos legislaturas de poder; desean que se cumpla en la dehesa extremeña todo lo que ellos no cultivaren en sus propias parcelas: para los pobres, el secano; para los ricos, el regadío de sus millones amasados con el trabajo de los otros.

Un señorito, a quien tuve la desdicha de conocer y sufrir, hubiere por costumbre insultar a quien no comulgare con sus sagradas convicciones con el adjetivo “insolvente” (que no tiene con qué pagar), como si su insolvencia económica fuere sinónimo de la moral, de la que careciere el mismo que se la aplicare. “Sensu contrario”: en mayor abundancia la hubiere él que su agresor verbal y clasista.

Los oportunistas ven el discrimen en los otros y hacen blanco de sus invectivas a quienes buscaren remedios para el mal que ellos trajeren. “Ne quid nimis: huyamos de los extremos”, escribía Azorín al recordar las gestas del general lacedemonio Lisandro, signadas en las Vidas paralelas de Plutarco: “Lo que no se puede conseguir con la piel del león, debe alcanzarse con la de la vulpeja.”; pero la derecha no parece que fuere hábil, ligera, discreta, como aquella, sino más bien oportunista, ventajista, arribista… porque, perdedora de sus convicciones, solo le resta el arribismo para responder a un revés que una mayoría sufre, menos ella; sus pecados inconfesables perdonados por el cielo, sin absolución ni penitencia alguna; pero, en la vanidad de sus acusaciones, llegará su propio purgatorio…, un día quizá, si los ciudadanos fueren más vulpejas que leones, y advirtieren quiénes están junto a ellos y quiénes huyeren de la convicción de unos frente al oportunismo de los otros.

viernes, 6 de noviembre de 2009

LA ROSA ENCENDIDA

In memoriam Rita Vivas; en la memoria, Teresa y Nélida, rosas del amor.
No se marchitaría su flor en el sepulcro. Su vida toda fuere flor: de fragancia, color, luz y belleza; de fuerza, fortaleza y poder. Hombres y mujeres sin escrúpulos anhelaron marchitar su flor. Han torcido sus tallos; pero se ha elevado su luz. No hay fragancia en el porche; no se apaga su luz.

Su poder no es el de la flor: la luz de su pueblo es ella; la oculta luz que los hombres quisieren marchitar. Se ha rebelado esa flor a la muerte porque florecerá en su corazón. El corazón de ella fue y será la flor. No hubiere nombre de flor; mas fuere la rosa encendida en su alma y corazón.

Pura llama encendida de amor, la mujer fuere la flor inmarchitable del amor. Pasión de amor, locura de amor, que anulare los sentidos todos del común amor.

Da amor sin solicitarlo la rosa encendida; se entrega a todos por amor. No hubiere límites ni fronteras su amor: el amor a sus otros amores, los amores de su amor: el hijo, el padre..., una cadena de amores, turgente y frágil, que rompe el egoísmo del amor.

La rosa encendida es símbolo de amor, porque ella toda es rosal de amor inmarchitable; llama perenne encendida que alumbra la luz de su vida tras la muerte; fragorosa llama de amor solícita en toda una vida de amor...

¿Será amor, comprensión, cariño, lo que solo pidiere a cambio la mujer? Una caricia, un te quiero, o un adiós... ¡Ay del amor sobrevenido y fugazmente ido! ¡Ay de los amores que vuelan como hojas de otoño! ¡'Ay de aquellos que mataren al "amor de sus amores" por causa del mal amor...!

El maltrato, el acoso, ejecutan la dignidad y pureza del amor. Se puede morir de amor y por amor; jamás maltratar, o matar, por amor. "Yo, por mi hija, mato", dicen algunas mujeres, prevenidas ante el espanto de un ataque al amor de sus amores, al que dieren a luz, la rosa encendida de su amor. ¿Y no fuere un varón igualmente fruto de su amor?

No matare el hombre a quien profesare amor declarado; hiere y mata la concepción exclusiva y excluyente del amor. "O eres mía, o no serás de nadie." No hubiere el amor de la mujer los muros que deseare el hombre; los egoístas hombres que levantaren murallas y velos para evitar la fragancia esplendorosa de su amor.

El amor de la mujer no engaña por igual al del hombre. El amor de la mujer no se seca: resplandece. El amor del hombre ilumina y fortalece el de la mujer; el amor de la mujer engrandece al hombre. En la zozobra, los incontenibles rayos del hombre enturbian el amor de la mujer; pero no muere su amor, aunque fenezca su vida, como la rosa siempre encendida sobre la luminaria que da luz a su muerte, como la dio a su vida.

¿Quién mata el amor de la rosa encendida: el hombre, la mujer? Perdona la mujer, aun a costa de su vida; enloquece el hombre, aun a riesgo de perder su amor. "Las trece rosas" del 5 de agosto de 1939 son un símbolo de la demencia del hombre; la rosa encendida será siempre un símbolo del amor que sobrevivirá a la muerte.

"La muerte no es el final"... En las ceremonias militares, nuestros soldados cantan a los caídos por la Patria:

"Cuando la pena nos alcanza,
Por un hermano perdido.
Cuando el adiós dolorido,
Busca en la fe su esperanza.
En Tu palabra confiamos
Con la certeza que Tú:
Ya le has devuelto a la vida,
Ya le has llevado a la luz."

En la vida, y tras la muerte, trasciende el amor de la mujer; el hombre lo trunca en vida, aunque a veces cambien los papeles. La excepción no puede convertirse en regla, ni ésta en la excepción. La rosa encendida, como la llama viva, recuerda a los muertos y avisa a los vivos: no se marchita la flor; muere el amor cuando no se cuida la rosa encendida, símbolo del amor. No solo el otoño marchita la flor; llegará otra primavera viva que, como el Otoño Mágico del Ambroz, regará de flores los campos inmarchitables de la rosa encendida, la rosa del amor, prendida en los árboles y rosales del amor, que purifica las almas y corazones en los que habitare el amor.

domingo, 1 de noviembre de 2009

MERCADERES EN EL TEMPLO DE GRANADILLA

Granadilla es un templo en su iglesia, en sus murallas y castillo. Es monumento histórico-artístico nacional desde 1980. Fija el Real Decreto 2428/1980, de 26 de septiembre, la zona histórica-artística, que comprende todo el conjunto intramuros, incluyendo el castillo y la muralla, y una zona de respeto, incluyendo todo el perímetro poligonal exterior a la muralla y a una distancia constante de ochocientos metros de ella. La tutela y defensa de este conjunto, que queda bajo la tutela del Estado, será ejercida a través de la Dirección General del Patrimonio Artístico, Archivos y Museos por el Ministerio de Cultura (Véanse el artículo 2º y anexos del citado Real Decreto, en el BOE núm,. 270, de 10 de noviembre de 1980, págs. 25306-25307).

No parece que esa “tutela y defensa” fuere ejercida por organismo competente alguno. Desde hace varios años, extramuros de la población, una muchedumbre invade, a menos de ochocientos metros, esa zona de respeto prevista en el Real Decreto: son los mercaderes que acuden, como los buitres, a la llamada de una fiesta también de respeto: barras de bar, casetas con música por todo lo alto, chiringuitos de feria, mercaderes de ocasión para “hacer su agosto” a rebufo de la llamada que supone el 1 de noviembre para los descendientes de Granadilla, que acuden con sus hijos nacidos en el exilio, a honrar a sus muertos. Cientos de vehículos perturban una paz que, en sus primeros años, se traducía en el tradicional oficio religioso y la visita al cementerio. No fueren bastante dos patrullas de la Guardia Civil para poner paz y orden en el orden violado de la zona de respeto, y en el respeto obligado a quienes, hijos de Granadilla, cumplían con sus ritos, y este otro a cuál más importante: el reencuentro en la plaza, las presentaciones de descendientes desconocidos, el recuerdo de su infancia y madurez, el destierro anunciado...

No acuden ya muchos, por impedimentos físicos o por edad, sino porque ven allanado su templo y convertido su pueblo en una feria de mercaderes, que prostituye una de las dos visitas anuales a la villa perdida.

Hubiere de recordar, según el Evangelio, la expulsión de los vendedores del Templo (Mt: 21: 12, 13, 17; Lc 19: 45-48; Jn 2: 14-16): “Llegan a Jerusalén; y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: ¿No está escrito: Mi casa será llamada Casa de Oración para todas las gentes? ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos! Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle: porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. Y al atardecer, salía fuera de la ciudad”.

Los mercaderes del templo de Granadilla campan a las afueras, a menos de ochocientos metros. Entran en su templo no para orar; visitan el cementerio donde no hubieren deudos; trepan castillo y murallas y quisieren entrar también en las casas cerradas, que nunca fueren suyas. Los estudiantes, cuando los hubiere el 1 de noviembre, salen de excusión para no ser testigos del espectáculo, y proseguir el día 2, fiesta religiosa de difuntos, en la paz que hallaren en la villa perdida.

Mañana comienza un nuevo turno para alumnos de Salamanca. Los mercaderes han salido todos al atardecer; pero han roto la paz del templo, “porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado” (Mt: 21, 13).

No puede prohibirse a nadie la entrada a un monumento histórico-artístico para visitarlo, excepto a las horas convenidas; pero el 1 de noviembre, por sus santos y señas de identidad para los hijos de Granadilla, menos aún. Porque si el Maestro expulsó a los mercaderes del templo fue por celo hacia las cosas de su Padre: “No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.” Y en eso, además de la oración en el templo, han convertido Granadilla el 1 de noviembre los mercaderes del Templo.