martes, 26 de febrero de 2019

EL LINAJE EMERITENSE DE LOS VERA (y II)


           Concluimos hoy nuestro artículo anterior sobre el linaje emeritense de los Vera con los restantes recogidos por Nicolás Díaz y Pérez en su citado Diccionario de autores, artistas y extremeños ilustres.
 
            Alonso María de la Vera y Pantoja (Mérida, 1764). Ingresó en la milicia como teniente del regimiento provincial de Trujillo, de la que se retiró para llevar los intereses de la familia. Fue regidor perpetuo de Mérida. Hizo considerables donativos con motivo de la Guerra de la Independencia, entre ellos el de suministro de alimentos y medicinas a los enfermos que dejaron en el hospital de San de Dios las tropas que pasaban por la ciudad en dirección a la batalla de Talavera de la Reina. En 1809 fue gobernador y presidente de la Junta de Salvación y Defensa de Mérida y, a su instancia, se restableció el batallón de voluntarios por decreto de la regencia del Reino. Fue elegido diputado por Extremadura para las Cortes generales y extraordinarias de Cádiz. Caballero de la Orden de Alcántara, falleció en Mérida, dejando por heredero de sus cuantiosos bienes a su hijo D. Fernando.
            Fernando de la Vera y Pantoja, caballero linajudo, nacido en Mérida en 1798, hijo de Alonso María y primogénito de la noble Casa de los Vera. Fue alcalde mayor de Mérida, regidor de su ayuntamiento y persona influyente en su época. Falleció en Mérida con el hábito de Santiago y dejando un solo hijo, Fernando.
 
            Fernando de la Vera y Pantoja, distinguido militar de la ilustre familia que lleva su apellido. Nació en Mérida en 1751. Estudió Filosofía y Humanidades en el Seminario de San Atón. Dejó los estudios por la milicia. Su carrera militar la inició como teniente del Regimiento de Extremadura en 1766. En 1778 fue destinado al colegio de cadetes de Ocaña, donde permaneció dos años explicando matemáticas. Destinado al regimiento de granaderos, acampó en 1782  bajo los muros de Gibraltar y estuvo a bordo de la batería flotante de Santa Ana, mandando en ella dos cañones en el ataque de la plaza en septiembre del citado año, por cuyo servicio fue ascendido a teniente coronel. En 1793 sirvió en el cuerpo de carabineros reales en el ejército de operaciones que se formó en Cataluña. El 18 de diciembre de este año tomó al enemigo seis cañones al frente de una columna de caballería que no llegaba a 280 hombres. Permaneció en operaciones hasta marzo de 1795, en que fue nombrado ayo (encargado en la casa real de la educación inicial y custodia de los niños y jóvenes) y ascendido el mismo año a mariscal de campo, en recompensa de sus muchos méritos de guerra. En los primeros años del XIX fue gobernador militar de Madrid y su amigo Godoy le honró con varias encomiendas y grandes cruces. Falleció en Madrid en vísperas de la Guerra de la Independencia. Fue hermano de D. Alonso, diputado en las Cortes de Cádiz.
            Fernando de la Vera y Saavedra (Mérida, 1531). Fue el primer poseedor del mayorazgo que para la Casa de la Vera fundó su abuelo D. Fernando de la Vera, alcalde la fortaleza de Mérida, en cabeza de su nieto. Casó con doña Inés Arias del Pilar y Moscoso, biznieta de doña María de Vera, hija del capitán general y trece de Santiago, D. Diego de Vera, por donde entroncó el apellido de la Vera con el de Vera, cuya representación tenía en Mérida la ilustre casa del conde (después duque de la Roca). Sirvió a los reyes Felipe II y Felipe III en los empleos de capitán hasta maestre de campo en las guerras de Flandes, Francia y Portugal. Por sus muchos y señalados hechos de guerra, el rey le hizo merced de castellano del castillo de Babliet, en Bretaña. Felipe III le hizo gentilhombre en 1612. Falleció en Alburquerque en 1618.
 
            José de Vera Valencia y Salazar (Mérida, 1720), ilustre general, hijo de D. Manuel de Vera Valencia y Ocampo y doña Teresa Salazar y Satín. Sirvió como cadete de guardias reales en 1734 y ascendió a capitán en el regimiento mandado por el duque de Osuna, Hizo la campaña de Portugal y participó en la guerra contra Inglaterra, obteniendo el empleo de brigadier por la primera y el de mariscal de campo y la Gran Cruz de Carlos III por la segunda. Falleció el 2 de febrero de 1794.
            Fernando de la Vera y Velasco  (Mérida, 1816), caballero muy principal de la ciudad de Mérida, hijo de D. Fernando de la Vera y Pantoja. Estudió Derecho en Sevilla; fue caballero maestrante de la de Ronda y heredó los mayorazgos de sus mayores. Desempeñó el cargo de regidor y alcalde de Mérida.
 
            Juan de la Vera y Vargas, personaje político del siglo XVI, afamado militar y literato. Nacido en Mérida, ciudad en la que tienen su casa solariega los de su linaje, sirvió a Felipe II en la guerra contra Portugal. En el curioso libro Flores de poetas ilustres, de Pedro de Espinosa (Valladolid, Luis Sánchez, 1605) aparece un poema de Vera y Vargas, que dice, entre otros versos: "Mi señora, asi yo viva,/que esta carta que se aguarda/ según lo mucho que tarda/no debe ser de missua./ Si es carta de pago, ha sido/ muy mal pagado mi amor,/ y si es carta de favor/ otro es el favorescido."
            Juan Antonio Vera Zúñiga y Figueroa, conde la Roca, diplomático, militar y escritor, nació en Mérida a finales del siglo XVI. En su juventud estuvo en Italia de embajador en Venecia y después en Milán, donde escribió su mejores obras: Discurso sobre la batalla de Norlinga (1634), La vittoria de Norlinga, conseguita á 6 de settembre de 1634 (Milano, 1638), Cartas del conde la Roca á la embajada de Saboya, de 1630 a 1633, Epítome á la vida y hechos del emperador Carlos V (Madrid, 1622; Madrid, 1654; Milán, 1645; Madrid, 1649; París, 1662; Bruselas, 1667). Fernando ó Sevilla restaurada, poema heroico (Milán, 1632); El rey D. Pedro defendido, ofrecido á la majestad del rey D. Felipe IV (Madrid, 1648); Fragmentos históricos de la vida de don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares (Semana de Valladares, tomo II, pág. 147 y siguientes); Resultas de la vida de D. Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, dedicada á la nobleza española (Milán, 1634); Historia de Santa Isabel, reina de Portugal (¿Milán, 1640?); El embajador (Sevilla, 1620). Sus escritos se traducían y publicaban a la vez en Italia, Francia y Bélgica. Por los servicios prestados a su patria con la espada y la pluma, Felipe IV le concedió la merced del título del reino, con la denominación de conde de la Roca. Calos IV elevó en 1703 a ducado, con grandeza de primera clase, el condado de la Roca. Perteneció a la Orden de Santiago, fue conde la Roca desde 1628; embajador en Roma, Saboya, Milán y Venecia, conde la Barra, de los Consejos de Guerra, India y Hacienda; tercer alférez mayor de Mérida; alcalde perpetuo de los castillos, fortaleza, alcáceres y puertas de la ciudad de Badajoz; señor de las villas de Torre mayor, Siruela, San Lorenzo, Don Tello, Enguidamos y La Pesquera.
 
             Vicente María de la Vera y Ladrón de Guevara, conde del Santo Imperio, nacido en Mérida en 1729, hijo del conde D. Vicente Xavier de Vera y octavo nieto del general D. Diego de Vera. Fue un valiente militar, brigadier de los reales ejércitos, coronel del Regimiento de Infantería de Extremadura, académico de número de las Reales Academias de la Historia y la Española, consiliario de la de San Fernando, honorario de la de Buenas Letras de Sevilla, conde la Roca, señor de las villas de Boton y Cubillos y de otras más que poseyó el señor conde; caballero de la Orden de Santiago, Carlos III le hizo grande de España de segunda clase en 1771.

sábado, 23 de febrero de 2019

EL LINAJE EMERITENSE DE LOS VERA (I)



            Hasta dieciséis varones naturales de Mérida con apellido Vera recoge Nicolás Díaz y Pérez (Badajoz, 1841; Madrid, 1902), en su Diccionario de autores, artistas y extremeños ilustres, que tardó cuatro años en escribir (1884-1888). [1] Recogemos aquí unos breves apuntes de cada uno de ellos para un mayor conocimiento de la historia de la capital de Extremadura entre los siglos XV y XIX.
 
              Diego de Vera (Mérida, mediados del siglo XV). Ingresó en la milicia y fue caballero de la Orden de Santiago y comendador de Calzadilla. En las guerras contra Italia y Francia y contra los moros, en especial las sostenidas en el reino de Granada, a las que ya iba de general, mostró su valor. Por sus servicios, los Reyes Católicos le concedieron elevados honores. Retirado en su ciudad, fundó una capilla en la parroquia de Santa Eulalia, dotándola de mandas y beneficios para su alma y las de sus herederos. Todavía se lee en los muros de dicha capilla la siguiente inscripción: "Esta capilla de Nuestra Señora de los Remedios fundó el muy ilustre caballero D. Diego de Vera, capitán general, y trece de la Orden de Santiago, comendador de Calzadilla, a quien los Reyes Católicos D. Fernando y Doña Isabel, hicieron por sus muchos y señalados servicios de que él y sus sucesores en su casa puedan hacer treinta escusados (los ingresos procedentes de las Tres Gracias cada año perpetuamente --bula de Cruzada, subsidio y escusado--, concedidas por la Santa Sede a la Corona española para su utilización en la defensa de la fe católica) cada año perpetuamente. Reedificóla su séptimo nieto D. Vizente Xavier de Vera, conde la Roca y de el Sacro Imperio, mayordomo de semana de la reina nuestra señora. Año de 1742."  En 1530 era un afamado general y su nombre figuró como alcalde de la fortaleza de Mérida en años anteriores.
            Francisco de Vera, diplomático, nacido en Mérida en los primeros años del siglo XVII. Abogado, sirvió en el Consejo de S. M., pasando después a la embajada de Venecia. A su regreso escribió una obra que se conserva manuscrita en la Biblioteca Nacional con el siguiente título: Relación del embajador Francisco de Vera, al Rey Católico, sobre la República de Venecia.
            Vicente Xavier de Vera, caballero linajudo y palaciego de la corte de Fernando VI, nacido en Mérida a principios del siglo XVIII. Gentilhombre del rey, mayordomo de la reina y del Consejo de S. M. Perteneció a la Orden de Santiago y, a la muerte de su padre, heredó los títulos de conde de la Roca y del Sacro Imperio. En 1742 reedificó la capilla que su séptimo abuelo, el general Diego de Vera, había construido en la parroquia  de Santa Eulalia, en Mérida.
            Juan de la Vera y Campos, militar, nacido en Mérida el 14 de agosto de 1779. Estudió en el Seminario de Nobles. Sirvió en el arma de caballería y después ingresó en el cuerpo de ingenieros, en el que llegó al empleo de director-subinspector del arma en Extremadura. Participó en la campaña de Portugal en 1801. En 1807 fue destinado al ejército del Norte, al mando del marqués de la Romana, y el 30 de julio del mismo año fue nombrado segundo ayudante general del estado mayor del cuerpo expedicionario. De regreso a España, participó en la Guerra de la Independencia y en mayo de 1815 fue nombrado ayudante general del estado mayor del ejército de observación de los Pirineos occidentales. Llegó al empleo de director-subinspector.  Falleció en Madrid, donde se hallaba accidentalmente, el 15 de marzo de 1854. Fue caballero de la Orden de Alcántara y Gran Cruz de Isabel la Católica.
            Juan de la Vera y Campos, militar, nació en Mérida en 1786, hijo de D. Alfonso de la Vera y Pantoja. Cursó estudios de Ciencias Exactas e ingresó en el cuerpo facultativo de ingenieros militares, en el que llegó al empleo de brigadier. Fue caballero de la Orden de Alcántara, Gran Cruz de Isabel la Católica, Cruz y Placa de San Hermenegildo, y otras por acciones de guerra. Formó parte como segundo ayudante general del estado mayor del cuerpo expedicionario que fue al Norte a la órdenes del marqués de la Romana, por lo que fue condecorado con la Cruz del Norte. Fue gobernador militar de Badajoz y jefe del Parque de aquella plaza. En colaboración con D. Bartolomé Venegas escribió y publicó en 1813 una obra denominada Memoria sobre la plaza de Ceuta. Falleció a muy avanzada edad en su ciudad natal.
            Manuel de la Vera y Campos, distinguido militar, hermano del anterior, nacido en Mérida a finales del XVIII. Como su padre y hermano, se dedicó a la milicia, prestando servicios a la patria en los cuerpos de infantería, realizando la campaña de la Guerra de la Independencia en Cataluña, Extremadura y Andalucía. Logró la Cruz de San Fernando y las encomiendas de Carlos III y de Isabel la Católica. Era caballero de la Orden de Alcántara y se retiró a Mérida con el empleo de coronel, primer comandante de infantería. Falleció el 25 de agosto de 1860 en Mérida.
            Fernando de Vera y Mendoza, hijo del conde de la Roca, nació en Mérida en 1604. Estudió en Salamanca y Sevilla y mostró aficiones a las letras desde su más tierna infancia. Andrés de Claramante y Corroy, en su obra Letanía moral, dice de él, reseñando a los varones célebres de su tiempo, lo siguiente: "Don Fernando de Vera, ilustradísimo caballero y doctísimo ingenio de Mérida." Escribió una obra en honor de la poesía titulada Panegírico por la poesía, impresa en Montilla en 1627, sin nombre de autor, que compuso a los 17 años. Luis Josef Velázquez, marqués de Valdeflores, da noticia de esta obra en su Ms. Observaciones sobre las antigüedades de Extremadura de León, conservada en la Academia de la Historia (tomo XXXV de la colección de Valdeflores). Vio el marqués el Panegírico en la librería del conde la Roca y dice de él: "Está de mano de su mismo autor, y en una nota que le precede se advierte que la escribió de edad de 16 años y que se imprimió sin nombre del autor, dedicándola al conde de Olivares. Este pequeño libro merece leerse por la mucha noticia de poetas españoles de todos los tiempos, y es muy importante para la historia de la poesía castellana, y prueba lo mucho que este caballero había leído a una edad tan corta de 16 años." Lo cita también Nicolás Antonio, quien asegura que, en el prólogo, acabó de escribir su obra a los 17 años; es decir, que está terminada en 1621. El erudito bibliógrafo D. Cayetano Alberto de la Barrera y Leiva, en su obra Catálogo bibliográfico del teatro antiguo español (Madrid, 1860), dedica un bien razonado artículo a examinar quién fue el verdadero autor de este interesantísimo libro, atribuido también al conde de la Roca, D. Juan Antonio de Vera y Zúñiga. Aunque varios autores se han disputado este panegírico, el autor se muestra de acuerdo con Claramonte y Corroy y Nicolás Antonio en que lo escribió D. Fernando de Vera, como lo confirma también el erudito La Barrera y Leirado, cuando en su concepto el autor debió ser persona unida por vínculos de parentesco al duque de la Roca, toda vez que el libro ostenta en la portada un águila, de cuyo pico sale una cinta con el lema Viritas vincit, aunque cree equivocadamente que era de la rama de ese apellido, trasplantado ya a Andalucía. No opone razonamiento formal en estas indicaciones, ni trata de aducir citas ni otras autoridades para robustecer su opinión, porque está probado que los duques de la Roca son emeritenses y que el autor del Panegírico para la poesía no fue otro que D. Fernando de Vera y Mendoza. (Continuará).
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[1] Vid.: Díaz y Pérez, Nicolás: Diccionario histórico, biográfico, crítico y bibliográfico de autores, artistas y extremeños ilustres. Prólogo de Francisco Cañamaque  y con noticias del autor por Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca ( dos volúmenes). Madrid, Pérez y Boix Editores, 1884. Dehesa. Repositorio institucional Universidad de Extremadura.

domingo, 17 de febrero de 2019

LOS CORDONES SANITARIOS

         
           "El cordón sanitario de la derecha al PSOE lo quitarán los ciudadanos" (Pedro Sánchez, secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, en ABC, recogido de Europa Press, del 16/02/2019)... "No voy a permitir que la izquierda ponga cordones sanitarios cuando cenan con terroristas en Nochebuena o pactan con los independentistas que quieren destruir España" (Pablo Casado, presidente nacional del PP en Libertad Digital de 03/01/2019)  y "Casado aboga por rechazar los cordones sanitarios y las exclusiones tácticas sobre Vox  (marbellaconfidencial.es, de 20/01/2019). "Rivera no pone cordón sanitario a Vox y llama a votar para cambiar a Sánchez por un presidente liberal" (Europa Press, 15/02/2019)...  "Iglesias pide un cordón sanitario contra PP y Cs" (Pablo Iglesias, secretario general de Podemos  en servimedia.es, de 16/11/2018) "Más de la mitad de los españoles se muestra en contra de que Vox sea sometido a un cordón sanitario y reclama que se trate al partido de Santiago Abascal como una formación más" (lasexta.com, de 01/02/2019)...
 
            El sintagma se viene repitiendo por casi todos los líderes políticos en los últimos tiempos; pero qué entendemos políticamente por cordones sanitarios. La expresión, en su origen, hace referencia a la barrera que se ejecuta para evitar la expansión de una enfermedad infecciosa. En relación con la voz cuarentena, se refiere a la restricción de movimiento de personas dentro de un área geográfica. Ya F. de Paula Mellado, en 1852, al definir todas las acepciones del término, dice del cordón sanitario: "Aparato de guerra desplegado contra una epidemia que se cree contagiosa y cuyos estragos se pretende evitar por este medio. Es una especie de barrera militar que nada detiene, como no sea las buenas relaciones de vecindad y de comercio, de donde nace la abundancia y la prosperidad. Estos cordones, bajo el pretexto de sanitarios, tienen casi siempre secretos motivos políticos. Tales son los que los austriacos han colocado en los confines de su imperio por el lado de Turquía, y que amenazan más bien á la Rusia que protegen  la salud de los germanos. Tal fué también el cordón sanitario que establecieron los franceses el año de 1822 con respecto a España: se alegó la fiebre amarilla para establecerlo, mientras que en realidad no tenía otro objeto que contener el contagio de las córtes. Se necesitaba entonces mucho valor para atreverse á decir que la fiebre amarilla no era tan contagiosa como la fiebre pútrida. Mr. Lassis fué casi perseguido por haber tenido semejante audacia. El hecho es que el cordón sanitario de los franceses, se transformó ulteriormente en un ejército de invasión y dió por resultado aumentar la miseria, el abandono y el peligro mortal de los enfermos de Barcelona." [1]
 
            El uso seminal del cordón sanitario como metáfora de la contención ideológica se refería al sistema de alianzas instituido por Francia en la Europa posterior a la I Guerra Mundial que se extendía desde Finlandia a los Balcanes. La acuñación del sintagma se le atribuye al primer ministro francés Georges Clemenceau cuando, en marzo de 1919, exhortó a los estados fronterizos recientemente independientes que se habían separado del Imperio Ruso y su sucesor, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (la antigua URSS) para formar una unión defensiva y poner de este modo en cuarentena la extensión del comunismo a Europa occidental. Esta alianza fue conocida como cordón sanitario. En política, la locución se utiliza, por lo general, para referirse a la negativa de los partidos convencionales a realizar alianzas o coaliciones con partidos políticos considerados extremistas, como ocurrió en Bélgica con la exclusión del ultraderechista Vlaams Blok de las negociaciones para formar gobierno.
            En España se utilizó el término para excluir al Partido Popular de la formación del gobierno autonómico catalán.[2] Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, utilizó el sintagma para hacer un llamamiento a formar una coalición de izquierdas que excluyera al PP de España.[3] También se utilizó en 2018 en Andalucía en referencia al muro que proponían alzar los partidos de izquierda para aislar, sin éxito, al partido emergente Vox, de extrema derecha, que propugna suprimir el Estado autonómico o las leyes contra la violencia machista, pero que ahora es la llave de la estabilidad política en la Comunidad junto al PP y Ciudadanos. [4]
             Sea como fuere, las estrategias de campaña de los principales partidos no podrán eludir en la campaña electoral que se avecina para las elecciones generales del 28-A los pactos y los cordones sanitarios en sus estrategias políticas, aunque algunos se guarden decirlo hasta ver los resultados. Así, Pedro Sánchez (PSOE) afirma que "me sorprende mucho que me pongan a mí un cordón sanitario y no a la ultraderecha". Pablo Casado (PP), empero, contraatacará con los supuestos pactos de los socialistas con los independentistas. "La cumbre de Pedralbes --sostiene-- sí es una mala foto y no la de Colón", porque "intentaron llegar a acuerdos con aquellos que quieren romper España". Mientras, Pablo Simón, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III, afirma que "los sondeos dicen que PP, Ciudadanos y Vox podrían acariciar la mayoría", un bloque para el que será decisivo Ciudadanos, que ya ha manifestado que no descarta pactar con Vox. "Los únicos cordones sanitarios son para aquellos que quieren destruir España", afirma Albert Rivera.[5] O como decía ayer el presidente de Extremadura, Fernández Vara, "el pacto del PP, Ciudadanos y Vox es contra el PSOE y sus ideas". [6]
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[1] Vid.: De P. Mellado, Francisco:  Diccionario universal de literatura, ciencias, artes, agricultura, industria y comercio. T. XI. Edit: Establecimiento Tipográfico de Mellado, Madrid, 1852, pág. 192.
 
[2] Vid.:  Anguera, Iván y Cañizares, M. J.: CiU reedita el cordón sanitario contra el PP por defender el castellano, en abc.es, de 07/09/2011.
 
[3] Vid.:  Sanz, Luis Ángel y Cruz, Marisa: Pedro Sánchez reivindica el 15-M y un cordón sanitario contra el PP, en elmundo.es, de 18/06/2017.
 
[4]  Vid.: Lucio, Lourdes:  Moreno defiende el acuerdo con Vox y ataca la herencia del PSOE, en elpais.com, de 16/01/2019.
 
[5] Vid.:  Entre pactos, votos y cordones sanitarios, así serán las estrategias de campaña, en lasexta.com, de 15/02/2019; y Wikipedia.
 
[6] Vid.: Fernández Vara:  El pacto del PP, Ciudadanos y Vox no es por España ni por Cataluña, sino que es contra el PSOE y sus ideas, en elperiodicoextremadura.com, recogido de la agencia Europa Press, de 16/02/2019.


sábado, 16 de febrero de 2019

LENGUAJE DE SIGNOS


            No los vemos, pero están aquí. Asistiere como espectador en cierta ocasión a una cena navideña de sordomudos. Nada se oyere. No hablaban en alta voz ni nada solicitaren que no fuere a través de su lengua: el lenguaje de signos. No pudiere sospechar el aragonés Juan Pablo Bonet que su obra Reduction de las letras y arte de enseñar á hablar á mudos (Madrid, 1620) -- un método de enseñanza oral de los sordos, que admitiere el uso de señas manuales en forma de alfabeto manual--, pudiere llegar tan lejos. El lenguaje de signos se ha convertido en norma en cualquier acto que congregue a un buen número de espectadores. Los intérpretes traducen lo que dijeren los oradores para llegar al mayor número posible de oyentes, algunos de los cuales fueren sordomudos, término que designa a las personas sordas de nacimiento y que padecen dificultades para hablar con la voz. Hoy, los sordos pueden comunicarse a través de la lengua de signos y de la lengua oral, escrita o hablada. Existen diversas lenguas de signos que se utilizan lo mismo que las lenguas orales, para describir, expresar y comunicar diversos objetos e ideas. La Ley 27/2007, de 23 de octubre, reconoció en nuestro país las lenguas de signos españolas y reguló los medios de apoyo a la comunicación oral de las personas sordas. Como Grada, que pone audio en el digital a los textos de la revista impresa para que los ciegos oigan.
         Nos han conmovido recientemente tres historias: la niña mejicana de 2 años, Lupita Padilla. que intentaba comunicarse en lengua de signos con su padre sordomudo. Su abuela grabó un video, lo publicó en las redes y decía: "Gracias, Dios, por hacerla inteligente." Diego Alonso, un estudiante de Primaria en Chile,  sorprendiere a su madre sordomuda al interpretar la canción Cuando me miras en lenguaje de signos. Finalmente, durante un concierto de la banda de rock Three Davs Grace, en Edmonton (Canadá), una chica tradujo a su padre las letras de las canciones a lengua de signos para que las pudiere entender...                  

jueves, 14 de febrero de 2019

AMOR Y LENGUA EN TIEMPOS DE CRISIS

 
           La crisis no frenare el amor, si acaso las manifestaciones lingüísticas con que aquel se expresare. El feminismo radical ha puesto frenos de pies y manos a la libre expresión con que los amantes se manifestaren el amor que se profesaren, o la simpatía, el afecto y, por qué no, el cariño que brota del roce, el mismo que procrea el cariño. Del "querida Soledad" a modo de salutación en una carta, hemos pasado al "hola Paco", naturalmente sin admiraciones ni coma que lo criaren, no vaya a ser que se lo crea el muy tunante. Nada puede creerse el así considerado por la dama cuando ni siquiera se reconocieren de vista, menos aún conocerse.
          
            Del beso en las mejillas hemos pasado a unir nuestras caras, más por parte de la mujer que de los hombres. De los dos besos a uno solo (la mujer francesa ofrece tres físicos al hombre: izquierda, derecha, izquierda...) Es en la escritura, empero, donde más se manifiesta el amor condensado, el mismo que vemos presencialmente en unos y que en otros se revela generoso. Algunas mujeres se despiden con "un beso" y otras, por wasap, te envían "mil besos", con tres emoticonos ilustrativos del ósculo. ¡Y eso que no se ven ni se rozan! ¿Lo dirá, en verdad, nuestra amada, o será, simplemente, una forma de decir? En el encuentro físico, quizá los mil besos se reducirían a dos virtuales; es decir, con un simple ayuntamiento de las mejillas.  El "hola" ha sustituido al "querido", "estimado", "apreciado", "recordado", "añorado", "anhelado"..., sinónimos del amor no compartido, pero no tan alejado del vínculo que nos uniere. "En un beso sabrás todo lo que he callado", decía Neruda, dicho al amor con derecho a roce como, si dándolo físicamente, quisiere decirle lo que nunca dijere con palabras. Lo mismo le ocurriere a los amantes de Teruel, Diego e Isabel.  El primero no poseía riquezas ni hacienda; pero ella se prestó a una espera de cinco años. Peleando con los moros, logró en cinco años cien mil sueldos; mas Isabel no pudo esperarle, acuciada por su padre para que tomare marido. Cuando Diego volvió, la halló casada y, entrando en su recámara, le rogó: "Bésame que me muero." Ella repuso: "No quiero" y Diego cayó muerto a sus pies... Nuestro escultor Juan de Ávalos inmortalizó a los amantes de Teruel en el mausoleo de la iglesia de San Pedro de la ciudad aragonesa. Diego e Isabel, con sus manos extendidas, no llegan a tocarse, como un símbolo del amor frustrado e imposible, como el de Romeo y Julieta.  Escribo a una dama conocida y me dirijo a ella como "querida"; ella, sin embargo, se frena y se dirige a mí con un "hola" desprovisto de la admiración que se le supusiere y la coma debida antes del nombre, ausente de simpatía, afecto y cariño, por muy cliente que me considere y por amigo que me tenga.
            Alguien dijere que "el amor tiene el poder de unir a dos personas que todavía no se conocen". ¿Y cómo expresar ese amor sin alas no solo en tiempos de crisis, sino más aún en tiempos de reduccionismo lingüístico, de la mano y de la capacidad de síntesis de los caracteres abreviados de las redes sociales? El atrevido, aun jugándosela, escribe en un wasap; tqm (acrónimo de te quiero mucho), esperando, en vano, una respuesta solidaria a su atrevida declaración. Quizá reciba por toda respuesta un "qué cosas dices...", creyéndose la receptora la literalidad de la declaración como si hubieren relaciones. Muchas veces suspiramos, ya en el lenguaje oral, ya en el escrito, por alguien a quien echamos de menos o en falta en determinados momentos. "El suspiro es el aire que nos sobra por alguien que nos falta", más presente en la vida que por la ausente de ella. Suspiramos más por los vivos que por los muertos. "Te echo de menos, querida..." Los suspiros no pueden abreviarse, como los nombres y apellidos, porque "amar es encontrar en la felicidad de otro tu propia felicidad", según Leibniz. Pudiéremos decir que "nuestra amada es única" y ella lo mismo respecto a su interlocutor, lo que no quiere decir que alguien esté enamorado de ella, o ella de él, tras haber advertido la singularidad que le distingue de otras personas, porque "no sabrás todo lo que valgo hasta que no pueda ser, junto a ti, todo lo que soy", decía Marañón.
            ¿Qué nos impide, pues, declarar nuestro amor a la persona amada? Quizá la duda del amor no correspondido, del amor imposible, del amor dubitativo, de la amada, del amado. "Cuando se ama, se duda de todo. Cuando se es amado, no se duda de nada", decía Colette. La inseguridad del amor del otro, inhibe el deseo, la palabra; más aún, la escritura. Hay amores que frenan una relación normal en nuestro tiempo por circunstancias que, en otra época, fueren tabúes. Alguna mujer llegó a decir en una ocasión a su pretendiente que no podía concederle el baile solicitado porque "estoy peía" (por pedida), locución de cierto pueblo cacereño; otra dijo que no "podía decirle eso" por su estado civil, como si este fuere un frenillo más de la lengua y esta no pudiere expresar lo que la belleza o el amor le suscitaren, aun a riesgo de rasgárselo y devenir en una hemorragia. Otra, en cambio, le solicitaba un poema para convencerse de la generosidad de un varón que le invitare a comer. Hay personas, en fin, que por más que se alejen, por más que no les hablemos, siempre tendrán un espacio en nuestro corazón, aun condensado en tiempos de crisis y de síntesis expresiva. "Háblame que me aburro", decía Soledad en su soledad de amores. "Con vuestra venia, señora mía: con besarte os lo diré todo." Hombres y mujeres prefieren hoy la compañía de una mascota, con la que compartir su soledad de amores y de diálogos no compartidos que con la pareja que le fuere propia. Nos inclinamos por un ser irracional, a veces más racional que los humanos, antes que con la otra mitad que reclamare nuestro corazón. Un político dijo hace poco que en los hogares extremeños hay ya más mascotas que niños (Vara dixit). Otra política (Ruth Beitia), que diere marcha atrás sobre lo dicho, afirmare un día que "se debe tratar igual a un animal, mujer u hombre maltratado". No es de extrañar cuando la crisis económica y lingüística nos impelen a vivir sin niños, dejando las escuelas cada curso más vacías y los pueblos llenos de ancianos que se van yendo a otro mundo, como los jóvenes del pueblo; como los amores perdidos por la incomunicación de nuestro tiempo...
 

lunes, 4 de febrero de 2019

SEMUEL IBN NAGRELLA, POETA Y FILÓSOFO HISPANO-JUDÍO, "EL PRÍNCIPE"



Semuel ibn Nagrella (Mérida, 993; Granada, 1055), más conocido como Samuel ha-Naguid (el Príncipe) fue un poeta y filósofo hispano-judío. Educado en la cultura árabe y hebrea en Córdoba, la capital cultural  del occidente europeo, recibió una educación esmerada que incluyó, aparte del estudio del Talmud  (obra que recoge las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones, costumbres, narraciones y dichos, parábolas, historias y leyendas), gramática, medicina y varios idiomas: hebreo, árabe, arameo, latín y griego. Debido al colapso sufrido por el Califato de Córdoba y la consiguiente guerra civil,  tuvo que abandonarla en 1013 y emigra a Málaga, donde enseña caligrafía árabe. En 1020 actuaba de secretario (kátib)  del rey zirí de Granada y en 1027 fue investido con el título de Naguid o príncipe de las aljamas judías del reino, siendo nombrado a la vez visir del rey Habús ben Maksan de Granada. En 1038 actuó como general de los Ejércitos de su hijo mayor, el rey Badis ben Habús, luchando durante veinte años con las taifas vecinas de Sevilla, Málaga, Almería y Carmona. Protegió incansablemente la ciencia judía y las escuelas talmúdicas y emprendió una ambiciosa tarea erudita y literaria, especialmente interesada por el talmudismo y la gramática y sostuvo polémicas sobre los errores del islamismo.
           Tras su muerte debido a un infarto, le sucedió en el cargo de visir su hijo, José ben Nagrela
            Fue un gran poeta elegíaco, que lamentó la ausencia de parientes y amigos y la inestabilidad de las cosas humanas, así como los horrores de la guerra. Casi todas sus composiciones destacan por su elevación moral y filosófica. Su obra literaria incluye composiciones poéticas en hebreo con marcada influencia de temas y formas árabes. Entre sus obras poéticas destacan Ben Tehillim (Nuevos Salmos), Ben Mishlé (Nuevos Proverbios) y Ben Qohélet (Nuevo Eclesiastés), todas ellas de inspiración bíblica. En prosa escribe "Introducción al Talmud" y "El libro de la riqueza". Cultivó, asimismo, la poesía profana, de variada temática, que comprende desde composiciones militares y políticas hasta poemas amorosos y elegías.[1] Más de 1.700 poemas suyos de tema secular fueron editados por sus hijos en un "diwan" o antología. Con su obra, la poesía judeohispánica llega a su madurez y comienza el Siglo de Oro de las letras sefardíes.[2]
            Pilar González Augusto le califica de "personaje fascinante, cuya memoria ha sido injustamente barrida de la historia" y dice de él que "su biografía y de la su hijo  ilustran de forma ejemplar el ciclo de adquisición de poder económico y político, caída en desgracia y persecución que habría de acompañar a las comunidades judías desde entonces en la España medieval".[3]
            En Granada, en cuya corte se instala en 1020, inició un fulgurante ascenso, siendo nombrado canciller y posteriormente visir. En 1027 recibe el nombre de príncipe de las aljamas judías de Al-Ándalus, e inicia una labor de protección de la comunidad hebrea, que llega a tener unos 5.000 miembros durante su mandato. En torno a su residencia se reúne la flor y nata de la poesía hebrea del momento, la mejor de todos los tiempos. Políticamente, se convierte en el hombre con más poder del reino, después del rey Habús ben Maksan y, cuando este muere, de su hijo Badis ben Habús, siendo quien realmente ejerce el gobierno de la taifa por delegación, hasta su muerte en 1055. No solo ostenta el poder administrativo, sino también el militar. Es el único caso conocido en la España medieval de un judío que dirige un ejército como estratega, protagonizando grandes éxitos en la conquista y el sometimiento de territorios como Sevilla, Málaga, Almería y Murcia, logrando el reino su momento de máxima expansión.[4]
            En la biografía de Ibn Nagrela, otros autores afirman que nació en Córdoba en el 993, "hijo de una familia acomodada de Mérida" [5]; la Academia de la Historia se refiere a Samuel Ibn Nagrela como nacido en Córdoba el mismo año y fallecido en Granada en 1056. La Enciclopedia Judía de 1906 dice también que nació en Córdoba en el 993 y murió en Granada en 1055, aunque subraya que su padre era nativo de Mérida e igualmente Wikiwand, que sitúa la fecha de su muerte en Granada en 1055 o 1056. [6]. Sin embargo, otros autores citados en este artículo, como el blog de Pilar González Augusto, la web españaescultura.es, o Málagapedia y la enciclopedia Wikipedia citan a Mérida como su lugar de nacimiento. En su trabajo "Samuel Ibn Nagrella y su hijo José en la "memorias" de ´Abd Alla, último rey Ziri de Granada", [7]  la autora sostiene que nació en Córdoba en el 993 y, respecto al patronímico, cita al doctor Gonzalo Maeso al afirmar que la forma correcta parece ser Nagrella, aunque presenta diversas variantes.
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[1] Vid.: Piyutim: La edad dorada hispano-hebrea, en http://www.radiosefarad.com/shmuel-hanaguid-ibn-negrella-poeta-y-visir/
 
[2]  Vid.: España es cultura, Spain is culture,  artistas y creadores, cultura sefardí, en  http://www.españaescultura.es/es/artistas_creadores/semuel_ibn_nagrella.html.
 
[3]  Vid.:  González Augusto, Pilar, en su blog http://memoriadesefarad.blogspot.com/2014/02/samuel-ibn-nagrella.html, de 15/02/2014.
 
[4] Vid.: Ob. cit.
 
[6] Vid,: Jacobs, Joseph y  Broydé, Isaac: Samuel Ha-Nagid, en  JewishEnciclopedia, 1906. (http://jewishencyclopedia.com/articles/13132-samuel-ha-nagid-samuel-haleviben-joseph-ibn-nagdela).
 
[7] Vid.: Ramón Guerrero, Amelina: Samuel Ibn Nagrella y su hijo José en la ´memorias¨de Abd Alla, último rey zirí de Granada", Universidad de Granada, 1989.